INICIA SESIÓN CON TU CUENTA

¿HAS PERDIDO TU CONTRASEÑA?

¿HAS PERDIDO TUS DETALLES?

¡UN MOMENTO, YA ME ACUERDO!

Juaritos Literario

  • LOGIN
  • Inicio
  • Proyecto
  • ¿Quiénes somos?
  • Participa
  • Rutas
    • Aquí a la vuelta… de página
    • Callejones en proscenios
  • Noticias
  • Producción
    • Taller Boreal
    • Artículos
    • Conferencias
  • Odonimus
  • Inicio
  • polvo
  • Archivo de categoría"polvo"
26 febrero, 2021

Category: polvo

Un viento que se lleva la vida

martes, 05 marzo 2019 por juaritosliterario

Desde hace un par de años, Elpidia García se ha colocado en un alto escalón de la narrativa juarense, irrumpiendo con éxito en la escena mexicana. Ellos saben si soy o no soy (2014) reúne sus primeros cuentos, los cuales la posicionan como la autora más importante y prolífica en cuanto a la temática de la maquiladora. Ese mismo año obtuvo el premio Voces al Sol, gracias a otra serie de relatos que conforman Polvareda (2015), donde aún predomina la cuestión de la industria ensambladora, ya sea de fondo o directamente en el desarrollo de sus personajes. En el 2018 gana el premio Bellas Artes de Cuento Amparo Dávila por El hombre que mató a Dedos Fríos y otros relatos. Hace un par de días se presentó el libro bajo el sello editorial de Lectorum y el INBA. Los quince cuentos, afirma Ricardo Vigueras en la contraportada, “hilvanan un tapiz de la vida cotidiana en la frontera entre México y Estados Unidos. En ese recurrente territorio mítico (desde el Western que preside las dos primeras historias), feminicidios, desaparecidos, delincuencia y tráfico de drogas quedan retratados.” En esta ocasión me enfocaré en “Peregrinos”, narración que trasciende la cotidianidad hacia un espacio más allá de la vida y muerte.

 

 

[wpvideo TM9UwnqI]

“Las tolvaneras no cesan”

Ciudad Juárez, por mucho tiempo, ha sido azotada por la violencia. Miles de casas abandonadas lo demuestran. El Valle, por ejemplo, quedó poco a poco reducido a la miseria y el desamparo debido a una incesante lucha de grupos delictivos. Las noticas lo pregonan; quienes vivimos aquí lo experimentamos, sufrimos y entendemos más a fondo. Elpidia García recurre a su experiencia como habitante de esta frontera para expresar las consecuencias –emocionales y corporales– de una guerra que al parecer no tiene fin. ¿Los culpables? “Los uniformados, los trajeados, o los otros, sus dizque enemigos: los de los cárteles.” ¿Las víctimas? “Cientos de hombres y mujeres [que] avanzan con pasos torpes en la misma dirección. La mirada, errante, pero fija en el extremo opuesto del sendero, empecinada en llegar a alguna parte.” Isaura, su hija Yolanda, Josefina y Arturo representan a ese tumulto de personas que por una u otra razón han sucumbido ante los estragos de una estructura política y social que no permite tiempos de calma: la madre que nunca dejará de buscar a su hija, incluso en la muerte; la joven que forma parte de un grupo interminable de mujeres desaparecidas, violadas, asesinadas; la activista que no se cansará de exigir justicia, ni aun cuando le arrebaten su último aliento; la víctima colateral, cuyo único error fue ayudar o estar en el momento equivocado.

170 madres-feminicidio

“El viento amainó de pronto”

“Peregrinos” comienza con la descripción de un ambiente por completo desértico y desolado: “El color del cielo, ultrajado, muestra la pérdida de azul convertido a pardo. Las casas están solas, sus habitantes, huidos.” A lo largo de toda la narración hay una semántica que impera: palabras y frases referentes al viento y polvo aparecen constantemente como síntomas de “un sueño de pesadilla”. Si bien desde el inicio se menciona el Valle de Juárez, creo que la cuestión del espacio excede la especificación de cualquier lugar. Es decir, aunque esta zona en especial se haya caracterizado por un paulatino abandono, el cuento de Elpidia conjuga a toda una ciudad y sus habitantes que se han acostumbrado a traer polvo en las orejas y la boca, ver rodadoras cruzando las calles, sortear los fuertes coletazos de aire y escuchar el inquietante golpeteo de la violencia. Ahora bien, esta cotidianidad aparente, de pronto trasciende nuestro contexto, pues los peregrinos, a los que finalmente se unen Isaura y Josefina, recorren una especie de río Leteo para alcanzar la paz que les habían robado: “El viento amainó de pronto. El polvo se asentó en los caminos y las rodadoras dejaron de huir y se quedaron quietas.” De  manera bastante explícita se esclarece el panorama: un mundo fantasmal, que no por ello deja de contener reminiscencias reales y concretas, como el homenaje a Josefina Reyes, Susana Chávez, Marisela Escobedo y tantas otras mujeres que han sido asesinadas solo por exigir humanidad, respeto y justicia.

