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21 abril, 2021

Category: El Recreo

Frente a una copa de vino, yo me río de mí (2)

jueves, 03 septiembre 2020 por juaritosliterario

Segunda parte de la reseña de la novela De Obregón… El Recreo (2012) de Mauricio Rodríguez

13. La vida melodramática, arrastra el sinsabor del cliché, pero conserva matices distintivos. Y la vida de Zerk los tiene en buena medida destacados: la novela inicia con el divorcio del protagonista, su reajuste emocional (‘me fragmentaba en la noche llamada something else’), las primeras andanzas de libertad (condicionada al dolor): “hace tres semanas la calle es mi refugio. No he conseguido dormir como cuando estaba al lado de ella, quiero decir, hace tiempo que no cojo”. El poeta va hilando las emociones encontradas en su vagar nocturno-citadino: “En estos días la poesía en mí se resume a meros destellos. Me refugio en las calles porque no hay duda de que si algo hermoso tiene la Ciudad del Crimen, es su horroroso primer cuadro”. Zerk habla de ese otro espacio (opuesto al artificioso lugar ameno de El Recreo) donde encontrará amistades efímeras, conversaciones con personajes excéntricos, relaciones con nuevas amigas, con prostitutas de la calle La Paz. Encontrará sobre todo anécdotas que irán integrando a su narrativa en proceso de llegar a ser novela (la que estamos leyendo y comentando). Escribir del melodrama no es escapar de él, es darle solo el matiz de ser materia poetizable.

14. Los amoríos, según Zerk, deberían iniciarse o acabar en moteles de paso. La sensualidad es una descripción brevísima de maratones sexuales. La sucesión de acostones son, al fin de cuentas, cuerpos mal dibujados de mujeres similares. Zerk renuncia a la descripción minuciosa de las cualidades de aquel manojo de aventuras moteleras. Baste decir que una chica llamada Mina (por ejemplo) “le gustaba que la llamara mi puta, mi perra, en las noches interminables de sexo, pero una noche se fue de mi vida, como muchas otras se han ido”. O los acostones con Bátiz que también, un día, ella se despide: “solo fueron unos segundos, intercambio de miradas, un apretón de manos en el que se marcó un adiós, premeditado y luego volver al mundo que cada uno había decidido para sí”.

Fotografía de Alex Briseño

15. La novela es rica en anécdotas, tanto que algunos han confundido la novela con una serie de relatos. Anoto como ejemplo, un par de estas breves historias: A) La anécdota de los Eternos Sospechosos: “Una camioneta de la policía se detiene para investigar a dos cholos cuyo único delito fue tener tatuado el barrio en el cuello. Los revisan, primero de vista, luego inspeccionan entre sus ropas y les piden sus papeles para transitar por la calle que ya no les pertenece. No encuentran nada. Me observan. Me siento un criminal sin delito”. B) El extraordinario capítulo de los Merolicos, que es uno de los más entretenidos de la obra. Se trata más que del evento narrado, la manera cómo Mauricio lleva a la escritura el lenguaje oral, las expresiones de los pícaros de oficio que entretienen con gestos y voces a la gente para sacarle algunos billetes o (si se pudiera) alguna cartera: “Mira, acércate, no estamos aquí para pedir, estamos para dar querido público”.

Lee aquí el libro

16. Felizmente los logros poéticos abarcan capítulos enteros, además de refugiarse en pequeñas frases incrustadas en la narrativa general. Por ejemplo, hay un momento donde Zerk se mira al espejo (de su casa) y dice o piensa: “al llegar al baño con una estupenda cruda, me doy cuenta que el hombre al utilizar el rastrillo limpia las heridas de los días, esas que va dejando el desengaño. Afuera llueve a cántaros”. Su poesía habita también, la hostilidad de las circunstancias.

17. Fuera y dentro, las calles de Ciudad Juárez o El Recreo no son solo escenarios, sino personajes de múltiples voces. El Espejo de la cantina, el cuadro histórico de la ciudad, llega a representar, como la fila de mujeres sexuadas, suciedad, ebriedad, purgatorio de seres errantes: “por esta calle habitan también una gran cantidad de catarrines trasnochados, amigos todos, guerreros de 24 horas, que por lo general se quedan dormidos donde les da su chingada gana, ahí nomás se tiran y en cuanto despiertan le dan un entre a su botellita de alcohol de caña. Poco les importa el orín o la mierda que se las ha escapado”. La ciudad es una cantina, el ágora de los Miserables, refugio de los sobre-jodidos, casi seres humanos (los une al parecer, la boca de una botella), amigos, etílicos, como los borrachines de El Recreo (aunque estos tienen la mesura de la civilidad, la limpieza y el título de poetas clasemedieros y además se bañan a diario). Afuera domina una atmósfera de angustias a punto de estallas; adentro, en El Recreo, un (falso) oasis que comienza con ‘deme una cerveza’ y termina con el consabido grito parroquiano: ‘¡Ya no le sirvan!’. Fuera de El Recreo todo es enumeración de la miseria; dentro de El Recreo lo conversado acaba en terapia colectiva de consolación que se sabe atrapada en un mundo alterno de fatalidades.

18. Zerk, aquel joven desempacado de Torreón, Coahuila, se transforma en el Poeta Divorciado, el solitario disponible, el que ayer odiaba la ciudad y ahora se deja querer por la parte que ella le brinda: “dándole la vuelta al sector viejo de la ciudad me encuentro por la calle La Paz, donde se vende lo mismo frutas de temporada a grito pelón y en bolsa de plástico, que unos apestosos y tan poco salubres como suculentos tacos de hígado, excepcionales para apaciguar la tripa en tiempos de carestía”. en unos cuantos meses, Zerk conocerá a fondo a la ciudad odiada. Será parte de ella, de su pintoresquismo que huele a sexo, a vómitos y otros desechos. Ciudad en la que solo falta el estallido de una bomba exterminadora (cf. Diego Ordaz, Permutaciones para el estertor del mundo, 2017) o la carrera de zombis en búsqueda del buffet escondido (cf. Juan Carlos Esquivel, ‘La frontera de los muertos vivientes’, en Arenas Blancas 12, primavera 2013).

19. Zerk es el periodista que no pocas veces tiene momentos de gran lucidez profesional. Por ejemplo, cuando reflexiona sobre el papel del periodismo como insensibilizador, dice: “Escribo las historias de otros y me desgasto como una consecuencia, despacio. En una nota periodística siempre falta espacio para contar todas las emociones”, “peor aún, las estructuras informativas impiden por lo general el uso de emociones, todo se resume al hecho”. “Intuyo que esta desensibilización de alguna manera ha afectado al comportamiento del lector, que ya poco le importa si una persona muere o se saca la lotería”. Por ello, Zerk prefiere el oficio de la narrativa cultural, la entrevista que se convertirá en crónica mitificadora de vidas sin importancia. Los entrevistados tienen sueños, palabras que son enumeraciones de una escalada de fracasos. Los entrevistados son losers que habitan los espacios paupérrimos de la vida nocturna juarense o los oficios impuestos a destiempo.

