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23 abril, 2021

Category: Sin categoría

Recorrido lírico por la frontera norte

jueves, 24 septiembre 2020 por juaritosliterario

También yo quería investigar los escondrijos y las grietas desconocidas de mi ciudad, su poesía secreta. Así pues, lo intenté.

David Dorado Romo: Ringside Seat to a Revolution, 2005

Las editoriales universitarias son órganos colegiados, encargados tanto de difundir el quehacer académico de sus profesores, como de promover la vinculación de la casa de estudio con su entorno social. A pesar de que, en ciudades pequeñas, fuera de la Ciudad de México, las publicaciones universitarias sí inciden en el hábito lector de sus habitantes, el empeño de las autoras, editores, correctores y maquetadores, rara vez trasciende la esfera local. La cuestión presupuestal de estas empresas depende de los designios de la institución, lo que afecta directamente tanto al marketing (promoción y difusión) como a los tiempos de edición: recepción de originales, esquema de arbitraje y diseño final.

Ante este panorama, las universidades autónomas han optado por distribuir sus libros electrónicos en portales que reducen costos de producción, agilizan los tiempos de publicación y optan por el acceso abierto para ampliar su radio de lectores. Durante los meses de resguardo, a raíz de la pandemia, hubo una tendencia –que esperamos se vuelva costumbre y tradición– por liberar contenidos, que solo guardaban polvo en discos duros. Ante una oferta desmesurada de obras literarias en formatos electrónicos, el esfuerzo publicitario recae, entonces, en los formatos del material en armonía con los dispositivos, en las campañas promocionales y, claro está, en la relevancia y calidad de los textos.

Con la modalidad virtual de publicación, autoras (entre ellas los docentes investigadores) y promotores tenemos la oportunidad de compartir entre propios y extraños el enlace de los libros que nos mantienen en vela. Así que, sin más, estas líneas tratan sobre el segundo volumen de una antología de carácter divulgativo: Ciudad Juárez en la poesía, compuesta por formas insólitas de habitar la frontera norte del país –51 opciones para ser exactos– de recorrerla con cierto ritmo y meditarla con cadencia. En este punto, bien se podría interrumpir la lectura para trasladarse a la página de descarga: elibros.uacj.mx.

Originalmente, la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez celebraría el evento más importante de su casa editorial, la Fiesta de los Libros, del 23 al 30 de abril del presente año; sin embargo, el confinamiento trastocó nuestra costumbre de marcar o apartar días en el calendario (23 de abril: día mundial del libro). Ante la incertidumbre, Mayola Renova, subdirectora de publicaciones, y Lula Ortiz, jefa de marketing editorial, pensaron primero, en aplazar el evento, pero finalmente, se canceló. Esperamos que el 2021 sea benévolo para que la Fiesta de los Libros de la UACJ se lleve a cabo. A este marco festivo y de difusión, pertenece Lee y sueña, una iniciativa de lectura masiva que distribuye de forma gratuita y a gran escala (de 10 a 20 mil ejemplares, según el presupuesto y el convenio) libros de bolsillo para llevar leyendo.

Al título de Lee y sueña, y gracias a una colaboración entre la editorial universitaria y nuestro colectivo, Juaritos Literario sumó un complemento con el que se especifica una coordenada espacial y una forma de composición determinada. El objetivo es editar, con una periodicidad anual, cinco antologías que lleven como estandarte la difusión y el fomento a la lectura. Las páginas engrapadas de estos librillos se componen por una selección de textos que han plasmado la imagen de Ciudad Juárez en palabras. Calles transitadas por la ficción. Cada volumen está dedicado a un registro o género literario específico: novela, poesía, cuento, teatro y crónica periodística o testimonial.

La colección tiene como base y antecedente el trabajo de Juaritos Literario desarrollado durante casi cinco años, el cual se encarga de promover la lectura a través del vínculo existente entre los espacios de ficción que retratan a la frontera con su equivalente real dentro del trazado urbano. La agenda, desglosada en cinco líneas de acción, como el flyer las enlista, fortalece el patrimonio intangible –cifrado en una larga tradición escritural– a través de su estudio, promoción y puesta en acción a través de diferentes actividades: rutas literarias, talleres infantiles y juveniles de lectoescritura, recomendaciones de lectura en la radio y, por supuesto, antologías. Hoy en día, el sitio web del proyecto (www.juaritosliterario.com) cuenta con cerca de 300 reseñas, 30 mil visitantes y casi 5 mil seguidores en el perfil de Facebook.

Durante la Fiesta de los Libros de 2019, apareció la antología Lee y sueña: Ciudad Juárez en la novela, con un tiraje de 10 mil unidades, destinado no solo a los cientos de visitantes a la sede del evento de la UACJ, el Centro Cultural de las Fronteras, sino también a salas de lectura y centros comunitarios. Ese primer volumen, disponible en este enlace, compila una selección de 41 novelistas.

A continuación, me centro en la antología de este año, también maquetada y diseñada por Karla María Rascón, poniendo entre comillas parte del prólogo, el cual se dirige a un “tú lector” de manera directa, ya que el público que se da cita en la Fiesta es esencialmente juvenil: “Quizá te parezca poca cosa este cuadernillo, pero” entre sus páginas y detrás “de las voces poéticas, se conjuga una sólida voluntad de difusión, asumida por la máxima casa de estudios, con el empeño de los distintos organismos universitarios encargados de que el trabajo documental de sus investigadores llegue hasta tus manos”.

Sugerencias de uso del libro de bolsillo, portátil, fácil de acomodar en cualquier sitio: “Inicia donde te apetezca, lee un poema al azar y si un verso no te cuadra, cámbialo. Palomea tus preferidos. Fotografía el texto que desees compartir. Presume tu souvenir. Recita uno en voz alta, que el poema se hace en el habla. Imagina aquel paraje, los trayectos interminables; recrea los destellos de la calle, porque nuestra ciudad también se lee. El librillo, además, es coleccionable; ponlo junto al del año pasado (el dedicado a la novela); este obsequio también sabe ser paciente, aunque aguarda con ansias tu mirada”.

El año pasado, nuestra monografía Cartografía literaria de Ciudad Juárez (Ciudad de México: Ediciones y Gráficos Eón, 2019) “ganó el Premio Anual de Crítica Literaria Guillermo Rousset Banda, y lo celebramos reafirmando al fomento a la lectura como objetivo primordial del colectivo Juaritos Literario. Nos parece formidable cómo los componentes del entorno citadino –la acequia, el bordo, las grandes avenidas o el calorón, pero también los días aciagos que nos han asolado– se convierten en ficción. Estamos convencidos que la producción escrita en y sobre Juárez debe ser popular, primero, en su lugar de inspiración. A fin de cuentas, tomar conciencia de nuestro territorio nos permitirá apropiarnos de esta frontera por habitar [título que andamos barajeando para una futura compilación]. Si quieres saber más de algún texto o poeta, o te interesa publicar una reseña sobre un poema, contáctanos en nuestras redes o visita nuestro blog”.

“El material de lectura, en esta segunda entrega, se concentra en otro género literario: el poético. 51 voces, acomodadas de forma cronológica (de 1610 a 2019), dan sentido y cuerpo a la presente antología de carácter divulgativo. El criterio de selección de cada poema responde a su pertenencia a un poemario, es decir, a una colección de textos –con título propio– donde la voz autoral construye, pieza a pieza, una particular y única forma de expresión, una poética. Esta decisión excluye poemas publicados de manera suelta en revistas o en antologías colectivas (salvo un par de excepciones, marcadas con asterisco), así como la lírica que acompaña a las canciones. Las 51 composiciones cifran nuestra ciudad entre sus versos”, por lo que se priorizó aquellas piezas en las que el paisaje urbano o las referencias espaciales identificables estelarizan las imágenes poéticas.

Numeralia: Hubo dos diferentes cortes; el primero se refiere a la cantidad total de poemarios consultados. Esta cifra –180 colecciones de poemas escritas por 105 poetas– pertenecen a la fase de la investigación y acopio documental. De ese total de poemarios, 130 fueron compuestos por hombres, 49 por mujeres y uno de autoría anónima. La segunda criba remite a los 51 textos que finalmente llegaron a las páginas del libro: 20 de poetas mujeres, el anónimo de tradición indígena (que copio en su totalidad para cerrar el ensayo) y 30 de escritores varones.

Toda antología es también una ventana a los intereses, agrado y visión de los compiladores. Confiamos en que la pluralidad como parámetro de trabajo transmita nuestro sentir y compromiso como filólogos de oficio, como lectores y académicos que disfrutamos de toda buena fiesta.

El poema inicial de la antología se titula “Canto para la carrera ceremonial de las muchachas en su pubertad”, y pertenece a la tradición oral del grupo étnico apache mezcalero, dueño original de estas tierras, antes de ser frontera:

Correrás hacia los cuatro rincones del universo:

a donde la tierra se encuentra con el agua grande,

a donde el cielo se encuentra con la tierra,

a donde está la casa del invierno,

a donde está la casa de la lluvia.

¡Así correrás! ¡Corre!

¡Ten fortaleza!

Carlos Urani Montiel

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La imagen del otro Madero

viernes, 21 agosto 2020 por juaritosliterario

“Quizá, la ventaja del novelista es que puede colocarse en un intervalo”, afirma Ignacio Solares en su obra Madero, el otro (1989); primacía que demostró al recrear, a través del género de la novela histórica, la imagen del Francisco I. Madero. La pluma del escritor oriundo de Ciudad Juárez traza una voz que narra en segunda persona la trayectoria del Mártir de la Revolución. Este recurso desdibuja la barrera entre el autor y el lector, ya que al dirigirse a un vocativo transmite los conflictos personales que llevaron a prócer a su trágico final. La novela empieza cuando el protagonista encuentra su fatídico destino, desdoblándose en un espíritu que se dirige al otro Madero, agobiado por los temores de haberse arriesgado a luchar contra un régimen tirano para sentarse en la silla presidencial.

Lee aquí la novela

Ignacio Solares, nacido en 1945, es narrador, ensayista, dramaturgo, editor y periodista cultural. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM en donde se ha desempeñado como profesor y director de literatura, teatro y danza, además de fungir como coordinador de Difusión Cultural. Entre sus obras galardonadas se encuentra Casa de encantamiento que recibió el Premio Magda Donato 1989; El jefe máximo con el Premio Julio Bracho 1992; El gran elector mereció en 1994 el Premio Sergio Magaña, el Sor Juana Inés de la Cruz y el Juan Ruiz de Alarcón; Nen, la inútil ganó el Premio José Fuentes Mares 1996; y El sitio obtuvo el Xavier Villaurrutia dos años después. Como dramaturgo se destaca por Desenlace (1992), El gran lector (1993), La moneda de oro ¿Freud o Jung? (2002) y Si buscas paz, prepárate para la guerra (2003). De esta basta diversidad creativa se entiende su mirada desde la literatura hacia la histórico, como él mismo afirma en una entrevista: “Yo entré a la historia por la puerta trasera, no soy historiador y la historia como tal yo te diría que hasta incluso me aburría un poco. Por eso digo que la ventaja del novelista es que puede llenar con la imaginación los huecos que deja la historia”. Además, en su árbol genealógico se encuentra una de las claves para entender su obsesión por esta perspectiva: “Mi abuelo Bernal, el materno, fue dorado de Francisco Villa. Tengo fotos donde él está con Villa. Incluso, fíjate nomás, ¡Villa bautizó a una tía mía!”

