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Publicaciones de la categoría: Contratación

Blancos paisajes que matan

10 Lunes Oct 2016

Posted by juaritosliterario in Contratación, Maquila, Vida cotidiana

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Etiquetas

narrativa, siglo XXI

Desde hace varias décadas Juárez es una ciudad maquiladora por excelencia; sin embargo, el auge de la representación de esta realidad en la literatura local es mucho más reciente. A excepción de Mujer alabastrina (1985), los textos concernientes a la maquila comenzaron a surgir a finales de la primera década del presente siglo y la mayoría de ellos se reunieron en Manufractura de sueños (2012). Elpidia García Delgado participa en esta antología con el relato “Wyxwayubs”, el cual formó parte, dos años después, de su cuentario Ellos saben si soy o no soy. Las veintidós narraciones –divididas en “Maquilas que matan” y “Cofres de cascabeles”– retratan de manera íntima y personal –hay que destacar que la autora trabajó en esta industria bastante tiempo– el mundo dentro de la maquiladora así como los estragos que causa en la vida de cualquier persona. Es decir, Elpidia García se une a esos escritores –aunque quizá ella es la más importante en cuanto a esta temática dentro de la literatura juarense– que, según palabras de Élmer Mendoza, “Les duele percibir cómo un ser humano, posiblemente una raza, se pierde para siempre entre filamentos brillantes y luces de neón”.

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Lee aquí el cuentario

Y este es el tema que me interesa resaltar: la pérdida de identidad causada por el extenuante y monótono trabajo de operador. Pero primero me detendré en el título del cuentario: un verso del poema “Ellos” de Mario Benedetti levemente modificado, el cual forma parte de una de sus obras más conocidas, Poemas de la oficina. Aquí, el poeta uruguayo dedica su discurso al ambiente urbano y logra cifrar en verso el universo de la oficina. “Ellos saben si soy o si no soy” se refiere a la diferencia existente entre jefes y empleados en el caso particular de la burocracia montevideana de los años 50’s. Elpidia García recoge este contexto de subordinación, enajenación e inconformidad para traerlo a la industria y sociedad juarense de los últimos casi 60 años (el Programa de Industrialización Fronteriza comenzó en 1964). Por otro lado, el título también responde al tema de la deshumanización que impregna todo el libro, sobre todo el cuento inaugural, “Escalera rota”: “En realidad, no conozco sus nombres, me llegaron de pronto y se los puse. El mío lo he olvidado. Lo olvido todos los días hasta que René y Otoniel me llaman Marcela cuando los encuentro y entonces lo recuerdo; luego dejo de hacerlo en cuanto se alejan”. La voz narrativa corresponde a una mujer que, lo sabemos después de varias líneas, murió en la fábrica al igual que sus otros dos compañeros. Sin embargo, la historia contada bien podría retratar la de cualquier otro obrero aún vivo: el proceso laboral a que son sometidos, la sensación de encierro, la monotonía y el cansancio que solo los canturreos medio desvanecen. “La música humaniza el paisaje de maquinarias en funcionamiento”.

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“El conciliábulo de los halcones” pone en relieve el tema de las enfermedades provocadas por la maquinaria a que son expuestos los operadores. En Sangre joven. Las maquiladoras por dentro, Sandra Arena dedica una sección a la cuestión de la salud a partir de testimonios de mujeres trabajadoras: “Todo el tiempo que está uno dentro de la planta siente que la nariz le arde y el ambiente lo nota uno espeso. Cuando una sale a la calle siente que por fin respira. ¡Que vives!” La labor que realiza Adrián, protagonista del cuento, lo mantiene constantemente expuesto a respirar el poliéster con que se llenan las almohadas ahí fabricadas. No obstante, otras 30 costureras, al igual que él, poco a poco sufren las extremas consecuencias de inhalar los filamentos del mismo material: convertirse en halcones (así como se oye) después de que “cesaron la música, las bromas, sólo se escucha el sonido arrullador de las máquinas de coser y el silbido del aire a presión de la rellenadora de Adrián”. El narrador, un gerente de producción, es quien se da cuenta de los tenebrosos cambios, aunque nadie le cree: primer síntoma de locura o pérdida de control de los nervios –o apreciación de la deshumanización a la que incluso él estaba expuesto–. “De pronto me pareció que el tiempo se detenía sobre ellos en ese paisaje blanco. Me detuve a observarlos. Se movían como cosas vivientes ralentizadas, obligando torpemente a los miembros entumecidos a funcionar”. Sin embargo, esta situación a nadie le importa porque, como bien se dice en uno de los testimonios de Sangre joven: “Ese es el problema, hay muchísima gente buscando chamba, por eso a ellos no les interesa la salud de la gente”.