20. De Obregón…El Recreo es el cansancio existencial de un joven que Zerk traduce en una narrativa de conjuntos fragmentados dramáticos, amargos. Es necesario escapar, salir en búsqueda de la ciudad deseada: Obregón. Allí está la promesa del amor (Mina). Pero la huida no ocurre. La pasividad del personaje se convierte en un caso de claustrofobia recurrente. Vivirá en un estado de aguda auto-crítica y de un constante amor-odio hacia la ciudad que no acaba de ser xenofóbica, y loser ella misma: “esta ciudad es la más tranquila del mundo. Lo digo en serio, a pesar de que diariamente la muerte se da sus buenos danzones en las casas, nadie se mueve, todos quietos, quietecitos esperan como vacas sagradas a que la pelona los visite”. El empleo de la ironía profunda es convicción aguda de la desesperanza que habita (que lo habita) en sus conclusiones más pesimistas y justas de la realidad juarense. Después de todo, tal es el estado emocional de miles de juarenses que habitan ‘la hermosa Ciudad del Crimen’.

21. Mauricio Rodríguez en esta novela retoma la herencia de la prosa poética francesa (siglo XIX), la crónica a la manera Poniatowska y la influencia de la escritura local que exalta la magia del antro idealizado (desde la narrativa iniciática de Rosario Sanmiguel, hasta los poemas etílicos de Miguel Ángel Chávez y toda la poesía local que sigue los pasos del abuelo Kerouac y del abuelo Bukowski).

22. Soy optimista cuando se trata de la literatura juarense (debilidad identitaria, fetichismo provinciano): la literatura local goza de buena salud, aunque ciertos imaginarios solitarios (opuestos, si así se quiere, a los imaginarios colectivos de la sociología) continúen con personajes estancados en un círculo vicioso que van del placer etílico a la abulia de la santa cruda, de la primera chela al último trago sangre (el nivel del hartazgo será, sin duda alguna, el tamaño del apocalipsis concebido, consabido).

Fotografía de Alex Briseño

23. Cuando Mauricio Rodríguez publicó esta novela tenía 37 años. Hoy tiene 45, el doble de edad de lxs nuevxs escritorxs que han encontrado el tema del género como idea esperanzadora de (al menos) una nueva visión de las relaciones humanas. También en este renglón soy optimista y autocrítico: no analicé, por ejemplo, el anclaje (o el repertorio) machista del personaje Zerk: sus reclamos unilaterales a la ex pareja, su recuento aparentemente discreto de acostones sin más efecto que la enumeración abúlica, el uso del aparato narrativo como un motivo confesional para autogenerar un discurso de víctima de las ingratas (aclaro que jamás aceptaría como índice de valor a un manual novelado de buena conducta feminista, pero sí el acercamiento explícito a esta sensibilidad que es ya una re-educación sentimental, una re-difinición de los términos de relaciones humanas). No existe en la narrativa de Mauricio una misoginia como ocurre en ciertos poetas juarenses de mediados de los 80, pero sí hay continuidad de la perspectiva que se finge exenta a los avatares de la victimización de género (no así de la victimización xenofóbica que Mauricio-Zerk muy bien describe). Esperemos en sus próximas novelas una transformación emocional de Zerk, el Montecristo.

José Manuel García-García
Profesor Emérito, NMSU

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  • Publicado en 16 de Septiembre, Bar, bebida / cerveza, Centro, El Recreo
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Frente a una copa de vino, yo me río de mí (1)

jueves, 06 agosto 2020 por juaritosliterario

Reseña de la novela De Obregón… El Recreo de Mauricio Rodríguez. Sediento Editores, 2012

  1. Novela donde un personaje (narrador) llamado Zerk Montecristo nos cuenta una parte de su vida. Zerk tiene tres estilos: el del narrador de una historia personal (drama + sexo); el estilo del periodista entrevistador de personajes locales (y promotor de un tugurio llamado El Recreo); y por último, el estilo de un vate que gusta del cuaderno-poemario en prosa hermética. Es una novela a tres manos, a tres niveles narrativos
  2. De Obregón… El Recreo es la novela intermedia: pertenece a otras dos más en proceso de creación. En la primera novela, Zerk será un joven dedicado a crearse una identidad pre-juarense; en la tercera, llegará posiblemente al lugar Anhelado: Ciudad Obregón (Who knows?). Tal es la promesa, no escrita, del escritor Mauricio Rodríguez (proyecto que alguna vez me comentó).

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Lee aquí el libro

  1. Para entrar de lleno a De Obregón… El Recreo daré un resumen: a Zerk lo acaban de divorciar y está de un humor de todos los diablos (si me permiten comenzar con un cliché). Estamos en el momento en que anota fragmentos de su pasado (remoto), de su pasado cercano y de su presente de poeta en crisis (no es lo mismo un personaje en el límite de la angustia a uno en el inicio de su viaje a la Interzona Preapocalíptica). Como ya he anotado, Zerk, además de contarnos su vida, es el narrador-periodista que debe escribir una sección cultural con entrevistas a personajes de interés local. Y es el poeta que medita y anota frases que van del lugar común paródico-existencial al intento de una filosofía de vida (¿existe la felicidad por encima del determinismo provinciano?).
  2. Zerk se vale de un par de símbolos para evaluar su vida: Ícaro y Obregón. El primero consiste en el símbolo del Gran Fracaso: volar hacia el sol con alas de cera, etcétera. Así, Zerk es el loser que lo acepta, que intenta varios proyectos y fracasa, queda del lado de un sorpresivo divorcio, de un desengaño vital y de una poesía que se no se recupera del silencio etílico. El segundo es el de un lugar llamado Obregón, el lugar anhelado, el paraíso (auto)prometido (iré a “un lugar que en mi deseo se ha llamado Obregón”: On The Road / Over Gone / Obregón, dice el poeta Zerk). Allí lo espera (supuestamente) su amada, la felicidad, la segunda oportunidad sobre la tierra. Mientras eso ocurra, Zerk seguirá fiscalizando su actitud de vida: “no sé si fue mi imperante espíritu de ser poeta, escritor, escrutador de la noche, anacoreta, misántropo fracasado, lo que prevaleció en esa infructuosa relación [con su ex] o si en realidad simplemente no valgo madre como pareja”. Ícaro, como buen referente (ahora) posmoderno, sigue atento su caída, eligiendo las alternativas de vida, las (a largo plazo) desfavorables para sí mismo: “abandoné la posibilidad de estar con Mina a quien amaba, por seguir el estúpido ideal del matrimonio con una mujer que nunca me quiso de verdad. Fue un auto de formal prisión a voluntad”. Zerk-Ícaro: auto-reclamo que lleva la penitencia: dispersión existencial, errancia emocional, todo en una atmósfera que reclama ya un apocalipsis terapéutico.
  3. La novela carecer de una secuencia cronológica (¿Cuál la tiene y para qué?). Leemos fragmentos donde el pasado y el presente aparecen intercalados. Si recuperásemos una breve cronología, anotaríamos que el protagonista viaja de Torreón a Ciudad Juárez. Ahí se enfrenta a la xenofobia de los juarenses, por eso anota amargado: “nadie es de aquí, sin embargo, todos se sienten con el derecho de amedrentar a los demás, causándoles la pena de sentirse despreciados, humillando sus ilusiones de progreso”. “He vivido sorteando calumnias, voces altaneras, bromas de pésimo gusto y la carga de defender una tierra de origen que ya no me reconoce como su hijo”. Tal es la suerte de este migrante: despreciado aquí, despreciado allá. Zerk es una identidad en crisis, vive un divorcio de ciudad, así su integridad simbólica es dolorosamente liminal: ya no es lo que fue, pero todavía no es lo que será. A la nueva ciudad la comienza a conocer a partir de paseos literalmente compulsivos: “Hallándome solo entre el hedor que se desprendía de las alcantarillas mezclado con los estanquillos que ofrecen colitas de pavo y demás fritangas, terminé por volver el estómago más de una ocasión”. Así, el joven Zerk se crea a sí mismo como un joven Flâneur de una ciudad grotesca, ciudad telón del crimen organizado, víctima de la cleptocracia política y la narcocracia autodestructiva (¿o cuánto dura el reinado de un narco?).

