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10 agosto, 2022

Category: Ciudad

En las vértebras de tus roquedales

lunes, 13 mayo 2019 por juaritosliterario

José Urbano Escobar (1889-1958) fue un escritor nacido en Ciudad Juárez, que estudió en la primer década del siglo XX en el colegio de Palmore y en el Instituto Científico y Literario, ambos en Chihuahua. Cuando estalló la Revolución participó del lado de Orozco. Décadas después impartió clases de educación física en varias escuelas del país, hasta que llegó su última hora debido a una embolia. Entre 1936 y el año siguiente, redactó un par de novelas: El evangelio de Judas de Keryoth y Vereda del norte, ambas inéditas hasta que el Municipio de Juárez apoyó el proyecto editorial de Adriana Candia, quien las editó y realizó la introducción de los dos textos en un solo volumen, el segundo de la Colección Precursores. En esta entrada, solo me voy a enfocar en Vereda del norte, dividida en 20 capítulos que tratan sobre la situación y circunstancias de San Francisco del Oro a principio del siglo XX. Un narrador omnisciente se encarga de describir espacios y desarrollar la trama a través del protagonista Ricardo García, quien, en plena pubertad, se encuentra en una encrucijada por encontrar su identidad, ya sea en lo más oscuro de una mina, o en los más cálidos bosques, siempre acompañado de su curiosidad y un naciente amigo. La búsqueda de la identidad sexual de los jóvenes se ve interrumpida por el movimiento armado que arriba al pueblo a través de la prensa.

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Lee aquí la novela

Ciudad Juárez aparece en Vereda del norte como símbolo de esperanza y de oportunidades, pero también de realidad y de tristeza. Hacia el final de la novela, Ricardo ha perdido mucho, desde su padre que se unió a la lucha con más agallas que pericia, hasta su entrañable amigo, Teófilo Domínguez. El pueblo minero ha quedado desolado, por lo que la menguada familia de Ricardo tiene que viajar a Chihuahua, para luego seguir la travesía por tren hacia la frontera, en búsqueda de una mejor situación. En la antesala de su llegada, aparece un retrato de “Arenales estériles. Médanos fulvos. Sedientos. Sinuosidades azules de montañas lejanas”, imágenes que contrastan con el ambiente serrano del inicio, así como la situación del protagonista en su pueblo natal. Los espacios en esta novela tienen fines utilitarios establecidos a favor de la trama. Chihuahua y Ciudad Juárez representan la vida urbana en tiempos álgidos, un transcurrir donde la justicia se malinterpreta con los ajusticiamientos.

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La frontera que existe actualmente entre Ciudad Juárez y el Paso es utilizada como filtro para miles y miles de personas que van de un país a otro, de manera legal, con varios propósitos (trabajo, diversión o compras); todos los juarenses transfronterizos tienen presente que hay que volver, que la casa no se abandona si no hay necesidad. Gracias a Vereda del norte vemos a la misma ciudad desde la perspectiva de un joven rodeado por diferentes crisis –tanto la social como la existencial–, entendiendo así su mentalidad, como también el carácter político. Mediante su narrativa, Escobar nos presenta una situación en la que su protagonista abandonará el terruño, junto con su familia, una vez que la armonía se ha quebrado. El lazo que parece más fuerte en la novela, el que tiene con Teófilo, también se rompe de forma abrupta y dramática cerca de la Misión de Guadalupe. Espero haber despertado la curiosidad acerca de estos personajes y sobre la variedad de historias que tuvieron que abordar el tranvía y cruzar los arenales antes de adentrarse a Juárez, para detenerse en el cauce del Río Bravo. Tal pareciera que conforme se seca el río, resurgen historias del pasado, como si la esencia de cada ficción marcada en cada gota desvanecida nunca se perdiera, todo gracias a la literatura de hombres capaces de poner en perspectiva nuestra ciudad, escenario propicio para todo tipo de revolucionarios, incluyendo jóvenes listos para encontrarse a sí mismos justo en la frontera.

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Oscar Daniel Hernández Acosta

narrativasiglo XX
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  • Publicado en Ciudad, Frontera, Migración / llegada, Misión de Guadalupe, tren
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Rompiendo estigmas desde otras latitudes

jueves, 25 abril 2019 por juaritosliterario

La imagen y las narrativas establecidas en torno a Ciudad Juárez han atraído un gran número de miradas creadoras e investigativas de diversas nacionalidades. A finales del 2017, Maria Larissa Silva Santos presentó la tesis Como romper com uma ideologia geográfica? O caso do Centro Histórico de Ciudad Juárez, México para obtener el título de licenciada en Geografía en la Universidad de São Paulo. El trabajo surgió de la inquietud, amparada por paradigmas teórico-metodológicos de su área disciplinar, por comprender las desigualdades urbanas suscritas a distintos procesos de violencia en un contexto neoliberal. El campo de estudio idóneo resultó ser el primer cuadro de nuestra frontera. Así que para lograr el objetivo de su investigación, es decir, analizar un par de estrategias que desafían la estigmatización de Juárez, la autora se propuso conocer y explorar una realidad escondida bajo los aspectos negativos que, por desgracia, la caracterizan internacionalmente: “cidade dos excessos, cidade dos feminicídios e cidade do narcotráfico”.

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Lee aquí la tesis

Larissa Silva Santos denomina a estas narrativas como ideologías territoriales. Por ello, se ubica en un espacio específico, pues una de sus propuestas radica en que dichos estigmas afectan la disposición geográfica. Es decir, el centro histórico, al convertirse en un objeto del cual se busca la estabilización de un significado diferente al que lo caracteriza, ha pasado por un basto proceso de cambio espacial. “¿Qué enfoque debe darse a las asperezas que conforman el centro histórico para superar una ideología geográfica históricamente conformada en la región?” Para responder, la investigadora estudia dos estrategias que se posicionan contra esta señalización de la ciudad, a partir de diferentes formas de relacionarse con el territorio céntrico y experiencias estéticas que varían en función de la intención de cada proyecto: la búsqueda de las autoridades municipales por eliminar una imagen urbana negativa y la propuesta de Juaritos Literario, en especial las rutas literarias.