170- desierto

“Te vas ángel mío”

Otro aspecto que resalta en el cuento es el musical, sobre todo, al escuchar la versión narrada y cantada por la misma autora, acompañada de Mónica Guerra. “Te vas ángel mío”, de Cornelio Reyna, aparece como la pieza que impregna de un tono aún más desesperanzador el relato: “Oiga, qué canción más triste. Y con este clima, como que se siente una peor, ¿no?” No obstante, también sirve de aliciente para que Yolanda vuelva a los brazos de su madre. El mensaje que deja entonces “Peregrinos” es claro: existe una esperanza pero solo alcanzable en un espacio irreal. Quienes murieron pueden seguir su camino y encontrar la paz; sin embargo, aquí solo queda silencio, obscuridad y tumbas –en el mejor de los casos– a donde ir a llorar nuestras pérdidas:

Pero ay cuando vuelvas
no me hallarás aquí,
irás a mi tumba
y allí rezarás por mí.
Verás unas letras escritas ahí
con el nombre y la fecha
y el día en que fallecí.

Amalia Rodríguez

narrativasiglo XXI
Leer más
  • Publicado en Ciudad, Desierto, Feminicidios, Muerte, Narcotráfico, polvo
No Comments

Pausas torvas

viernes, 21 septiembre 2018 por juaritosliterario

Gracias a su labor como muralista –la primera en el país– y poeta, Aurora Reyes (1908-1985) se ha colocado en el pedestal de las grandes mujeres chihuahuense. Nació en Parral, pero su estancia ahí duró poco, pues su familia tuvo que mudarse al centro cuando su abuelo, don Bernardo, murió acribillado frente al Palacio Nacional en el inicio de la Decena Trágica. La vida de “La cachorra” (hija de León Reyes) está marcada por sucesos y personajes fundamentales en la historia nacional de principios del siglo XX: la Revolución, Alfonso Reyes, la militancia del partido comunista, el muralismo, Diego Rivera, Frida Kahlo, la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR), la lucha de los maestros rurales, la defensa del voto femenino. Al inmiscuirse en este panorama intelectual y político, sus obras reflejan cierto sabor nacionalista y una crítica social latente en imágenes y metáforas que ponen al descubierto las entrañas de su realidad, la cual, sin duda, comienza con su lugar de origen. “Estancias en el desierto”, unos de sus primeros textos concebidos hacia 1952, rememora el espacio chihuahuense desde la óptica del recuerdo y la imaginación. Por ello, las sensaciones, el color, la naturaleza y la ensoñación conforman la fuerza expresiva que caracterizan los versos que hablan de su “primera patria de infinito, / en el Norte de México”.

02 Aurora Reyes poemas

Escucha aquí el poema

Los desiertos de Chihuahua aparecen en voz de Aurora Reyes como el punto de encuentro de los cuatro elementos que posibilitan el comienzo de la vida: “epidermis de arena”, “adolescente sol”, “vórtice en el aire”, “¡Agua! palabra linfa”. El yo poético vuelve a su origen, “Renace adulta la infantil mirada”; cede el paso a la naturaleza, “Escucho cómo el sueño desliza su silencio. / Ya siento las corrientes de sed hasta mis huesos”; y solo hasta el final (poema IX), resurge integrado plenamente al paisaje, “De pie sobre su planta prisionero, / –creatura de la sed– ronda su imagen: / contorno humano ¡vertical desierto!”. Los nueve poemas de “Estancias”, publicados por primera vez en Humanos paisajes (1953), contienen la idea del infinito, un principio y un final que se regeneran constantemente, atravesados por largas pausas capaces de estremecer la vida yacente. El calor, la ausencia de agua, tormentas de polvo, vientos de lumbre, dunas desgarradas, son esos elementos que, según los recuerdos de la autora, forjan la fuerza y resistencia de las personas; el medio día desnudo puede crear “pies de vidrio”, pero también “el sabor de la angustia y la ceniza / y la sed… y la sed… y el espejismo.”

