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10 agosto, 2022

Category: Ciudad

Para invocar una presencia

martes, 26 junio 2018 por juaritosliterario

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Francisco Javier Hernández M. publicó Metáforas perdidas en el 2017. Es un libro de 65 poemas + un prólogo de Enrique Cortazar. Este poeta (ahora prologuista) reduce el libro a una docena de “excelentes versos”. Difiero. Francisco no es sólo un poeta de buenos versos: ‖ “Tu cuerpo bello es el camino prometido, manjar de peregrinos, tesoro oculto en el vestido”. ‖ “la novela inédita del escritor / que todos llevan dentro”. ‖ Es también un poeta de buenas estrofas: ‖ “Que los puntos suspensivos / al final del mi último verso / expliquen con lujo de detalle / lo que se ha quedado oculto / en este corazón.” ‖ “La vida está llena de momentos / inútiles, desechables y fecundos / es un tranvía sin conductor / que siempre llega a la estación final y nunca se detiene a meditar.”

151 Hernandez - Metaforas perdidas

Lee aquí una selección del poemario

2

FJHM escribe a partir de una serie de Epifanías de lo Ausente; es decir, a partir de la súbita nostalgia que produce un detalle que evoca a la figura añorada. Lo Ausente puede darse en un fragmento residual (los puntos suspensivos del texto citado) o en otro de lo efímero (los momentos inútiles de que habla la estrofa arriba mencionada). Nos damos cuenta de “lo perdido” cuando advertimos en un detalle aquello que ya no está más con nosotros y que hay que recuperar en la puesta en escena del poema. ‖ Metáforas perdidas es un todo orgánico, un corpus que no cesa de aludir a una presencia lejana: eso que se desea y ya no es más. Existe en el pensamiento (del poeta) una levedad de lo que fue, y eso basta para iniciar una línea poética: metáfora o simulacro de presencias, ecos o sombras a punto de disolución y que hay que atrapar (con urgencia) en el poema.
151 Alex Olvera Tarde3

Por esta Epifanía de lo Ausente, Francisco ha creado poemas como:

‖ “Metáforas perdidas”: “Le cierro los ojos a la tarde / y busco versos esparcidos en el aire,” // ‘Mi sonrisa es ordinaria y transitoria / mi llanto suele ser pausado y silencioso / y escucho entre mis dudas y mi soledad / la voz de los poetas olvidados”. ‖ Metáforas esparcidas en el aire, poetas que son figuras ahora en la región del olvido. Al evocar esta realidad de ausencias, Francisco le dará una existencia poética. Por ello su Metáfora es una realidad agregada (no la “verdad” sino la poética, la creación sintáctica) de su no-realidad anhelada.

‖ “Brújulas perdidas”: “La noche de tu pelo / ya no intenta volver a enredarse / con la calidez de dos almohadas / que hoy les nacen espinas / donde alguna vez sembraste / sueños y esperanzas”. ‖ La almohada: pieza evocadora de una relación deshecha, reconstruida en su ápice traumático; el poema: fotografía instantánea del pensamiento.

‖ “Tu fantasma”: “La gente voltea de reojo / hay huellas de lluvia / en el asfalto gastado / y desperfectos / entre las banquetas viejas. // La tarde es benévola / acariciando tu / fantasma.” ‖ Gran evocación de la mujer ausente a partir de la dispersión de la nube en la ciudad y todo bajo el imperio de presencias evocadas.
151 Alex Olvera Nubes 4

Otro de los temas es la figura del poeta creador de presencias y creador de sí mismo: “Estoy lejano, muy lejano de cualquier lugar, voy naufragando entre mis días y escribo poesía.” ‖ Poeta casi ausente que busca en la Palabra su anclaje de realidad. ‖ Francisco no ha inventado la evocación de lo ausente. Es la tarea primordial de todo poeta. Pero sus escenarios (sus metáforas) tienen el sabor agridulce de la celebración irónica del “pecado” (palabra repetida a lo largo de su poemario) y el autoconsciente recurso de lo cursi-pop (composiciones como “Sempiterno” y “Tu belleza”) para “confesar” el gusto por una cierta elegancia erótica de un pasado sexual que se conserva ahora en formato textual. ‖ En poesía, la nostalgia es un tema de doble filo: puede convertirse en una prisión sofocante (como ocurrió precisamente con la lírica de Enrique Cortazar) o puede ser el despegue, el desapego, para tomar otras posibilidades temáticas. Francisco Javier Hernández M. tiene a su favor un arriesgado equilibrio entre la ironía cursi (o lo cursi ironizado) y el poder liberador de la de evocación sutil. Que la poesía le dicte su camino.

 José M. García
Las Cruces (NM)

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Santa Claus en la frontera

viernes, 15 junio 2018 por juaritosliterario

Existe un personaje que marcó la infancia de muchos y, aunque con el tiempo nos dimos cuenta de su falsedad, se convirtió en un símbolo de tradición navideña: ese regordete ser enfundado en traje (casi siempre en) rojo. Sobre este típico personaje, el escritor e ilustrador de libros infantiles, Xavier Garza, se basó para crear un excelente relato bilingüe: Charro Claus and the Tejas Kid (2008). El libro-álbum fue creado e impreso en la editorial Cinco Puntos Press, sello independiente ubicado con los primos de enfrente (en El Paso). Charro Claus and the Tejas Kid cuenta como personajes principales a un niño llamado Vicente quien pasa la navidad con su tío Pancho y por supuesto a Santa. En este relato, el tío Pancho es pariente de Santa, quien va a su encuentro para pedirle un favor: que reparta regalos por toda la frontera del Río Grande. Así que el tío Pancho se disfraza, colocándose su antiguo traje de mariachi y su vieja guitarra; con algo de magia, Santa lo trasforma en “Charro Claus”, haciendo lo propio con su carreta y los burros (a los cuales les pone máscaras de luchadores) para que puedan volar y que cumplan el cometido. “Yo también quiero ir”, piensa Vicente. El tío descubre a su sobrino escondido en el saco, por lo que contará con un ayudante para la repartición de regalos a los niños que viven a lo largo de la frontera. Vicente asume una identidad: “Tejas Kid”, quien porta una máscara, capa, sombrero y guitarra, como debía de ser.

150 Garza - Charro Claus kid

Lee aquí el libro-álbum

La obra infantil se desarrolla a lo largo y ancho de la franja fronteriza, aunque no se ubica en un espacio específico de la ciudad. Ahora bien, ¿por qué situarla en la frontera y por qué transformar al emblemático personaje a un “estilo” mexicano? Las respuestas a estas dudas las encontré en una pequeña historia autobiográfica con la que el autor cierra el libro. En ella narra que en Rio Grande City, en el sur de Texas, se encontraba el “primo mexicano” de Santa Claus, alguien tan presente en la comunidad que hasta tenía su propia canción, pues hacía prácticamente lo mismo que el Santa real pero solo para los niños locales. Charro Claus and the Tejas Kid se trata, entonces, de los recuerdos que nos llevamos de nuestro lugar natal a donde sea que tengamos que emigrar, y el protagonista representa a todas las familias que tienen un primo, un tío, un hermano o cualquier ser querido que ha dejado todo en su país para buscar una vida mejor.