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El tercer capítulo de la tesis, titulado “O papel das rugosidades na superacao de un estigma territorial” se detiene en estas alternativas. Por ello, además de reconocer la pertinencia de la investigación, el motivo de estas líneas radica en agradecer la inclusión de nuestro proyecto y posicionarlo como una estrategia de re-territorialización capaz de atribuir un nuevo uso material y simbólico a los espacios recorridos durante las caminatas literarias. Las cuales, para Larissa, constituyen una intervención estética de cuño político reivindicatorio, ya que reclaman un lugar históricamente negado por una sucesión de violencias. Sin duda, más allá de la amplia documentación realizada, las propuestas de esta investigación se consolidan gracias al trabajo de campo: búsqueda de archivos en la biblioteca del Instituto Municipal de Planeación e Investigación (IMIP), asistencia al evento Comentemos el centro organizado por el municipio, participación en el Segundo Encuentro [Re]imaginando la ciudad desde el borde –el cual se clausuró con el recorrido Callejones en proscenios –, y una serie de entrevistas realizadas a planificadores urbanos, funcionarios del gobierno, artistas, activistas, académicos y periodistas involucrados en la temática abordada.

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Considero de suma importancia romper con los estigmas establecidos y comenzar a crear nuestra propia imagen del lugar que habitamos. Juaritos Literario lo tiene como objetivo. No obstante, también resulta necesario que la mirada extranjera tenga un posicionamiento más crítico al momento de voltear hacia una realidad que, ciertamente, se ve asediada por la violencia, pero que abarca mucho más que solo ese aspecto. Igual que los proyectos abordados por Larissa, su misma investigación implica un desafío respecto a las formas de percibir, nombrar y experimentar a Ciudad Juárez. Como romper com uma ideologia geográfica? Poco a poco se van sumando respuestas a esta pregunta.

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Amalia Rodríguez

narrativasiglo XXI
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Un viento que se lleva la vida

martes, 05 marzo 2019 por juaritosliterario

Desde hace un par de años, Elpidia García se ha colocado en un alto escalón de la narrativa juarense, irrumpiendo con éxito en la escena mexicana. Ellos saben si soy o no soy (2014) reúne sus primeros cuentos, los cuales la posicionan como la autora más importante y prolífica en cuanto a la temática de la maquiladora. Ese mismo año obtuvo el premio Voces al Sol, gracias a otra serie de relatos que conforman Polvareda (2015), donde aún predomina la cuestión de la industria ensambladora, ya sea de fondo o directamente en el desarrollo de sus personajes. En el 2018 gana el premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila por El hombre que mató a Dedos Fríos y otros relatos. Hace un par de días se presentó el libro bajo el sello editorial de Lectorum y el INBA. Los quince cuentos, afirma Ricardo Vigueras en la contraportada, “hilvanan un tapiz de la vida cotidiana en la frontera entre México y Estados Unidos. En ese recurrente territorio mítico (desde el Western que preside las dos primeras historias), feminicidios, desaparecidos, delincuencia y tráfico de drogas quedan retratados.” En esta ocasión me enfocaré en “Peregrinos”, narración que trasciende la cotidianidad hacia un espacio más allá de la vida y muerte.

 

 

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“Las tolvaneras no cesan”

Ciudad Juárez, por mucho tiempo, ha sido azotada por la violencia. Miles de casas abandonadas lo demuestran. El Valle, por ejemplo, quedó poco a poco reducido a la miseria y el desamparo debido a una incesante lucha de grupos delictivos. Las noticas lo pregonan; quienes vivimos aquí lo experimentamos, sufrimos y entendemos más a fondo. Elpidia García recurre a su experiencia como habitante de esta frontera para expresar las consecuencias –emocionales y corporales– de una guerra que al parecer no tiene fin. ¿Los culpables? “Los uniformados, los trajeados, o los otros, sus dizque enemigos: los de los cárteles.” ¿Las víctimas? “Cientos de hombres y mujeres [que] avanzan con pasos torpes en la misma dirección. La mirada, errante, pero fija en el extremo opuesto del sendero, empecinada en llegar a alguna parte.” Isaura, su hija Yolanda, Josefina y Arturo representan a ese tumulto de personas que por una u otra razón han sucumbido ante los estragos de una estructura política y social que no permite tiempos de calma: la madre que nunca dejará de buscar a su hija, incluso en la muerte; la joven que forma parte de un grupo interminable de mujeres desaparecidas, violadas, asesinadas; la activista que no se cansará de exigir justicia, ni aun cuando le arrebaten su último aliento; la víctima colateral, cuyo único error fue ayudar o estar en el momento equivocado.

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“El viento amainó de pronto”

“Peregrinos” comienza con la descripción de un ambiente por completo desértico y desolado: “El color del cielo, ultrajado, muestra la pérdida de azul convertido a pardo. Las casas están solas, sus habitantes, huidos.” A lo largo de toda la narración hay una semántica que impera: palabras y frases referentes al viento y polvo aparecen constantemente como síntomas de “un sueño de pesadilla”. Si bien desde el inicio se menciona el Valle de Juárez, creo que la cuestión del espacio excede la especificación de cualquier lugar. Es decir, aunque esta zona en especial se haya caracterizado por un paulatino abandono, el cuento de Elpidia conjuga a toda una ciudad y sus habitantes que se han acostumbrado a traer polvo en las orejas y la boca, ver rodadoras cruzando las calles, sortear los fuertes coletazos de aire y escuchar el inquietante golpeteo de la violencia. Ahora bien, esta cotidianidad aparente, de pronto trasciende nuestro contexto, pues los peregrinos, a los que finalmente se unen Isaura y Josefina, recorren una especie de río Leteo para alcanzar la paz que les habían robado: “El viento amainó de pronto. El polvo se asentó en los caminos y las rodadoras dejaron de huir y se quedaron quietas.” De  manera bastante explícita se esclarece el panorama: un mundo fantasmal, que no por ello deja de contener reminiscencias reales y concretas, como el homenaje a Josefina Reyes, Susana Chávez, Marisela Escobedo y tantas otras mujeres que han sido asesinadas solo por exigir humanidad, respeto y justicia.

