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30 marzo, 2023

Category: Vida cotidiana

Puentes y más puentes

viernes, 20 diciembre 2019 por juaritosliterario

Resulta agradable ir a una biblioteca y encontrarse antologías interesantes; entre ellas, existe una con cierta peculiaridad que vale la pena revisar, Narrativa juarense contemporánea (2008), compilada por Margarita Salazar Mendoza. La actual coordinadora de la licenciatura en Literatura Hispanomexicana de la UACJ comenta en el prólogo que el libro surgió por dos motivos: dejar un registro de la gente que de forma regular escribe en nuestra región, y promover entre estudiantes de preparatoria y universidad el placer por la lectura de diversos textos narrativos juarenses. Además, explica que el título se escogió con fines de inclusión, ya que los diferentes escritores que se encuentran aquí no se limitan a un solo género, todos escriben de distintas maneras y con diversos propósitos, y en ocasiones combinan los géneros literarios. Lamentablemente las cuarenta voces reunidas no son muy conocidas dentro de la ciudad por la falta de circulación de sus obras, así que Narrativa juarense contemporánea, de alguna manera, contrarresta esta situación.

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Lee aquí el cuento

El escritor compilado en el que me detendré es Jorge Alberto López Gallardo, quien, según Salazar, “juarense y paseño, por vida y experiencia, deja excelentes muestras de la vida fronteriza en este cuento”. En “El Puente” encontramos una polifonía de voces, actividades comerciales, puntos de referencia y comportamientos de la gente que se pueden observar en cualquier cruce de Ciudad Juárez; por ello, el título hace referencia no solo a la conexión entre dos países, sino a la variedad de cultura y pensamiento que caracteriza a la frontera. El relato se divide en ocho secciones, las cuales abarcan el espacio de un puente o una calle en específico para desarrollar distintas historias que suceden durante una mañana, en horarios muy cercanos; es decir, ocurren simultáneamente, aunque el narrador se detiene en cada lugar para mostrar al lector cómo se desenvuelve la cotidianidad citadina. Otra característica que le otorga un valor más verosímil al texto de López Gallardo consiste en el raudal de diálogos de un conjunto de personajes carentes de nombre y cuyo lenguaje recae en lo informal y coloquial. Los protagonistas coinciden en ciertos temas, por ejemplo, hablan de sus recuerdos, de los problemas del presente, del clima, de las noticias o simplemente de lo que ven a su alrededor al pasar por esos puentes y calles.196 Puente Carlos Villareal.jpg

Lo particular de este cuento consiste en el retrato de situaciones que actualmente siguen ocurriendo en los puentes internacionales; pues, no solo juarenses, sino personas de distintos lugares de nuestro país y del vecino tienen contacto en esas monumentales construcciones. La diversidad cultural, como bien lo plasmó López Gallardo, se puede percibir perfectamente en estos sitios. Nada ha cambiado, cientos de personas se levantan temprano para tolerar largas filas de autos, cruzar al “otro lado” e ir a su trabajo, escuela o de compras. Estar arriba de un carro que apenas se mueve unos cuantos centímetros, da el tiempo suficiente para reflexionar sobre temas sociales, culturales, históricos o políticos, o simplemente analizar lo que nos deparara el día. Uno de los puentes que el cuento de Gallardo menciona es el Carlos Villarreal. Cada vez que paso por ahí veo lo mismo que uno de los personajes observó a través de su ventanilla mientras esperaba el avance de la línea: los caballos continúan imponentes y El Chamizal sigue en su sitio como representación del “único terreno que ha perdido Norteamérica en toda su historia”.196 Indomables (2).jpg

Nohemí Damián de Paz

 

 

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Blu: para Joni Mitchell

miércoles, 16 octubre 2019 por juaritosliterario

Aunque el tiraje fue corto, ya no queda ningún plaquette a la venta de la primera edición de Blu, el único poemario publicado por Antonio Rubio hasta el momento. Apareció este año como parte de la colección de poesía Museo Vivo, de Anverso Editores. El título original del libro era Tachaduras / El ángel que no tiene espalda, el cual recibió mención honorífica en el premio Rogelio Treviño. El cambio del nombre responde a la necesidad del autor por hacer más evidente su homenaje a Joni Mitchell, una cantante canadiense. De su disco Blue tradujo al español varios versos para insertarlos en el poemario, tales como “eres en mi sangre como vino sagrado” y “hey blu, hay aquí una canción para ti”. Es la única compositora con quien Rubio sostiene declaradamente una relación de intertextualidad y a ella dedica la plaquette escribiendo con sencillez “Para Joni”. Cuando se analiza en su totalidad, el poemario funciona como una sola narración. Un joven ha decidido emborracharse en las tabernas, rodeadas por iglesias que repican sus campanas. Es el día de su cumpleaños, pero sufre. Deprimido, recuerda a sus amigos muertos, evoca sus encuentros sexuales, más bien decepcionantes, con algunas mujeres: desea no haber nacido, dejar de existir, aventarse del puente al revés antes de los treinta…

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Casi todos los títulos de los poemas marcan una hora entre las 9:00 de la noche y las 2:00 de la madrugada. Así tenemos 9:30, 10:46, 11:02, 11:24… sin que parezca que haya algún motivo tras su selección más allá de representar esos instantes fortuitos en los que brota un pensamiento, un verso. Aunque algunos poemas se refieren al suelo desértico de esta frontera, sólo 1:15 señala el nombre de un lugar exacto de nuestra ciudad, el ya mencionado Puente al revés (Rotario), de donde sueña suicidarse el personaje. En una entrevista, Antonio me contó que escribe para sobrevivir, porque sufre y sólo así puede hacer valioso su dolor. En esto se parece a su personaje. Para hablarme de la poesía, citó un verso de Nicanor Parra, “Todo es poesía menos la poesía”, y la describió como nuestra forma original de vincularnos con el mundo real y el de las emociones, con las cosas que no sabemos nombrar y metaforizamos, concluyendo con que el deber del ejercicio poético debería ser darle nuevos nombres a las cosas.