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Xavier Garza, autor e ilustrador, creció en la frontera dentro de una familia mexicana-estadounidense. Simpatizante de la lucha libre y el folklore, utilizó estos y otros elementos como inspiración para crear sus personajes, pues, aunque no nació ni vivió en México, quedó fascinado con la cultura que sus padres le mostraron. Una historia que se repite en cientos de familias, cuya única opción al verse obligadas a abandonar todo lo que conocen por una vida mejor, es tratar de inculcar sus viejas costumbres a sus hijos, para que lo bello de sus raíces continúen en la memoria. Las ilustraciones del libro proyectan justo eso, pues la vestimenta que utilizan los personajes, los colores y algunos símbolos como la guitarra y el sombrero charro, logran transmitir parte de nuestra cultura, de México para el mundo.

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Andrea Yareli Salazar

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De frente y con orgullo

viernes, 08 junio 2018 por juaritosliterario

Animala y otros destellos de Adriana Candia forma parte del ejercicio continuo de pizcar la palabra al que ya nos tiene habituados una escritora que se distingue por un estilo híbrido, transfronterizo, decolonial. La narrativa que nos ofrece se configura como una especie de vía láctea; sorprende en cuanto a su presencia continua y a la vez se va tornando inabarcable. Su trayectoria como periodista, crítica literaria, estudiosa de las comunicaciones, deriva en esta ocasión en un ejercicio de concentración de la palabra, de cercanía con el principio del ser, de la identidad, de la existencia humana, en el filón de la experiencia femenina. Si bien el texto posee una unidad discursiva, podemos bien destacar la autonomía de cada uno de los apartados que lo integran y que refieren a una mirada fragmentada, polisémica, rizomática de la realidad intra y extratextual de las voces narrativas que confluyen en el texto como una especie de ventanas virtuales en donde cliqueamos de acuerdo a la autonomía del receptor para hallarnos frente a los espejos cóncavos y convexos que nos ofrecen las diversas aristas de nuestra existencia e identidad. Me parece que la obra de Adriana Candia apunta hacia esos dos conceptos que la crítica literaria ha hecho suyos desde los estudios feministas; la sororidad y el empoderamiento de lo que ha sido ubicado en las estructuras de poder patriarcal en el cajón de la subalternidad: lo femenino. Entendiendo como tal la existencia luminosa de las mujeres y aquellos varones que se atreven a explorar el lado oscuro de la luna para hallar la parte de sus identidades que les ha sido negada por un sistema social que apunta hacia las formas del silencio más abyectas.

149 Animalia índice

“La tersa muñeca de porcelana, de tupidas pestañas, mirada azul y boca de capullito encarnado. Cada vez que sonríe, nace un fantasma”, enuncia una mínima anécdota, un profundo dilema humano de la experiencia del estereotipo que del ser mujer la cultura occidental nos ha impuesto. Las muñecas, metáforas de la feminidad, asumen la responsabilidad de educar en la convención a las mujeres, de refinar su rebeldía innata, de educar en el silencio, de aprender a ser objeto de uso, a la disposición de las manos que decidan asirla sin tomar en consideración su voluntad. El final sorpresivo y abierto de este microtexto, contracuento como los llama su autora, propone un proceso de desmitificación a través de la fina ironía: el nacimiento de un fantasma refiere a la presencia de lo inanimado, lo inerte, lo prescindible. La duda emerge en nosotros como lectores y nos lleva a inquirir respecto a si la sonrisa de la Gioconda con su profunda polisemia sería la única que nos salvase de un destino impuesto: la nada. La voz narrativa interpela al prototipo de feminidad representado en la Barbie, ese prototipo de feminidad que emerge en 1959 (inspirada en la muñeca alemana, Lilli Bild, dirigida a un público masculino que solicita, valida y reproduce el estereotipo de lo femenino en su filón ultrasexualizado y sobre todo subalterno), una década posterior a la publicación de El segundo sexo de Simone de Bouvaire. Candia apela a la intertextualidad para que los receptores completemos los márgenes y reescribamos la historia. Tomemos conciencia de que la inocencia de los juegos infantiles del mundo familiar y de pareja representados por Barbie y Khent dejan de lado la realidad, mantienen la figura del varón hegemónico: “Encantada con sus regalos de cumpleaños, la nenita reproduce la casa, la cocina, los cinco hijitos. Le falta mucho para descubrir que le hicieron trampa. Aprendió a hacerlo todo ella sola, sin ayuda del marido imaginario”.

149 Candia Animala otros destellos

Lee aquí el cuento

El segundo apartado de Animala, “Lupita”, no solo interpela los modelos occidentales, sino inquiere a los receptores para retomar la tradición de la literatura chicana; el guiño literario nos conduce a Gloria Anzaldúa, quien anota que “La gente Chicana tiene tres madres. All three are mediators: Guadalupe, the virgin mother who has not abandoned us, la Chingada (Malinche), the raped mother whom we have abandoned, and la Llorona, the mother who seeks her lost children and is a combination of the other two.” La portentosa Coatlicue emerge en este texto de Adriana como lo hizo el 13 de agosto de 1790 después de haber sido enterrada por los conquistadores en 1500. En brevísimas palabras, los textos de Candia recorren la historia de la Conquista hasta la colonización religiosa con Tonatzin. No pierde oportunidad la autora de interpelar las versiones mass media de estas figuras al aludir a “La Rosa de Guadalupe”. La fuerza de esta narrativa se condensa en la enunciación de la autonomía de esas madres de Anzaldúa. Candia reivindica la libertad, autonomía, gozo del cuerpo y la sexualidad de La Llorona, de Lupita y, por supuesto, el poder de la Coatlicue. Estos microrrelatos develan la capacidad de romper con los destinos impuestos: “Las otras hijas de la Coatlicue, las que no urdieron chismes ni planearon el matricidio, las que no perdieron literalmente la cabeza en manos de un hermano mal portado, hicieron atado, cruzaron ríos y montañas para poner distancia a la sangre. Nada las salva. Ahora escriben contra cuentos para defenderse del enemigo”.

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“Hormolandia” me lleva al ensayo de Graciela Hierro, en Me confieso mujer, quien dice: “Compartir la belleza, la pasión, la tristeza, el erotismo, el juego y el dolor. Ahí se halla también la comprensión profunda de lo que sucede”. Esto mismo ocurre aquí; se reivindica el derecho al placer erótico de las mujeres, a la diversidad sexual, al goce de la alteridad sin renuncia a la mismidad: “Usa vibrador, toma hormonas artificiales que sí le funcionan y nos dice muy jocosa que ella mira” choras y papacitos por todas partes […] Al final de cuentas, todo es cuestión de placebos” (43). ¿Cómo no sentirse interpelada en el apartado “Espejo”? El fragmento Animala, comienza así: “me consideraron salvaje por haber nacido con el pelo chino […] ¡Cabeza de leona! ¡Pelos tan feos!, cuántos resortes! […] y cortaron mis cabellos al ras, para educarlos” (46). Sigmund Freud habla del miedo a la castración masculina: “La visión de la cabeza de la Medusa paraliza de terror a quien la contempla, lo petrifica”. Aquí se trasmuta en un pensamiento y praxis machista por la castración de las distintas partes sexualizadas del cuerpo femenino. Se disciplina y castiga, en términos de Foucault, la corporeidad y el deseo. Pero la experiencia de vida de la maternidad y el gozo del cuerpo empodera a la voz femenina, quien cierra el fragmento “Bugambilias” refiriéndose a sus senos: “Van de frente y con orgullo, y a quien le incomoden, que se Joda” (51).