02 Reyes - Espiral en Retorno.jpg

Lee aquí «Estancias en el desierto»

Habitar un lugar como Juárez, rodeado por el desierto, la frontera, la violencia y la mala fama, no resulta sencillo. Aunque llevo más de veinticinco años sorteando sus vaivenes, todavía existen días en que la ciudad, principalmente su clima, me vence. Si, como en el poema de Reyes, “la mañana, vencida, se derrama” generando una lenta pausa en la vitalidad de cualquiera, las tardes de la canícula resultan interminables, solo soportables con un potente aire acondicionado. Los medios días, cuando el sol alcanza su punto más álgido, nos hacen ver con fuerza “su reinado inmóvil”; todo parece quieto o flotando en una nube de fuego. Sin embargo, estos momentos de sopor y quietud, a veces, son los ideales para volver al inicio. Cada cierto tiempo se necesita sentir el vacío, el silencio, la soledad o la pequeñez que implica estar en medio del desierto, pues ante esa inmensidad, los problemas o, en ocasiones, el mismo ego, retoman su tamaño real, para bien o para mal. Una ida a Samalayuca nunca está de más… o viajar de vez en cuando a Ciudad Universitaria. Ahí conocí las verdaderas tormentas de arena, los vientos que quemaban o calaban hasta los huesos y el agua negada. El recorrido que hacía a diario, una hora de ida y otra de vuelta, en verdad significaba una pausa en mi día. Los pensamientos generados por el paisaje desértico deambulaban entre lo agradable y lo ingrato. Incluso una amiga me advirtió: “Mejor duérmete, es peligroso todo lo que puedes reflexionar o imaginar en ese tiempo.” Por desgracia, me resulta imposible desligar la problemática del feminicidio con la imagen del desierto, el polvo, el calor y “los senos incendiados / en oleaje convulso y enemigo”.

17342487_1350060311731440_7832907701780023388_n.jpg

Amalia Rodríguez

Leer más
  • Publicado en Desierto, Geopoética, polvo
No Comments

El Jardín de las granadas o la ciudad reflejada en un espejo roto

lunes, 12 junio 2017 por juaritosliterario

En junio de 2011 El Jardín de las granadas, de Guadalupe de la Mora, apareció en La persistencia de la memoria, libro que reúne los trabajos escritos durante un taller de dramaturgia hipertextual impartido por Enrique Mijares en Ciudad Juárez. Lo primero que llamó mi atención al llegar a esta pieza (y por lo que decidí escribir sobre ella) fue el tono intimista que desde los primeros diálogos consigue la autora al ubicar la acción dramática en un interior frente a un espejo. Soy lectora voyerista y el hecho de que la trama se desarrolle en un espacio cerrado me predispone a una confrontación íntima con la historia, aunque esa experiencia no se produzca en todas las obras que la insinúan. En El Jardín… este estado emocional es simbólico y literalmente un descenso a los infiernos. De la Mora se vale del lenguaje poético para contar la historia de varias generaciones de mujeres pertenecientes a una misma familia. Tal como ocurre en el mito de Core-Perséfone, ellas enfrentan un conflicto que involucra un cambio de destino y una transformación interna. De ahí la metáfora del jardín de granadas y la pertinencia de un espejo que refleja, a la par, la vida interior de los personajes y el tiempo-espacio que habitan.

102 Mijares Persistencia memoria (2)

Lee aquí la obra

La diferencia es que el descenso se produce lejos del campo mítico. Aquí, bajo las arenas del desierto, bajo las calles de concreto de la ciudad, la abuela Amada se resigna a un matrimonio y maternidad forzados; Marga, su amante, enfrenta el estigma del amor lésbico y el fracaso de la carrera religiosa; Esperanza e Iris ─hijas de Amada─ reflexionan sobre la pobreza, los favores sexuales a cambio de regalos y el aborto clandestino; por último, Amanda y Claudia, los frutos más jóvenes en el árbol genealógico, resienten el abandono de su madre y el peso de la historia familiar. En esta versión, tal vez preliminar de la que se puso en escena (al haberse publicado como ejercicio de taller, quizá el texto sufriera cambios luego de su primera publicación) De la Mora me conduce a un estado de reflexión más o menos grave y gana terreno, independientemente de las vaguedades que pudiera encontrar en su propuesta. Me interesa más, por ejemplo, la concepción de una urbe que no solo adquiere identidad a través de espacios públicos, o sea, calles, monumentos y parques (referentes comunes de la sociedad que la habita), sino también a través del espacio privado y de las formas de relación humana que, desde los interiores, constituyen un rasgo particular de la metrópolis.