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  1. De las calles de Juárez pasa a su formación educativa. Recuerda la universidad, las corruptelas de profesores y estudiantes de la institución por la que pasa. Pero evoca también a maestros excepcionales: “recuerdo entre ellos al Doctor García… un tipo que pasaba de los 60 años, con una personalidad que asemejaba a Sean Conney interpretando al padre de Indiana Jones, pero versión gay”. De estudiante brinca a trabajar como periodista y a participar luego en un taller literario para cumplir su deseo de ser escritor, poeta (me refiero al Taller Laesta, coordinado por aquel joven que ahora escribe esta reseña).
  2. La filosofía zerkiana se establece a medida que sus fracasos se multiplican. El Narrador recuerda: “siempre he dicho que ante lo inevitable –para bien o para mal–, no hay nada mejor que una sonrisa y una mentada de madre”. También reflexiona en un tono poético: “Qué culero sabe la cerveza cuando alguien llamado Nadie te hace compañía y solo para acrecentar la secuela de dolor y terminar platicando en voz alta con las paredes”. Y sobre las decisiones vitales equivocadas, dice: “de haber admitido que me había enamorado, las cosas en ese entonces hubieran sido distintas, pero en estas cuestiones el tiempo no se detiene y el cauce de la inexperiencia nos lleva por donde le da su rechingada gana”. Y volviendo al tono poético, reflexiona: “ya no estoy joven, estoy perdido en mis días de madurez inmadura, siempre voy en busca de no buscar, mejor me callo, esto de hablar es extender una serpiente para que a su propia voluntad le crezcan alas”. Su filosofía es práctica y al mismo tiempo, se ajusta a las formas de una narratividad poética propia.

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  1. La vida emocional de Zerk resulta el tema dominante de la novela. Él es un personaje dolido, gris y miserable. En medio de una crisis social (narcoviolencia generalizada en juaritos), “justo en este bello instante caótico, la muy cabrona de mi esposa, decidió mandarme a la chingada”. El divorcio también significa una fractura de identidad (que se suma a la separación de su terruño, más las narco-balaceras de aquellos días. Su drama, en más de un sentido, es la situación colectiva de los jóvenes que vivieron de cerca la ultra-violencia social y el abandono de proyectos personales que quedaron en el basural de los sueños. Pura nostalgia en presente continuo, como si el pasado fuese un purgatorio avasallante, ni modo, naciste del lado loser y eso significa (al menos en esta narrativa) aceptar de antemano cualquier pecado que mañana se cometa, así, hay páginas que te llevan directo a las catacumbas de la asfixia emocional.
  2. El narrador tiene como Lugar Privilegiado el antro llamado El Recreo, un lugar (en realidad) sobrevaluado por la amistad entre el cantinero (don Tony) y algunos de los poetas locales dedicados al alcoholismo semanal. Es un establecimiento claustrofóbico, de mesas pequeñas y una hermosa barra y un gran espejo que ayuda a entretener la idea de falsa amplitud. No es el Lontananza de David Toscana, pero sí un bar que ayuda al turista cultural a sentir un vago toque de misticismo estético: aquí estuvo Etcétera, el poeta mayor. Consiste en la oferta bohemia de una provincia plagada de antros ruidosos o de cantinas exclusivas donde la clase media avejentada se reúne para escuchar boleros de (apenas) hace 30 años.

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  1. El Recreo es el paradero de la Nostalgia, el lugar para sufrir en grupo con música de rockola de los años noventa. Las tristezas del protagonista se desarrollan ahí, frente al gran espejo que va dibujando a los parroquianos, a sus gestos de película sin voz. Pareciera que ese espejo es la pantalla perfecta donde todos los personajes secundarios existen, encerrados ellos también en una múltiple prisión: El Recreo, el espejo de El Recreo y las imágenes recordadas por el narrador de la novela: “aquellos personajes observados en la barra de El Recreo, donde a través de una sola voz, el personaje principal, es uno con muchas voces. Dentro de él se escuchan sus compañeros de bohemia”. Zerk dixit.
  2. En nombre de la bohemia, Zerk se va creando para sí un yo ideal: el poeta errante, herido de amores, siempre cachondo y nostálgico soñador de un futuro llamado Obregón, ese lugar incierto de una incierta cita con la felicidad. La bohemia es (en todo caso) la actitud del poeta que imita la cercana (nomás a un siglo de distancia) imagen del Flâneur parisiense modernista: vagar por una ciudad apocalíptica, paupérrima. Zerk la llama (con todo el poder de síntesis que tiene) la Ciudad del Crimen. En este sentido, Ciudad Juárez es una especie de Limbo cercano al Infierno, una Isla de Circe, y Obregón será el espacio que la poesía le he prometido: su Ítaca, su deseo postegrado. Zerk-Ulises en permanente búsqueda de su destino; Zerk liminal (ser liminal).