149 Adriana Candia

“Altar” estruja por la intimidad que conlleva. La relación de pareja de los padres, vista desde la alteridad nos conduce a Un hogar sólido de Elena Garro. La hija rememora la distancia continua, el silencio y las buenas costumbres, una vida de apariencias, mientras les coloca el altar de muertos a sus padres. “Las brujas también tenemos hambre” es la frase que cierra el tercer apartado; “Brujas” alude a la imparable fuerza de las transgresoras al sistema heteropatriacal que, sin embargo y a pesar de todo, disfrutan la diversidad, incluso de preparar el desayuno familiar. Si alguna ocasión hemos pasado hambre, el apartado homónimo asemeja transitar un desierto en pleno verano. Las dietas, la bulimia, la anorexia, la indigencia se instauran en la sección denominada “Hambre”; no es una metáfora sino experiencia cotidiana “de un país llamado HAMBRE”. Sección indisoluble de “Sueño americano” en donde la crudeza de la xenofobia, racismo, clasismo, falta de empleo, precarización de la vida cotidiana marca el tic-tac del reloj: “El sueño americano en la frontera sur es muy breve. Apenas es el sueño de que se nos inunde la traila en tiempos de lluvia” (78)149 Cardona Exodus

“Cuentos para dormir bien” favorece desde el humor, la ironía, el trastoque de las historias ficcionales y reales, la posibilidad de que las mujeres se desmarquen de la vida colonizada. Dice Ochy Curiel: “Descolonización como concepto amplio se refiere a procesos de independencia de pueblos y territorios que habían sido sometidos a la dominación colonial en lo político, económico, social y cultural”. Así sucede con el pueblo de las mujeres; se independizan de los sometimientos de todo tipo: “Odio las caperuzas y los sacrificios inútiles. Si me toca ser abuela en el cuento, quiero vestirme de rojo y salir a bailar a la luna” (86). Jesusa Rodríguez alude a lo mismo en su canción, cuando cumpla los ochenta. “Caramelo” nos acerca al periplo de las simulaciones, de la luna de miel, de las relaciones ni siquiera co-dependientes, sino de sumisión de la otredad. La celotipia se enmascara, se diluye, para irse a la yugular de cualquier relación: “Los celos alimentan muchísimo cualquier relación… de odio”. La sentencia feminicida emerge en estos contra cuentos: “Todas las negaciones de aquella tarde fueron inútiles. Afirmo la traición con el último actor: Al salir, azotó la puerta del hotel con una violencia” feminicida.

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Cierra el volumen con la sección: “Piñata”. Si bien tiene su origen en el deseo de acabar con el MAL, encarnado éste en la mujer, constituye la norma social para el golpe directo o indirecto al más de 50% de la población. Incluso los varones progres se abrogan el derecho al maltrato de las mujeres, y no se diga aquellos que se mueven en el ámbito de las artes. Baste correlacionar estos contra cuentos finales con el #Metoo americano: “así tejen sus redes: con sutileza sus telarañas, sus pantallas de nuevos seres, sus trajes de carnaval con los que se visten de sororarios mientras dan la espalda”. Animala ofrece una serie de destellos diminutos que atraviesan el aquí y ahora de quien transita por sus habitaciones; la oscuridad aprisiona al ser en ellos, pero en ese mundo soterrado, abyecto, la palabra empodera a las mujeres, siendo ellas quienes encuentran el fuego que las salva, no como un favorecimiento divino, sino como un acto de concienciación colectivo. Enhorabuena a la literatura de la frontera por estos destellos desde la animalia que nos habita hacia la libertad.

Susana Báez Ayala

 

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La ciudad como una rosa

domingo, 15 abril 2018 por juaritosliterario

No tiene página legal, editorial, o cualquiera de esos datos que quienes consultamos una obra y con la finalidad de hacer la ficha, buscamos de inmediato. Por lo impreso en la última hoja sabemos que se produjo en la imprenta Lux (en la Hermanos Escobar), en 1989. La portada contiene una composición geométrica en amarillo, azul y rojo con algunos claros; muestra en tinta negra el título de la obra, el autor y una imagen del mismo. La contraportada está vacía. Así es Cd. Juárez: la rosa de los vientos de Armando Borjón Parga. Luego de pasar el primer folio en blanco, otra imagen, ahora una fotografía de Borjón Parga, serio, de frente y en escala de grises nos da la bienvenida a interiores. Tampoco hay índice. De la página cinco a la siete leemos dos textos introductorios: “Epígrafe” firmado por Ignacio Esparza Marín y “A mis lectores…”. Las diez siguientes páginas en prosa brincan sin previo aviso de un tema a otro: datos biográficos y descriptivos del autor, historia de Ciudad Juárez, disertaciones sobre el hombre, la mujer, la poesía. Avanzados pocos renglones del folio 44, vemos el primero de los poemas líricos seleccionados: “Salutación”. A partir de este punto encontramos casi sin interrupción los versos al estilo tradicional con que el también llamado poeta chaveñero ejercitó la rima, el ritmo y diversas medidas. De vuelta a la prosa, un agradecimiento de Borjón y el “Colofón…” de Jorge Patlán Ruiz finalizan el recorrido, el cual queda impreso sobre hojas de notable calidad.

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Lee aquí parte del libro

La ciudad, cual protagonista, llena una gran cantidad de espacio. La narración autobiográfica de Borjón Parga se desarrolla principalmente en esta urbe. Los episodios históricos, también. Los poemas confirman la tendencia, con encabezados como “Mural de Ciudad Juárez”, “Contrastes de mi ciudad”, “Como las lomas de mi ciudad”, “Canto a mi ciudad”, “Trazo de mi ciudad”, “Aleluya de ser juarense”, “El Valle de Juárez”, “Soneto a Ciudad Juárez”, “La cárcel de mi ciudad” o “La Rosa de los Vientos”, que era como el autor llamaba a su tierra natal. La lente por momentos se aleja o se acerca. Hace lo primero al hablar del estado o del país (“Primero soy mexicano” y “Mi suelo chihuahuense”). En cambio, la perspectiva se interioriza cuando sus versos inflamados de orgullo ―mas no por ello exentos de un sentido crítico― hablan de su barrio, de la colonia más popular en este territorio fronterizo. “El Parque de la Chaveña”, “La Chaveña y sus puñales”, “Soy de la Chaveña”, “Así es mi barrio” y “La Pila de la Chaveña” dejan ver el amor, el orgullo y la nostalgia de Armando Borjón Parga. Poemas que fueron inspirados por la figura de Morelos, Villa, Agustín Lara y el lanzador José “Peluche” Peña.