102 Facebook TelonEjemplos de esto son los objetos familiares que subsisten a las épocas, ocupando un lugar en la casa de generación en generación, sin importar que sean funcionales o no. Curiosa característica de las provincias donde el significado patrimonial y a veces mágico de las cosas se antepone a su valor y a la tendencia a preferir lo desechable que se impone en las grandes ciudades. Tal es el caso del espejo, elemento problemático en sí mismo por considerarse un lugar común en la literatura de mujeres. Sin embargo, en el drama desempeña una función difícil de trasladar a otro objeto: la de reflejar la introspección de la protagonista, además de los fantasmas familiares que perviven en ella. También la forma en que el ecosistema y las condiciones climáticas establecen maneras de relación con el espacio aporta elementos a la construcción de la identidad de la urbe. Así, el polvo que recubre las superficies y objetos —el polvo de Juárez que lo invade todo— aparece como rasgo de la vida interior de la ciudad:

Claudia: No me gusta esta casa.
Amanda: A mí sí, su luz es maravillosa.
Claudia: El color me marea.
Amanda: Podemos pintarla, vas a tener tu propia recámara, ¿No te entusiasma? Si quieres, puedes abrir tus cajas primero.
Claudia: Hay polvo por todas partes.
Amanda: Eso que flota en los rayos de luz son las hadas.

En otro momento, Amada describe a su nieta cómo era la vida matrimonial, no en una casa, sino en un vagón abandonado del ferrocarril. Partiendo de la que es quizá la imagen poética mejor lograda de la pieza, De la Mora evoca un espacio urbano sin construcciones fijas: familias pobres que habitaban en las viejas vías del tren, sin luz eléctrica, ahí donde verano e invierno se dejan sentir en toda su potencia y la ciudad se conoce de verdad.

102 Granadas Cartel

Nabil Valles Dena

siglo XXIteatro
Leer más
  • Publicado en Ciudad, Desierto, polvo, Vida cotidiana
No Comments

De arenales, desiertos y parques

sábado, 15 abril 2017 por juaritosliterario

Verónica Grossi, poeta originaria de Guadalajara y actual profesora de lenguaje, cultura y literatura en la Universidad Greensboro del Norte de Carolina, deja una aportación de imágenes narrativas en la antología Road to Ciudad Juárez. “Paso del norte” es el título de su contribución, la cual puede ser descrita como un conjunto de lugares, colores, cuadros, momentos y personajes que habitan esta ciudad-desierto; y en donde puede apreciarse un desfile de memorias significantes surgidas a través de la visita de la autora a Ciudad Juárez. Así, entre la poesía y la narrativa, Grossi crea una imagen plástica de lo vivido durante lo que parece una corta estancia en la ciudad.

50 Moreno - Road1

Lee aquí la crónica

En este relato, la cronista describe una de las zonas emblemáticas de la ciudad: el parque frente a la catedral. Allí, en la Plaza de Armas, existe un gran kiosco habitado por excéntricos personajes, tales como un hombre gordo de sucia barba pidiendo limosna debido a que su hinchada pierna enferma le impide trabajar, una señora embozada contando su triste historia, parejas besándose, niños jugando o escritores declamando sus poemas (la misma Grossi y sus compañeros forman parte de este último grupo). También se habla del desierto y de las conocidas “rodadoras” que lo distinguen, así como de sus colores característicos: café, rojo y amarillo ocre. Por otro lado, Juárez representa para Grossi el hogar de su abuela, a la cual describe sonriente sobre almohadas blancas bordadas; de esta manera, la ciudad toma una significación cálida, amena. Finalmente, aparece el puente, imagen acompañada por adolescentes cruzándolo a diario para ir a la escuela y olvidar las flaquezas de su ciudad.

93 Plaza Armas-nacla

La autora se detiene en la Plaza de Armas, un sitio que ha significado varias cosas a lo largo de mi vida.  De niña simbolizaba una zona de peligro, pues el “robachicos” siempre acechaba por ahí; como adolescente era el lugar idóneo para escabullirme cuando me iba de pinta con amigos de secundaria; ahora representa, de alguna manera, todo lo anterior, pero además un espacio para la cultura. Me identifico con la imagen dibujada por la autora al describir los personajes que habitan esta zona y la diversidad de propósitos a los que ha servido por tantos años la plaza: pedimentos de limosnas, organización y promoción de eventos religiosos, culturales y artísticos, interacción social, instalación de comercios, por mencionar solo algunos. Ciertamente es un lugar clave en la ciudad, el cual, al parecer, nunca cambia. Incluso los personajes que lo habitan parecen siempre los mismos: el evangelista predicando de salvación, el mendigo de barba larga pidiendo limosna en la banca junto a la fuente de “Tin tan”, las señoras caminando apresuradas para tomar “la ruta”, el vendedor de juguetes “chinos” traídos de El Paso, los niños corriendo y algún escritor regalando folletos de poesía.