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El cuento que más resalta el carácter deshumanizante y enajenador de las maquilas es “Wyxwayubas”, el cual me hizo pensar en paisajes futuristas como los de Un mundo feliz o la película Sleep Dealer: Felizardo “siguió a los demás sin salir de su asombro por un pasillo iluminado en el suelo como los de los aviones. Cruzaron una puerta automática y entraron en un espacioso salón. La blancura de las paredes los cegó y tuvieron que aviserar momentáneamente sus ojos. Se formaron en fila para recibir las charolas con alimentos”. Una droga, la nepentina, permite que el trabajo se haga adecuadamente y que los operadores ni siquiera sientan los estragos de la jornada: “Al comenzar el turno, lo primero que haces es presionar el botón. Con la microinyección, una sustancia te permite trabajar concentrado en tu trabajo. No puedes desviar la atención, por más que quieras. Y lo mejor de todo es que aunque estés de pie por nueve horas no sientes ningún tipo de cansancio, te hace sentir muy bien. A mí me encanta. ¡Hasta se me olvida lo poco que me pagan!”. El dueño de la empresa, Keith Poppy ha encontrado la solución… bueno, en la ficción existe la posibilidad de manejar la situación al antojo del autor, pero ¿no es esto algo similar a todos los intentos de mantener contentos a los trabajadores con días de campo los fines de semana, campeonatos deportivos, fiestas –con bastante alcohol– fuera y dentro de las plantas?

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Sea con cierto estilo fantástico, realista o incluso de ciencia ficción, las narraciones recopiladas en Ellos saben si soy o no soy muestran los estragos –muchas veces fatídicos– que ocasiona la industria maquiladora en el cuerpo, mente y economía de los trabajadores. Ahora bien, la cuestión del espacio aquí no sobra sino que excede la especificación de cualquier lugar. Los relatos de García abarcan cualquier maquila de nuestra urbe, de igual manera que cualquier persona podría verse reflejada en esos níveos paisajes que matan.

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Amalia Rodríguez

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Parodia y transgresión del espacio oficial

27 Martes Sep 2016

Posted by juaritosliterario in Contratación, Hotel Juárez, Monumento a Benito Juárez

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siglo XX, teatro

Los ilegales, del chihuahuense Víctor Hugo Rascón Banda (1948-2008), cuya primera edición fue publicada en 1980 por la Universidad Autónoma Metropolitana, pertenece a ese movimiento artístico del teatro de tesis o documental, según lo concibieron Bertold Brecht y Peter Weiss: el dato objetivo sobre la invención, largos parlamentos como crítica social y política, uso de elementos hiperrealistas para resaltar la “verdad” de los acontecimientos.

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Lee aquí la autobiografía del dramaturgo

Obra temprana, pero que contiene ya muchas de las directrices y tópicos que caracterizarán a su producción, Los ilegales es, antes que nada, una suerte de ejercicio apologético que, desde lo dramático, critica la explotación que padecen los inmigrantes mexicanos durante su travesía hacia Estados Unidos, una explotación que, sin embargo, resulta irónica, pues los tres protagonistas masculinos no solo son víctimas de las prácticas racistas norteamericanas, sino también de sus propios compatriotas: policías, polleros, chicanos.

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Estrenada en 1979 en el teatro Flores Magón de Tlatelolco y dirigida por Marta Luna, la estructura de la pieza es simple, aunque lógica, toda vez que se ajusta bien a la semántica de la frontera: dos actos, “Este lado, México”, donde conocemos la pobreza de las tres parejas y “El otro lado, Estados Unidos”, en el que transcurre la mayoría de las jornadas, y el eje topográfico centro-sur/norte. En cuanto a la disposición escénica, destaca el empleo de un puente o una alambrada que, conforme avance la obra, ascenderá entre los personajes y el público, de manera que al final sea “tan alta como la que separa la frontera”.

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Aunque hay otros elementos interesantes que merecen atención, como las alusiones peyorativas de lo prehispánico (me refiero al diálogo entre el Padre y los Hijos gringos cuando se disponen a quemar los pies de Jesús), la función coral del Informante o la continua actualización de lo documental –un montaje en esta época sin duda requerirá de canciones y notas periodísticas distintas–, me concentraré en el inicio de la sexta jornada, donde la acción se desarrolla en el monumento a Benito Juárez. Concretamente, atenderé la “transgresión” de Juan en este espacio considerado “patrióticamente correcto”, cuando éste realiza una divertida parodia del Benemérito de las Américas, frente a una “distinguida” audiencia de vagos, ciegos y timadores.