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A diferencia de otros autores que han escrito sobre Ciudad Juárez, Armando Borjón Parga nació y vivió en esta mismísima frontera. Por ello, conocía avenidas, calles y callejones, el devenir cotidiano, la gente con sus usos y costumbres. Vio la luz en 1927 y creció junto con la mancha urbana que se extendía. Observó los cambios y dejó constancia de ello, a través de sus versos, desde los nueve años. No hay duda de que escribió de primera mano y reflejó fielmente lo que vio, con pinceladas de subjetividad identificables con facilidad. Falleció en 2010 y su obra quedó solo en el recuerdo de unos cuantos, pues el número de poetas o reporteros juarenses que lo rememoran es reducido. Incluso los habitantes de la Chaveña, quienes habitan sus domicilios y transitan a diario las vías del barrio bravo, ignoran la existencia del hombre que tanto cariño sintió por su terruño.

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Joel Abraham Amparán Acosta

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Rarámuris en la ciudad

lunes, 09 abril 2018 por juaritosliterario

 ¿Qué tanto conocemos y respetamos la cultura de nuestras hermanas tarahumaras? Forman parte de nuestra cotidianidad citadina –caminando despacio entre cientos de carros, esperando la luz roja de los semáforos – y, sin embargo, desconocemos sus tradiciones, sus ideas, creencias, lenguaje y, sobre todo, los problemas que enfrentan. Para solventar esta situación, en el 2012 Lorena Parra Parra (ralámuri) y Luz Belém Martínez Aguilera (chabochi) comenzaron un proyecto que inculca la protección, el rescate y la difusión de sus valores y tradiciones, y que busca minimizar esa mirada estigmatizada para lograr una inclusión y solidaridad a partir del contacto humano. ¿Cómo lograrlo? A través de la memoria y la escritura, pues “hay que recordar lo que platicaban los antepasados, así es como seremos más tarahumaras” (“El consejo de los nietos”, Batista). El resultado fue Cuentos del Álamo, una serie de 13 relatos que abordan la relación de los indígenas con lo urbano y los efectos que produce la modernidad. Por ello, no extraña que el título remita al origen y centro de su etnia, la naturaleza: “El árbol, en el resguardo de su sombra, se da como el punto de encuentro de vida, de la alegría, del compartir, del sufrir y del vivir del ralámuri.”

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Lee aquí el libro

El proyecto, apoyado por el Programa para el Desarrollo Integral de las Culturas de los Pueblos y las Comunidades Indígenas, se concentra en la comunidad rarámuri de la capital del estado, donde Parra Parra funge como gobernadora. No obstante, el cuento “Mujer de pantalones” –que aborda, precisamente, la vida de esta mujer– se extiende hasta la frontera y, además, la situación de los indígenas en ambas metrópolis resulta bastante similar. La colonia tarahumara en Juárez se localiza, desde hace 20 años, al poniente. La habitan alrededor de 80 familias procedentes de la sierra de Chihuahua, quienes luchan por conservar sus propias formas de participación comunitaria y política, en las cuales sobresale la intervención femenina. Por otro lado, es necesario resaltar que esta comunidad pervive y se desarrolla en medio de la discriminación, la violencia, la pobreza y, de un tiempo para acá, la drogadicción, tal como se narra en “Ramón”: “Nuestra siriame nos dijo que eso de drogarse era una mala costumbre que por desgracia nuestra gente había adoptado de las costumbres del chabochi cuando llegamos a sus ciudades.”

Alamo

Estos problemas y particularidades resaltan en “Mujer de pantalones”, relato que visibiliza una serie de discriminaciones en cuanto a género, raza y posición económica. Cuando María –o Lorena–  llegó a la ciudad, con menos de 6 años, su madre se dedicaba a lavar y planchar ropa ajena. En cierta ocasión, la acompañó a entregar un lote bastante grande a una casa de la calle Ponce de León en La Chaveña; como pago, la señora le dio solo un plato de papas. Fue la primera vez que la niña tuvo conciencia de las injusticias que sufriría por ser mujer e indígena. Reclamó, pero solo consiguió que la tacharan de malcriada. Más adelante, la protagonista menciona que el primer asentamiento tarahumara se estableció cerca de la calle Urquidi; sin embargo, un día, al volver de un viaje, ya no encontró a su familia porque el gobierno los movió al lugar que ahora ocupan, donde continúan padeciendo pobreza y hacinamiento. Ahora bien, al hablar de distintos tipos de discriminación hacia una persona entra en juego el concepto de interseccionalidad, el cual se entiende como una herramienta o una perspectiva teórica que nos ayuda a entender la manera en que diferentes conjuntos de identidades influyen sobre el acceso que se pueda tener o no a derechos y oportunidades. En el caso de María entre esas identidades que le posibilitan o le limitan ciertos derechos resaltan la raza, el género y su posición intelectual, social y económica. En la ciudad se le discrimina por ser indígena, en su familia sufrió violencia de género, su misma gente la rechazó por no hablar su lengua materna, y el gobierno la excluyó, junto con todo su grupo, de la participación social. No obstante, a pesar de todo esto, ella alcanzó una posición superior al convertirse en representante de su comunidad y romper paradigmas. Es decir, como consecuencia de sus múltiples identidades, algunas mujeres se ven empujadas a los márgenes, mientras que otras se benefician de posiciones más privilegiadas. La interseccionalidad, más allá de identificar cada forma de opresión, pretende que cada persona sea respetada. Cuentos del Álamo es un paso para lograrlo.

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A manera de posdata, pero en estrecha relación con lo anterior, me detendré en lo que sucedió hace varios meses, cuando el gerente del Kentucky Club le prohibió la entrada a la gobernadora tarahumara Rosalinda Guadalajara, quien había sido invitada a comer por personal del Sedesol. Las críticas resonaron, sobre todo, en las redes sociales; Profeco puso bajo investigación al famoso bar; algunos lo defendieron (el dueño del Asenzo) y otros decidieron no volver a entrar. La discriminación fue clara; las protestas y y la reprimenda completamente justificadas. Sin embargo, como la misma Rosalinda señaló en una entrevista posterior, hay que tener claro que el revuelo creado se debió a que ella es la gobernadora y que iba acompañada por funcionarios del municipio, pues situaciones como esta le suceden a diario a decenas de sus compañeras y ahí nadie dice algo: “Imagínese si le hubiera pasado a un miembro de la comunidad. No creo que ahorita estaría la gente interesada de lo que fuera a pasar.” Es decir, la representante rarámuri evidenció, gracias a su posición, una realidad que viven cientos de mujeres en la ciudad, quienes pocas veces tienen la posibilidad de reclamar o de que alguien interceda a su favor.

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En Juaritos Literario evidentemente estamos en contra de todo sesgo discriminatorio. El caso de Rosalinda Guadalajara ocurrió justo dos semanas antes de nuestra primera ruta literaria en torno a la Mariscal y la Juárez. La decisión de ingresar al Kentucky, tal como se tenía planeado desde antes, fue bastante criticada. No obstante, como proyecto creemos que más allá de entrar o no a un lugar que se reserva el derecho de admisión, nuestra forma de inclusión parte de nuestro propio quehacer profesional, y se dirige hacia el rescate, la difusión y el análisis de los textos que recuperan la memoria, las tradiciones, la identidad, el lenguaje y las disyuntivas de los pueblos indígenas, con quienes compartimos a diario nuestra ciudad.