En Madero, el otro, Solares subvierte la figura de la biografía heroica a la que nos ha acostumbrado el discurso oficial, pues opta por una dimensión íntima para acercarse al artífice de la Revolución Mexicana. La narrativa en forma de repliegue se manifiesta desde el inicio con la caída del protagonista en la Decena Trágica, por lo que su temporalidad se antoja entre otoñal e invernal, pues la voz emitida se encuentra en un limbo que se estira conforme Madero perece por el disparo del .38 Smith & Wesson. El rojo de la sangre que poco a poco cubre sus ojos sirve como telón que corre sus cortinas ante los recuerdos desplegados a lo largo de las páginas. Similar a una cinta magnética, la trama se desenvuelve en reversa, recurso que aprovecha el autor para llenar los huecos con dudas y reflexiones: “Hubieras anhelado decir algo, cualquier cosa, aligerar la agonía que para ti había comenzado ya –y dudabas tanto de todo: de que ese sacrificio al que marchabas tuviera algún sentido […]. Pero también es cierto que al final no había regreso: sólo tu sacrificio sería antídoto ante el veneno que lo invadía todo, y si no te mataba Huerta te mataba Zapata o te mataba Carranza o, si aguantabas lo suficiente, te mataba Obregón y, entonces: ¿qué imagen dejabas de tu pobre revolución?”

La imagen del líder se enfrenta a sí misma en tanto que se desdobla en la voz de un tú y un yo; pasado y presente se funden en un espejo que refleja al otro Madero, el cual, con sus dudas, abre un abanico de posibilidades al desbaratar acontecimientos una y otra vez al mismo tiempo que se dirige a varios Maderos: el espiritista, el idealista, el revolucionario, el hermano, el esposo, el señor presidente. En cada una de estas facetas surge la interrogante que impregna al espíritu y que será el conflicto que lo atormente durante todas las digresiones que precipitarán su caída: ¿ser el tirano o el mártir? Este conflicto va más allá del acontecimiento histórico y, si bien puede aplicarse a cualquier época y circunstancia, en Madero, el otro sirve de vehículo para la reflexión de lo que el poder absoluto provoca en el espíritu humano. Resulta atrayente la forma en que Solares incita un símil entre la figura de Madero y la del mártir cristiano que es tentado por la duda y el interés propio mientras se sacrifica por sus adeptos; ya que, el motivo del auto sacrificio funciona para imprimir en Madero una suerte de destino al que se debe entregar con el fin de consolidar el movimiento: “Mi sangre fertilizará la revolución.”

El conflicto entre tirano y mártir traza los acontecimientos que el yo evoca en el tú de Madero, como si él mismo se recriminara por las decisiones que precipitaron su caída. Por ello, destacan las escenas que Solares recrea sobre esto; por ejemplo, el encuentro con Zapata el 7 de junio de 1911, cuando Madero le reclama su desacuerdo sobre el asunto con el general Ambrosio Figueroa, el cual se relacionaba con la dictadura porfirista. El debate entre ambos líderes revolucionarios pone en duda los principios de la lucha armada, en especial la situación con el gobernador interino de Morelos quien beneficiaba a los hacendados al seguir obstaculizando la restitución justa de tierras. En el texto, Madero le hace ver su falta de compromiso con la verdadera causa que él mismo ayudó a forjar: “demostréis al mundo entero que vosotros no queréis pan, queréis libertad únicamente libertad, porque la libertad os servirá para conquistar el pan”. Esto, en contraste con el Madero político que mantenía a toda costa la paz aunque tuviera que aliarse con “los enemigos de la Revolución.” Solares hace eco de las decisiones tomadas durante la Batalla de Ciudad Juárez, como no considerar para el nuevo gabinete de gobierno a quienes habían luchado en la gesta armada hasta su relación con el traidor Victoriano Huerta, artífice de la Decena Trágica.

También resalta la entrevista con Porfirio Díaz, aquel a quien se dirigía su texto definitivo, La sucesión presidencial. Solares se detiene en los más mínimos detalles del encuentro, desde “el chorro de luz amarilla que entraba por el balcón entreabierto”, hasta descripciones minuciosas del dictador “con la barbilla alzada, impasible, las manos anudadas sobre el vientre, conteniendo el temblor la una de loa otra, las cruces y las estrellas del pecho destellando como pequeños soles.” El contraste entre ambos personajes comienza a desdibujarse con la imagen un tanto cinematográfica en la que Madero saca un pañuelo de su bolsillo provocando un sobresalto de Díaz, pues creyó que aquel se proponía sacar un arma. Situaciones como este, revelan la vulnerabilidad de ambos, a la vez que se asienta la ambición de Madero por derrotarlo: “Y al sentirlo y pensarlo el corazón se te aceleraba y, te parecía, la grandeza que percibías en él penetraba en ti.”

Sin duda, una de las virtudes de Madero, el otro es la de plantear preguntas desde la literatura no solo a su protagonista sino también a la historia. Con este ejercicio permite al lector tomar conciencia de las contradicciones en los textos oficiales y visibilizar otras aristas de este emblemático personaje: Madero como héroe de la Revolución, pero también como alguien cuyos temores del espíritu muestran su humanidad, los fracasos y las debilidades que finalmente lo llevaron a su fatal destino.    

 Adolfo Abraham Cruz Carbajal

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“Ciudad nueva” al Suroriente

miércoles, 15 julio 2020 por juaritosliterario

La fábrica del crimen, novela publicada en el 2012 por la periodista Sandra Rodríguez Nieto, va de lo particular a lo general mientras indaga en algunos hechos violentos que tuvieron lugar en Ciudad Juárez a raíz de la guerra contra el narcotráfico. El texto narra la historia de Vicente León, un estudiante del Colegio de Bachilleres número 6, quien en el 2004 planeó y ejecutó el asesinato de su propia familia, les prendió fuego; además inventó un secuestro y pidió 200 mil dólares de rescate por ellos. El delito se consuma con la ayuda de sus compañeros de clase: Eduardo y Osiel (Uziel en la versión literaria). En la escena del crimen, el paisaje urbano emerge como elemento antagónico a la impetuosa situación: “Una camioneta Explorer, sin placas e impactada contra el tronco de un árbol, empezó a consumirse en un fuego que esa madrugada de mayo contrastó con la oscuridad del Camino a Zaragoza, una vereda arcillosa que atraviesa los escasos plantíos de esa parte del valle del Río Bravo, la menos desértica de Ciudad Juárez”. Los tres amigos miden sus actos respecto a la conciencia de impunidad que impera sobre la sociedad fronteriza de la época, por lo que asumen que el triple homicidio difícilmente sería rastreado hasta encontrarlos culpables. La captura y procesamiento de los adolescentes criminales solidifica uno de los puntos que la autora pretende destacar en el libro: que los casos sin resolver regularmente permanecen inconclusos, no por falta de pericia en los elementos de seguridad e investigación judicial, sino debido a cuestiones que obedecen a intereses personales y al tema en general sobre la corrupción.

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Sin embargo la historia no reduce su panorama a estos tres personajes. El Saik (Éder Ángel Martínez Reyna) “un joven que vivía en la calle Durango, en el fraccionamiento Bosques de Salvárcar, en el suroriente de Juárez” permea cómo la estructura social y el mismo diseño urbano han incidido de manera negativa en la formación de los sectores jóvenes y desprotegidos de la ciudad: “Cuando El Saik crecía en la década de los 90, en el suroriente no había zonas deportivas ni bibliotecas ni teatros ni ningún otro lugar en el que los chicos de su edad pudieran ampliar su universo. Solo estaban las calles, donde miles de viviendas del tamaño de la suya se multiplicaban como otro producto de manufactura hasta que terminaban abruptamente junto a algún lote baldío o el muro de alguna maquiladora”. Asimismo, su caso funciona para hablar sobre el crecimiento ralo de las zonas habitacionales en la “Ciudad Nueva” o “Ciudad Sur”, como le denominaron a esta zona los investigadores sociales. Estas áreas “se construyeron en torno a las maquiladoras y, con los años, se fueron mezclando con plazas comerciales, otras colonias viejas y escasamente urbanizadas (…). El resultado fueron decenas de barrios fragmentados como islas divididas por un mar de dunas y basura, que, por la inseguridad, hicieron letales los trayectos a pie y eliminaron del espacio público cualquier elemento que pudiera generar cohesión o fortalecer la identidad”.

203 Suroriente

La narración desemboca en un espacio que reúne a Vicente y a El Saik, el Centro de Readaptación Social. El relato puntualiza que, si bien la administración del CERESO es responsabilidad del poder legal, su regencia suele estar en manos de las autoridades criminales: “Como uno de los centros de distribución de droga más importantes de la ciudad, el Cereso era asimismo uno de los negocios más seguros —con un mercado literalmente cautivo de más de mil reos adictos— y operaba gracias a un sistema de corrupción que nadie trataba siquiera de ocultar”. La construcción del espacio literario permite ubicar y exponer la corruptela del poder político para establecer un referente que explique distintos fenómenos de depravación en las altas esferas de la ciudad. Esto se encuentra vinculado con la manera en que nuestra sociedad comprende el concepto de justicia, así como lo ejemplifica con Vicente, Eduardo y Uziel, “cuyo caso evidenció que el crimen nos estaba contaminando a todos y que la impunidad, que hasta ese momento había sido planteada como un problema exclusivo de las víctimas, era en realidad un conflicto colectivo: la falta de castigo estaba enviado el mensaje de que todo estaba permitido”.

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Sarahí Robledo

narrativasiglo XXI
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Blas Lorenzo Alderete, el primer poeta de Paso del Norte, 1761

jueves, 02 julio 2020 por juaritosliterario
  1. Los Alderete

El poeta Blas Lorenzo Alderete fue hijo de don José Antonio Alderete (originario de Paso del Norte) y de Lutgarda Durán (originaria del poblado de San Antonio de la Isleta). Blas Lorenzo fue uno de 6 hermanos. Al morir la madre de Blas Lorenzo, doña Lutgarda, don José Antonio se casó con María Manuela Ruiz (también viuda), y ambos tuvieron 7 hijos. Don José Antonio murió en junio de 1763. La familia Alderete fue una de las fundadoras de Paso del Norte y del pueblo contiguo de Isleta.