93 Plaza Armas-TinTan

Esmeralda Vaquera

narrativasiglo XXI
Leer más
  • Publicado en Ciudad, Desierto, Parque, Plaza de Armas, polvo
No Comments

De amores, sabores y tolvaneras

martes, 20 diciembre 2016 por juaritosliterario

En “Los Amores Fingidos”, relato que forma parte de Tordos sobre lilas (2009) de Magali Velasco, aparece (nuevamente) una escena familiar ligada a la tienda y al espacio del barrio. Una familia grande emigra, como muchas otras, de Mazatlán a Ciudad Juárez para instalar como espacio principal, por encima de la casa, un negocio de carnitas. El hijo al frente cree en la tradición y lo defiende de sus gigantes competidores: “todos compran pan en Walmart o en Smart, pero las carnitas, las buenas, pocos saben hacerlas, igual que pasa con las tripitas”. Los Amores Fingidos es el nombre de este negocio ubicado entre  la Júpiter y Saturno. Junto a él se encuentra la burrería El Veneno II; El Veneno I, en la avenida de las Torres, por muchos años estuvo a cargo  de Rolando Castillo Suárez, alias El Veneno, quien se hizo experto mientras cocinaba en la cárcel: “nadie hacía el chile pasado como él, ni el asado de puerco. Sus rajas con queso eran únicas, por eso, cuando cumplió condena, afuera de la casa de sus suegros, comenzó a vender burritos con tanto éxito que compró la vivienda”.

69-calle-jupiter-burritos

Los sabores caseros, cotidianos, no pasan desapercibidos en este relato de Velasco, pues tanto los burritos como las carnitas son fundamentales en el hacer diario de los juarenses desde muy temprana hora, de camino a su trabajo o en la pausa en mitad de la mañana y, asimismo, es atractivo para los foráneos que pueden ya reconocer como único su olor. Toda la familia Álvarez colabora y se prepara desde las cinco de la mañana, con la lista de compras, trámites de Hacienda, las salsas y los guisos. Todo ello va creando un ambiente que es imaginario del centro activo y de los barrios más o menos concurridos en Juárez.

69-calle-jupiter-carnitas

Es otra insignia de la ciudad el viento que sopla recio en la primavera. Aguantan los personajes, como don Genaro en la tienda, “a lo macho”, y en esa atmósfera turbia ven transcurrir los días familiares, incluso los domingos con un nuevo itinerario dedicado a realizar visitas a Efraín, hijo mayor del hermano vendedor de carnitas, quien cumple un año de condena en la cárcel. Rosina protagoniza las siguientes páginas del relato, pues echa de menos a su primo, con quien experimentó en casa sus primeras sensaciones eróticas. La niña lo visita en la prisión cada domingo hasta que un día, al final del relato, desaparece luego de que un grupo de presos, “cholos”, advierten a Efraín que la próxima vez tendrá que compartirles a su prima. Nada más se dice. La misma tarde cae una tormenta en Juárez y la familia se queda esperándola, observando ya desde la calma la corriente del canal que se ha llenado casi hasta desbordarse con el agua de la lluvia: “Al atardecer volvió a llover con la violencia con que en Ciudad Juárez ocurre todo: el viento, el sol, el frío. La casa se mantuvo seca, Los Amores Fingidos sobrevivió con los sacos de arena, las flores de «amor de un rato» terminaron de desprenderse, los abuelos marcaban a un celular, y la voz de Rosina, la niña, les pedía que dejaran un mensaje”.

69-tolvanera-juarez

Reconozco que esta lectura es caprichosa. Puede ser porque se enfoca no en los “tordos” que sobrevuelan la ciudad amenazando los cielos plácidos de los personajes de Juárez, sino “sobre las lilas” que parecen imperturbables por debajo del peligro, sobre los amores “fingidos” o “de un rato”, amores que, en fin, antes y después de la tormenta, antes y después de la tragedia siguen siendo las raíces más arraigadas en el fértil suelo juarense.

44-velasco-tordos-lilas

Lee aquí el cuentario

Edith Mora Ordóñez

narrativasiglo XXI
Leer más
  • Publicado en polvo, Vida cotidiana
No Comments

© 2015. All rights reserved. Buy Kallyas Theme.

SUBIR