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Cabe destacar, en primer lugar, que Rascón Banda no precisa quién es el personaje que se yergue sobre la plataforma, sino que prefiere acotar, quizá como un guiño irónico: “Alrededor de un monumento a un prócer, varios hombres pasan el tiempo. Jesús teje llaveros, José juega. Entra un contratista anunciando empleos”. Tras las ofertas del Contratista y el Enganchador –quien alude al Hotel Juárez– y la segunda aparición de una pareja de ciegos que interpreta una canción de Uruáchic (¿símbolo de la fe ciega de estos personajes?), Juan sube a la base y, ayudado por los hombres que están a su alrededor, exclama: “Yo sé lo que está haciendo el mono este. Con esta mano señala aquí; con la otra, el otro lado. ¿Saben qué dice el viejo? ¡Al que no le guste México, que se largue al otro lado!”.

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Quienes han visto este tradicional monumento –ya no es necesario venir a Ciudad Juárez, basta un clic en Google–, sabrán que mide poco más de dos metros y, además de la figura del ex presidente, tiene esculturas alegóricas de origen italiano. Se inauguró en 1910, un año después de la primera piedra colocada por Porfirio Díaz. Creo que fue remodelado hace algunos años.

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Jesús Gamboa

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Arminé Arjona y la identidad femenina juarense

27 Miércoles Jul 2016

Posted by juaritosliterario in Contratación, Feminicidios, Frontera, Maquila

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poesía, siglo XXI

La escritora Arminé Arjona nació en Ciudad Juárez hacia 1958 y ha dedicado su quehacer literario a evidenciar la encarnizada suerte de esta urbe fronteriza. Un interesante texto de su autoría aparece en la antología titulada Manufractura de sueños: literatura sobre la maquila en Ciudad Juárez (2012); misma que según sus editores –Ricardo Vigueras y José Juan Aboytia– es un tributo a una tierra que “Nunca ha sido lo que quiso ser [pues] Otras voluntades, que no fueron las de sus habitantes, modificaron siempre su existencia”. La obra se compone de siete capítulos y el poema de Arjona inaugura el segundo de ellos denominado “Maquiladonnas”. “Juana de Asbaje, a la mujer que trabaje”, es efectivo desde el primer verso debido a la carga histórica y social que han adquirido con el pasar de los años las redondillas a los “Hombres necios” escritas por sor Juana Inés de la Cruz durante el siglo XVII. Ya lo indicó Octavio Paz en Las trampas de la fe: ese poema fue “una ruptura histórica y un comienzo”, el comienzo del hablar femenino en “nombre propio”; por lo tanto, no es extraño que a más de tres siglos de su composición la poeta juarense retorne al eco replicante de la monja para denunciar la explotación y la mala remuneración que reciben aquellos que trabajan en las maquiladoras. Algo de sorna, de homenaje y, sobre todo, de protesta se topa el lector en esta sugestiva reflexión parafrástica: “Maquilas necias que explotáis / a la mujer sin razón, / sin ver que sois la ocasión / de tanto parque industrial”.

28 Manufractura suenos

Lee aquí el “Prólogo” de Élmer Mendoza, la “Introducción” y el poema

La ridiculización de la tradición poética novohispana divierte al lector y al mismo tiempo lo conduce a una serie de valores insertos en el imaginario colectivo relacionados con el texto original y con sor Juana: voluntad inquebrantable, lucha por los ideales, transgresión, inquietud intelectual y defensa de la dignidad de la mujer. Desde luego, el ahínco feminista que ha sido detectado en las redondillas del XVII ejerce su influencia sobre la autora, quien en más de una ocasión se ha expresado en contra de las desapariciones de mujeres, los feminicidios y el vivir con miedo que estos hechos han generado. La vulnerabilidad de las trabajadoras, su temor a caminar solas por las calles, el indigno sueldo que reciben y, en fin, las circunstancias injustas que atraviesan son el motor del ingenio: “Siempre tan necios andáis / a que saquen el nivel, / a una culpáis por buey, / y a otra por fácil culpáis”. En la introducción de la antología Sangre mía / Blood of Mine (2013), la cual reúne textos relacionados con la violencia, el género y la identidad, Jennifer Rathbun y Juan Armando Rojas Joo refieren que este tipo de poesía marca “el surgimiento del trabajo comprometido que ha formado parte de un debate socio-político, tanto emocional como intelectual, sobre la construcción de una identidad femenina juarense”. El poema de Arjona que ahí se recoge se titula “Solo son mujeres” y con potencia manifiesta la voz lírica: “En esta frontera / el decir mujeres / equivale a muerte / enigma y silencio”.