  1. Residencia

Blas Lorenzo perteneció a una familia de cierta holgura económica. Al parecer estuvo encargado de asuntos financieros. Vivió en Isleta, Paso del Norte y la villa de Chiguagua.

  1. Datos

Lo poco que sabemos de nuestro poeta, él mismo lo escribió en sus Notas Biográficas: «Año de 1739 [ilegible] nací yo, Blas Lorenzo Alderete en el pueblo de San Antonio de Corpus Christi de la Isleta, un martes tres de febrero». «En 1759 me esposé con Bárbara María [Romero].» «En 1761 nació mi hijo…»

  1. La obra literaria

Blas Lorenzo hizo una serie de cuadernillos manuscritos (algunos están en el Archivo Municipal de Ciudad Juárez): 1. Las Notas Biográficas, integradas a uno de los cuadernillos. 2. Un manuscrito de poesía religiosa a San Francisco de Asís y a la Virgen de Guadalupe, que llamaré Oraciones y Misterios. 3. El cuadernillo El libro de las Rosas (titulado por sus enemigos como el Libro de Blas Lorenzo) que es una colección de versos amorosos, donde la voz poética se queja del bien perdido (la mujer amada se ha ido de su vida). 4. Por último, un manuscrito adjudicado, de versos satíricos, donde el autor despliega agudas frases ofensivas contra sus enemigos, al cual llamaré Las Sátiras.

201 Portada comparada

Fotos del Archivo de José Manuel García-García

  1. El litigio

En la villa de Chiguagua Blas Lorenzo acudió a una tertulia donde al parecer cantó unas letrillas satíricas contra algunos chihuahuenses (don Manuel de Estrada y don Lucas de Alcalá), estos iniciaron una querella legal contra el poeta, por difamación. El litigio ocurrió en Paso del Norte en 1761, en los meses de febrero y abril. Para que el juez tuviera pruebas, le fueron decomisados a Blas dos o tres cuadernillos (los arriba citados) para comparar su letra manuscrita con la letra del autor anónimo del ‘libelo infamatorio’. En su defensa Blas Lorenzo escribió media docena de cartas, en ellas argumentaba que esas Sátiras no las había escrito él. Los afectados, por su parte, señalaron que Blas Lorenzo había dicho públicamente en la villa de Chiguagua, que esas sátiras eran de su propiedad; los afectados también argumentaron que Blas Lorenzo podía manipular a su conveniencia las formas de las letras. No sabemos el resultado del reclamo oficial, pero quedó para la historia y para que nosotros supiéramos más del poeta, pues el juez de Paso del Norte le exigió a Blas Lorenzo que presentara sus cuadernillos y estos le fueron incautados y archivados. Así se han conservado algunos fragmentos de ellos hasta nuestros días. El litigio incluyó también una serie de cartas que son los argumentos de ambas partes contendientes e incluidas también en el archivo municipal.

  1. Los cuadernillos (de nuevo)

Don Manuel de Estrada y a don Lucas de Alcalá se refieren a los cuadernillos como ‘libros’ o ‘pasquines’. Blas los llama ‘cuadernos’ o ‘cuadernillos’. Al volver a examinar los microfilmes del Archivo Municipal de Ciudad Juárez, anoté que El libro de las Rosas consta de 12 páginas (incluyendo la portada), y temáticamente se divide en dos partes. Tal vez al final del cuadernillo están las Notas Biográficas, y tal vez, también, allí se incluyan las Oraciones y Misterios o este manuscrito pertenezcan a un cuadernillo aparte. Las Sátiras, por otro lado, son páginas sueltas, que no pertenecen a ningún cuadernillo y son totalmente diferentes a la caligrafía de Blas Lorenzo. Todos los manuscritos están muy dañados por el polvo, el agua, el tiempo y el tipo de tinta utilizado. Sin embargo, hay páginas que pueden leerse fácilmente y ser rescatadas para su publicación. Al hacerlo, preferí hacer una versión moderna usando la gramática actual. Veamos ahora en detalle cada cuadernillo.

201 Hoja.jpg

  1. Oraciones y Misterios

Este cuadernillo (o parte de otro más extenso) consta de unas cuantas páginas, fueron dedicadas a Santa María de Guadalupe y a San Francisco de Asís. Al inicio tiene un epígrafe del «seráfico Padre San Francisco», que Blas Lorenzo dice haber tomado de la versión hecha por «la imprenta mexicana, enfrente del Sr. Agustín, año de 1758». El cuadernillo es en realidad una serie de oraciones o ‘misterios’, y son siete, dedicados a la Virgen María. La última parte de este cuadernillo religioso tiene por subtítulo ‘Música’, cito un fragmento: «La más vil, más pecadora criatura está a tus plantas [ ] de ofensas tantas. Misericordia, Señora [elevo] a los cielos mi voz, cuando tan bárbaro he sido. Me pesa haberte ofendido, Virgen y Madre de mi Dios…» Este es el tono y el tema, hay algunas variaciones, por ejemplo, la promesa de que él y su familia vivieran cristianamente.

  1. El libro de las Rosas

Es, como ya se dijo, un cuadernillo hecho a mano, la portada presenta un dibujo temático: un jardín (locus amoenus), que tal vez haga referencia a Ovidio, como también la frase que cierra El Libro: ‘Finis coronat opus’ [‘El fin corona el esfuerzo realizado’] que hace eco al mencionado autor latino.

El detalle de la portada presenta una rama frutal con tres pájaros. El primero vuela alrededor de una rama, los otros dos están descansando y se dedican a comer de los frutos de dicho arbusto. En general, la ilustración es un tanto burda o si se quiere, naive; recuerda esas ilustraciones de aves en los bestiarios medievales o en los tapices persas. El tamaño de los pájaros no guarda las proporciones adecuadas y las hojas del árbol dominan en forma abigarrada el espacio del diseño. En la parte inferior de la portada está en letra pequeña la siguiente leyenda: «a la mano y engenio de Don Lorenzo Alderete» y luego con letras grandes: «Libro de Blas Lorenzo» (en el litigio, Blas asegura que lo escrito en la portada fue obra de los acusadores mismos). En las primeras páginas se menciona que los poemas son ‘dézimas’. Desafortunadamente, el manuscrito está en muy malas condiciones, y la fotografía del microfilme tomada de prisa, no ayuda a leer con facilidad los versos. He rescatado algunas de las décimas y algunos otros fragmentos para dar cuenta del contenido de El libro de las Rosas.

201 Portada

  1. Barroquismos

El tema general del poemario es el amor, la mujer ausente. Al momento de escribir estos versos, Blas Lorenzo tendría 23 o 24 años. La voz poética habla de la figura femenina ausente, es motivo reflexión poética, de lamento y remembranza del placer fugaz.

El texto tiene reminiscencias barrocas (ver fragmentos 9 y 12), cito un par de ejemplos: «Loco estoy cuando más cuerdo», «siempre estoy alegre y triste [estoy]». Fuera de estos barroquismos, tan de moda en esos días, vemos también, como ya apuntamos, alguna alusión a Ovidio.

  1. Estrofa por estrofa

Ahora pasemos a los versos rescatados por mí. Luego de la cita, paso a un análisis de estrofa por estrofa. He anotado en cada cita el cuadro o frame del archivo mencionado. Esto para facilitar futuras investigaciones. La enumeración a manera de subtítulo, fue mía.

[1]
Si es que es vivir el día de hoy
Si es que el día de ayer [pasó]
Si vivo en mí, así en mí estoy
Si era o acaso seré
Si [fui], si he sido o si soy…                           [Cuadro 33:A]

Sólo pude rescatar un fragmento. En este, el poeta propone el tema del ser y el tiempo entendidos subjetivamente: «si vivo en mí, así en mí estoy». Así se inicia el poemario y el argumento poético: el ser sólo importa si es para servir al amor (según alcanzo a entender en los versos mutilados de esta décima). El amor perdido, la nostalgia (el dolor por lo ido, por lo que fue y ya no será) como centro del ser, eco de un erotismo ahora sólo en la imagen del recuerdo en el poema. Recuerda, por demás aquel verso de Quevedo: «soy un Fue, y un será, y un Es cansando».

[2]
Pues si no hayo culpa alguna
Para tanto padecer
La gloria de mi fortuna
Mas no obstante
No hay ninguna
De la dicha que gocé
Una tras otra se fue…                                         [Cuadro 33:B]

También es un fragmento (7 de 10 versos). La nostalgia tiene su pureza, su no falta, no culpa. Es sólo la confirmación del bien perdido («la dicha que gocé»), su «presencia» (su eco) ahora en los versos, no en la vida real, no en la cotidianidad del amor y el erotismo carnal que fue compartido.

[3]
En fin, yo no sé si quise
O si fui correspondido
Me dicen que fui querido
Si fue cierto no se dice…                                  [Cuadro 33:B]
Es una estrofa mutilada, pude obtener sólo de ella, cuatro versos. La voz poética declara un momento de frustración o mejor, de confusión. La duda por lo ya vivido: ¿ocurrió así como ahora lo recuerdo? O ¿es todo una fantasía instalada en la memoria?

[4]
Lo bien conozco que fui
Con adorarte cielo [   ]
Pero si no te ofendí
Que ley ingrata has hallado
Para hacer burla de mí.                                      [Cuadro 33:B]

En esta hay un reclamo a la amada. Él la sigue amando, ella con sus desdenes, se burla de él (o así lo siente la voz poética), es la retórica del despecho.

[5]
No niegas la consecuencia
¿Qué pruebas con despreciarme
Pues es más clara evidencia
Que no más para engañarme
Solo has tenido licencia [?]                               [Cuadro 33:B]
Sigue el tono la estrofa anterior; un agregado: la acusación del engaño que es en grado superior al simple desdén.

[6]
Tarde mi discurso advierte
Dais lisonjas al daño
[que] me hizo ya el desengaño.
En el umbral de la muerte
Por ti en él crucé más fuerte,
Hoy cielos, llego a mirarme,
Y […] que a escaparme
De esta angustia no es posible,
[ser] hechizo apetecible
Llega, llega a consolarme.                                [Cuadro 34:B]

Esta es una de las estrofas más completas. Ahora, es el extremo del amor desdichado, quien habla (la personificación del poeta) llama a la muerte y al mismo tiempo a Ella, y ambas (¡oh ambigüedad barroca!) serán en su existencia un consuelo.