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“Te vas ángel mío”

Otro aspecto que resalta en el cuento es el musical, sobre todo, al escuchar la versión narrada y cantada por la misma autora, acompañada de Mónica Guerra. “Te vas ángel mío”, de Cornelio Reyna, aparece como la pieza que impregna de un tono aún más desesperanzador el relato: “Oiga, qué canción más triste. Y con este clima, como que se siente una peor, ¿no?” No obstante, también sirve de aliciente para que Yolanda vuelva a los brazos de su madre. El mensaje que deja entonces “Peregrinos” es claro: existe una esperanza pero solo alcanzable en un espacio irreal. Quienes murieron pueden seguir su camino y encontrar la paz; sin embargo, aquí solo queda silencio, obscuridad y tumbas –en el mejor de los casos– a donde ir a llorar nuestras pérdidas:

Pero ay cuando vuelvas
no me hallarás aquí,
irás a mi tumba
y allí rezarás por mí.
Verás unas letras escritas ahí
con el nombre y la fecha
y el día en que fallecí.

Amalia Rodríguez

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  • Publicado en Ciudad, Desierto, Feminicidios, Muerte, Narcotráfico, polvo
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Esto es Juárez, amigo

viernes, 22 febrero 2019 por juaritosliterario

“Después de todo otra persona había sido ejecutada en Ciudad Juárez”. Todos los que vivimos aquí tenemos un conocido o un familiar que estuvo en contacto con los estragos sufridos tras la ola de violencia que azotó a nuestra ciudad hace apenas unos cuantos años. Israel Terrón Holtzeimer conoce muy bien esta situación y decidió reflejarla en su primera novela Artemisa café, la cual fue publicada en 2012 por el Fondo Editorial Tierra Adentro. El autor egresó de la carrera de psicología en la UACJ; es músico, fotógrafo y dibujante de cómics. La historia se desarrolla en dos escenarios: la Ciudad de México y la frontera. El país está de cabeza tras el surgimiento de un grupo terrorista denominado Los Leopardos, que tiene como líder a una tal Artemisa. A pesar de que se mantienen activos a través de las redes sociales, enviando mensajes tanto a seguidores como a detractores, nadie tiene claro quiénes son. La identidad de Artemisa se mantiene oculta; sin embargo, el objetivo es claro: acabar con la corrupción política y la impunidad de las autoridades mexicanas a través de asesinatos y atentados a determinados puntos estratégicos. Paralelo a esto, la novela cuenta la historia de Federico Rascón y Diana, un policía federal y una adicta a la heroína, quienes llevan una vida desordenada bajo el lema: “El dolor lo justifica todo”.

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Lee aquí la novela

Hace algunos años, caminar por las calles de Ciudad Juárez causaba a sus habitantes una gran incertidumbre. Con el alto índice de asesinatos, secuestros y asaltos a mano armada, resultaba complicado moverse por la ciudad. Muchos preferían quedarse en casa. Los enfrentamientos entre bandas delictivas y la policía afectaban colateralmente a personas inocentes. La urbe se hallaba en profunda crisis. Artemisa Café representa e ilustra este tema de una manera cruda y directa. Distingo tres espacios en donde se desarrolla la acción referente a la frontera: una pizzería, la avenida Tecnológico y el aeropuerto. Federico dice que la pizzería tiene un nombre formado por tres palabras que parece trabalenguas, por lo que creo que se refiere a Peter Piper Pizza. En este espacio ocurre una balacera que acaba con la vida de tres agentes federales que acompañaban al protagonista, mientras él se había regresado al local a dejar propina a la chica del otro lado del mostrador; “nunca había visto unos ojos tan lindos en toda mi vida”. Fuera de la ficción, esto aún ocurre en nuestra ciudad (incluso recientemente). Los enfrentamientos se dan en espacios públicos, familiares, a plena luz del día, lo que ha provocado que algunas personas se hayan desensibilizado al punto de verlo como algo normal… otro muerto más. “Esto es Juárez, amigo”, como se titula el capítulo cinco. El otro espacio, la avenida Tecnológico, es una de las arterias más concurridas, ya que conecta de norte a sur varios puntos de la ciudad. Es probable que Israel Terrón haya ubicado las acciones sobre estas coordenadas para reflejar el poco miedo de los grupos delictivos ante las autoridades y cómo la ciudadanía convive con estas situaciones de manera cotidiana.

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Crédito de fotografía: José Luis González Palacios

 

Cuando los espacios literarios son descritos por un autor que convive y se siente identificado con ellos, logra transmitir a sus lectores sensaciones que persiguen el consenso. Al leer Artemisa Café es inevitable la empatía, no solo respecto al contexto social, sino a los espacios y la manera en que los habitamos. Es frecuente en Juárez encontrar calles que en algún punto cambian de nombre. El agente Aura, por ejemplo, le pregunta a Federico si “Montes Urales era la misma calle que Avenida Jilotepec”. Otro de los elementos que podemos identificar en nuestra ciudad es la pinta de mensajes o imágenes en los cerros, como en algún momento lo fue Benito Juárez o la famosísima frase: “La biblia es la verdad, léela”. También resulta común escuchar hablar sobre los proyectos que el Gobierno Municipal echa a andar, como el Camino Real, para pronto abandonarlos, o el transporte semimasivo que, al final, sí recorre la ciudad, con visos de extender sus rutas. Todos estos espacios nos dan identidad ciudadana; al identificarlos en alguna obra literaria los sentimos un poco más nuestros.