28 Rathbun - Sangre mia poesia

Lee aquí la “Introducción” y el poema

El ánimo contestatario de Arminé Arjona es una constante en sus escritos; incluso disfruta exteriorizar su sentir en algunos muros resquebrajados de la ciudad. Los títulos Juárez tan lleno de sol y desolado (2004) y Delincuentos: historias del narcotráfico (2005) ayudan a entender por qué su producción literaria se ha convertido en clamor contra la indiferencia y el olvido. La valía del tema que despliega Manufractura es innegable; claro está que la maquiladora es un motor económico de esta ciudad y un fenómeno social que trae consigo, entre otras cosas, la migración y la pluralidad cultural; sin embargo, más allá de eso, es también un contenedor de historias que a través de una mirada creativa pueden configurarse estéticamente. Las industrias se alzan como gigantes que trazan el paisaje urbano y en cuyo interior habitan, el esfuerzo, el cansancio y los sueños de miles de trabajadores.

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“Juana de Asbaje, a la mujer que trabaje”, consiste en un ejercicio de relectura y adaptación a la realidad juarense que conserva, además de la estructura, la esencia irónica e inconformista del poema raíz y su impulso primario: la lucha contra el silencio. Está el lector ante un claro ejemplo de que –con algo de suerte– las manifestaciones artísticas dan su fruto en las conciencias ajenas ocasionando que en lugar de aislarse de los problemas, los individuos puedan asumirlos como propios. La autora fronteriza ostenta la poesía como memoria en un juego intertextual que derrumba el discurso del bienestar social que los sectores hegemónicos de la sociedad proclaman; el mensaje no puede ser más claro: Ciudad Juárez sobrevive, pugna y crea.

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Diana Rubio

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De las cantinas a la maquiladora

30 Jueves Jun 2016

Posted by juaritosliterario in Avenida Juárez, Bar, Contratación, Lenguaje, Maquila

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narrativa, siglo XX

Víctor Bartoli escribió en el verano de 1985 Mujer alabastrina, su única obra y por la cual obtuvo el Premio Chihuahua. Por cuestiones más bien burocráticas se publicó hasta el 98, lo que explica que dentro de la trama de la novela se presente uno de los casos de feminicidio en Lomas de Poleo y el Lote Bravo. Es decir, el autor tuvo bastante tiempo para modificarla e insertar nuevas situaciones, incluso las ediciones posteriores –a cargo de Arca de Saidah Editores– también presentan bastantes cambios respecto a la primera, sobre todo en la cuestión del lenguaje, lo que le quita gran parte de su esencia original al texto.

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Lee aquí la novela

¿Por qué mujer alabastrina? En la película basada en esta obra –la cual poco tiene que ver con la “cultura maquilera” que tan bien supo reflejar Bartoli– uno de los personajes ofrece una definición: “Alabastrina quiere decir puta”. Sentencia que no hace otra cosa que reafirmar aquel estigma de la “maquiloca” que ha estado desde hace mucho tiempo presente en los discursos hegemónicos de los medios de comunicación, de los políticos e incluso de algunos círculos académicos. Creo que, más bien, el adjetivo tiene que ver con lo translúcido: “Hoja o lámina delgada de alabastro yesoso o espejuelo, que, por su traslucidez, suele usarse en las claraboyas de los templos en lugar de vidriera” (RAE). Y es que la novela se compone de tres voces, tres mujeres –La Güera, Chuya y Cata– que cuentan su vida, podría decirse que sin tapujos, en esta urbe fronteriza. Todos los viernes las amigas se juntaban en el Hawaian Club –en el Malibú no porque “era de lo piorcito”– para platicar, para distraerse; “Su encuentro viernesino era un rito involuntario. Repetitivo y frenético. Casi animalesco. Necesario para retener la voluntad de vivir. Les mantenía en pie, frente a una indiferencia humana inmerecida”. De esta manera nos enteramos de sus primeros amores y respectivos embarazos, de sus borracheras de juventud en bares de la Juárez y cabarets como El Bajarí, de la manera en que tuvieron que entrar a trabajar a la maquila y el tormento que esto significaba: “Es una chinga tener que levantarse todos los días a la cinco de la mañana; pelearse por alcanzar un lugarcito en la rutera pa’ poder llegar a tiempo; esperarse hasta las once de la mañana pa’ tragar algo a pesar de que te gruñen las tripas; aguantarse el olor a puritito azufre todo el santo día, porque las herramientas con que trabajas queman una cosa que así huele; desesperarse por el chingado ruido que retumba en los oídos y casi te los hace sangrar”. Las maquilas principales de aquellos años –60’s y 70’s– eran la “Acapulco Feichon” (Insurgentes y López Mateos) y la “Alen Bradley” (Parque Industrial Bermúdez), donde terminan por conocerse las tres compañeras de parranda.