[7]
Que sea o no sea con razón
Articularán las voces
Cuando por cierta opinión
No hubo menester los dioses
Para tenerte afición
Supe me dabas la muerte
Por pena de tu apatía
Pero por satisfacerte
Supo amor, que te quería
Aun antes de conocerte.                                    [Cuadro 35:A]

Otra Décima completa. Este poema tiene una variación temática. A pesar de las advertencias (las voces de los demás) él la ama; a pesar de primer desdén, él ya sabía que la amaba, aun antes de conocerla realmente. Es un poema que puede referirse a una vida predestinada a amar a una persona o puede ser simplemente el amor a la figura que después, con la cercanía, de verdad la conocerá. El ser, la vida, el poeta, sobre todo el poeta, gira en torno a un sólo sentimiento que pareciera eterno.

[8]
Mi bien, pues que sabe el cielo
Lo que padezco en tu ausencia
Pues ya no tengo paciencia
Quién pudiera dar consuelo.                            [Cuadro 35:A]

La ambigüedad termina: el cielo no puede darle la paz, sólo la realización del deseo, del amor, puede darle estabilidad (‘paciencia’, ‘consuelo’).

[9]
Vivo con tanta lealtad
En tu ausencia, prenda mía
Que mi mayor compañía
Es mi mayor soledad.                                         [Cuadro 35:B]

Esta estrofa, como en otras más, habla de la lealtad, del no engaño. Él cumple esta regla de oro del amor: ser fiel a lo que no está, a lo que no es, a lo que no ha sido todavía, la presencia amada.

[10]
Ausente de tu beldad
Sólo me acompaña el llanto
Esto es mi bien la verdad
Pues como te quiero tanto
Vivo con tanta lealtad.                                      [Cuadro 35:B]

Es una prolongación del tema de la estrofa anterior.

[11]
Escúchenme plantas y yerbas
Aves, peces y animales,
Pajarillos de estas selvas
Oíd que son tantas mis penas
Tanta mi infelicidad
De la gente la impiedad
Se convierte en tiranía
Huye de mi compañía
[Y de ] questa soledad.                                     [Cuadro 38:A]

De esta estrofa pude rescatar 9 versos. Es mi preferida. Tiene relación con la Estrofa 7, las personas que el poeta conoce no lo comprenden, no sienten piedad por el dolor (la nostalgia del enamorado), son crueles (‘tiranos’), por eso prefiere comunicarse con la naturaleza, hablar con los árboles, los animales. Tiene también que ver esta estrofa, con los motivos temáticos de la portada: aves y plantas.

[12]
Amo, aborrezco y adoro
Y yo propio no me entiendo
Pues sé lo que estoy sintiendo:
Gloria, cantos y penas lloro.

A un tiempo aborrezco y quiero
Siempre estoy alegre y lloro,
No quiero querer y quiero,
Amo, aborrezco y adoro.                                  [Cuadro 39:B]

Son sólo fragmentos de una Décima, pero dan un certero ejemplo, del gusto barroco del poeta, su recurso de la contradicción sostenida, la ambigüedad permanente, la liminalidad en estado puro. Esa indecisión que consume los diversos periodos del amor. Para mí, es también volver a ese poema inmenso titulado «Definiendo el amor», de Quevedo.

[13]
No te aflijas ni te mates
Con seguir a quien te deja
Si no procura olvidarla
Pues ella es quien te desprecia.
El tiempo todo lo acaba
Y todo es [por él] consumido
Así consumió el amor
Que entre uno y otro mediaba
Ahora sé lo que ignoraba
pues dudaba lo que sé
del amor los nuevos quilates
que ofreció el tiempo enemigo
pero si éste fue quien lo hizo
no te fatigues ni te mates.                                 [Cuadro 40:A]

Es uno de los poemas más interesantes de Blas Lorenzo. Descubrir que el amor es creación del tiempo, de que éste lo consume, lo aplaza, lo transforma, lo destruye y reconstruye. Curiosamente, esta estrofa no está en primera persona, es alguien más que se lo ha dicho. Es un poema que de alguna manera polemiza con el texto inicial: no es el amor el centro, es el tiempo. Todo quedaría perfectamente simétrico si fuese el último de los textos de El Libro de las Rosas, pero en el cuadernillo hay otros textos más (escritos en primera persona) que vuelven a centrar el ritmo de la vida y las cosas en torno al amor.

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  1. Las Sátiras

En cuanto a las hijas de las Sátiras adjudicadas a Blas Lorenzo, como he dicho, son poemas sueltos integrados para el litigio contra el poeta. Blas Lorenzo aseguraba que fueron escritos por un cantante en la villa de Chiguagua, un tal Salvador. Sabemos por el El Libro de las Rosas, que el poeta fue poco apreciado por sus conocidos (a estos los llama ‘tiranos’), pero no llega al insulto sarcástico. En las Sátiras el autor o los autores (pues hay al menos tres tipos de letras diferentes) escribieron versos divertidamente ofensivos, por ejemplo, a don Manuel de Estrada, lo describen como un hombre de ‘cara de coño alquilado’, o bien: ‘cara de zorrillo peído’, etcétera. Ya imaginará el lector el enojo del señor Estrada. Se trata en todo caso de letras de cancioncillas entonadas en las tertulias de aquellas épocas.

  1. Conclusión

Una cosa es clara, el litigio hizo algo importante para Blas Lorenzo: preservó para nosotros su manuscrito, el poemario llamado por él (en una de sus cartas o argumentos de defensa) El libro de las Rosas. Al leer (en lo posible) este cuadernillo (hoy sería llamado plaquette o folleto), nos damos cuenta de que fue escrito por una persona versada en poesía, conocedor del formato popular de la décima, que se da el gusto de agregar algunas frases en latín y hacer referencias eruditas (ver por ejemplo, las citas en el cuadernillo dedicado a las Oraciones y Misterios). Por ello, sin duda, el joven Blas Lorenzo fue un hombre conocido por su poesía en Paso del Norte y la villa de Chiguagua. Así lo testiguan sus contendientes. Escribió décimas para sus cuadernillos y décimas para ser cantadas en las noches de tertulias. Perteneció a una familia acomodada e influyente (incluso, uno de los jueces comparte el parentesco Alderete). Sus versos nos han llegado gracias a sus enemigos, escritos en 1761 y descubiertos en el 2019, es decir, 258 años después de su creación. Quede Blas Lorenzo Alderete como el primer poeta del Paso del Norte. Doy fe.

José Manuel García
Profesor Emérito
New Mexico State University

Para mayor información, consultar la guía de la colección de microfilmes de UTEP:

 

poesía
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Elegía por Amado Nervo

martes, 10 marzo 2020 por juaritosliterario

Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz decidió llamarse Amado Nervo porque, según él, ese nombre sonaba más inmediato y adecuado para un poeta. Precursor del movimiento Modernista en México, nació en Tepic, Nayarit, creció en Jalisco y cursó sus primeros estudios en el Seminario de Zamora, en Michoacán. Sin embargo, los problemas económicos de su familia le obligaron a abandonar su formación eclesiástica; aunque no por eso dejaría de lado en su producción lírica, la espiritualidad y el misticismo. La primera poesía del autor se caracterizó por abordar temas relacionados a la existencia humana como el dilema de la vida y la muerte, tópico que se repite a lo largo de su obra. Una nueva etapa del poeta inició al ejercer como periodista, camino que le abrió buenas oportunidades, la más significativa en 1900, cuando viaja a París como corresponsal en la Exposición Universal. Vivió dos años en Europa, donde se relacionó con los movimientos literarios y escritores de la época, especialmente con Rubén Darío. También en París conoció a su gran amor, Ana Cecilia Luisa Dailliez. El viaje al viejo mundo le cambiaría la vida; no obstante, la muerte le atormentó y persiguió siempre. Primero falleció su padre, lo cual, además del dolor, lo enfrentó a grandes problemas económicos; luego, lo conmocionó el suicidio de su hermano Luis; y por último, la muerte de Ana Cecilia, quien murió de tifoidea en 1912, suceso que lo inspiró a escribir La amada inmóvil. 29 Nervo

La amada inmóvil, texto publicado de forma póstuma en 1922, presenta una serie de cuadros en donde el poeta lamenta la pérdida de la amada y habla sobre la muerte desde lo religioso y lo metafísico. Antes del poemario, Nervo escribió un prefacio donde relata los pretéritos y últimos sucesos de la vida de Ana Cecilia. Este apartado adquiere naturaleza de confesionario, pues el autor no sólo desahoga todas sus penas, sino que también habla sobre las incertidumbres existenciales y espirituales que suscitó el fallecimiento de la fémina: “Si debe creerse que nuestra existencia es una expiación de yerros anteriores, sabe Dios que yo expié en esas horas muchas faltas de otras vidas, o de esta mi pobre vida incoherente y mediocre, en la que ni siquiera ha habido un gran pecado, porque su magnitud no rimaba con mi alma, tipo aun de evoluciones intermedias”. Sin duda, nos encontramos ante el trabajo más personal e íntimo del autor por la carga autobiográfica que tiene. En cuanto a su estructura, la obra se divide en diez secciones y cada apartado contiene alrededor de diez poemas. Los textos que lo integran fueron escritos en distintos momentos, por lo que tiene sentido que el libro fuera publicado póstumamente. El primer poema fechado, “Más que yo mismo”, data de febrero de 1912 y el último, “No lo sé”, del 28 de enero de 1918, de manera que encontramos un avance diacrónico en el texto. La forma métrica de todo el volumen es bastante irregular: oscila entre diferentes tipos de estrofas, los quintetos y cuartetos son las más abundantes, aunque también hay versos de arte menor. Algunos de los tópicos más destacables son: el pasar del tiempo, como en “Tres meses”, “Seis meses”; la espiritualidad, en “Gratia plena” o en las quintetas en que compara a la querida con la Virgen María; y lo elegiaco, que se manifiesta en una lamentación no sólo por el fallecimiento de la amada, sino también por la vida, el tiempo y la ilusión.

29 Nervo Amada-Inmovil

Lee aquí el texto

A la par del poema elegiaco, y como lo sufriera Amado Nervo, la muerte ha perseguido constantemente a los juarenses. Asimismo, existe otro vínculo del poeta con la calle que lleva su nombre en la colonia Manuel Valdez: paralelamente a esta, corre la de Rubén Darío, padre del modernismo y amigo de Nervo. Sin embargo, ¿qué puede ser más relevante del poeta para los habitantes de esta zona? ¿De qué manera podrían identificarse o construir un significado valiéndose de la vida u obra del autor? Si en La amada inmóvil Nervo nos habla sobre la pérdida de la mujer amada, refiriéndonos el sentimiento de la eterna ausencia de un ser querido, en Ciudad Juárez la ola de violencia ha dejado muchos vacíos entre las juarenses, incluidos los habitantes de este barrio. Amado Nervo sufrió el perseguimiento de la muerte y, simbólicamente, sigue atormentándolo en este espacio. “Fallece hombre aplastado por una losa”, “Intentan a ejecutar a uno en la Manuel Valdez”, “Fallece hombre baleado en la Manuel Valdez”, “Asesinan a empresario duranguense en la Manuel Valdez”, “Encuentran cadáver en la colonia Manuel Valdez”, “Acribillan y matan a hombre en la colonia Manuel Valdez”, son algunos de los títulos que han encabezan los periódicos y noticieros de la ciudad en los últimos años respecto a este vecindario. Mas así como está presente la muerte, también lo está la vida; si Nervo pudo expulsar sus penas a través de la poesía, quizá los vecinos de esta zona podrían hacerlo también en la lectura de los versos del poeta, por ejemplo, en el siguiente fragmento de “Eternidad”:

¡LA MUERTE! Allí se agota todo esfuerzo,
allí sucumbe toda voluntad.

