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9 febrero, 2023

Category: Aduana

Del tránsito el ruido

lunes, 26 marzo 2018 por juaritosliterario

La década de 1880 fue por demás convulsa para nuestros suelos, tanto así que la villa se convirtió en ciudad. El elemento detonante, que en estos tiempos también funciona como un símbolo, pesaba toneladas y reducía jornadas. Un enorme armatoste hizo su entrada al Paso del Norte con algarabía y estruendo sobre el crujir de las vías. La antigua aduana, establecida en 1835 a un costado de la catedral y en donde ahora solo se conserva un busto de Benito Juárez, vio superada su capacidad administrativa con la llegada del ferrocarril. En septiembre de 1882 un convoy partió de aquí a la Ciudad de México, al tiempo que la compañía Santa Fe Railroad anunciaba su nueva ruta: de Chicago a Río Grande. Juaritos en medio y don Porfirio con tantas ansias. Bajo el mandato de Díaz se mandó construir un edificio que materializara la posición nuclear de la frontera y ejerciera la labor de registro y cómputo fiscal de mercancías y materia prima. De nuevo en septiembre (mes propicio para encomiar instituciones), pero de 1889, el coronel Miguel Ahumada, alter ego de don Porfirio, inauguró la nueva Aduana. Hubo planes para conectar los poblados fronterizas del lado mexicano, emulando la ruta de la Southern Pacific que corría de las costas de California a El Paso; sin embargo, Ciudad Juárez conservó su cualidad de mero puerto, mientras veía enriquecerse a sus primos paseños. La zona libre fue la reacción para que los capitales se invirtieran en el antiguo Paso del Norte.

140 Aduana Scott

En un panorama de prosperidad y competencia, la entrevista entre Porfirio Díaz y su homólogo gabacho, William Taft, en octubre de 1909, resultaba trascendente. El asunto no podía tener mejor escenario que la aduana, que fue remodelada muy al gusto afrancesado del oaxaqueño. El banquete se celebró con éxito, aunque los acuerdos lucen  inciertos. Dos años después, en la banqueta del mismo inmueble (que serviría como presidencia provisional y luego como cuartel), Francisco I. Madero firmó los Tratados de Paz que cesaba la dictadura porfirista y hacía extensiva la lucha a lo largo del país. ¡Vaya paradoja arquitectónica! A la Ex Aduana le llamamos así porque dejó de operar en 1965. Como todo ladrillo encimado sobre otro en esta urbe, la construcción fue abandonada hasta que en 1983 se firmó un convenio para restaurarla y convertirla en centro cultural. Solo siete años pasaron para que el Museo Histórico de Ciudad Juárez abriera sus puertas. El actual MUREF fue reinaugurado en noviembre del 2010, con motivo del centenario de la Revolución. Hoy en día, la Ex Aduana es emblema del movimiento armado que vio caer a quien la mando construir.140 Chaveñera parada1

Frente a los días festivos, los aniversarios y los prohombres de estampa y monografía, hay quien rescata la experiencia de la calle en torno a esos mismos monumentos que sirven de fondo al acontecer urbano. Tal es el caso del poema, de mediados del siglo pasado, que presento a continuación: “Bondad infinita”, de Lupercio Garza Ramos. El rescate de estos textos juarenses de inicios de la modernidad se lo debemos a la labor filológica del mejor crítico de la literatura local, José Manuel García García, quien apenas hace unos meses presentó una antología de la “primera época de producción literaria que abarca de finales del siglo XIX a principios del siglo XX”. Bajo una línea cronológica, el libro reúne a 18 escritores con obra publicada, distribuidos en dos grupos: oriundos y residentes (los que hicieron de Juárez su hogar), y visitantes de la frontera junto con los avencindados en El Paso. Lupercio Garza Ramos (1897-19??) pertenece al primer conjunto y, al igual que los literatos de aquella época, ejercía otra profesión distinta a la de las letras; “fue abogado y dio su tiempo libre a la creación de prosa y de poesía donde se exalta lo juarense”.