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  Daniel Malaquías

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Solo quedan las fachadas

jueves, 07 febrero 2019 por juaritosliterario

Después de publicar la serie (que todos citan, pero nadie compila) Relatos al vacío en revistas de México y España, Carmen Galán Benítez enfocó su interés en el norte de México para construir su primera novela. Con Tierra marchita (2000), la escritora aborda distintas problemáticas citadinas en un periodo que va de los años treinta hasta poco antes del año de publicación, y que tiene incidencias desde Tijuana hasta Oaxaca. Según la solapa de la edición a cargo del Fondo Editorial Tierra Adentro (del CONACULTA), de este texto también existe un guion cinematográfico; sin embargo, la obra de Carmen no goza de difusión ni el mundo virtual ni en el de papel. Me parece que en este libro la transición es uno de los elementos más remarcables, ya que la lectura obliga a realizar un recorrido cronológico a través de una genealogía que inicia con el nacimiento de las hermanas Rivas, Isabel y Aurora, quienes dieron sus primeros pasos en La Lagunilla, barrio histórico de la Ciudad de México, para asentarse, ya en su madurez en la zona El Paso-Ciudad Juárez. Al mismo tiempo, el lector deberá seguir a los personajes a lo largo de sus peripecias por la República. Por último, los caracteres retratados en la historia también reflejan un desarrollo psicológico conforme avanza la trama: ninguno de ellos permanece estático, hecho comprobable al final del texto. Los temas que trata la escritora se centran en las consecuencias a las que se enfrentan las esferas sociales, desde las más altas hasta las marginales, mediante estampas de individuos y puntos geográficos implicados en circunstancias impetuosas o “procesos conflictivos”, como dice Carlos Montemayor.

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Lee aquí la novela

Entiendo este concepto de estampa como una especie de fracción del todo que se elige para acentuar aspectos específicos y minimizar elementos circundantes con la finalidad de realzar personajes y espacios determinados. El ejercicio no mutila, sino que concentra la atención del lector en detalles que se ajustan a la mirada de quien fabricó la ficción. Si bien esta idea resulta una propuesta de lectura interesante, en algunas ocasiones dichas estampas dejan la sensación de estar inconexas con su entorno. Una muestra de ello es la incidencia de Joel y Elena (alter ego de la autora), una pareja de periodistas que solo entran en contacto con el resto de los personajes en dos ocasiones. Su mayor aportación a la historia central es una disertación que él sostiene con Cuca, la cual comienza como una reflexión en torno a las desapariciones de mujeres en la ciudad, pero termina a manera de debate sobre la desmitificación del discurso oficial acerca de las drogas (y su consumo). Por otra parte, las estampas de lugares retratados en la novela aparecen delineados por quienes los habitan: la periferia a donde Toño huye está cohabitada por personas de su calaña, drogadictos que posteriormente terminan viviendo en la colonia Altavista. En esa misma zona, Luz encuentra afinidades con su vecina y compañera en la maquiladora RCA, Georgina. Lo interesante de la novela reside en la variedad de ciudades implicadas, así como también la forma en que Carmen voltea hacia las áreas urbanas que menos presencia tienen dentro de la narrativa local, para mostrar que la tierra marchita se extiende sobre paisaje teñido de sangre.

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Pese a esta estructura de pasajes intercalados y con saltos temporales, el relato sitúa su coordenada clave en Ciudad Juárez; la visión sobre la frontera oscila entre concebirla como un lugar de oportunidades, no siempre hacia el progreso. Además, existe un retrato de los espacios aledaños al citadino que son emblemáticos para los juarenses, como Samalayuca. Resultan igualmente importantes las zonas de la periferia metropolitana, las cuales —tanto en la realidad como en la ficción— son escenario de numerosos crímenes por la desprotección de las autoridades, como sucede en Anapra y la Carbonífera. Esta misma perspectiva se refuerza a partir de la ciudad vecina y contraparte, El Paso. Los personajes que tienen acceso al territorio norteamericano figuran dentro de la hegemonía del mundo literario descrito: profesionistas (como el abogado y el administrador que trabajan para una de las mafias protagónicas), empresarios internacionales, narcotraficantes y, desde luego, esposas e hijos de todos los anteriores. El tema de la migración se problematiza a través de Cuca, quien es auxiliada por los Bencomo cuando Isabel, mujer bien posicionada gracias a las diligencias de su marido, la observa de la mano de su hija “en la esquina de Montana Avenue y el freeway”, sabiendo que “en cualquier momento pasaría la migra y esa mujer sería deportada al lugar en el que todos aprendieron a vivir sin ella aún antes de que se marchara”.

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Laura Sarahí Robledo

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  • Publicado en Ciudad, Maquila
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Salomón en la cárcel de piedra

lunes, 01 octubre 2018 por juaritosliterario

Hace un par de años, la Sociedad de Escritores de Ciudad Juárez, A.C. presentó un libro más a todos los lectores de esta ciudad fronteriza. Letras al Margen. Antología VII  (2016) conglomera creaciones de diferentes voces con el objeto de deleitar, entretener y hacer viajar a través del tiempo. En esta sazón, Emilio Gutiérrez de Alba colabora con un texto que provee de los condimentos necesarios para despegar al mundo de la imaginación de tiempos ya ocurridos, emprender un viaje a un pasado no tan remoto y deambular a través de uno de los lugares más asistidos por la comunidad juarense. “Voceador”, título de la narración del periodista actualmente jubilado, de forma breve y concisa, recuenta la experiencia del pequeño Salomón como jefe múltiple policiaco por un día, premio que obtuvo debido a su dedicación como papelerito. La historia inicia con la mención de la crónica publicada por El Fronterizo sobre el homenaje que se le realizó a los Voceadores de la Prensa en abril de 1957, evento que liberó el terminado de las instalaciones del Estadio de Béisbol Infantil, localizado en el Parque Borunda. No obstante, el relato también se detiene en aspectos que la publicación dejaba fuera: la felicidad del niño Ismael Esparza Montañez al ejercer su papel de jefe policiaco por un día al estilo salomónico y liberar a un antiguo ferrocarrilero que había matado a su esposa y amante (situación que ocasionó una gran venta de periódicos).