¡La Muerte! ¡Lo que ayer fue nuestro Todo
hoy sólo es nuestra Nada!… ¡Eternidad!
¡Silencio!… El máximo silencio
que es posible encontrar.
¡Silencio!… ¡Ultrasilencio,
y no más! ¡Oh, no más!
¡Ni una voz en la noche
que nos pueda guiar!

Aldair Meza

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Teatro que incomoda. Entrevista con el dramaturgo Edeberto “Pilo” Galindo

jueves, 27 febrero 2020 por juaritosliterario

“Escribir la obra de teatro no va a cambiar el mundo. Picar en tu conciencia, esto debiera pasar y no pasa. Estamos obligados a ver el lado que nadie quiere ver y que además es el que más nos duele”. Edeberto “Pilo” Galindo

Dos de la tarde de un jueves, la ciudad me quema. Estoy en el Sanborns de la avenida Paseo Triunfo de la República, en Ciudad Juárez. Espero al escritor y dramaturgo chihuahuense Edeberto “Pilo” Galindo[1] para una entrevista. Le he pedido que conversemos sobre dos de sus obras de teatro: Lomas de Poleo (morir con las alas plegadas) y El caimán y los sapos. La primera aborda el tema de los feminicidios en Ciudad Juárez a finales de los años noventa. La otra pieza denuncia la historia de violencia física, sexual y psicológica que vive un grupo de chicas, casi niñas, secuestradas por una red de proxenetas. Ambos temas, el día de hoy, presentes y urgentes de resolver en todo México. Estoy a punto de apretar play, mientras la ventana pareciera proteger con sus barrotes negros el aire.31-pilo-galindo-antologia-2.jpg

Sandra Rosas (S): Sobre la trata de personas en México, ¿quiénes lo saben y por qué lo callan?  

Pilo Galindo (P): Escribí El caimán y los sapos cuando descubrí la historia de una muchacha que logró liberarse de un grupo de proxenetas. Me estremeció mucho el tema, necesitaba escribirlo; lo necesitaba como escritor, como persona, como juarense, como ser humano. Y sí, es muy fuerte, pero debía hacerlo y lo hice, por todos los que cierran los ojos para no verlo, los policías que se corrompen, la gente que vende chucherías y sabe que las chicas están ahí. Yo sentí que era mi obligación. A mí la obra no me gusta. Entiendo cuando me dice la gente: “¡Ay!, me sentí muy incómoda” … ¡De eso va, de eso se trata! Imagínate, la trata de personas es una historia donde no hay salidas. Por eso, en la puesta en escena de 1939 Teatro Norte tampoco las hay.  Aquí no hay para dónde hacerse. Cuando la chica dice “no me gusta mi vida, cómprame el veneno para ratas” al momento de acabársele la esperanza, representó mi pesar cuando empecé a descubrir esas cosas terribles. ¿Cómo se sentirán ellas, ahí, encerradas, salpicadas con su propia sangre? Yo sentí esa obligación, y pensé que con la escritura de la obra me iba a drenar.  El caimán y los sapos es una crítica a nosotros, porque todos somos culpables, corresponsales. Yo soy culpable, me guste o no, soy corresponsable de este asunto, por mi violencia, porque me tardé en dar con este tema. Y, sí, es muy fuerte, pero necesitaba escribirlo y lo hice. He escrito ya sobre las diferencias sexuales, la discriminación por el color de piel, por la religión. En este caso, una noche, estando con mi hija, le pedí que buscara la canción de Chayanne, Un dos tres. Si te das cuenta, todas las personas abrigamos la ilusión de un primer amor y las adolescentes más; por ello, también estamos obligados a ver lo que más nos duele. Escribir la obra de teatro no va a cambiar el mundo. Picar en tu conciencia, eso es lo que debiera pasar y no pasa. Estamos obligados a ver el lado que nadie quiere ver y que es el que más nos duele. Finalmente, hay que decir que esa mayoría silenciosa que elige no mirar, está ahí a la par de una minoría que se preocupa por el exceso de plástico, por los animales… Esa minoría son gente salvando el mundo sin saber que lo salvan, gente que hace posible un mejor mundo.

S: ¿Tu teatro es una denuncia?

P: Claro, desde luego. Es denuncia, una acusación a nosotros como sociedad. Es documento. En este momento alguien se está robando a una niña. No obstante, como decía la chica en escena “El hecho de que hagas una película no va a resolver nada”. Tú vas por la Sullivan, en el Distrito Federal y ves a las muchachas disfrazadas de mujeres, casi en ropa interior, y pasan los católicos por ahí y no las ven, pasan los beatos y no las ven, pasan los policías y no las ven.

S: ¿Cómo surge la publicación de tus obras completas de teatro?

Hay un premio nacional de dramaturgia que se llama Juan Luis Alarcón. Mi hija y mi esposa le propusieron a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez que me eligieran, pero no quiso. Entonces, la Universidad de Querétaro me propuso. Cuando obtengo el premio, cuando supieron que me había ganado el premio, pues los de aquí de Juárez se agüitaron. Para corregir este descuido, querían publicar todas mis obras. Mi hija Austria hizo la selección. Tenía 60 obras. Luego vinieron y me dijeron “queremos que hagas un cuento sinfónico”; lo hice gratis. Se llenó el teatro. Después, les pedí ayuda con la compra de un boleto de avión para ir a Querétaro y no me lo dieron. Así son estos gobiernos. Usan a los artistas y cuando no les sirven los desechan.

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S: ¿Cómo ve la luz tu obra de teatro Lomas de Poleo?

Después de que monté Puente negro, alguien me preguntó que de qué iba a escribir en mi siguiente obra. “Yo voy a hablar sobre los feminicidios”, dije.  Por ese tiempo estaba escribiendo Amores que matan, en la cual hablé sobre los indocumentados; me gané una mención de honor con ese texto. Tiempo después, cuando trabajaba en Dallas en un McDonald’s, Eduardo Trías me llamó por teléfono y me dijo que se acaba de ganar la beca para escenificar tres obras de teatro. Me propuso que regresara y presentara Lomas de Poleo. “¿Pero Lomas de Poleo? Todavía no la escribo”, le dije. Y me hizo regresar a Juárez. En esa época me volví muy psicótico, mis hijas eran adolescentes, muy pequeñas, por lo que me afectaron mucho esos crímenes. Lo difícil es que cuando escribes también tienes que ser el asesino. El escritor tiene que convertirse en cada uno de los personajes para poder entrar en diálogo. En este caso, la escritura vino del caso de Barrio azul. La escribí basándome en el tolteca, en el Egipcio, en los dueños de bares que cometieron muchas atrocidades contra niñas, en eso me basé. Yo pensaba: “A ver, qué tipo de miedos tienen esos tipos. Ellos de lo que tienen miedo es de que descubran quiénes son. Porque ellos son padres, señores de oficina, hombres comunes y corrientes.”

S: ¿Cómo narrar el feminicidio y escenificarlo sin violentar nuevamente a las víctimas?

P:  Alguien me cuestionó si pondría en el escenario la violación. No, ya las mataron una vez, no hay que volverlas a matar. En la primera escena de Lomas de Poleo, la chica tumba al suelo al violador y le saca el corazón, mientras le preguntaba qué iba a hacer con ella. Volvieron a interrogarme, “Pero, ¿la chica le está haciendo eso al muchacho?”.  No, ella le está haciendo lo que a ella le hicieron. Invertimos el papel, porque no quería volvérselos a hacer. Porque fueron hijas, hermanas, madres y nunca pensaron que les iba a pasar eso. Eran gente como tú y como yo, gente normal que vivió el horror. No estaban tan lejos, pasaron rozándonos el hombro. Eran gente que estaba aquí, oímos su risa. No son distantes. Fueron a la tienda, fueron al baile, fueron al trabajo, a la maquiladora y no volvieron. “Salí de mi casa y en esta bolsa están todos mis gritos”, dice una chica, en otro momento de la obra. Cuando yo la estaba escribiendo pensaba: “Son niñas, son niñas que un cabrón despedazó y con ello despedazó a mucha gente”.

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Montaje de Lomas de Poleo

S: ¿Sobre qué estás escribiendo ahora?

P:  Ahora estoy hablando sobre el abandono. Cuando nos hacemos mayores, cuando nuestros padres se hacen mayores dejamos de oírlos, de verlos. Muriel Barbery decía que dejamos a los mayores en esos mataderos como a un perro viejo. Así hacemos con nuestros padres, con nuestros abuelos. Y pienso que a mí me hizo falta abrazarlos, quererlos más. Yo vivo casi al resguardo de mi máquina de escribir, me refugio mucho en mi trabajo. A lo mejor y debo escribir obras más esperanzadoras. ¿Tú crees que hay esperanza? La esperanza también es una ilusión.

S: ¿Cómo te sientes cuando dicen que eres el dramaturgo más famoso de Chihuahua y del Norte?

P: Bochornoso.  Me da pena. Ahora en Guadalajara me decían: “Oiga, lo invitamos allá.” Yo no pasé al público, me da pena. Soy muy vergonzoso. Empecé a mandar obras de teatro a concursos, porque me estaba muriendo de hambre y claro que da gusto pasar de pedir 20 pesos para la gasolina a escuchar que acabas de ganar 50, 000 pesos o 100, 000 pues. Un concurso no hace tu obra mejor, pero te da reconocimiento. Sin embargo, la lisonja no me gusta, huyo de ella. Nunca perseguí eso. No escribo para eso; aunque mentiría si te dijera que no me gusta el reconocimiento. Yo me estaba muriendo de hambre.

S: ¿Pilo Galindo en un par de palabras?

P: ¿Sabes que soy autodidacta? Yo no estudié ni español, ni gramática, ni dramaturgia. Cuando imparto un taller de dramaturgia y me preguntan “maestro, ¿qué método va a utilizar?”, siempre digo, “pues, el mío”. Ese es el único que conozco. Creo que si los escritores no tienen nada que decir, no deberían escribir. No solo porque esté de moda un tema hay que escribir sobre él. Víctor Hugo Rascón Banda decía que mi teatro se parece mucho a el teatro alemán. Pero, yo no lo sé. A mí solo me gustaría que mi trabajo, el trabajo de Pilo, se conociera.