140 GarciaG Literatura juarense

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Dentro de los versos ocurre una alteración en el aparato perceptivo que vive todo transeúnte (en este caso la anciana) en el tráfico de la metrópoli. Ante el estremecimiento, la voz poética otorga una repercusión manifiesta: si el cruce concreto en una esquina aprisiona, entonces un primer plano, en el centro de Juárez, ensancha el espacio y retarda el movimiento al incluir a otra presencia, no solo la del invidente que auxilia sino la de cualquier lector o caminante que, en batalla y lid, haya sufrido para atravesar una avenida. El diseño urbano, al condenar a sus habitantes a la prisa, al anonimato y aislamiento, no deja otra salida que la imaginación poética. De ahí que no pueda entenderse a Juárez sin sus historias, como si esta ciudad fuera más palabra y símbolo que edificios, bares, semáforos y maquilas. Ante el gris visual y anímico con que se identifica a la urbe fronteriza, sus escritores responden con una fascinación que paradójicamente se traduce en amargura y fuga hacia tiempos mejores, siempre los de antaño. Sin embargo, el Juárez que retrata Garza Ramos no es un afuera, repleto de ruido y muchedumbre, sino el adentro que regula el tránsito vehicular con los latidos del peatón y una rima consonante. La reinvención de la ciudad en la escritura permite que la última estrofa ensaye un ejercicio de ciudadanía y convivencia, que bien valdría poner en práctica.140 16 sept muref

Carlos Urani Montiel

poesíasiglo XX
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  • Publicado en 16 de Septiembre, Aduana, Cruce, tren, Vida cotidiana
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Américan Drím: por la puerta grande

martes, 02 agosto 2016 por juaritosliterario

Uno de los máximos exponentes contemporáneos del cuento, en ocasiones considerado como el sucesor de otros grandes como Juan Rulfo y José Revueltas, ha sido Eduardo Antonio Parra (León, Guanajuato 1995); narrador cuyo espacio literario procura, en su mayoría, escenarios del norte mexicano. Parra, residiendo un par de años en el estado de Tamaulipas, pronto emigró a Nuevo León donde tuvo su formación literaria e intelectual fuerte y durante los años consecuentes de su trayectoria, recorrió y absorbió las situaciones cotidianas de estados como Sinaloa y Chihuahua. Tierra de nadie es su segundo libro de cuentos publicado por la editorial Era en 1999, durante una época en donde ya había sido becario de espacios como el Centro de Escritores de Nuevo León y el FONCA. Su último trabajo fue la compilación de Norte: una antología (Era, 2015), en donde incluye cuentos de autores canónicos del norte mexicano, como los chihuahuenses Martín Luis Guzmán, Rafael F. Muñoz, Jesús Gardea, Ignacio Solares, Víctor Hugo Rascón Banda, Rodrigo Pérez Rembao y César Silva Márquez.

29 Eduardo Antonio Parra

Tierra de nadie es un compendio de nueve textos repartidos en tres apartados que, como el apodo del Far West por antonomasia, es decir, la “tierra de nadie”, desemboca en espacios del norte mexicano, páramos y extensiones desiertas, cualquier ciudad del noreste o noroeste o escenarios ficticios bien delimitados con referencias a espacios reales. El cuento “El escaparate de los sueños” (59-69) es uno de estos. Con dos personajes destacados, el protagonista y su colega el Tintán, el cuento narra otro rutinario día de estos camelleros en el puente Santa Fe, espacio que vincula dos naciones y dos icónicas calles de ambos lados de la frontera: la mítica Avenida Juárez y El Paso Street. Entre el bullicio de los autos, el sol ardiendo sobre el pavimento del puente y la espera de señoras dispuestas a dar propina, Reyes mira con idilio a la ciudad de El Paso, todo auto o peatón deambulando, incluidos los personajes principales, forman parte de esta exhibición de sueños, y el sueño aquí es el american dream.