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  1. La novela de Zerk se puede leer también como un texto de autoficción. Mauricio Rodríguez se empeña en decir que no es una obra autobiográfica, y tiene razón, pues resulta mejor un texto donde la biografía real del autor se mezcla con la vida del narrador ficticio. Recordemos que la autoficción es el enmascaramiento de los trazos fáctico-biográficos del autor real de la obra. Trazos de realidad demostrables: Zerk, al igual que el autor real (Mauricio Rodríguez) viene de Torreón, desde joven radica en Ciudad Juárez, donde estudia, se casa, se divorcia y trabaja. Tanto el autor como el personaje ficticio sufrieron la xenofobia local, ambos (además) son asiduos parroquianos de El Recreo, y los amigos son los mismos: los miembros del taller literario Laesta (esto no se menciona, solo sus nombres de ellos): Antonio Flores Shroeder, Jorge López Landó, Juan Pablo Santana (Jean Paul), Susana Chávez, y otros conocidos autores locales. Mauricio Rodríguez y Zerk Montecristo son periodistas, sostienen la sección El Puente donde entrevistan a personajes atípicos locales (Harold Edmonds y los Merolicos). Hay una parte memorable, cuando Zerk-Mauricio, busca a una amiga (que ahora es un mito feminista): “le pregunto al cantinero [de El Recreo] por mi carnalita Susana [Chávez], la vaga, la poeta, y me dice que estuvo aquí un par de noches, pero después de ponerse una buena juerga, terminó cantando canciones de Chavela Vargas y después de pelearse y mentarle la madre a media barra, salió y desde entonces no ha vuelto. Ya regresará”. Sabemos tristemente, que Susana no iba a regresar ya más. Resulta un acierto esta prolepsis cifrada para los iniciados en las biografías de lxs mártires de la misoginocracia.

José Manuel García-García
Profesor Emérito, NMSU

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  • Publicado en Cantina, El Recreo, Sinembargo
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Una balada para Juaritos

martes, 10 septiembre 2019 por juaritosliterario

César Silva Márquez (Ciudad Juárez, 1974) publicó su última novela, La balada de los arcos dorados, en la Editorial Almadia; la cual trata la historia del periodista Luis Kuriaky, quien debe lidiar con su adicción a la cocaína al mismo tiempo que se ve envuelto, de manera personal, en los homicidios que trata de resolver. Mientras la policía y el reportero investigan los crímenes, la prensa crea varias hipótesis de los posibles responsables, que incluyen zombis, vampiros y héroes justicieros. El texto no ha sido abordado por la academia de manera formal, pero en ciertos programas académicos de la Licenciatura en Literatura y la Maestría de Estudios Literarios de la UACJ, la ubican en el género de Literatura del Norte y, posiblemente, en el subgénero de la novela negra.

Cesar Silva

En La balada de los arcos dorados, la ciudad subyace como personaje secundario, ya que interactúa con los protagonistas de una manera menos macabra y violenta; se deja recorrer y canta las canciones que salen en la radio, come comida chatarra y baila baladas pegaditas con sus habitantes. Al igual que en la Edad Media se empleó este género musical para contar hazañas y aventuras de los héroes de la época; por ello, César Silva narra la historia de un periodista, el cual, por el simple hecho de ejercer su profesión, se convierte en una especie de héroe moderno.  Sin embargo, lo mismo que si se tratara de una “balada moderna”, también encontramos la dialéctica del amor y  el desamor en una danza casi imperceptible entre la vida y la muerte, siempre en romance; hay un baile entre los fantasmas del pasado y el presente que se mueven al compás de una tonada triste. De igual forma, aparece una danza melancólica entre la realidad y la ficción, en la que ambas bailan tan pegaditas que llegan a confundir al espectador y por un momento no sabemos cuál es cuál.

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Silva esboza un pequeño homenaje a la cultura pop, esa cultura moderna de consumo que permite que sus productos se vuelvan ídolos de una sociedad ávida de ser rescatada de las garras oscuras de la realidad.  Así, Juárez se convierte en una suerte de Ciudad Gótica, donde sus más valientes habitantes juegan el papel de héroes nocturnos que, como el hombre murciélago, se encuentran dispuestos a vengarse de aquellos que los han dañado.  Los personajes de esta balada, el detective, la muchacha (porque siempre debe haber una en las historias) y el mismo periodista, sustituyen a esos sujetos con capa que combaten el mal; cada uno desde su trinchera, camuflajeados de tal forma que puedan confundirse con vampiros, zombis o tigres.188 McDonalds-Triunfo.png

Mientras César Silva narra las historias de esos vengadores  de carne y hueso que actúan desde las sombras y que comen hamburguesas de McDonald´s,  al mismo tiempo lleva al lector de paseo por las calles de Juaritos. Una ciudad convertida en un emblema de polis violenta y que engrosará, si no es que ya lo hace, la lista iconográfica contracultural de occidente, como  la  caída de las torres gemelas o la muerte de Sharon Tate a manos de Charles Manson, sucesos que, dicho sea de paso, son mencionadas en esta baladita.  En ese ride que Cesar ofrece, uno pasea por los lugares imprescindibles de la vida nocturna. De esta manera,  el Bar 15 con sus afiches de encueratrices, el Recreo y su Don Tony, el Bar Kentuky e incluso el Yankees parecen ser ya personajes urbanos en las novelas, cuentos o charras que se han escrito sobre esta frontera. La balada de los arcos dorados, en su homenaje oculto al pop, no pudo dejarlos pasar de largo y hacerlos parte de una lugar donde de pronto y de la nada pueden aparecer vampiros, zombies o ejecutados. Como música de fondo, para ambientar ese paseíto y para no desentonar en lo pop, se antoja que Frank Sinatra cante “Strangers in the night” o que Javier Solís entone “Sombras nada más”.

Patricia Arellano

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  • Publicado en Av. López Mateos, Centro, Ciudad, Club 15, El Recreo, Muerte
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La aguja y el pajar

martes, 23 octubre 2018 por juaritosliterario

“Le echo limón y cilantro. «Agarraron a un matón en el partido». Ahora pido una quesadilla con carne. Los comensales dicen; «Ta cabrón el pinche narco». La baño en guacamole. «Aquí ya ni se puede vivir». Pido el segundo de tripitas. «Pa mí que van a matar a ese policía». Le pongo salsa roja. «Ya cualquier güey se hace narco». Pido otro de carnitas”. José Juan Aboytia plasma estas líneas, con sabor al habla popular, en su novela Ficción barata (2008); sin embargo, también son las típicas frases que se solían escuchar día tras día hace algunos años en cualquier lugar de la ciudad; mayormente en el town. Sin duda alguna, fueron tiempos de pánico, inseguridad y socorro… años sombríos que sufrió Ciudad Juárez. El narrador, nacido en Baja California en 1974 y maestro en la UACJ (donde también obtuvo su maestría en Cultura e Investigación literaria), logró ejemplificar en la obra en cuestión el submundo de la frontera en sus tiempos de crisis. La preocupación principal, o el punto de vista desde el que nos asomamos a la novela, es la de un periodista que busca a un amigo desaparecido, quien al parecer se mezcló (o lo mezclaron) con narcotraficantes.