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Amalia Rodríguez

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Ciudad Juárez: personaje de Revueltas en Los días terrenales

martes, 20 marzo 2018 por juaritosliterario

“Este debía ser el distrito comercial de Tijuana, se dijo Jack. Una ciudad desconocida del todo para él. Tiendas, farmacias, cantinas, al estilo Far West, que daban la impresión de no tener nada por atrás, en efecto como los escenarios de una película del Oeste”.

José Revueltas, Los motivos de Caín.

A partir de un documental llamado “Evocación de José Revueltas”, sabemos que durante sus viajes como militante, el escritor nacido en Santiago Papasquiaro, Durango, conoció casi todo el país, con algunas excepciones como el estado de Chiapas. En sus biografías tampoco hay registros de estancias en Ciudad Juárez; sin embargo, para el autor de El Apando, la frontera tuvo un lugar muy especial en su novela más polémica: Los días terrenales. Veamos el retrato del hombre fronterizo que idealizó Revueltas en esta novela publicada en 1949: “—Era un antiguo obrero metalúrgico de la Fundición de Peñoles, en Chihuahua, nacido en Ciudad Juárez —de ahí su sobrenombre—, cuyo aspecto enfermizo y débil complexión parecían acentuarse con la elevada estatura. Había venido a la capital como delegado a un congreso, pero después, por un cúmulo de circunstancias, ya no le fue posible regresar a su punto de origen y desde entonces vivía con Julia y Fidel en aquella casa”.

139 Revueltas - Dias terrenales

Lee aquí la novela

Resulta bastante acertado que para Revueltas el personaje haya sido el delegado de un Congreso, ya que por aquellos años, en Ciudad Juárez se organizaba el Partido Comunista Mexicano. Es muy probable que el autor visitara la ciudad por ese motivo, tal como se sugiere en declaraciones citadas anteriormente. En la siguiente descripción se evidencia el conocimiento que este escritor tenía de la ciudad respecto a los valores morales con los que construye al personaje, pues en ese momento, la ciudad ya era dueña de una fama de cantinas y burdeles. Leamos los trazos con los que Revueltas muestra al personaje que habita la novela comentada:

Después de haber entrado, Ciudad Juárez permaneció en la mitad del cuarto, de pie, balanceándose a un lado y otro, mientras sonreía con vergüenza y humildad y mostraba, a guisa de disculpa y argumento de absolución, en la mano derecha, una botella de tequila a medio consumir y en la izquierda un marchito ramo de zempaxúchitl , flor mexicana de los muertos. 

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Los días terrenales causó gran impacto en el público pues se editó en una fecha decisiva para nuestra nación que pasa por el recuento de los daños con posterioridad a la Revolución Mexicana. La novela fue criticada arteramente por Pablo Neruda, a tal punto que por decisión del autor se sacó de circulación. Esta obra ha dejado una huella indeleble en la historia de México y a Ciudad Juárez le pertenece un pedazo de la memoria recreada en este breve espacio por nuestro querido Revueltas. El siguiente fragmento es una bellísima estampa llena de poesía y nostalgia donde abriga el amor a la vida con que Revueltas retrató la figura fronteriza:

Lo miró a los ojos con un impulso elocuente y significativo. Aquello era cierto, y comprendiéndolo así, Julia prorrumpió en llanto por primera vez desde la muerte de Bandera, sin poderse contener. Ciudad Juárez tomó una mano de Julia y le hizo empuñar el ramo del amarillo cempaxúchitl. Miró luego hacia donde estaba el cuerpo de Bandera. —¡Pónselos junto! —dijo con suavidad—. Los traje para la pobrecita. ¿Si no para quién? 

Así termina el segundo capítulo de esta maravillosa novela de José Revueltas, para quien la frontera ocupaba un espacio importante, pues en este personaje se muestra, desde un aspecto sociológico, ese lugar del mundo real llamado Ciudad Juárez.

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Carlos Macías Esparza

 

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Gritos que desgarran o un silencio compartido

martes, 27 febrero 2018 por juaritosliterario

Un instante habrá,
tal vez un grito,
un mínimo hilo que desate la voz.
Mientras tanto,
el canto rueda cuesta abajo de la vida.
Micaela Solís, Elegía en el desierto

La última década del siglo pasado se convirtió en un estigma para esta frontera; su símbolo continúa vivo en las calles de la región. Cientos de cruces negras sobre un fondo rosa nos recuerdan constantemente –basta googlear un simple “Ciudad Juárez” para dar con ellas– que permanecemos inmersos en una crisis social, donde la crueldad, la apatía, la indolencia y la conformidad continúan desgarrando un sin fin de voces y cuerpos. Hoy, al menos, tenemos esa insignia que no permite borrar sucesos tan dolorosos; sin embargo, no siempre fue así. Las primeras víctimas oficiales de feminicidio estuvieron envueltas en una nube de silencio, mentiras y acusaciones. Transcurrió más de un lustro (el primer asesinato se registró en 1993) para que alguien –a excepción de las madres– levantara la voz en contra de los múltiples y cada vez más constantes crímenes en contra de mujeres juarenses. En 1999 comenzaron a aparecer textos, literarios y periodísticos, que abordaban esta temática: Mujeres de la brisa de Joaquín Cosío y El silencio que la voz de todas quiebra, el cual surgió de “la impotencia y la frustración” de un grupo de escritoras ante la falta de humanidad y dignidad con que se trataba a las “muertas de Juárez” –el mismo término lo ejemplifica.

136 cruces negras

La palabra “muertas”, a pesar de ser un buen gancho mediático, reduce centenas de vidas a un montón de huesos en el desierto y, además, oculta el carácter violento con que llegaron a ese estado. No niego el hecho de que, en ocasiones, verlas de esta forma ayuda a (sobre) vivir en un lugar cuyos estándares de seguridad resultan mínimos, pues al ser un simple número o estadística no hay posibilidad de que me reconozca en ellas; sin embargo, la realidad siempre nos vence. “Las muertas de Juárez” son personas reales, jóvenes quienes, al igual que mi hermana, salían a trabajar o estudiar en las madrugadas; madres, como la mía, que tenían que recorrer grandes distancias para llevar el sustento a su casa; mujeres, en fin, como cualquiera de nosotras, con un nombre, una familia, un rostro y un alma. “¿Cómo salvar la dignidad de esas muchachas, laceradas hasta después de su muerte?” Esta fue la pregunta que motivó a Rohry Benítez, Adriana Candia, Patricia Cabrera, Guadalupe de la Mora, Josefina Martínez, Isabel Velázquez y Ramona Ortiz a investigar y recrear, durante sus reuniones semanales del S Taller de 1999, la vida de siete mujeres “que no merecían ni morir asesinadas; ni quedar en la memoria colectiva como una fotografía de la nota roja”. Historias, escogidas al azar entre los 137 casos registrados hasta ese momento, que intercalaron entre una serie de notas periodísticas, estadísticas y análisis sobre el entorno político, social y económico de la ciudad. De esta manera, a través de dos vertientes, una objetiva y la otra de carácter más literario, el lector deambula entre la impotencia, la tristeza y un creciente enojo hacia las autoridades y la misma sociedad.