29 Parra Tierra Nadie

Lee aquí el cuento

La Juárez

“La hilera de coches se extendía a lo largo de seis cuadras por la Avenida Juárez”. Apenas comienza el cuento, ya hay una localización exacta; ya hay un traslado del personaje principal que va llegando al Puente Internacional Santa Fe por esa mítica avenida. En su recorrido, el lugar es azotado por el sol de la canícula, algunos coches poseen aire acondicionado y el protagonista, Reyes, se consuela con acercarse a la sombra del techo de los mexican curios, o con absorber el aire refrigerado de los bares del sitio. La construcción de este escenario coincide con la Avenida Juárez de finales de los años noventa; si bien no con el apogeo turístico de dicha calle, al menos sí con la conservación de bares, cantinas y escaparates de “recuerditos” de este lado del Río. Imaginar la hilera extendida a lo largo de “seis cuadras” por la Juárez ya denota que la fila se extiende quizás hasta la avenida 16 de Septiembre, que hasta hace todavía un par de años, aún era transitable por vehículos y que ahora sostiene túneles.

29 Puente (3)

El puente y el Río

“y con andar desganado se internó en el puente internacional, cuyas veredas peatonales, al contrario de los carriles llenos de vehículos, parecían evaporarse en la soledad de la canícula”. La transición de la avenida a la zona del puente sucede en apenas unas líneas; Reyes entonces saluda a los aduanales con un ademán y avanza por la acera en ese tramo de puentes intercasetas. Ahí se encuentra con su compañero, el Tintán, quien le recuerda el haber llegado tarde; entonces sabemos que se dedican al camellaje, es decir, ayudan a cargar maletas, bolsas o cajas de peatones que vienen o van de país a país. Su compañero lo espera en la “placa divisoria”. Aquí encontramos otro elemento icónico de la zona de cruce peatonal: esa placa ubicada justo a la mitad del tramo, un espacio donde hoy es común ver a vendedores entre las filas de vehículos. En el texto, a diferencia de la fila que viene desde cuadras atrás de La Juárez, la zona de peatones luce casi vacía; sabemos que el sol es intenso, y que “Sólo uno que otro peatón se aventuraba a cruzarlo a esa hora, rápido, con el cuerpo encogido, como si en vez del sol huyera de la policía norteamericana”.

29 Puente placa

La construcción del Río en el cuento es breve y lleva consigo toda la carga simbólica; “se inclinó por encima del barandal para escupir al río un cuajo de resentimiento. Abajo el agua transitaba espejeante, tornasolada, absorbiendo sin resistencia los rayos solares que en ocasiones la tornaban turbia, semejante al flujo de un gran desagüe industrial. Al ver la lentitud del Bravo se reprochó por enésima ocasión su incapacidad para vencer ese pánico al agua en movimiento que había convertido en fracaso sus impulsos de cruzarlo a nado”. La incapacidad del cruce nos revela, por si la estancia de su padre en Estados Unidos no bastara, su deseo de vivir en El Paso y su configuración imaginaria de esta ciudad como sinónimo de todo EE.UU. Reyes se mantiene en un constante anhelo, no del retorno de la figura paterna sino del acto de habitar, de cruzar. Ese es el sueño americano.

