Aves que solo observan
Gaspar Gumaro Orozco es un poeta, traductor y diplomático chihuahuense nacido en 1971, actualmente director asociado del Instituto Jaime Lucero de Estudios Mexicanos de la City University of New York. Como escritor, ha estado constantemente entre Estados Unidos y México, por lo que ha reflexionado sobre el fenómeno de la frontera; es muy observador de su ambiente y lo demuestra plasmándolo en sus versos. Algunas obras del autor son Abrir fuego (2000), Notas del país Z (2008), Autocinema (2011), así como su contribución en algunas antologías poéticas: El silencio de lo que cae (2000), Antología general de la poesía mexicana: poesía del México actual, de la segunda mitad del siglo XX a nuestros días (2014), Inestabilidad: poesía contemporánea de Francia y México (2016). La antología El silencio de lo que cae, publicada por la UNAM en el 2000, se compone por cinco poemarios de los poetas mexicanos Edgar Rincón Luna, “Poemas”; César Silva Márquez, “La mujer de la puerta”; Carmen Amato, “El cielo es otro mar”; y Gaspar Orozco “El silencio de lo que cae”.
Uno de los poemas de Orozco con los que cuenta esta antología, “Desde el alambre hirviente”, se compone de versos libres que describen, a partir de un punto de vista aéreo, cómo un ave observa la ciudad desde lo alto de un cable, “sordo voltaje de sombra”, donde está posada. La mancha urbana “evoluciona en sus incendios”; esta metrópolis “de los muertos” luce “pintada de rojo y azul”. El pájaro, que no pía ni trina, solo espera el tiempo para emigrar y así escapar de la ciudad. Percibo en estas aves sin canto un mensaje para la sociedad. El poema construye así un escenario urbano, el cual se encuentra en desgracia. ¿De qué ciudad se trata? La pregunta surge y resuena en unos versos que aluden y sugieren, pero que no señalan de manera directa. Quizá sea la voz lírica esa misma avecilla que observaba la ciudad que ha sobrevolado. En ese sentido, cada lector puede asumir la mirada de ese pájaro para ver así si su propia ciudad se le asemeja.
Aunque no se mencione el nombre de la ciudad que se describe en el poema de Gaspar Orozco, una lectora quien vive en un lugar donde la violencia es problema de todos los días, puede encontrar fácilmente la conexión con aquel poblado; podría ser nuestra misma Ciudad Juárez. Quien habita en la bien llamada “ciudad de los muertos” puede ver, al igual que esa ave, cómo se torna de rojo el ambiente con cada muerte que ocurre, los disparos que se escuchan, la inseguridad con la que transita; una ciudad que crece en población y espacio pero que continua con estas contrariedades día con día. Cada habitante puede transfigurarse en ese ser alado que observa tristemente su ciudad, solo que no desde lo alto de un alambre. Aquí los pájaros ya no cantan, tan solo observan y después emigran, así como muchas otras personas que deciden también tomar esa decisión.
Mayra Fabiola Mendoza Muñiz
Fotografías: Héctor González
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