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Lee aquí el relato

Si algo distingue la literatura de Gutiérrez de Alba es su pasión por Ciudad Juárez y sus habitantes que lo recibieron con gran amabilidad cuando emigró desde Torreón. En “Voceador” el autor hila la experiencia del pequeño Salomón en un espacio determinado de Juárez: la Comandancia Policial, también llamada Cárcel de piedra, a la cual llegó Ismael, de 12 años de edad, no como un presunto delincuente acusado por robo, homicidio, tráfico de drogas o violación, sino como el nuevo jefe policial. Es decir, la Cárcel de piedra, ubicada en la esquina de la avenida 16 de septiembre y la calle Oro, fue el espacio que el Gutiérrez de Alba construyó para que el protagonista se desenvolviera y se transformara en lo que toda su vida soñó, cargo que implicaba atender a la gente que llegara a quejarse o a pedir ayuda para sus familiares, así como de ordenar y liberar a presos según su criterio.

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El pasaje a la Cárcel de piedra me incita a pensar en el protagonismo que tuvo dicho lugar, no solo en este cuento sino en muchas otras historias reales, de “carne y hueso”, en experiencias que fueron vividas por cientos de personas y que hacen que el corazón bombee rápidamente al escucharlas. Si duda, este sitio resguarda un sinfín de anécdotas que logran la empatía en el receptor, pues invitan a la reflexión al contar las transgresiones de un contraventor, la estancia de muchos juarenses ahí, el dolor de padres, esposas e hijos que sufren el encarcelamiento de sus familiares, la pérdida de un ser querido, las injusticias cometidas por los empleados, o la manera en que un infante hizo realidad su sueño de ser policía. El relato de Gutiérrez de Alba forma parte de esos textos que contribuyen a recrear, crudamente, lo que fue Ciudad Juárez.

Ximena Guadián Salas

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  • Publicado en 16 de Septiembre, Centro, Ciudad
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César Graciano: La vida leve

jueves, 16 agosto 2018 por juaritosliterario

He vuelto ha leer Cuentos únicos y secundarios (2017). Me parecen admirables el empleo de recursos literarios y el ejercicio poli-paródico de cada uno de sus relatos. De entrada, diré que el libro es un laberinto de máscaras y espejos donde el autor real (César Graciano) inventa un autor homónimo. Y este “César Graciano” (el uso de comillas es necesario) nos presenta un prólogo titulado “Para empezar” y un epílogo (“Notas de escritor”) que enmarcan una antología con nueve autores y sus “Notas biográficas”, todo dentro de un mundo de fractalidades ficticias. En ese laberinto literario también habrá una galería de dedicatorias y de epígrafes (de los que no hablaré aquí, pero sin duda son claves referenciales de los juegos paródicos de Graciano). De hecho, este último recurso, al dirigirse hacia el género de la antología, promete otros niveles de lectura, desde el título que parodia la de Javier Marías, hasta la reunión de voces juarenses que no lo son (¿habrá alguna cripto-referencia al libro Narrativa juarense contemporánea?) Cuentos únicos y secundarios es pues, un laberinto de heterónimos (a la manera Fernando Pessoa) que son trozemas ficcionales del autor real… puestas en escena de un repertorio de personajes-autores que por alguna razón “tocaron tierra” juarense.

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Lee aquí el libro

Comencemos pues. “César Graciano” escribe lo siguiente en su prólogo: “Antologar es tarea de Sísifo: no se ha terminado de reunir los textos cuando ya salieron diez más, luego se descartan cinco y llegan siete, al final son solo corazonadas las que llevan a terminar el trabajo.” Esta voz nos habla del título y de la estructura de su cuentario: “La antología está dividida en dos partes: Cuentos únicos y Cuentos secundarios. Cuentos únicos es la producción cuentística de sus autores, que por diversas razones (la mayoría por fallecimiento) sería imposible que volvieran a escribir. Los cuentos secundarios son, como el nombre lo indica, los segundos cuentos de su respectivo autor, pero con una condición: se aclaró que ya no escribirán más.” Los nueve autores-personajes (si contamos a “César Graciano” serían diez entes ficcionales) vivieron sus propios mega-dramas (resumidos esquemática e irónicamente en fichas de entrada). Por ejemplo: Braudel Castro fue asesinado de un disparo en la cabeza. La poeta Mónica Jáuregui murió “con señas de violencia sexual” (nadie reclamó su cadáver). Osvaldo del Campo fue un transexual que murió de sida en el D. F. Etcétera. En otras palabras, cada anotación biográfica es un verdadero microrrelato disfrazado de asunto bio-bibliográfico.

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Sigo. Si aceptamos el juego literario de Graciano, entonces, tendremos 21 relatos (el prólogo, las 10 fichas biográficas –verdaderos micros–, los 9 relatos y el epílogo). Escojo para comentar, cinco relatos: “Algo parecido al amor” me interesa por su colección de frases aforísticas intercaladas (“con él supe lo hermoso que llega a ser el silencio”; “la vida de todos es igual, de una manera u otra”, etc.). “Humo” destaca por el contraste del tiempo real y el de la narración. El breve lapso que dura recomponer un cigarrillo quebrado (seis rápidos y precisos pasos) se prolonga por varias páginas en reflexiones y flashbacks narrativos.