29 Puente (5)

En materia de periferias y otros sitios ubicables, el texto menciona sólo de lejos espacios reales con motivos de contextualización: “Por eso cuando empezaba a oscurecer y los compas abandonaban el puente para gastar monedas del día en algún antro de la calle Mariscal, Reyes permanecía por horas en ese lugar, hipnotizado por el espectáculo de pirotecnia que eran las avenidas rectas bien iluminadas, los tubos de neón en la cumbre de los edificios, la sucesión de faros a gran velocidad que se deslizaban por los altísimos freeways. Y en invierno podía soportar las temperaturas bajo cero con tal de estar presente cuando la estrella luminosa del cerro fuera encendiendo cada una de sus puntas”. La calle Ignacio Mariscal, a diferencia de la avenida Juárez, se extiende ininterrumpidamente por todo el primer cuadro de la ciudad, desde el Centro, hasta la avenida División del Norte; su fracción paralela a la Juárez aún mantiene bares, aunque en menores proporciones, y su construcción o mitificación real le ha dado una connotación de la calle por excelencia de los prostíbulos. Ese versus en la ficción habla de que mientras sus compañeros, otros camelleros del puente gastan lo obtenido en vicios, el personaje prefiere mirar la ciudad del otro lado, definiendo como se definiría El Paso de noche. El mismo texto explica que toda la configuración visual de Reyes respecto a esta ciudad yace en lo que puede ver desde el puente (donde trabaja), el Chamizal, o la orilla mexicana del Bravo. Hay otro escenario que suele ser un punto de comparación y que se narra con aires de nostalgia, el municipio de Guadalupe y Calvo, ubicado al sur de Chihuahua en colindancia con Sinaloa. Ese contraste simbólico (venir desde la zona más baja del estado hasta la extrema frontera) se nutre con la ruptura del paradigma del personaje que, en un choque de valentía y en una acción espontánea pero trazada a presión desde el inicio del cuento, aprovecha un percance en la línea vehicular para entrar por la puerta grande.

29 River crossing

 

En conclusión, las representaciones de Parra en el cuento “El escaparate de los sueños” permanecen en el lugar común de la frontera; hay una coincidencia temporal quizá no trazada a detalle, pero que rescata elementos esenciales para su configuración: el hastío vehicular, la ciudad detenida por los fuertes soles, el sueño americano y Estados Unidos como el sitio ideal, cruzarlo como la solución instantánea a los conflictos de pobreza y marginación. La figura del Río en la zona urbana busca rescatar el estereotipo del Bravo como un cuerpo de agua engañoso, voluble y cruento.

-Se ve bien calmado- dijo el Tintán como si hubiera leído sus pensamientos-, pero no se te olvide que es el río más traicionero del mundo.
-Cuestión de saberle el modo…
-No te creas, compa. Ahí se quedaron muchos que le sabían el modo, como tú dices.

Míkel F. Deltoya

 

narrativasiglo XX
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  • Publicado en Aduana, Avenida Juárez, Cruce, El Paso, La línea, puente, Río Bravo
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Romanceando en Juárez

martes, 19 julio 2016 por juaritosliterario

¿Qué espacios ofrece la ciudad para salir con aquel o aquella a quien queremos más cerca? ¿Cuál es la variedad de lugares en donde la plática importa más que el sonido ambiente (o estridente)? Sin duda, la atmósfera citadina en asuntos íntimos determina si la salida concluye en un espacio más privado o si habrá, al menos, una nueva oportunidad. Olvidemos, por favor, los centros comerciales y supongamos que a todos nos gusta el café o cualquier tipo de alcohol. La primera vez que salí en Juárez a pasar la noche fue al Fred’s. Ahí me llevó una dizque amiga quien me presentó a otra verdadera con quien guardo el recuerdo de una linda embriaguez, de esas que amanecen desveladas. De ahí en adelante, como buen foráneo, me dejé conducir sin propuesta ni rumbo alguno y fue así como conocí otros tantos sitios asociados desde entonces a quien me abría la puerta: el Open, la Bodeguita, el Camelot e incluso el Pata de perro. Cada uno también me decía algo de quien me invitaba; pero además, en cada uno de ellos me rodeaba de otros que como yo hacían su propia lucha… un esfuerzo simultáneo (para que el de enfrente se hiciera cotidiano) en un espacio por todos compartido. Así construí y fui llenando los huecos de esta ciudad. El Incurable de David Huerta decía que “El Sí Mismo hurga en la escritura, en la escena, el texto de sus errancias; quiere fundar una ciudad”, o un disfraz “que lo instale en el siempre labial de sus proclamaciones”.