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La trama de la novela es la siguiente. Hugo, un soltero, codiciado y ebrio periodista, busca la verdad sobre su amigo El Deis, otro amante de la bebida que pretende ascender a la fama mediante la exposición de narcos de Tijuana, lugar que experimenta problemáticas muy similares a la de nuestra frontera en cuanto al consumo de drogas, el narcotráfico, la prostitución y, lo más relevante en la historia de Ficción barata, el amarillismo de los medios de comunicación. Por cuestiones de trabajo, Hugo llega a Ciudad Juárez, donde es recibido con el calor que su población sabe brindar. Le agrada el ambiente, así que visita algunos bares, entre ellos el famoso El Recreo, y conoce al autor de una novela detectivesca que lee a lo largo de la obra. Continúa investigando sobre la desaparición de su amigo, pero, al mismo tiempo, se interesa por una hermosa mujer –como era de esperarse–. El atractivo del texto de Aboytia consiste en ver el mundo del narco desde la perspectiva de un periodista, de aquellos quienes, a veces sin quererlo, cobran un papel relevante en este tema.

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Todo residente de Ciudad Juárez entre el 2008 hasta la actualidad se ha visto afectado de alguna manera por el narcotráfico. Los robos, secuestros, matanzas, extorsiones, atentados, sobornos y mentiras han perturbado nuestra frontera y a sus habitantes (aunque estos no estuviesen incluidos con el narcotráfico) por muchos años. Durante los años de la acérrima violencia que azotó la ciudad, cuando yo era aún un niño, los parques de las colonias solían quedarse vacíos ante el estridente ruido ocasionado por armas de fuego a cualquier hora del día. Mi familia, o más bien mis padres, dudaban en salir a lugares públicos, como el centro o a algún moll, por miedo a presenciar o quedar en medio de los frecuentes sucesos violentos. El caso de las desapariciones y asesinatos de mujeres ha sido uno de los que más impacto y cicatrices ha causado en la ciudad desde finales del siglo, y si bien El Deis no era mujer, Aboytia reúne en él todo lo que una ausencia violenta causa en la familia, los amigos, el trabajo y los conocidos. Para los juarenses resulta, entonces, sencillo comprender la obsesión por encontrar y ver a alguien que perdimos en otra persona, como en un vendedor de hot dogs o elotes del parque Borunda.

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Tomás Saucedo Baca

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  • Publicado en Bar, El Recreo, Narcotráfico
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¡Fiesta en la 16 y Madero!

sábado, 25 agosto 2018 por juaritosliterario

“Mauricio Rodríguez, un autor coahuilense nacido en 1975, ha publicado en varias revistas compilaciones y antologías poéticas alrededor del norte del país”. Estos son parte de los datos que uno puede conseguir en la solapa del libro De Obregón… El Recreo, obra que trata sobre uno de los lugares más representativos de todo Juárez, uno que ha sabido sobrevivir al tiempo y a las circunstancias en la ciudad: El Recreo. Cercano al género lírico (por mostrar el mundo subjetivo del autor), el texto funciona como memoria y como testimonio de lo que se vivía en ese entonces en el centro, en un establecimiento a donde cualquier individuo va para ahogar las penas, así que el tema central que maneja Mauricio Rodríguez es el bar como un lugar de recreación. La obra trata de la vida del mismo autor, desarrollando su día a día en la frontera. Para fortuna de los lectores de este blog, ahora presentamos el libro digitalizado completo. Es una hazaña conseguirlo y, a pesar de no ser un hit editorial, lo cierto es que se aprecia la calidez del norte en cada página. Tras la lectura, comprendo ahora toda la carga histórica que tiene uno de los bares más antiguos y apreciados del primer cuadro de la ciudad, que supo resistir el auge de la violencia del 2008, y que sigue recibiendo los afanes (o afanados) del alcohol.

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Lee aquí el libro

La función de este sitio como espacio literario dentro de la obra tiene un papel predominante. Por desgracia, tuve la infeliz fortuna de nacer millennial, así que lo que sé sobre él resulta mínimo y lejano a la realidad. Digo esto sin la intención de atacar a quienes desconocen –como yo–  las raíces del lugar en que nacieron. ¿Por qué es tan famosa una barra en el centro de Juárez? ¿Por qué he escuchado hablar de El Recreo como un lugar de reemplazo de antros para aquellos que no podían costearse bebidas en otro lugar? Este tipo de preguntas y comentarios que rondan por mi generación me demuestran lo poco que conocemos sobre nuestra ciudad y que en los juicios solemos irnos a los extremos. Por ello, textos como el de Mauricio Rodríguez resultan imprescindibles para comprender, por ejemplo, que este mítico bar representa más que el “cinco minutos Milky Way”; es un hogar en momentos de debilidad, un centro de reunión y desasosiego para cientos de juarenses.

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Después de la lectura tuve que ir a conocer en persona la emblemática barra, y claro que volveré a ir, pues a diferencia de lo que muchos buscan un sábado por la noche, El Recreo se caracteriza por su poco “desmadre”, sin caer en un ambiente soñoliento, al cual los jóvenes suelen rehusarse. De hecho, la música abarca distintos gustos, ya que, aparte de una excelente mesa de billar, el bar tiene una rockola con los más grandes éxitos de Los Beatles, U2, The Who, etc. A partir de esta experiencia, ahora sé que quienes lo visitan son personas que buscan un descanso antes de llegar a casa, dispuestas a contarte sus historias y compartir una cerveza. Sin duda, vale la pena buscar estacionamiento cerca del Mercado Juárez, caminar hasta la esquina de la 16 de Septiembre y Francisco I. Madero, cruzar las grandes puertas y sentarte a disfrutar una bebida en medio del ajetreado centro. Similar a lo que ocurre en los relatos de Mauricio Rodríguez, cada uno debe crear su propia imagen y significado de El Recreo. Por tanto, la invitación para formar parte de esta fiesta en la 16 y Madero es doble: ve y genera tu propia experiencia, sin olvidar a quienes ya la han contado en líneas tan amenas como De Obregón… El Recreo.

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Pablo David Ortiz Ruíz

 

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Pena de verse ausente

lunes, 19 febrero 2018 por juaritosliterario

Juárez Whiskey, tercera novela del escritor juarense César Silva Márquez, avecindado en Veracruz, es, en mi opinión, su producto más logrado, el que más he disfrutado, quizá también el más intimista y estático, incluso aún más que ciertos poemas narrativos en donde existe mayor acción. Tiene su encanto seguir la pista de un autor activo que explora diferentes registros, como el género policial o el cuento de zombis, y que se atreve a publicar un poemario homónimo al póstumo de Neruda: Jardín de invierno (2018), que espero llegue pronto a mis manos. Juárez Whiskey, con dedicatoria a la escritora y académica Magali Velasco, apareció en abril de 2013 bajo el sello editorial Almadía de la ciudad de Oaxaca. Su protagonista, un ingeniero de mediana edad llamado Carlos, recorre Ciudad Juárez a través de una nostalgia recurrente que lo lleva a deambular en un espacio emocional cargado de recuerdos y anécdotas personales, pero también entre caminos y cruces cotidianos fáciles de reconocer: el puente libre de Córdoba-Las Américas (en donde inicia la narración), la avenida Reforma con edificios enrejados que dan mala espina, la nevería-librería Acapulco o la avenida Valentín Fuentes, antes llamada Juan Ruiz de Alarcón, que se inunda con las lluvias de julio (o las de la semana pasada). Así recuerda Carlos la zona en donde vivió durante sus primeros once años, ahí por el “Seguro nuevo”, que ya lleva en funciones casi medio siglo. Y el narrador indaga más en las introspecciones del personaje: “se preguntaba si los árboles seguirían ahí. En esta ciudad lo que crecía más rápido era el cemento”.