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Salones de baile como el Hawaian Club en la Avenida Juárez o el Malibú, actualmente el estacionamiento de Hipermart San Lorenzo, se convirtieron en los nuevos espacios para los trabajadores de maquila, sobre todo mujeres. Jorge Balderas Domínguez analiza minuciosamente en “Ese obscuro objeto de deseo: las obreras en los antros de Ciudad Juárez” (Entre las duras aristas de las armas. Violencia y victimización en Ciudad Juárez) cómo las empleadas de la maquila a finales de los años 60 comenzaron a apropiarse del espacio público fronterizo y de esta manera transgredieron las fronteras de la cultura política patriarcal; además, afirma que estos espacios de diversión han sido cajones de registro de historias individuales y colectivas de grupos sociales, de clases, de identidades juveniles, estudiantiles y laborales de distintas generaciones, desde los cuales ha sido posible analizar la vida cotidiana de los habitantes de la frontera y, al mismo tiempo, la formación de lo que él llama “cultura maquilera”. Por otro lado, Limas Hernández en la misma antología habla de la maquila como un dispositivo de segregación y exclusión para cientos de miles de habitantes, ya que al instalarse en Juárez obligó a la ciudad a reestructurarse de manera que la configuración del espacio público y de la gestión del desarrollo no conllevaron políticas que garantizarán el goce de bienes de desarrollo y derechos sociales para la mayoría de la población. Existe una gran diferencia, afirma Limas, entre el oriente –industrializado– y el poniente de la ciudad, una configuración aún más agresiva para ciertas “categorías culturales” como la mujer. La obra del autor juarense describe bien esta situación: “Pa’ ellas ya nada era igual: Ciudad Juárez devino en una jungla donde a causa de su sexo, y el placer que éste le da al hombre, fueron condenadas como su presa perenne”.

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Bares, salones de baile, discotecas, y drives inn se convirtieron así en una válvula de escape a la problemática social y las mujeres se apropiaron de su espacio. En una entrevista, Bartoli se cuestiona “¿Acaso las mentes humanas son caóticas de suyo o las ciudades imprimen en ellas su propio desorden?… Y pienso que si es cierto aquello que dice que somos la suma de una serie inagotable de detalles, las ciudades –como espacios en que nos enjaulan– nos constriñen dentro de su propia lógica… El hecho lamentable es que en las manos de aquellos quienes diseñan los programas urbanos, también –aunque, indirectamente– se hallan nuestras mentes, en un estado inerme absoluto, sin que nos enteremos siquiera… En tanto que en mi natal Ciudad Juárez, la ciudad está diseñada para embrutecernos. Nos hallamos inmersos en la cultura del apaleo de la autoestima de la mayoría de los ciudadanos. Vivimos en medio de la basura, para que no olvidemos que valemos poco o nada… Sobre todo hacia el poniente de la misma, en donde viven los trabajadores… ¿Sabes cómo denominan los urbanistas este sector poblacional?… Bueno, pues “el dormitorio”, porque sus vecinos día tras día deben dirigirse hacia el oriente –en donde hay más inversión pública en calles pavimentadas, iluminación, vigilancia policíaca, para trabajar durante su jornada–; y por la noche, regresar a sus barrios deteriorados por el abandono, para dormir”. Nuestras protagonistas viven en la Colonia Bellavista, a un lado del centro de Juárez y su área de trabajo es el Parque Industrial Bermúdez; es decir, tienen que cruzar casi toda la ciudad por las madrugadas y las tardes en un malogrado y peligroso transporte de personal. No es que se justifique la vida de estas mujeres pero adentrándonos en su cotidianeidad comprendemos un poco más sus andares.

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Y sí, es otra entrada sobre bares pero si en Juaritos Literario nos gusta hablar sobre esto es porque a los autores juarenses les gusta hablar sobre cantinas y bares, lo cual no es arbitrario ya que todo lo dicho por ellos deviene de una “base histórico-social que ha abierto la posibilidad a la presentación de una literatura de esa zona” (Rodríguez Lozano): la llegada de la maquila, por ejemplo, o la creación de la leyenda negra de las ciudad fronterizas después de la Ley Seca estadounidense… simple y llana historia.

Amalia Rodríguez

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