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Lee aquí el texto

El silencio que la voz de todas quiebra posee, a mi parecer, dos méritos especiales: ser de los primeros discursos que rompieron un mutismo apremiante y su forma de re-unir –nunca debieron separarse– el drama humano de siete familias con una realidad de la que todos somos responsables. La consigna es clara: dar la palabra a las víctimas; su objetivo, también: denunciar no solo la masacre, sino toda la censura, corrupción y negligencia en que se vio envuelta. Las palabras de la madre de Elizabeth Castro lo demuestran: “Lo peor de todo es no saber qué pasa, ir de oficina en oficina, tener que suplicar para que nos atiendan.” La intercalación de notas de periódico, slogans de campañas políticas, citas de gobernantes, alcaldes y procuradores, documentos expedidos por la Comisión Nacional de Derechos Humanos y otros estudios demuestran lo irracional del contexto en que se desenvolvieron los primeros feminicidios. Ejemplos: un montón de informes de la Fiscalía confusos y hasta sarcásticos, sentencias como “Son muy pocas, es lo normal”, “Ellas son las provocadoras” o “Sería muy difícil que alguien que saliera a la calle cuando está lloviendo no se mojara”, y un par de expertos criminólogos asegurando que la policía judicial de Chihuahua y sus instalaciones estaban “a la altura del trabajo policiaco y de investigación forense de Estados Unidos.”  Luego, lo absurdo de todo esto se convierte, casi al instante, en un dolor latente, pues las autoras reconstruyen, a través de la memoria de familiares, diarios y poemas, la vida de Sagrario González Flores, Argelia Salazar Crispín, Silvia Rivera Hernández, Adriana Torres Márquez, Elizabeth Castro García, Eréndira Ponce Hernández y Olga Carrillo Pérez. El título del texto, entonces, se materializa, ya que resulta inevitable que la voz de quienes leemos sus palabras y silencios se nos quiebre o un nudo se amotine en nuestras gargantas.

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Imagen tomada de Ecos del desierto

“¿El final?” No lo tiene. Veinte años después, las noticias siguen llenas de mujeres violadas, desaparecidas o asesinadas. Cuando se terminó de escribir El silencio, el caso de Abdel Latif Sharif Sharif junto con el de “Los ruteros” estaba en su auge como espectáculo mediático, lo cual demuestra la contradicción entre una realidad patente y la forma de pensar y actuar (o no) de muchos de sus habitantes: “Sharif continúa recluido en la ciudad de Chihuahua sentenciado por un asesinato. En Ciudad Juárez fueron 137 mujeres asesinadas entre 1993 y 1998 y por lo menos otras 15 en lo que va de 1999. Sin embargo, no son pocos los juarenses que piensan que su comunidad es hoy un lugar más seguro.” ¿Ha cambiado algo desde entonces? Sí. Los silencios se aminoran. Justo por las fechas en que se redactó y publicó este libro, madres directamente afectadas –entre ellas la de Sagrario y Silvia– comenzaron a alzar la voz ante la falta de respuestas convincentes por parte de las autoridades. Así, el grito de Voces sin Eco, primera organización no gubernamental de apoyo a familiares, se convirtió en un símbolo mundial: las cruces negras con fondo rosa.

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Imágenes tomadas de Ecos del desierto

Actualmente existen diversos trabajos que evidencian y humanizan esta situación. Un proyecto importante, sobre todo por la relación y continuidad que encuentro respecto a lo aquí abordado, es Ecos del desierto, dirigido por Alejandra Aragón, que tiene el objetivo de “visibilizar el aporte de las madres de víctimas de feminicidio en la denuncia de la violencia de género y a favor de los derechos de las mujeres” a través de ocho reportajes que abarcan los años de 1995 a 2013. Su contribución fotográfica y documental resulta de suma valía para comprender el contexto que ya se vislumbraba en las líneas de El silencio. Por su parte, Ellas tiene nombre. Cartografía digital de feminicidios “muestra la ubicación geográfica donde fueron asesinadas, abandonadas y/o encontradas” algunas víctimas de 1993 a la fecha. El aumento de los puntos rojos entre el mapa publicado por S Taller y el que registra el último feminicidio (febrero de 2018) en la página de Ivonne Ramírez provoca un escalofrío sobre mi espalda… Por desgracia, como en los versos de Micaela Solís, utilizados en el epígrafe, continuamos en un canto que “rueda cuesta abajo de la vida”. No obstante, cada vez son más esos mínimos hilos que desatan la voz, provocados por una memoria colectiva que lucha contra los artilugios del olvido y el silencio.

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Cartografía de feminicidios – 1999

136 Mapa feminicidios 2018

Cartografía de feminicidios – 2018

 Amalia Rodríguez Isais

narrativasiglo XX
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Ciudad Juárez desde el búnker

lunes, 12 febrero 2018 por juaritosliterario

En el pabellón de las dieciséis cuerdas es el primer libro de Josué Sánchez, escritor de Córdoba, Veracruz, publicado por el Fondo Editorial Tierra Adentro, y ganador del premio Nacional de Cuento Joven Comala 2014. El boxeo, Street Fighter II, Metal Slug, David Bowie, sin mencionar muchas más referencias de la cultura pop, sirven de trasfondo a los cuentos y nos remiten al contacto y convivio entre lo extranjero y lo nacional. En el caso de “No se trata del hambre II”, la historia trata de un personaje cuyo nombre no sabemos y que parece estar infectado por una extraña enfermedad. Él menciona los antecedentes de un virus que surgió en Ciudad Juárez; también habla de su esposa y su primo, y de todas las historias que salieron a flote solo cuando el virus lo afectó (su hijo, su boda, los videojuegos, las peleas, etcétera). La figura literaria del zombi se aborda de una manera en la que ser infectado no significa necesariamente la muerte cerebral, así que mientras nuestro protagonista espera ver qué van a hacer con él, recuerda todo lo que pasó en su vida. Al filo de la muerte tiene visiones, como memorias que se coagulan hasta que el virus se aferra a sus neuronas… espera un certero disparo, pero los suyos ofrecen un giro inesperado.

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Lee aquí el cuento

En este cuento, Josué Sánchez construye una imagen espacial muy tenue, puesto que hay pocas menciones de Juárez y zonas aledañas: los búnkeres en Samalayuca, Santa Teresa y Palomas. Las imágenes sensoriales que genera el texto surgen cuando el lector medita sobre las respuesta colectiva ante un apocalipsis zombi. De esta forma, imaginamos la frontera llena de gente putrefacta, que obliga a los sobrevivientes a ver su realidad y en lo que se convertirán. Esta historia nos deja en la boca un sabor agrio y amargo, pues el cuento solo habla de lo que le acontece a un solo personaje, no de un posible futuro o una esperanza de cura. Puede que en cualquier momento Xalapa desaparezca como lo hizo el puerto de Veracruz y muchas otras ciudades. Aunque quizá lo que parezca ser una pandemia, no es más que una descripción disfrazada de un Juárez que está repleto de gente que vive a expensas de los demás, y que no puede salir de la monotonía cotidiana para darse cuenta de lo podría beneficiar a la ciudad y, por lo tanto, a sus habitantes. También se puede especular que los infectados son, de hecho, la gente curada, aliviada de la humanidad que los subyugaba bajo los vicios propios de una sociedad industrializada.