135 SilvaM - Juarez Whiskey

-Lee aquí la novela.

Ya sea por un dolor de muelas, equiparable al que experimenta una ciudad con la escalada de violencia, o por un reciente desamor, Carlos encuentra asideros en pequeños placeres, como el pollo rostizado o un interminable whiskey que presta el título a la novela. Justamente José Juan Aboytia, quien ha vivido “hasta ahora, en tres ciudades fronterizas: Tijuana, Mexicali y Ciudad Juárez”, –y da clases en la vida real en la UACJ–, le explica a Carlos una minucia sobre la escritura de la bebida. “En una letra de más, la e, va el proceso de los destilados”; uno es el whisky escocés; y otro, el bourbon, el whiskey, “no importa que sea de centeno, maíz o una mezcla de granos”. En “una vieja cantina sobre la 16 de septiembre, atendida por el señor Antonio Rojas, mejor conocido como don Tony” (El Recreo, ¿dónde más?), José Juan le da a probar a Carlos “un bourbon fuerte, rasposo y dulce. Es Juárez Whiskey, dijo”. ¿Alguien recuerda esas botellas? No hace mucho vi una en el Bazar de El Monu. El licor, junto con el Waterfill Whiskey “comenzaron a ser producidos en esta frontera allá por 1920. Luego, la prohibición de alcohol fue levantada en Estados Unidos y, con ella, la demanda de los dos bourbons decayó”. Incluso la leyenda negra de la ciudad guarda un amargo sabor a nostalgia.

135 SilvaM juarez whiskey

El mismo Silva Márquez ha reconocido esta cualidad melancólica que recurre a la memoria para reconstruir una ciudad en constante cambio. Así lo expresa su personaje: “Los lugares se van modificando y uno se da cuenta de que te vas haciendo viejo cuando dices: Antes se llamaba así o antes en esta calle había tal restaurante. Y es posible ver el fantasma del edificio, aunque sólo sea uno quien lo ve y los otros te miren como si estuvieran contemplando una pared blanca y lisa. Así pasa con los verdaderos fantasmas”. En lo personal, llevo poco tiempo viendo en Juárez como para notar la mudanza en su fisonomía, aunque sé que cambia. Lo que es cierto, y lo confieso, es que evito a cualquier precio (incluso el de tener una parte de mi biblioteca extraviada) visitar el antiguo departamento de mis padres, en el Estado de México… ¡ahí espantan! Concluyo reafirmando el peso de la nostalgia como eje de la composición y lectura de Juárez Whiskey. En un viejo diccionario de hace dos siglos hallé una definición muy a cuento: “Dolencia ocasionada por la pena de verse ausente de la patria, o de los deudos y amigos. En algunas provincias [quizá en Xalapa] la llaman mal de la tierra”.

135 Dali Gran masturbador

Carlos Urani Montiel

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De Juaritos… El Recreo

martes, 14 marzo 2017 por juaritosliterario

Para quienes nacimos en Ciudad Juárez se ha normalizado el escuchar que alguien nos cuente que viene de Durango, Veracruz, Puebla o algún otro estado del país. Resulta sencillo suponer las razones de su mudanza a la frontera: hay más oportunidades de trabajo y facilidad para obtener una casa propia después de algunos años de laborar, claro; además es probable que en algún momento nuestros padres o abuelos lleguen buscando esas mismas disposiciones. De esta manera arriba a la ciudad Mauricio Rodríguez en 1990, a quien le costó adaptarse “No pocas lágrimas y no menos chingadazos”, en sus propias palabras. Oriundo de Torreón, Coahuila, ejerce de periodista aquí, donde sabemos que dar testimonio de lo ocurrido implica un riesgo a morir. El cuentario De Obregón… El Recreo se publicó bajo el sello editorial Sediento Ediciones dentro de la colección “Lengua de gato” en diciembre de 2012. En él nos topamos con breves anécdotas, relatos o testimonios, en los cuales el conflicto parece estar dentro del yo-narrador habitante de la ciudad. Por ello, es este último quien tiene el mayor protagonismo pues aun cuando deja que otros personajes hablen, su voz siempre resalta: “estoy aquí y así –sobre– vivo en esta frontera”. El Recreo surge como un lugar seguro (¿qué lugar con cerveza no lo es?) para observar todo con el ojo “de hormiga, con que me mantengo alerta del acontecer del bar”.

88 Rodríguez Obregon-Recreo

Lee aquí el cuentario

La nocturnidad de Juárez se caracteriza por hombres dormidos en las bancas del centro y mujeres que salen a la calle a trabajar con el mismo fin que todos tenemos: buscar el sustento diario. Imágenes normales para quienes han caminado por el centro de noche, las cuales, sin embargo, no dejan de ser vistas con desconfianza. Mauricio Rodríguez lanza con pasividad estas polaroids cotidianas: “Vuelvo la vista a la calle y me encuentro a uno de ellos que se aferra a limpiar un vidrio y sólo recibe como pago un claxonazo y el arrancón del automovilista. Percibo en su rostro de ojos vacíos, la mirada desesperanzada, ellos son la puerta del hambre y la violencia, a un callejón por donde Dios ya no quiso volver a pasar”. En el cuento “The homeless blues” Harold, un hombre que como muchos otros viene de fuera, nos deja algunos epígrafes dedicados a la ciudad: “Al menos voy a morir feliz, así quise mi vida, cuando tienes un cigarro, tienes que ponerlo en tu boca y con tus manos activas tienes que cuidar con los dedos que el viento no apague tu cerillo, porque el diablo a veces puede ser el viento”. Para él y para la mayoría de los personajes que deambulan por la zona céntrica –incluyendo al autor– El Recreo funciona no solo como su checkpoint sino también como su hogar, por ello “al entrar al bar me reconforto al encontrarme con rostros conocidos”, rostros que pueden representar a sus hermanos o primos de otra parte del país. Incluso, a veces llegan desconocidos que se convierten en tus verdaderos amigos por un par de horas.