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El cuento “Ver nevar” de la loca Carola Lavín (“vive recluida en el manicomio municipal”) es, creo, el mejor de los cuentos. Funciona como una colección de microrrelatos dentro del gran relato; todos los micros están unidos bajo el tema de “recordar al ver la nieve caer”. El narrador va recordando su collar de perlas trágicas que le han sucedido durante nevadas pretéritas: ya un personaje se suicida, otro muere horriblemente, etc. Todo es contado por una voz elementalmente neutral, sin empatías hacia los muertos. Una de las microhistorias es acerca de un joven que mira a una chica vestida de rojo; ella le roba un cigarrillo, él la persigue; tienen una noche de juegos de seducción y algún par de besos bajo la nieve, pero al despedirse, ella elige su muerte, y se da al impacto del tren subterráneo. Y así, el narrador va recordando otros eventos que ocurren durante el invierno: la mujer que mata a su marido por estar “harta de vivir encerrada”, el niñín suicida que se cuelga de un árbol, la violación tumultuaria y muerte (con escenas gore de jack-el-destripador) de la esposa del narrador, etc. Todo contado sin aspavientos. En un tono minimalista, neutral, deshumanizante.

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“El funeral”, cuento de Braudel Castro, nos remite a una remota anécdota de primera juventud. Es el chavo que recuerda el día que debió ir a una creepy-funeraria y luego a un jardín-cementerio para despedirse de la siempre buena onda tía Julia. Gracias al poder de observación del narrador, presenciamos los escenarios lúgubre-kitsch de la funeraria, el ambiente construido por féretros, los muertos fletados en la farsa solemne de toda capilla ardiente y los apayasados familiares dolientes. Eso que todos hemos vivido alguna vez. El escenario (la “farsa”, dice el narrador) se divide en dos salas mortuorias: en una, un viejo patriarca sobreactua la tristeza por el desceso de una de sus hijas. En otra sala, una madre joven (previamente madreada por su esposo) ante su hijo recién nacido y muerto, cuyo padre se acaba de colgar, cual macho golpea-esposas arrepentido. Dos momentos me llaman la atención de este cuento: el anuncio de la muerte de la tía Julia y la descripción de su entierro.

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El primer momento ocurre cuando el padre del narrador recibe la noticia de la muerte de la tía Julia; el narrador (Braudel Castro) intercala eventos ajenos al hecho del anunciado fallecimiento. Con esto se evita todo sentimentalismo y nos desfamiliariza la experiencia de la perdida. “Mi madre entró a la cocina con cara de angustia, una rata asomó la cabeza desde un resquicio de la pared, en algún desierto del viejo oeste pasó una rodadora y dos vaqueros se enfrentaron a muerte; mi padre dejó el teléfono, la rata pasó por toda la cocina; las manos puestas aún en el teléfono le temblaban… uno de los vaqueros cayó muerto a mitad de un pueblo fantasma, afuera pasó un camión de bomberos. Rompió en llanto. El perro del vecino comenzó a ladrar”. Tal vez el narrador ve la escena del viejo oeste en la tele o simplemente es una fracción de espacio-tiempo intercalada en el devenir presente de la narración donde los personajes (má y pá) reciben la noticia de la muerte de Julia. El segundo momento ocurre en el entierro a través de una reflexión antisentimentaloide: “el día en que la tía Julia dejaría este lugar para formar parte de los sedimentos del planeta, alimentar bichos y hacer su parte dentro de la cadena alimenticia”. La muerte no es una tragedia, sino el cumplimiento de un ciclo biológico en la inmensa escala de los eventos geológicos. La cavilación resulta interesante pues la separación de alguien querido no se signa como un evento traumático: no hay necesidad de consuelo, es, en el mejor de los casos, un cierre de una etapa, una despedida sin más trámites que un paseo por el fascinante mundo de los decorados funerarios desde la perspectiva juvenil.

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Crédito de fotografía: José Luis González Palacios

Por último, el relato-epílogo “Notas de escritor” (de “César Graciano”) consta de una serie de breves apuntes separados por asteriscos… citas y comentarios de los textos que integran la antología. Llaman mi atención la destreza fragmentaria, el hilado de micro anécdotas y la obsesiva actitud metaficcional del narrador. Metaficción a la manera Salvador Elizondo: “Yo me imagino imaginando a alguien que me imagina. Me convierte de facto en el personaje de mi personaje. Soy solo la ficción de mi ficción. Eso es escribir: ser ficción”. Esa cita sirve de justificación temática del autor, quien nos presenta en su juego de máscaras una identidad hecha de otras tantas. Estamos ante un ejercicio de autoficción: cada personaje tiene algo de mí (unos más, otros menos), pero colectivamente son esa ficción que soy yo: “soy solo la ficción de mi ficción”, diría “César Graciano”, ese ente de ficción (a la manera novelesca de Unamuno) que concluye en un acto de manumisión irónica: “Tengo un montón de notas sueltas y nada terminado. Qué culera es la vida, ¿no?”

JM GARCÍA (NM)

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Delincuentario

viernes, 27 julio 2018 por juaritosliterario

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Delincuentos es una colección de micro narraciones, micro sátiras contra el mundo Narco.

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Todo ocurre en el puente-portal que abarca dos ciudades invadidas por las piaras narco-asesinas. Ciudades de puertas giratorias donde entran historias fácticas y salen historias ficcionales. Es el mundo Arjona: todo resulta factoficticio, sucio-maravilloso, noticia de la prensa que acaba en el espacio de una anécdota sorprendente.