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Tras haber leído “No se trata del hambre II” (¿y el I?) uno puede imaginarse a Samalayuca como el último bastión. Estas dunas, actualmente, son un espacio de recreación donde la gente puede divertirse y apreciar el ecosistema del desierto. Muchos ven a los médanos, cercanos al pueblo homónimo, como a la zona natural más próxima para apreciar la naturaleza. Tras leer el cuento del narrador veracruzano, imagino a zombis en cuatrimoto, deslizándose en la arena, riendo, comiendo, aparentando que nada pasó en una ciudad deshecha, pues o son apáticos a ella o saben que ya nada se puede hacer. La imagen literaria de Samalayuca como punto infranqueable de retención refuerza la idea de Juárez como un laboratorio que experimenta toda clase de calamidades listas para exportar. El narrador del texto lo confirma: “por los videos de YouTube nos enteramos de que Ciudad Juárez fue la primera zona infectada: paredones de fuego devorando edificios y casas; gente con la mirada rabiosa en las calles.”

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Oscar Daniel Hernández Acosta

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Fotorreportero encuentra cuerpo en Samalayuca

lunes, 04 diciembre 2017 por juaritosliterario

Aunque el escritor Willivaldo Delgadillo nació en Los Ángeles (1960) sus fuentes de inspiración para Garabato vienen de esta frontera en donde ahora reside. La novela, publicada por la editorial Samsara (2014), está dividida en cuatro partes; en cada una de ellas nos cuenta la historia de Basilio Muñoz, quien va a un congreso literario en Berlín a nombre de Billy Garabato, ya que éste no puedo asistir y cuyas obras Basilio desconoce (o irá conociendo); al final de las tres primeras partes se incluye una novela que, según la historia, están escritas por Billy Garabato. Una de ellas se titula De alba roja, que narra los acontecimientos por los que tuvo que pasar Pep Ramírez, un fotorreportero de El Diario de la Frontera que viaja de Juárez hasta Samalayuca “para dar cobertura a un asesinato en las dunas”.

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Lee aquí la novela dentro Garabato

Se trata de un cuerpo en el interior de un viejo auto. Pep llega primero que nadie a la escena del crimen; “Trabaja de manera apresurada” antes de que arribe la policía y los paramédicos. “Sin embargo, antes de irse cambia de lente y prácticamente se monta en el cadáver; con detenimiento ajusta el 85 mm para captar el rostro de la víctima”. Tras cumplir con su labor regresa de vuelta directo a su trabajo. Los problemas para nuestro protagonista inician cuando al día siguiente le dicen que ese cuerpo, al que fotografió el día anterior, ha desaparecido, y él es el único testigo que lo llegó a ver. El periódico, para no involucrarlo en esta seria encrucijada, decide darle unas vacaciones pero en el trascurso de los días Pep se dará cuenta que está más implicado de lo que creía.

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Probablemente en la actualidad las noticias sobre los acontecimientos que pasan en nuestra ciudad nos llegan desde distintas plataformas digitales, pero en otros tiempos el periódico impreso era el medio de comunicación, comprado comúnmente en los cruces para informarse de los últimos sucesos que habían acontecido en la ciudad. El Diario, Norte Digital, El Fronterizo, Juárez Hoy, son algunos de los periódicos que actualmente siguen dándonos las noticias (aunque se suela pensar que sólo informan desgracias) que constantemente acontecen en Ciudad Juárez. Delgadillo en su novela nos muestra las acechanzas que recorren la frontera, las cuales se parecen a la desazón que experimentamos actualmente. Estas problemáticas se convierten en encabezados para llegar hasta nosotros a través de las instituciones encargadas de publicar la información de forma periódica, veraz y oportuna, como en este caso El Diario de la Frontera, para el cual trabaja Pep, nuestro protagonista. “De alba roja”, además de mostrarnos el peligro al que se enfrenta el antiguo Paso del Norte, también nos describe el riesgo que implica el trabajo de fotorreportero. Estos problemas, por los que está pasando el periodismo en nuestra realidad, son la fuente de inspiración para la historia de Pep y su desafortunado hallazgo en las dunas.

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Quizás para muchos que viven en esta frontera ya no es novedad ver una noticia en el periódico o en el noticiero informándonos que han encontrado un cuerpo en tal lugar de la ciudad; estas notas llegan a nosotros gracias a los reporteros y/o fotógrafos que por su trabajo tienen que ir directo a la escena del crimen para tomar nota e imágenes para después dar parte al periódico en que trabajan. Muchos casos se han reportado de periodistas asesinados o que tuvieron que abandonar la ciudad porque sufrieron amenazas de muerte sólo por ejercer su trabajo que ahora es visto como uno de los oficios más peligrosos y como un ejemplo, además, de la falta de libertad de expresión a la que ellos, como voceros de la sociedad, se enfrentan. A raíz de esto, actualmente existe la Red de periodistas de Ciudad Juárez, una agrupación que se formó en 2011 para la prevención de riesgos contra periodistas y sirve como plataforma para exigir justicia a sus colegas caídos, no sólo locales, sino para todos los del país. Resulta paradójico que lo más inverosímil en “De alba roja”, no sea la diatriba experimentada por la lente del fotógrafo, sino el modelo del Volkswagen abandonado en el desierto.

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Mayra Fabiola Mendoza Muñiz

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Cuentos únicos y secundarios: nota primera

viernes, 20 octubre 2017 por juaritosliterario

Al igual que ciertos autores, hay lectores que piensan sobre el proceso de interpretación y apropiación de lo escrito. Cuando leo por gusto, como ahora, soy esa clase de lector. En mi imaginario, lectura y viaje son sinónimos, de ahí que, como los que viajan e insisten en visitar lugares que podrían conocer a través de las referencias al alcance (mapas, libros, estadísticas fotografías y documentales) yo me aferré a la experiencia de lectura. La relación subjetiva entre el texto y el lector, más allá de la descripción o la crítica, da como resultado lo que una visita en persona, una colección de impresiones particulares, que, aunque intransferibles, son dignas de ser comentadas, porque solo a través de ellas puede expresarse efectivamente lo que ha dejado la lectura: la vivencia de lo escrito en una primera persona que no es la del autor o la de la voz poética. Esta es la relación que he querido mantener con los textos y en este sentido, mi comentario sobre Cuentos únicos y secundarios (2017) no aspira a la reseña, sino a la narración de una experiencia lectora, una crónica de viaje.