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Montaje de El caimán y los sapos

Le pido que me firme el libro Antología teatral y nos despedimos con un abrazo.

Sandra Rosas

[1] Pilo Galindo ha escrito innumerables obras de teatro, la mayor parte de ellas reunida en los dos tomos de su Antología teatral, publicados por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

siglo XXIteatro
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Intertextos en Puño de whiskey de Edgar Rincón

miércoles, 26 febrero 2020 por juaritosliterario

I. Subgéneros, Friends y Supertramp

Edgar Rincón Luna nació en este desierto, y además de poeta también es diseñador gráfico. Ambos oficios se agradecen al conocer la versión personal de su Puño de whiskey (2005), poemario, cuya segunda edición apareció el año pasado, del que me ocuparé en este texto a partir de la teoría desarrollada por Gerald Genette. Según Elena Beristain, cuando se trata de intertextualidad, las mejores calas se realizan tomando como apoyo a Genette en Palimpsestos (1989), debido a la versatilidad con que trata los distintos fenómenos de “referencias”, muchas veces imbricados en la obra literaria. Las referencias siempre llaman la atención en cualquier pieza de arte: queremos descubrir cuál es la obra inserta en el libro, la película o canción; por qué está puesta ahí y con qué intención: cómo sucede el diálogo con el texto que se señala y recomienda. En Puño de whiskey, la intertextualidad aparece como uno de los rasgos principales. Por ello, en esta primera entrega sobre el texto de Rincón Luna me ocuparé de las modalidades transtextuales presentes en los poemas “Despedida con playa”, “FRIENDS”, “The logical song (Supertramp)” y “Some guys have all the luck (Rod Stewart)”.

67 Rincon - Puño

Lee aquí el poemario

El poema que abre la primera parte, titulada “Yo soy el que saca las postales del fuego”, contiene una visión nostálgica de recuerdos que se queman y, no obstante, se metaforizan a través de imágenes costeras y marítimas: “Por qué nos hace llorar esa ceniza perdiéndose entre las piedras // el corazón del mundo se derrama […] / y en sus picos los adioses no son más que peces muertos”. El nombre del texto, “Despedida con playa”, señala una serie de consideraciones referentes al subgénero de la elegía; es decir, se encuentra una architextualidad porque, según apunta Genette, “articula una mención paratextual (títulos, como en Poesías, Ensayos […], o más generalmente subtítulos: Novela, Relato, Poema, etc.)  [y] la determinación del estatuto genérico de un texto no es asunto suyo, sino del lector, del crítico, del público, que están en su derecho de rechazar el estatuto reivindicado por vía paratextual”.

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Foto de Alex Briseño

Genette define en Palimpestos el significado de paratextualidad de la siguiente manera: “está constituido por la relación, generalmente menos explícita […]  que el texto guarda con su paratexto: título, subtítulo, intertítulos, prefacios, epílogos […], etc.”. Respecto a esto, el poema que me interesa se titula “FRIENDS”, alusión a una famosa serie televisiva estadounidense. A través de un rasgo paratextual (el título) se hace referencia a otro rasgo paratextual de una obra ajena (el programa de televisión). Dicha alusión se afianza en el campo semántico de los versos, que remite a un recuerdo de la amistad infantil: “veo las mañanas en el cine después del catecismo / el parecido infantil que nos hermanaba / […] / recuerdo el río, las bicicletas”; y a la desilusión del presente adulto: “El pequeño julio que le disparó a un ladrón / no tuvo más remedio que convertirse en policía / Vicente el tartamudo / feo como una moneda vieja / fue el primero en casarse”. Al mismo tiempo, se sugiere el contraste entre el lugar que describe la voz poética y el sitio donde se desarrolla la historia de Friends: “nunca estaremos juntos nuevamente / jamás sobre una calle de Nueva York / nunca veremos las luces de esa ciudad desconocida / nunca desde el mismo cielo / nunca desde este infierno”. Asimismo, encontramos aquí una hipertextualidad, pues existe una relación entre un texto presente (el poema) con uno anterior (la serie).

31 Parte 1

En la segunda parte del poemario, una de las más interesantes, “91.9 F.M. Canciones de la primera infancia”, todos los títulos resultan nombres de canciones. A través de este rasgo paratextual del título encontramos distintos tipos de referencias. En el poema “The logical song (Supertramp)” hay intertextualidad, la cual Genette define como “la presencia efectiva de un texto en otro. Su forma más explícita y literal es la práctica de la cita (con comillas, con o sin referencia precisa); en una forma menos explícita y menos canónica, el plagio, […]; en forma todavía menos declarada y menos literal, la alusión, es decir, un enunciado cuya plena comprensión supone la percepción de su relación con otro enunciado al que remite necesariamente tal o cual de sus inflexiones, no perceptible de otro modo”. La canción de Supertramp se presenta como alusión en el poema de Rincón Luna, y su incidencia no puede obviarse. Los versos de Rincón Luna describen la siguiente imagen: “cuando eras niño escuchabas canciones country / eras pequeño y todo era maravilloso”. Po su parte, la letra de la melodía de Supertramp comienza así: “When I was young, it seemed that life was so wonderful / a miracle, oh, it was beautiful, magical”. Luego, el poeta juarense señala que “todo dependía de los demás / eras cínico y descarado”, es decir, describe actitudes comunes en los niños, como seres inconscientes de los problemas que se dedican a observar y ser mirados por las aves. Un cuadro que también aparece con el grupo británico: “And all the birds in the trees, well, they’d be singing so happily / Oh, joyfully, oh, playfully watching me”. Después, en los dos textos, viene la ruptura de un pasado idílico: “ahora / le debes dinero a mucha gente / ya no eres divertido / en tu vientre se acumulan tus preocupaciones”; “But then they sent me away to teach me how to be sensible / logical, oh, responsable, practical”. En ambos casos, se muestra el término de la etapa en que estamos a cargo de alguien más, cuando debemos afrontar la realidad práctica del mundo y pagar las cuenta. Rincón Luna culmina su pieza con una interrogación: “si lo único que preguntas / con tus muebles fuera de casa y una llanta desinflada / es ¿quién diablos soy?”. Supertramp, en cambio, la utiliza como estribillo: “I know it sounds absurd / please tell me who I am”.

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En el poema “Some guys have all the luck (Rod Stewart)” se encuentra una hipertextualidad, ahora a través de una transposición, es decir, una “transformación de una obra en otra con reducción, aumento o sustitución de cualquier componente o aspecto semántico”. Mientras que en la canción de Rod Stewart, el yo lírico se lamenta de no tener una mujer a su lado: “The guy next to me has a girl in his arms, my arms are empty / how does it feel when the girl next to you says she loves you? / It seems so unfair when there’s love everywhere but there’s none for me”; en el poema, la muerte resulta el deseo imperante: “un joven compra un carro que al llegar a su casa explota / otro que se ha rasguñado el dedo gordo mientras columpiaba a su hijo / muere de tétanos siete días después”. Ambas piezas rematan cada estrofa con el verso que las titula, el cual funciona también como intertextualidad en forma de una cita traducida de la canción del músico británico: “algunos tipos tienen toda la suerte”.

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Los poemas de Edgar Rincón Luna pueden leerse de forma independiente al texto al que se relacionan; sin embargo, su lectura se enriquece si consideramos el subgénero literario, la serie televisiva o los clásicos del rock en inglés que están imbricados en su composición. También, por ejemplo, los textos de la segunda sección los podríamos leer al mismo tiempo que escuchamos las canciones a las que se refieren. Así, en nuestra cabeza aparecería la imagen de “un hombre sin voz / [que] revive viejas canciones / o cicatrices / o historias” que se parecen a las nuestras.

II. Postales

Arriba señalé algunas de las modalidades transtextuales que Genette clasifica en Palimpsestos (1989). Ahora, sigo con los conceptos del teórico francés para hablar sobre “Seis, Yo soy el que saca las postales del fuego” (de la parte “IV. Funerales”), “Ciudad Juárez Unplugged” y algunos poemas de la parte “V. Conozco esta ciudad, no es como en los diarios”. Para aproximarse a “Seis, Yo soy el que saca las postales del fuego”, tomo en cuenta la relación existente entre dos textos del mismo poemario: por un lado, el título es idéntico al de la sección inicial de todo el libro; y, por otro, en el cuarto apartado, se menciona a Jacob Ibsen Lambert, quien “es viejo y es jardinero / […] / entonces recuerda que está casado / […] / y cuando llega su esposa / le dispara dos veces en la cara”. El poema en cuestión, precisa de la lectura interconectada de piezas previas, ya que funciona como continuación y liquidación de un personaje que “toma un trago de whiskey y se para frente al espejo / […] / se lleva la pistola a la boca // no alcanza a ver nada”.

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El título de la última parte, “V. Conozco esta ciudad, no es como en los diarios”, es una cita de la canción “No soy un extraño” de Charly García, en la que el sujeto lírico regresa a una íntima ciudad, que no es como la pinta la opinión pública foránea: “Acabo de llegar, no soy un extraño / conozco esta ciudad no es como en los diarios, desde allá”; sin embargo, se encuentra desconcertado y pretende pasar desapercibido: “Dos tipos en un bar, se toman las manos.  / Prenden un grabador y bailan un tango, de verdad. / Y yo los miro sin querer mirar, / enciendo un faso para despistar”, pero pronto se reconoce en la urbe y con sus habitantes: “Y siento un aroma poco familiar / alguien se acerca y comienza a hablar”. Una reflexión sobre no ser capturado de nuevo por alguien concluye la composición: “los carceleros de la humanidad / no me atraparán, / dos veces con la misma red”. Acorde a la canción, en los poemas de Rincón Luna domina la descripción y reflexión en torno al espacio citadino que se encuentra en decadencia. El yo lírico lo conoce bien: “en las vértebras de la ciudad, / la palabra ceniza ya no existe / […] en nuestro aliento se dibuja / la ciudad / llamándose por su nombre”; en “Primera plana”: “toda ciudad es un rescoldo del infierno / desde aquí se abraza a la tiniebla”; en “Parte del aire”, se dice que “en cada casa de esta ciudad hay un asesino”. “Strangers in paradise” pregona que “esta ciudad, así a solas me gusta”.

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Por último, “Ciudad Juárez Unplugged” confirma que “en esta lluvia que en silencio / cae de nuestros ojos / agradecemos esa luz que nos permite ver las ruinas de una ciudad”. En este último poema, resalta un alegato contra la penumbra y apoteosis de la luz del relámpago: “que la constancia de la lluvia / la persistencia de la oscuridad / no borra el rostro ni los nombres / de los amigos muertos”. Quizá el poema aluda a la canción “Quedándote o yéndote” de Luis Alberto Spinetta, la cual, también encierra luminosidad: “el sol empuja con su luz / el cielo brilla renovando la vida / […] / de ti saldrá la luz”. El estribillo “la lluvia borra la maldad / y lava todas las heridas de tu alma” se contrapone al sujeto lírico de “Ciudad Juárez Unplugged”: la precipitación no se lleva las heridas de su alma, ni ayuda a olvidar a los amigos muertos.