88 El recreo - google

“Eso ya pasó a la historia” fue lo que le dijeron a Paco hace un mes en El Recreo, cuando indagamos si tenían Juárez Whiskey. La pregunta la hicimos llevados por la curiosidad de probar aquel licor producido y añejado en tierra juarense que durante años sació la sed provocada por el prohibicionismo estadounidense. La gente cuenta que cuando la D.M. Distillery cerró definitivamente sus puertas el propietario de El Recreo compró botellas, pero no para venderlas como tal, sino para ofrecerlas como tragos dentro del establecmiento. Nos quedamos con las ganas pero tranquilos, bebiendo cerveza y satisfechos de poder escuchar las historias que, como «detectives salvajes», nos llevaron a este conocido lugar. De igual manera, Mauricio Rodríguez en De Obregón… El Recreo, alcoholizado y oliendo a cigarro, nos cuenta sus vivencias y las de otros, la cuales, como la mayoría, fluyen mejor si hay cerveza de por medio. Afortunadamente, este bar sigue guardando historias entre sus paredes, aquí, donde parece que derribar edificios históricos es deporte local.

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Gibrán Alejandro Lucero Loera

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Voz de los noctívagos

lunes, 06 febrero 2017 por juaritosliterario

Una lectura del poemario Conversando otra voz, de José Joaquín Cosío

Hablaremos del primer libro publicado por Joaquín Cosío, originario de Tepic, Nayarit y radicado en Ciudad Juárez desde la edad de once años. Este poeta, narrador, dramaturgo, periodista, profesor universitario, actor de teatro y cine nació en 1962 y su libro apareció bajo el sello de Joan Boldó i Climent Editores, en coedición con el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de San Luis Potosí, con fecha de 1990. Hasta hoy (febrero de 2017), es la primera y única edición. El autor ha publicado posteriormente un grupo de poemas en el texto colectivo Cíbola, cinco poetas del norte (UNAM, 1999), compartiendo espacio con Jorge Humberto Chávez, Alfredo Espinosa, Gabriela Borunda y Rogelio Treviño, este último fallecido hace cinco años. Luego dio a la luz Bala por mí el cordero que me olvida (Ediciones sin nombre / Nod / Instituto Chihuahuense de la Cultura / Taberna Libraria Editores, 2011). Conversando otra voz corresponde a una incipiente, pero ya notable, tradición de escritores juarenses gestada en los años 80 del siglo XX, durante el taller fundado por el recién desaparecido novelista potosino David Ojeda.

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Los años que Cosío pasó en Ciudad Juárez fueron de intensa actividad formativa y definitoria: su participación en teatro fue intensa y pronto manifestó una gran calidad interpretativa. La estancia en el taller literario y el trabajo actoral fue desplazando a segundo plano la docencia y otras responsabilidades de Cosío, cuya existencia cobra sentido en función de las dos vocaciones artísticas aunque, en algunas entrevistas, ha expresado ser un actor que además escribe poesía. Esto resulta claro a vistas de que se ha convertido en una de las principales figuras del cine mexicano a partir de Matando Cabos, donde protagonizó a su primer personaje de gran éxito en la pantalla grande. En cuanto a la obra escrita, algunos de sus amigos juarenses tenemos la suerte de lucir en nuestros libreros sus textos autografiados, gracias a la amistad y cercanía propiciados por el azar y el común interés por las letras. La poesía de Conversando otra voz es una lírica donde predomina el desencanto frente al mundo. Además, resulta notoria la infrecuencia del yo poético: se trata de textos donde la voz que cuenta y reflexiona se resuelve generalmente en un colectivo “nosotros”. Le sigue en importancia la segunda persona gramatical.

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Lee aquí el poemario

Sin embargo, cuando el lector comienza a recorrer las páginas iniciales, lo primero que encuentra es un par de estancias de tono personal: “yo no conozco a alan watts / nada sé de su estela marítima… / mi silencio toma cerveza casi todos los días…” El resto del poemario se apoya en apelaciones de un “nosotros” hacia algún “tú” generalmente femenino. En ocasiones, ese “tú” es indeterminado, o bien, se trata de una persona retórica que se identifica con el yo poético, como en este bello poema, “Personaje”, de íntima biografía. Un inquietante desdoblamiento se revela al final de la primera estrofa, así como en la última estancia.

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Aquí, el poeta frente al espejo reflexiona sobre su propia historia en una fecha relevante, el cumpleaños  (ya cerca del trigésimo), quien se ve a sí mismo como un “jardín de frases condolidas”, es decir, como un productor de palabras, un poeta. Las frases son “condolidas” porque el poeta ficcional que habla en el texto asume y comparte el dolor del otro, que no solo es él mismo en su desdoblamiento, sino otros humanos, según consta en la segunda estrofa: “los que sueñan”. El semblante compungido de los rostros corresponde parcialmente al tono general del libro que venimos comentando, y que comparte con muchos textos de los poetas contemporáneos a José Joaquín (j.j.): un estado anímico perseguido por la insatisfacción existencial, cierto desencanto del mundo que forma la pátina característica de mucha poesía desde las vanguardias del siglo XX en sus inicios o quizá desde el siglo anterior. Ese tono, esa actitud que no llega a ser tristeza o lamento pero sí lleva su matiz de amargura es el sello que unifica a ese grupo de autores surgidos en el primer taller del INBA juarense.

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A la influencia de viejas poesías vanguardistas y biografías de escritores rebeldes de siglos pretéritos se deben en parte el gesto y las maneras bohemias de estos importantes autores que animaron la vida cultural de nuestra ciudad por varios años. Vale aclarar que no toda la obra ni todos esos autores destilan el mismo licor: hay algunos cuya poesía es más bien festiva y lúdica, como el caso de Miguel Ángel Chávez. Asimismo, varios poemas de Conversando otra voz nos regalan con el pleno amor y evocaciones de intensa ternura. Y desde luego, no faltan los metapoemas, textos que tratan del proceso mismo de la escritura, como el que encontramos en la página 44 e inicia de este modo: “la palabra arrugada / la palabra rota en el fondo del cesto / inmóvil como la quieta furia de las víboras…”.

Tradición y verso libre

En los versos del poema antes mencionado, “Personaje”, a simple vista de metro libre, se mantienen vigentes fórmulas tradicionales. Por ejemplo, de las doce líneas, tres son endecasílabos acentuados de acuerdo a los cánones. Hay, igualmente, tres versos alejandrinos (de 14 sílabas), uno de nueve, uno de diez y otro de 16. Los alejandrinos están perfectamente separados por pausas en la séptima sílaba (hemistiquios). El verso de 16 sílabas en realidad es compuesto por nueve y siete. Es un poema donde se combinan entre sí versos cuyo número de sílabas es impar. La tradición prescribe que es preferible combinar versos pares o impares, pero no ambos, en los poemas. Aquí solo el decasílabo escapa al patrón formal, aunque fluye con agradable ritmo porque se encabalga con el endecasílabo anterior. Nos detenemos en estos detalles técnicos (la poesía es técnica) para constatar la cultura literaria del autor, alimentada sin duda por el amplio bagaje que la literatura universal nos ha legado. También es evidente que estamos ante un poeta de su tiempo, inserto en el ambiente del quehacer literario mexicano y en sintonía con los estilos de sus amigos y conocidos en el medio, sin menoscabo de reconocibles matices personales. Leer sus poemas casi es como escuchar su voz profunda y modulada, acorde con su experiencia y sensibilidad de actor.