108 Arjona - Delincuentos dibujo

Lee aquí el cuentario

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De acuerdo, en tiempos del crimen las historias abundan. Por ejemplo: la micro anécdota de una señorita belleza que (cual Círce) convierte a los atolondrados gringos en burros pasa-droga.

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O la historia de las chicas desmadre con sabor a Camelia la Texana, dispuestas a cruzar su no-modesta carga de mariyein y todo para un buen acelere (en suspenso) y a paso de rueda, “qué nervio mana, qué ocurrencia” y la carcajada, la revisión de la migra y el final con dosis de cataris feliz.

bajas temperaturas

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Otro caso: la anécdota del niño ojete que en la escuela primaria imita a papá (sádico pozolero) amenazando a chiquillos y a chiquillas y de paso infartando a la profa que se atrevió a regañar al narquillo en ciernes.

154 Historias de narcotrafico♦
Arminé Arjona es una escritora virtuosa, va de la prosa breve a la micro poesía, y no pocas veces ha practicado su Acción Poética (© Armando Alanís Pulido) en las paredes de la ciudad. Sus mensajes son ad hoc: anti-narquistas, pro-feministas, contra-misóginos y (a pesar de los pesares) llenos de humor.

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En Delincuentos Arjona incluye uno de sus poema-aforismos que aquí cito: “Mujer prevenida vale por Dios”. Frase de calembouresca irónica teológica: ¿Qué tanto vale Dios por estos rumbos sin Dios?

154 - Arjona-balazo

JM GARCÍA
Micromentario #3, verano, 2018,
Las Cruces, NM

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Un fascinante mundo que se cae a pedazos

lunes, 09 julio 2018 por juaritosliterario

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Miguel De la Cruz escribió que el libro Permutaciones para el estertor del mundo (2017) de Diego Ordaz se basa en una estética de la fealdad. De acuerdo. Podría ser también que Permutaciones es un tour de force de un neo-decadentismo, una fascinación por la ultra-violencia y la exhibición de lo grotesco como alegoría de un eco sistema (naturaleza / ciudad) en proceso de inversión evolutiva. Todo esto en un estilo que oscila entre el poema en prosa y el microrrelato posmoderno. Un hibridismo que a pesar de la pequeñez de libro (10×14 centímetros) y el laconismo de estilo, es de una lectura difícil por el uso frecuente de descripciones poético-neobarrocas.

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Son 19 microrrelatos que cabrían cada uno de ellos en una página de un libro de bolsillo. Diego Ordaz los dividió en cuatro secciones, división un tanto artificial, pues todos podrían pertenecer (a escala diversa) de un decadentismo generalizado: la gallinita ciega del fin del mundo, la perrita sacrificada a golpes, la envenenadora de visitantes de un prostíbulo, la muñeca existencialista, etcétera. Además, las abigarradas ilustraciones de Erick Nungaray reafirman y amplían (o amplifican) esa atmósfera de devastación, de violencia que enmarca los diversos registros victimológicos. Escribiré en este micromentario sobre algunos de los relatos más interesantes y que representan el decadentismo señalado.

153 Ordaz - Permutaciones

Lee aquí un par de cuentos

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“La luz, la luz, la luz”, el mejor de los cuentos en mi opinión, es la reflexión existencial (a la manera de un Roquentin de Sartre) de un personaje autoaislado, drogadicto, que abandonó la carrera de filosofía y que ahora trabaja de afanador en un hospital. En sus reflexiones es conciente de su condición: no puede sentir empatía hacia los enfermos del hospital. Es un ser marginal que odia el ritual del saludo cotidiano, la cortesía, la conversación, el trato social. Se sabe rechazado y sólo le importa su rutinaria dosis de heroína: “Recorro día tras día pisos del hospital en busca de ropa sucia; no sonrío ni a los ancianos ni a los niños enfermos. Así llevo, sin mostrar empatía alguna tampoco a los doctores ni enfermeras, dos, casi tres meses”. Sí, el personaje reflexiona y lo hace de manera lacónica, precisa (palabra que se repite una y otra vez en los cuentos de Ordaz), yo diría, aforística, como al final del cuento, cuando se regodea de su soledad: “Si pronto no muero, si no logro la sobredosis de heroína en las tapias junto a las vías del ferrocarril, estaré aislado de cualquier manera, astuto y expectante, muy solo, tanto como una estrella muerta ya hace siglos”. Estas reflexiones se pueden aplicar al desfile de personajes decadentes del libro. Todos parecieran actuar motivados por un sentimiento del mal, ser la Maldad Misma (latente o manifiesta). La atracción del acto criminal o el inicio causal de futuros actos criminales.

153 Nungaray74

“La gallina”. Imaginemos que la única sobreviviente de la total destrucción del mundo, es una gallina encerrada en un cuarto sin techo. Es una gallina hambrienta y ciega. Alegoría exacta de una victimología extrema. Y la descripción de Ordaz de ese mundo devastado nos lo deja en su justa dimensión dramática: “Había que tantear las paredes, sentirlas con el eco de sus pasos, con el sonido refractado de los incipientes jadeos: las agujas de los primitos […] habían sido inclementes y precisas.” Sobra decir que la gallinita representa la desesperación humana. El narrador parece indicarnos que el ave doméstica conoce su suerte y entorno. La conciencia de su condición (para eso están el narrador y el lector) nos obliga a empatizar con el ser más inerme de nuestra cultura (culinaria) infestada de tragedias: unos “primitos” le picaron los ojos, aislada en un pequeño cuarto, separado de ese mundo post-apocalíptico para vivir su propia agonía interior.