26 El Freds

Parte de esta misma cita sirve de epígrafe a La virgen del Barrio Árabe. El acierto de esta breve novela, publicada originalmente en 1997, radica en el engarce y sostenimiento de incógnitas: desde la identidad de quien porta el título hasta el misterio de la bicicleta de Windesfalt, el cual vale la lectura y hasta un cómic. Otro mérito, más acorde con el blog, es que las sensaciones de los personajes cimientan espacios de ficción construidos a partir de las experiencias de quienes los habitan. El ser y el estar son intercambiables en cuestiones de ambientación.

26 Bicicleta Windesfalt

Hay algunas pistas con las que Willivaldo Delgadillo guiña el ojo para que el lector identifique el Barrio Árabe con Ciudad Juárez y Alturas Poniente con El Paso: el largo puente que las comunica, el río, la aduana y los oficiales de inmigración. Si extendemos este ejercicio (con riesgo a forzarlo), la librería del Subterráneo en donde el pintor Asintrop descubre por segunda ocasión a la Virgen del Abrigo bien podría ser la versión futura del Pasaje Correo de la Lerdo (aunque también me recuerda a Pino Suárez). El artista “se entregaba al vertiginoso mundo de las aceras del Barrio Árabe, boyantes y coloridas”; dueño de su tiempo, “Las tardes las pasaba enteras en los bares de la Avenida Escénica”, como el Nomus. ¿A qué calle nos recuerda? Por el contrario, la fisonomía de Alturas Poniente, “lugar propicio para cultivar la desmemoria” (25), corre paralela con la vida sosa de Windes, con el enigma que le propició la muerte y con la decisión de Daffy por cambiar de ciudad (¿y sexo?): “Cuando por fin pudo caminar por las calles, disfrutó como nunca el bullicio y la anarquía de su mundo adoptivo”. Esta urbe desordenada es el escenario para el encuentro entre una mesera y el protagonista.

26 Delgadillo - Virgen barrio arabe

Lee el texto aquí

El atentado en contra del Pirata Inglés es el preámbulo de su relación. Ambos se encontraban en el café cuando acribillaron al empresario. El miedo los paralizó y unió. Justo en el punto intermedio del relato, “Oguri caminó hacia el pintor, como hipnotizada, y lo besó. Se besaron apasionadamente. En la confusión de gendarmes y curiosos, sirenas y torretas, Asintrop arrancó las pantaletas de Oguri. Fueron detrás del mostador y siguieron acariciándose. Al penetrarla, Asintrop cerró los ojos. Vio cómo se alejaban sus amantes, su trabajo, la vida futura”. Todo el capítulo V detalla las virtudes amatorias de la mesera, una sensual artífice que pone en pausa el recuerdo de la Virgen del Abrigo. La ciudad entonces se transforma en una simple sala de espera hacia “un espacio pequeño ubicado en el décimo piso de un edificio de renta congelada”. En el frágil departamento, en donde cada detalle se dirige al placer del invitado, Oguri estimula y juega con su amante. Para Asintrop, ella no fue una mujer “sino una atmósfera, un complejo de sensaciones que lo acariciaba con una sutileza narcotizante. El roce de su cuerpo producía “la emoción que trae consigo la repentina llegada de la lluvia”. Sin embargo –y como siempre– toda exaltación carnal es transitoria y “Llegó el día en que las cinco de la tarde no trajeron como siempre a Oguri caminando por la acera del Parque Central”. Pero después del intenso romance, la historia continúa.

26 Gogy Farías El sol y la luna

Urani Montiel

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  • Publicado en Aduana, arma, Cruce, Frontera, La línea, puente, Río
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