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El espacio literario

En la poesía de Joaquín, en este libro, predomina el imperio de la noche. Sus espacios no se ubican en lugares concretos, pero sí en lentos atardeceres, caminatas bajo la lluvia o sobre las hojas que el invierno derrama en el pavimento: imágenes que sin duda reconocemos y vivimos en esta ciudad…  o en cualquier gran metrópolis. Conocemos, eso sí, algunos sitios donde el autor leyó sus textos en compañía de sus colegas talleristas: el Museo de Arte, la Biblioteca municipal Arturo Tolentino, la preparatoria de Altavista, la UACJ, entre otros. Hay, sin embargo, un poema que podemos ubicar, gracias a charlas personales con el autor: “Vuelo del colibrí”, dedicado a la narradora Rosario Sanmiguel. La idea le vino al poeta luego de advertir el asombro de Rosario ante la aparición de un grupo de estas avecillas junto a los muros de cristal del Museo de Arte del INBA, donde año con año regresaban, por lo menos hasta comienzos de los años 90. Luego, el verdadero tema del poema no es el que indica el título, sino la emoción sorprendida de una amiga al descubrir colibríes en ese lugar. .

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Como lectores asistimos a las visiones del poeta, cuyas “ciegas geografías” transcurren mayormente de noche, en alcobas y calles pobladas por “siluetas   nombres   paraísos” (52), pues la ciudad es “un juego de espejos ingrávidos”. El diagnóstico de esta visión de la urbe, en la voz poética, es que “no somos   no soy otra cosa”. Puede uno imaginar el recorrido de Cosío por esas calles, de noche, después de la fiesta en casa de un amigo o en los bares. Algunos de esos lugares fueron recurrentes hasta volverse icónicos, por ejemplo la cantina El Recreo, situada en 16 de Septiembre y Francisco I. Madero.

El espacio ficcional y los habitantes de carne y hueso

¿Qué somos nosotros, lectores mortales, en la ciudad pintada, imaginada por los poetas? Las calles de Conversando otra voz se nos presentan desoladas, su atmósfera cargada con el peso del abandono y la soledad. ¿Acaso no son así las calles nocturnas de nuestra ciudad, cuando las andamos sin compañía, terminada la euforia de la celebración recién vivida en una francachela?

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Los noctívagos, hombres o mujeres, experimentamos la zozobra y el frío de esas andaduras alguna vez, y por ello es fácil sentirnos identificados con estos poemas plenos de estremecimientos íntimos, de nostalgia e incertidumbre. En esa identidad con la ciudad real y la ciudad mítica radican la fuerza y el valor de los versos que nos regala en esta ópera prima José Joaquín Cosío.

Agustín García

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EL PABLOTE EN EL RECREO

jueves, 24 marzo 2016 por juaritosliterario

Miguel Ángel Chávez Díaz de León nació en estas tierras en 1962. Policía de Ciudad Juárez (2012) es su primera incursión en la novela. La trama es simple (quizá demasiado): Pablo Faraón, el Pablote, un policía destituido de las calles y la acción, es el Comandante Amarillo de la Brigada Listón —eficaz en su trabajo de colocar antes que nadie la Cinta Amarilla—. Por otra parte Ruth, su pareja, es una mujer a quien la violencia le arrebató a su esposo y a su hija de cinco años. Luego del boom de la violencia en Ciudad Juárez, Pablo Faraón tendrá la desdicha de encontrarse en medio del fuego cruzado entre dos cárteles quienes deciden declararse la guerra, dejando a una ciudad desangrada y desesperanzada gracias a la presencia de la muerte y el miedo. Y solo Faraón tendrá la oportunidad de lograr un armisticio y quizá traer paz a la ciudad. La violencia expuesta en la novela es sin duda caricaturizada: incluso el narrador, para hiperbolizar sus comparaciones, hace analogías con las películas de Quentin Tarantino y Tomy y Daly.

Las Vegas night club

Lee aquí el libro

Así los pasajes de violencia, que son bastantes, también caricaturizan los espacios. Un ejemplo es sin duda el clímax de la novela donde luego de decidir escapar de Ciudad Juárez y renunciar a la policía, Pablo y Ruth escuchan el quejido de las sirenas desde el hotel Fiesta Inn. Rápidamente se movilizan y presencian el horror: “En menos de cinco minutos nos acercamos. Ambulancias, unidades de la Policía Federal y del Ejército impedían el paso, media docena de vans del SEMEFO y dos camiones de bomberos completaban la escena dantesca. El Recreo ardía” (144). El Recreo, punto de reunión que a lo largo de Policía de Ciudad Juárez se expone como un lugar pequeño y agradable, arde por la noche: pasa de ser un lugar ameno a ser un espacio violentado por las circunstancias de la ciudad. La escena se presenta como dantesca, donde el lugar en llamas es contaminado con la presencia del ruido policiaco, por el olor de los cuerpos “chamuscados” y por la eliminación total de aquellos que festejaban. Nadie de los que yacían dentro sobrevive. Un atentado con bombas y explosiones busca a toda costa erradicar al líder del cártel enemigo, el Atoto, quien escapó porque quería ir al baño, en contraste con Vincent Vega en Pulp Fiction quien no escapa por haber ido. El bar de inmediato se transforma en “un lugar ausente”: “Aquello no era el Recreo, mi cantina favorita, solo la pared de la contra barra estaba de pie. Mesas, sillas y cuerpos chamuscados estaban regados entre escombros, las llamas y el humo” (145). El Recreo se reinterpreta y su despojo es ahora una pared que sobrevive entre el humo y las llamas. Los muertos también se reinterpretan: de seres humanos pasan a ser cifras: “53 muertos y contando” (144). Los lugares dejan de ser espacios y las personas se deshumanizan.

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Fundado en 1920, El Recreo fue de las pocas cantinas que soportaron la desolación en los años de la violencia en la ciudad; en la novela de Miguel Ángel Chávez, el narrador insiste en lo último. Ubicado en el cruce de 16 de septiembre y Francisco I. Madero, frente a la casa del Pablote, es un lugar que nace y vive de la leyenda y la Historia de la ciudad. Efigie de la bohemia y la poesía, la buena plática y el alcohol, se ha vuelto un espacio digno de culto en donde es común ver a pintores, periodistas, escritores, poetas y músicos: aquí bebieron Miguel Ángel Chávez y Joaquín Cosío, Susana Chávez y recientemente la banda de rock Tetas Lazzer. Sus mandamientos son inapelables. No hay mujeres detrás de la barra. Mariachi, rock, jazz, blues, Tin-Tan suelen escucharse en la Rockola más vieja de Juárez. Nunca se cierra después de la medianoche. Por fortuna, tampoco arde durante la madrugada.

Antonio Rubio

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Juaritos Literario 2021

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