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“La quiebra”. Ahora imaginemos un momento antes de la destrucción total del mundo, imaginemos a unos niños dedicados a la tarea de sacrificar a una perrita: “los niños son inclementes, precisos, obedientes: la han sujetado bien […] Tiran la bolsa, la rodean, toman la tabla y le dan duro, en turnos, la niña con más fuerza”. El cuadrúpedo es otro animal víctima de la maldad humana. Al igual que en “La gallina”, en este microrrelato hay unos niños dedicados a la tortura de animales (el ser humano ‘deshumanizado’, dedicado a la ‘precisión’ destructiva de la naturaleza).

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Permutaciones para el estertor del mundo nos ilustra sobre un final anunciado por la suma de maldades humanas, las micro canalladas-criminales, las agonías de las víctimas, todo en un ambiente de muladares, baldíos, prostíbulos, cantinas de mala-muerte, callejones donde todo es una amenaza, la vida nocturna habitada por masturbadores, borrachos, prostitutas, seres de un país que (como dice un poeta de Monterrey parodiando a W. M. Branham) se está cayendo a pedazos.

153 Ordaz Juarez El Paso

Crédito de fotografía: Diego Ordaz

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Agregaré que Diego Ordaz intercala en sus relatos frases aforísticas dignas de retomar, son verdaderos minifestos de la decadencia, doy 3 ejemplos: ‖ Reflexiones post-apocalípticas de una muñeca sin piernas. “Los grandes edificios y los pensamientos, más abstrusos serán nada; tampoco quedarán esa poesía trascendente, el escritor genio, la gran obra del dictador, la magnífica democracia ni el amor eterno que se juraron los amantes en la más venturosa de las noches”. ‖ Frases de un antisocial: “La sonrisa, esa manifestación aberrante del ideal romántico es un himno genuino a la estupidez compartida, humana”. ‖ “Se me ocurre que mis silencios son el estado poético de mi ética: no saludo pero obedezco, hago de manera precisa mi trabajo”. Amén.

JM GARCÍA, NMSU
Micromentario # 2 – 6∙20∙18

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Juaritos Blues, la epístola

lunes, 02 julio 2018 por juaritosliterario

Juaritos Blues es una alegoría pintada de nostalgias; es una canción plagada de matices localistas que posiblemente fuera de esta mancha urbana no se podría comprender si no se ha vivido la metamorfosis de una ciudad furiosa, ni siquiera camaleónica, porque los camaleones solo cambian la piel, pero las condiciones somatomorfas siguen atendiendo a la naturaleza de su concepto figurativo. La ciudad se canjeó casi de ipso facto, desde sus vestiduras, esqueleto y hasta su perfume; antes era aroma a gobernadoras, ahora hiede a muerte… “ya nada es igual, en nuestra ciudad hoy teñidas de rojo las calles de Juárez están”. En tan solo 30 años la urbe duplicó su población y se colmó de animadores que aplaudían por trabajo y sustento para sus familias, otros tantos que se atoraron en el cedazo de “la migra” y no lograron el american dream; los 500 mil ciudadanos de 1990 se hicieron 1 millón 300 mil, que le han dado forma a la mancha urbana de una incomprensible pintura cubista. Nuevas locaciones y personajes escriben la historia en colonias que se asentaron como salpicadas, que se perciben tan distantes, tanto así que hacen ver a la Vía Láctea menos dispersa y más ordenada.

152 Lenchos Song

https://juaritosliterario.com/wp-content/uploads/2018/07/152-lenchos-juaritos-blues.mp3

Por tales motivos el Juárez de “antes” mereció un sublime blues que retrata los pasajes y aventuras de aquellos que fueron adolescentes y que ahora son padres, profesionistas, poetas y músicos a la vez. Este blues no rebasa las notas desesperadas de John Mayal, ni tampoco emula a Robert Johnson; no obstante, tiene ingredientes endógenos del área: un bajo que figurea mientras una guitarra doliente llora quedito, sin aspavientos, en tanto que la voz narra los años 90’s en color sepia… “vienen cosas a mi mente para recordar”, pareciera que hubieran pasado cien años.

152 Quintana Cine Premier

Aquello que provoca un chispazo con la psique retrotrae a personajes como El Güero Mustang, el señor que tocaba la liga sostenida con la boca y una mano, la Camelia (señora con esquizofrenia que cruzaba al Paso sin papeles), al mutilado de sus piernas que pedía “buena ayudita, mi navidad”, pero luego se le miraba en los tugurios bebiéndose el saldo de lo recolectado. Personajes que ocupaban la zona cero donde todos convergían en un punto central para hacer el mandado; era normal acudir en rutera o camión y salivar el ojo con aquellas luminarias de la calle. Para entonces los centros comerciales no estaban de moda y el punto neurálgico de la diversión era la avenida Juárez; por tal motivo, la canción inquiere con una pregunta energúmena: ¿En dónde quedó el Noa Noa Bar, y las calles tranquilas del centro para caminar? La respuesta es lacónica, sucinta y determinante: se acabó.

152 Quintana Traje

Juaritos Blues nos evoca ese pasado, no tan lejano pero muy disímbolo de lo que hoy es la ciudad… no hay parangón. La canción de Los Lenchos rememora desde las toponimias geográficas de colonias que dejaron de ser las más populares para ser las más viejas. Es un rompecabezas que hay que ir hilvanando con personajes como Niko Liko, y lugares como El Chamizal o el metamorfeado Parque Borunda, al candor narrativo del cantor que también refiere cuando uno podía entretenerse  jugando futbol en la calle, y al “primer amor”, al que hace apenas 30 años aún se le podía llevar serenata. “Ya nada es igual en nuestra ciudad”. Se acabó, no más, la ciudad es un muerto viviente que camina arrastrando su pasado.

152 Quintana Plaza

“…una muerte más, una muerte más…”.

 

Ramón Quintana Woodstock

poesíasiglo XX
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  • Publicado en Avenida Juárez, Bar, Ciudad, El Chamizal, Monumento a Benito Juárez, Parque Borunda, Vida cotidiana
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