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Las relaciones que guardan los poemas contenidos en Puño de whiskey con otras composiciones trazan caminos de interpretación y recorridos musicales, a veces explícitos como en “II. 91.9 F.M. Canciones de la primera infancia” Otras veces las pistas se ocultan silenciosas, dando pie a la reminiscencia de nuestras propias lecturas. Interconexiones hipotéticas. También ocurre que los textos del poemario dialogan entre sí; “Seis, Yo soy el que saca las postales del fuego” entabla distintas relaciones con poemas anteriores. Queda claro que el yo lírico se sirve y enriquece de otros discursos. Puño de Whiskey no solo es un palimpsesto en su sentido referencial, sino también como registro de sucesos de variada índole en esta (y en cualquier otra) ciudad… desde una despedida, hasta el rayo que suscita la tormenta.

Gibrán Lucero

 

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El reflejo del Brown Buffalo

lunes, 24 febrero 2020 por juaritosliterario

La autobiografía de un búfalo prieto (The Autobiography of a Brown Buffalo) es el primero de dos libros publicados por Oscar “Zeta” Acosta, un abogado y escritor chicano que desapareció en Mazatlán, Sinaloa, en 1974. Algunos se preguntan si se suicidó; corrían rumores de que el FBI estaba tras él debido a su activismo político. La autobiografía gira en torno a la vida del jurista Acosta, antes de agregarse la distintiva “Zeta” y convertirse en defensor legal de los militantes chicanos en East Los Angeles, durante los años 60.

El recorrido de este “indio salvaje que corre destruyendo frenéticamente todo lo que encuentra a su paso” comienza a partir de su infancia y adolescencia en Riverbank, California, concluyendo con el regreso a su ciudad natal, El Paso, Texas, después de haber pasado unos días en Ciudad Juárez. Antes de que la literatura chicana se consolidara, al grado de ser tendencia o incluso moda, era prácticamente imposible que una editorial estadounidense se interesara en publicarla. Una novela temprana, versión de Romeo y Julieta entre okies (residentes de Oklahoma) y chicanos, fue rechazada por tres editoriales que, si bien elogiaron la escritura de Acosta, pensaron que la temática no era aceptable. La historia del Búfalo prieto se imprimió en 1972, el mismo año en que se publicaron las obras de otros dos importantes escritores chicanos, Bless Me Ultima, de Rudolfo Anaya y Occupied America: A History of Chicanos, de Rodolfo Acuña.

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Oscar Acosta reflexiona constantemente sobre su identidad. Es hijo de una pareja pobre de inmigrantes mexicanos; su color de piel moreno (brownie), su apellido, lo mantienen exiliado de una sociedad angloamericana a la que no puede acceder. Las mujeres de ojos azules, símbolo de la belleza a la que aspira, le resultan inaccesibles. No sólo la familia de ellas se opone a esas relaciones amorosas, también la policía. En México reconoce, por fin, su color en la piel de los otros. Caminando por la avenida Juárez encuentra productos nacionales, sandalias de Torreón, sombreros de Michoacán, dulces de camote, joyería y trabajos artesanales de los indios de las montañas sonorenses. “Todos caminaban a lo largo de las calles provistas de luces multicolores, en medio de tortas, tacos, tamales, elotes y cualquier clase de alimento cuyo precio no rebasaba un solo dólar”.

Su cabeza da vueltas; atento a la belleza femenina de las mujeres morenas, de facciones indígenas, de pelo negro que lo deslumbran, concluye que podría casarse con cualquiera. Alice Joy y Jane Addison, las niñas blancas que amó en la infancia dejan de importarle. En las habitaciones detrás de la Cantina de la Revolución, dos voluptuosas prostitutas le enseñan a ser un mexicano de verdad. Con ellas pasa una semana entera, hasta que una pelea con quien le renta la habitación y otro empleado lo lleva a la piedrera, la cárcel de Juárez. En el hotel, cuestionan sus raíces, su tono de español, su ser por completo. “-Pues parece mexicano, pero ¿quién sabe?”, “-Dile que si no le gusta… [el frío en su cuarto] ¡que se vaya a la chingada!” Entre multas para ser puesto en libertad y cobros injustificados de policías corruptos, Acosta se queda sin dinero. De regreso a El Paso, sin cartera, discute con los oficiales para que le permitan cruzar; ellos le advierten: “-Bien. Pero te sugiero que la próxima vez traigas contigo alguna identificación. No pareces norteamericano, ¿sabes? Su identidad se resquebraja. No es de aquí, ni tampoco de allá; solo el desamparo lo cobija. Entonces, y de repente, la revelación. “La bomba explota en mi cabeza. Luces intermitentes. Estrellas. Veo todo con claridad”. El protagonista se identifica con el brown buffalo, ese enorme mamífero perseguido y masacrado por cowboys e indios por igual, pero quizá le teman a las manadas, al Brown Power.

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Sólo los mexicoamericanos o chicanos saben lo que se siente nacer en un territorio hostil, dominado por otros moradores que ocuparon territorio por la fuerza. A pesar de su población, En Estados Unidos su comunidad sigue siendo una minoría, entre tantas otras, cuya literatura no termina de introducirse en el canon occidental; no se enseña en las escuelas más allá de la franja fronteriza y su distribución es insuficiente, sin importar la gran calidad de su escritura. Además, la orientación monolingüe limita el ejercicio público de otras lenguas. Oscar “Zeta” Acosta dejó de hablar español alrededor de los ocho años. Su visita a Ciudad Juárez lo hizo sentir, al menos por un tiempo, en casa, igual a los demás. No obstante, los abusos e insultos de los que fue víctima a causa de su lengua, el inglés, que lo identificaba como ciudadano norteamericano, terminaron por desilusionarlo. Este ser-en-medio no podía depender de paisanos juarense y mucho menos de los anglos; el chicano debía defenderse a sí mismo y entre los suyos. “En el momento presente, en este día lluvioso de enero de 1968, me doy cuenta de que no soy mexicano ni norteamericano. Ni católico ni protestante. Soy chicano por estirpe y Búfalo Prieto por elección”.

María del Carmen Rascón Castro

Texto publicado originalmente en Sinembargo

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Vereda hacia el camino boreal. Juárez con Jota (1 de 10)

martes, 18 febrero 2020 por juaritosliterario

Resulta de particular interés explorar el contrapeso de una tradición literaria local escrita por hombres que celebran el gusto de ser machos, beodos e inspirarse en “senos altos, sitios de recreo”. ¿Hasta qué punto la poesía refleja la ideología dominante de una sociedad, o será que la misoginia e indolencia hallaron cauce en el verso libre? Frente a una escritura que gana premios, publica en editoriales de renombre, coedita con universidades públicas, dictamina becas y brinda por “la división aleve de [las] nalgas” femeninas, existen otras voces más allá del fulgor heterosexual.[1] En esta serie de breves ensayos –diez en total– hago un recuento de la creación literaria en Ciudad Juárez con temática queer.

Si México se escribe con J, como anuncia la famosa antología de Michael K. Schuessler y Miguel Capistrán (2010), Juaritos no precisa de la falta ortográfica y Juanga, hijo predilecto de la ciudad, da fe de ello; sin embargo, la historia de la cultura queer en la frontera norte –incluida la gay y todo tipo de orientación sexual– espera paciente para ser escrita. Los actos de homofobia y los crímenes de odio cometidos contra lesbianas, gays, bis y trans nos recuerdan que las innegables contribuciones de la comunidad LGBT a la cultura universal han sido siempre acalladas y relegadas por motivos religiosos, sociales o raciales. El objetivo primordial de esta decena de reseñas es, desde el campo de los estudios literarios, aportar un sustento simbólico a la lucha contra la inequidad, discriminación y estigmatización motivadas por visiones autoritarias, homófobas. Las obras literarias que iré presentando, una a una en orden cronológico según su fecha de composición o publicación, recogen estilos de vida, elecciones y decisiones personales ejercidas en el disfrute de la intimidad, del amor y, sobre todo, del ser.

A inicios de este año, asistí a una charla de café, organizada por jóvenes estudiantes de literatura, en donde se discutieron ideas en torno a Narrativas queer. Me interesaba, por supuesto, escuchar la incidencia en el ámbito fronterizo. Al evento, acudió el escritor José Jasso, autor de Torceduras (2016), una colección de cinco relatos cortos plagados de sanas puterías y de sobrado humor (me refiero a cada uno de los líquidos de un organismo vivo). En la contraportada, se lee que el plaquette “inicia la Literatura Queer en Ciudad Juárez”. Acostumbro dudar de este tipo de afirmaciones tan categóricas –tan peligrosas a la hora de urdir una historia literaria–, ya que suelen ser falsas. Además de omitir (o desacreditar, que sería peor) la obra de autores contemporáneos, la sentencia desconoce los antecedentes del siglo pasado.

Fue una grata sorpresa, durante la investigación, hallar una novela con la que inicio el recuento y que transcurre en parajes ajenos a El Vampiro de la Colonia Roma: “Noble y fraternal tierra del norte. Hecha de contraste y de sorpresa, de esperanza y austeridad. Plana y recia en la llanura. Sinuosa y erecta en la montaña. Quemada y muerta en el desierto. Húmeda y rumorosa en la serranía”. Vereda del norte, compuesta en 1937 por José Urbano Escobar, se mantuvo inédita hasta que el historiador Darío Oscar Sánchez proporcionó el mecanuscrito a José Manuel García, quien –por aquel entonces a inicios de la centuria– dirigía el apartado cultural de la revista Semanario. ¿Que cómo se titulaba aquel suplemento? Armario, sí… de ahí salió, por entregas, Vereda del norte. En el verano de 2005, junto con otra de sus obras, El evangelio de Judas Keryoth, el consejo del Fondo Municipal Editorial Revolvente tuvo la oportunidad de sacar a la luz ambas novelas en un solo volumen. La editora del texto, Adriana Candia, advierte el valor de lo que traía entre manos: “Probablemente la primera novela mexicana con tema homosexual, y la primera novela juarense de la revolución”.