121 Cuentos únicos y secundarios

Lee aquí el libro

El cuentario, editado por la UACJ tras haber merecido el premio Voces al sol, propone una colección de historias que reflexionan sobre los motivos y el proceso de la escritura a través de un ejercicio metatextual donde, de manera más evidente que en otras obras, el lector, que analiza las relaciones presentes en cada historia, las interpreta y ajusta a su contexto; es también creador y, por lo tanto, documentará en su lectura una ruta distinta. En las primeras páginas, Graciano escribe una nota con tres advertencias:

  1. El libro es una antología de cuentos. La primera parte, como el subtítulo adelanta, está compuesta por textos únicos de autores fallecidos antes de poder escribir otra cosa. La segunda la conforman textos de autores vivos que, por alguna razón, no volverán a escribir. En este apartado se incluye un texto de César Graciano.
  2. Todos los autores son ficticios. Las correspondencias con la realidad, si las hubiera, están al servicio de la ficción.
  3. La selección de cuentos no pretende reflejar la realidad de su tiempo, sino únicamente hacer disfrutar, en la medida de lo posible.

Hechas estas previsiones, el lector encuentra al inicio de cada relato una ficha biográfica de quien lo escribió. El origen de los autores-personajes es diverso; hay entre ellos una estudiante extranjera (Mónica Jáuregui), un indocumentado mexicano (Braudel Castro) y un poeta judío estadounidense (Ezra Eldar), todos asesinados en Ciudad Juárez. De igual manera se dibujan distintos perfiles profesionales: un periodista (Ilán Ruvalcaba), quien es, posiblemente, el alter ego de César Graciano en el cuentario; un bolero que antes fue maquinista de trenes (Camilo Eusebio Carranza) y un actor de cine Hollywoodense (Michel Cera), entre otros.

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César Graciano nació en noviembre de 1994. Su texto asume, de manera natural (aunque no intencional, como él mismo aclara) las características de su tiempo, hecho que lo convierte en una de las primeras representaciones literarias del Juárez posterior a la guerra contra el narcotráfico (2006-2011) desde la perspectiva de un autor cuya infancia transcurrió en los años del conflicto. La visión del momento es interesante porque determina una percepción cinematográfica, estetizada de la violencia y un imaginario donde son frecuentes las sensaciones de confinamiento, espera, desolación e indiferencia. El viaje que emprende el lector a través de la lectura de estas páginas es hacia una ciudad globalizada con ánimo de posguerra. Así en el cuento “Humo”, un personaje de nombre Jack, con ascendencia norteamericana y asentado en Juárez por mal azar del destino, descubre la ciudad como: “la parte más agotadora del camino, un monstruo dentro del que se vive”. Porque según sabemos a través del narrador: “El desierto le ha comido las esperanzas y le ha quemado la piel. Eso nos ha pasado a todos pero estamos acostumbrados al pasar del tiempo lento y terroso, con tolvaneras que se llevan las ganas de estar aquí y se llevan las ganas de no estar aquí, dejándonos indiferentes”.

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Crédito fotográfico: Alex Briseño

Sintomática de la aldea global es también la intención de diversidad sobre la que se articula el conjunto y que se deja advertir en las preferencias y la forma de experimentar la sexualidad. En “Algo parecido al amor”, por citar un ejemplo, aparece un personaje bisexual que intenta llenar a través de las relaciones físicas y sentimentales un viejo vacío emotivo. También hay una pareja heterosexual conformada por dos dramaturgos: Carola Lavín y Luis Carlos Mendoza, quienes sostienen una relación tóxica que desencadena en la muerte de él y en el internamiento de ella en un centro psiquiátrico. Otro de los cuentos narra la historia de un joven homosexual de 17 años que, tras ser echado de su casa, se dedica a la prostitución y a la pornografía. Las edades y experiencias de los personajes, sus preocupaciones e intereses varían drásticamente, pero lo que es un hecho, es que cada uno resulta de una detallada construcción psicológica. En un principio me costó imaginar cómo logró descripciones verosímiles de personajes tan distintos. La respuesta, pienso, estuvo en la decisión de entablar un diálogo entre la biografía de los autores ficticios y sus respectivos cuentos. De esta manera, la variedad de voces que resuena en el libro es posible gracias a esa estructura que echa mano, por momentos, del registro lingüístico del periodismo. Así, el cuentario alberga una doble investigación: la del reportero en busca de historias que contar y la del escritor que intenta tender puentes entre las experiencias emotivas de sus personajes y la propia vivencia.

121 Pepe - Christian Torres

Crédito fotográfico: José Luis González 

Entre los temas que se abordan figuran algunos cercanos a la realidad de Ciudad Juárez, urbe a la que, de una u otra manera se vinculan todos los cuentos. Se habla por ejemplo de la migración, el narcotráfico y el feminicidio. Y en cuanto a lo universal, se tocan de manera breve aunque efectiva el miedo de morir y el tedio de estar vivo, el reconocimiento del fracaso y la sensación de vértigo ante la plenitud, la empatía y el perdón, los celos hacia el amigo, el amor que muta en odio y locura. Temas tratados a veces con limpieza impecable, como en “Humo” o desde la convergencia entre una estética cercana al gore y una belleza pictórica, en “Ver nevar”, pero nunca con superficialidad. El cautiverio, la ansiedad y la violencia que resulta de ellos son descritos por Graciano en medio de paisaje blanco, cubierto por la nieve, que en el imaginario convencional remitirían a sensaciones distintas: “En aquel tiempo, así como hoy, todo era blanco. Se veía caer la nieve por días. Llegaba un momento en el cual el encierro ofuscaba las mentes. Fue en una de esas nevadas que se conoció el caso de la mujer que mató a su esposo y descuartizó el cuerpo, miembro a miembro, hasta hacerlo entrar en una bolsa negra de plástico. Cuando le preguntaron por qué lo hizo sólo contestó: «Estaba harta de estar encerrada»”.

121 Nieve capilla

Alguna vez, durante un debate sobre el proceso creativo escuché a César Graciano defender la opinión de que para escribir es necesaria, en primera instancia, una decisión formal, esto es, saber cómo ha de expresarse una idea, incluso antes de su nacimiento, a través de la escritura. También había quienes pensaban lo opuesto: que para escribir era necesario, primero, algo por decir. Yo estuve de acuerdo con esta segunda opinión, sin que dejara de parecerme interesante el comentario de Graciano y, sobre todo, la seguridad con la que sostenía su argumento. Me pregunté, sin embargo, cómo sería posible más allá del discurso. Cómo, en términos concretos, se podría determinar una forma para una materia poética inexistente. Los días pasaron y seguí dudando. Lo único que estaba claro es que existían dos tipos de procesos creativos: los que se gestaban a partir de un cómo, y los que se avenían a un qué. Ahora que he leído su primer libro, creo entender su intención. En este sentido, Cuentos únicos y secundarios puede leerse como un manifiesto en que la estructura es una previsión, una forma de disponer el espacio para una experiencia todavía incomunicada, antes que esta trastoque, por fuerza de su irrupción, el orden. Por eso creo que Graciano, o al menos el autor ficcional, nos ha mentido en su introducción, que el suyo no será un libro de cuentos secundario, ni esta su única nota.

Nabil Valles Dena

 

narrativasiglo XXI
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