Me detengo primero en unas cuantas líneas sobre el autor y después sobre Vereda del norte. Darío Oscar Sánchez, en la reedición de Siete viajeros y unas apostillas de Paso del Norte, publicado originalmente en 1943, destaca la “inquietud errante”, que sin duda expresa el carácter multifacético del escritor nacido el día de San Urbano en Ciudad Juárez hacia 1889, unos meses después de que la antigua villa de Paso del Norte cambió de nombre. “Atleta, orador, poeta, pintor, revolucionario, pugilista, explorador, profesor, cantante, actor, novelista, historiador, periodista, político; todo esto fue José U. Escobar”, primo hermano de Numa y Rómulo, chihuahuenses ilustres que fundaron la Escuela Particular de Agricultura en la frontera. Al estallar la Revolución mexicana, nuestro novelista participó al lado de Pascual Orozco. Tras el asesinato del General en 1915 en Van Horn, acusado de haber robado ganado, Escobar pronunció la oración fúnebre en el sepelio del caudillo en El Paso. El movimiento armado, la pérdida de su amigo y el exilio calaron hondo en la sensibilidad del escritor.

Vereda del norte sitúa sus acciones a principios del siglo XX en el pueblo de San Francisco del Oro, “mineral norteño repechado de sol en un anfiteatro de montañas escalonadas de pinos”. La vida alrededor de la extracción del beneficio queda bien retratada, por un narrador en tercera persona, a través de las faenas diarias en las vetas de La Fábula. “¿No era éste un nombre verdaderamente singular para una mina?” Para “El chamaco Ricardito García”, acompañar a su padre a las entrañas de la tierra era “una aventura de perfiles juliovernescos”. Copio un párrafo del primer capítulo para delinear el perfil del protagonista, un muchacho que “sentía la presencia, casi sexual, del secreto de la montaña”, y el tono de una prosa preocupada más por agitaciones corporales que por cuadros costumbristas o históricos:

“Lo llenaba de euforia acercarse a los hombres, darse cuenta de que todavía estaba junto a la humanidad. Parecía que los mineros flotaban, ingrávidos, en una ola de negrura, en donde bailaban, formando extrañas constelaciones, las llamitas de las linternas. Debajo de cada punto luminoso brillaban dos ojos; el sudor de las frentes relumbraba con resplandores anaranjados; los dientes blancos relampagueaban detrás de las bocas fatigadas. Los hombres, desnudos de medio cuerpo arriba, ya no parecían hombres, el sudor les formaba caminitos sobre los torsos hercúleos cubiertos de polvo. Las piquetas despedían chispas al chocar sobre la piedra. Los mineros cavaban en el sendero nocturno. Ya no eran seres de carne, sino de tierra”.

176 Escobar - Vereda norte

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Muy pronto, el adolescente encuentra a su contrapunto, “otro caballero de carne y hueso, y de extraña catadura: sombrero tejano, botas mineras y zarape”. La relación entre Ricardo y Teófilo, además de sostener la tensión de la novela, encarna lo que ahora conocemos como bromance. Juegos de palabras, insinuaciones, símiles y paisajes a punto de desbordarse corresponden con el despertar sexual del más joven, quien mitiga sus ansias ante la sorpresa de su amigo: “–Qué has venido a quedarte conmigo, a dormir, aquí en el bosque. Tú no sabes lo que estás haciendo”.

Justo a la mitad de la pieza, en el capítulo 10, nos damos cuenta que el pueblo minero no era ajeno al acontecer regional. A San Francisco del Oro llega ni más ni menos que el periódico Regeneración. “Lo escribían en el extranjero unos hombres que deben haber sido nobles y valerosos”. La lectura de las ideas de los hermanos Flores Magón, así como La sucesión presidencial, de Francisco I. Madero, los conduce a las armas. Los mineros toman la vereda del norte para unirse a la bola. “-Ahora van para Casas Grandes. Los manda Pascual Orozco”; pero, más diestros con la pala que con el fusil, mueren pronto, “derrotados en el rancho de Las Escobas y en Cerro Prieto, donde los federales fusilaron a los prisioneros”. Esa suerte corrió don Julio García, padre de Ricardo, por lo que su familia, sin el diario sustento, se ve forzada a emigrar a la frontera, con una parada intermedia en la capital del Estado.

El paisaje coopera en la caracterización de figuras y detona emociones en quienes lo experimentan. La entrada a Juárez por ferrocarril es ejemplar. “Imagina Ricardo que desde las ventanillas del tren podrá encontrar lo que busca en el camino del norte. Lo examina todo, pero nada. Arenales estériles. Médanos fulvos. Sedientos. Sinuosidades azules de montañas lejanas. Ya están cerca de Ciudad Juárez”. ¿Qué le depara la frontera, esa “la línea verde de los álamos que crecen a la orilla del río Bravo”, al muchacho? Vuelve a ver a su entrañable camarada, pero a Teófilo se le acusa de haber matado a un gringo que pretendía recuperar el ganado que supuestamente le habían robado del otro lado. La trágica escena en el cementerio pone fin a las aventuras.

La búsqueda de la identidad sexual de Ricardo y el despertar que halla en la compañía de Teófilo merecen atención y deben ser leídos a casi un siglo de haber salido de la pluma de José U. Escobar, quien ofrece interesantes guiños ante una rígida, y ojalá ya caduca, moral. Pensemos que Teófilo apoda a su compañero como Sacristán “porque te ves muy mustio, muy moscamuerta y a la mejor eres una mulita”. Ricardo no se ofende y lo nombra “-Monaguillo. Así los dos tendremos nombres de gente de iglesia”. Por último, llama la atención que el vínculo homoerótico en Vereda del norte tuviera que esperar casi 80 años para concretarse en otra novela, Northern lights de Ángel Valenzuela (2016), de la que me ocuparé en su momento.

Carlos Urani Montiel

Texto publicado originalmente en Sinembargo.mx

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[1] Los versos entrecomillados pertenecen a La otra cara del vidrio, poemario publicado en 1984 por Premiá en coedición con la Universidad Autónoma de Puebla y la Universidad Autónoma de Zacatecas, escrito por Jorge Humberto Chávez, quien dirigiera el Taller Literario del Museo de Arte del INBA en Ciudad Juárez durante la década de los 90; al día de hoy coordina el área de literatura del Instituto Potosino de Bellas Artes, es curador del Festival Internacional Letras en San Luis y miembro, desde el 2014, del Sistema Nacional de Creadores de Arte.

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El galardón a la muerte de Ignacio Zaragoza

miércoles, 29 enero 2020 por juaritosliterario

Ignacio Zaragoza nació en 1829 en la Bahía del Espíritu Santo, antes de que los texanos ganaran la Guerra de Independencia de su estado y esta provincia dejara de formar parte de Coahuila para convertirse en la actual Goliad. Al consumarse el acto bélico, la familia Zaragoza decidió mudarse, primero a Matamoros y después a Monterrey. Luego de descubrir que no tenía vocación sacerdotal, Ignacio ingresó a las Guardias Nacionales. Su carrera militar despuntó en la Revolución de Ayutla, la Guerra de Reforma y, finalmente, en la Segunda Intervención Francesa, donde estuvo a punto de recibir la bala de un soldado europeo infiltrado, de no ser porque se ocultó tras la escultura de un Cristo de madera. El presidente Benito Juárez lo nombró Benemérito de la Patria en grado heroico tras su brillante participación como jefe del Ejército de Oriente durante la Batalla de Puebla el 5 de mayo de 1862. No obstante, a pesar del reconocimiento y triunfo militar, sus últimos días se enmarcaron en un ambiente trágico que oscilaba entre la muerte y la enfermedad. El mismo año del mayor triunfo en su belicosa trayectoria, aunque previo a la Batalla, su corto matrimonio culminó con el fallecimiento de Rafaela Padilla de la Garza, el 13 de enero, a causa de una pulmonía. De esta relación nacieron dos varones que murieron durante sus primeros años de vida y Rafaelita.27 Ignacio Zaragoza

Además del nombramiento recibido por Juárez, el presidente dispuso que el lugar donde ocurrió la famosa batalla se llamara Puebla de Zaragoza (ahora con un Heroica al inicio) en su honor. Así como esta ciudad representa la efigie reminiscente de la exitosa figura militar, el latifundio de Terrazas ubicado al poniente de Ciudad Juárez evoca los últimos momentos de héroe patrio. Hace 95 años, un grupo de campesinos oriundos de Temósachic solicitaron terrenos en San Miguel de Babícora para fundar una colonia. Les otorgaron 11,00hectáreas donde se construyó una zona ejidal ocho veces más grande: el actual municipio Ignacio Zaragoza. Justo ahí se desarrolla la historia de Max, Esperanza y Magdalena, personajes de la novela El reino de las moscas (2012) de Alejandro Páez Varela. Los espacios y circunstancias también hablan a través de sus habitantes, por ello resulta interesante la apuesta que el autor realiza por las voces de lo marginal. La visión estética del texto se construye a través del retrato de un clima inclemente: desde polvaredas a gélidas calles de tierra cubiertas de lodo y nieve. La realidad no aparece muy lejana. La descripción que el narrador realiza resulta implacable: “Zaragoza era el reino de las moscas. Sólo se iban en el instante de la tragedia; durante los diluvios o en las nevadas. Y un segundo después aparecían en cantidades groseras a reclamar lo que les pertenecía, a pararse en los labios de los niños y en las frentes de todos. Formaban nubes en torno a las letrinas, a las cocinas, a los gallineros y, de manera especial, junto a las marraneras”. El 8 de septiembre de 1862, a los treinta y tres años, Ignacio Zaragoza Seguin falleció a causa de tifus murino que contrajo por infestación de piojos, consecuencia del estado insalubre que padeció sus últimos días y que ni el Cristo de Bala pudo mitigar.

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Pese a que la trayectoria de Ignacio se enmarca en coordenadas norteñas, no encontré registro alguno que diera cuenta de su paso por Juaritos. Así, la conmemoración funciona como testigo de la historia, lo que permite leer en el espacio los acontecimientos a través de las pruebas del pasado: nombres de calles, monumentos, edificios históricos, etc. Los campesinos encabezados por José María Flores y Simón Tena quizá no se imaginaron que su apología a Ignacio Zaragoza sería objeto de otra con carácter literario. Aunque las modalidades cotidianas del municipio homónimo se han modificado por la incidencia de la violencia, los lugares públicos aún se piensan como puntos de convivencia donde la experiencia individual confluye con el colectivo, según lo retrata Páez Varela: “En la plaza principal había un parque con cinco árboles y un quiosco deshecho en el que los jóvenes se reunían por las noches a fumar mariguana, a beber cerveza, a tocarse los callos de las manos, ganados en la pizca de algodón. Entre más callos, más cabrones eran”. Desde un lugar al margen de la urbe, los estragos de la inseguridad y la visión centralizada que aletargan el desarrollo han sido una plataforma impulsora del crecimiento de negocios ilícitos. De cualquier manera, la articulación de los elementos constitutivos de este municipio dialoga con habitantes y forasteros mediante la experiencia colectiva de habitar un mismo espacio.

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Laura Sarahí Robledo

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Juaritos Literario 2021

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