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Creo que Blu es un poemario distinto a lo que estamos acostumbrados a leer. Es una obra plástica, Antonio esperaba que cada poema tuviera una forma rectangular; no hay mayúsculas, comas ni puntos que interrumpan el ritmo de lectura y los títulos no son convencionales: las horas, en lugar de las palabras, despiertan la curiosidad, capturan la atención. No es un poemario asfixiante. A las composiciones más largas les suceden poemas que duran uno o dos versos. Por otra parte, el efecto de las diagonales va más allá de marcar un ritmo de velocidad de lectura; desde mi punto de vista, invitan a reflexionar unos versos más tiempo que otros y suman también a la plasticidad de cada pieza. Me da la impresión de que los modelan.191 Puente al revés.jpg

“María Magdalena”

María del Carmen Rascón Castro

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El innombrable en la Juárez

jueves, 26 septiembre 2019 por juaritosliterario

La Biblia de Gaspar, novela “policial-metafísica”, constituye la tercera obra del escritor juarense Rubén Moreno Valenzuela, editada por la editorial Ranchos las Voces a inicios del 2012, posterior a las colecciones de relatos Río Bravo blues (2003) y Coyote viejo coyote (2009), y previa a su cuentario D, publicado hace apenas unos meses. El autor se define como creador de una narrativa fantástica y negra que surge, posiblemente, de un trabajo tanto etnográfico por las calles de la frontera como teológico a través de controversias y debates entre católicos y protestantes. La trama de esta peculiar novela gira en torno a la búsqueda realizada por el detective privado Dimitros Papadakis en la década de los 90’s, contratado para rastrear al teólogo luterano Kaspar Edelweiss, de quien sabemos fue ubicado por última vez en una colonia popular de Ciudad Juárez. Estructuralmente, la narración se entreteje a partir de la (re)escritura de su propia versión de La Biblia, la cual coincide con las acciones retratadas, a manera de aviso o paráfrasis, o aluden a los motivos que orillaron al teólogo alemán a salir de su congregación, por lo que “se ha convertido en un heroinómano, alcohólico, padrote y estafador” que “Vive con sus tres «ovejas» (Shita, Daisy y Sofía)”, después de anunciársele que tendrá un “un encuentro con el Diablo en la avenida Juárez”. ¿Dónde más? Sodoma o Ciudad Juárez, como lo llama el reverendo Kaspar, se vuelve el espacio donde el ente malévolo y tentador se personifica, donde fragua avistamientos de su presencia en varias cantinas, salones de baile y lugares donde se hallan individuos malditos o a los que se les ha negado el acceso al paraíso en vida y muerte. “Sólo algunos serían elegidos por Dios y yo no era uno de ellos”, nos confiesa el protagonista momentos previos a la revelación: “Sentía que yo sólo obtendría la salvación mediante mi libre albedrío y admitirlo equivalía a abjurar de las doctrinas de mi iglesia. […] Mi vida fue entonces un naufragio. Ya nada tenía importancia. Hacer el mal o hacer el bien es lo mismo. Sólo me resta esperar el infierno de mi maldición”.

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Lee aquí la novela

“Mire, para llegar a Juárez basta cruzar el río Bravo. Las autoridades mexicanas no le solicitan a uno identificación para entrar a la ciudad. Así que es muy fácil residir ahí y perderse entre el millón y medio de sus habitantes, muchos de ellos procedentes de lugares inimaginables”. Uno de ellos, el innombrable, posee la capacidad de transformar los espacios que habita, aunque sea de forma efímera, y cambiar de rostro para encarnar el mayor temor de cada uno, es decir, el yo interior. Sus distintas caras se dan a conocer en lugares malditos por las acciones ocurridas en ellos y por las personas que los frecuentan; de modo que, por ejemplo, en el Curley’s y en el Hotel Río, se manifiesta como un hombre corpulento con bigotes gruesos, retorcidos y mirada rojiza, similar a la misma atmósfera del club; o como el incentivo para que una joven mujer en su habitación sea arrastrada hacia el suicidio por una sobredosis. La emblemática avenida Juárez se transforma en montículos de arena para probar la lealtad y tentar a sus seguidores hacia el propio abandono, a que se unan a él. Kaspar escribe en su octavo y último libro, a manera de premonición: “Y aquellos hombres (vosotros) entrarán a mi aposento, y hallarán este cuaderno y leerán estas palabras. Y después no podrán encontrarme, jamás; Porque de mí sólo quedará este Verbo”.

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Más adelante, las acciones de La Biblia de Gaspar se trasladan al salón de baile el Carrusel, en donde ocurre uno de los relatos más famosos de las ciudades norteñas, y que constata las múltiples facetas de satanás: “Cierta noche de sábado una pareja que bailaba levitó sobre la pista. La joven vio horrorizada que su compañero tenía una pata de chivo y otra de gallina. Lava en los ojos. El diablo se esfumó. Azufre, hedor flotando en la atmósfera. Sus manos quedaron marcadas en la cintura de la joven. Piel quemada Huellas de su estancia en la frontera”. Esta narración, al igual que la creencia en fuerzas sobrenaturales con incidencia en nuestra vida cotidiana, forma parte de una sociedad que disfruta de los espacios de recreación, así como de leyendas y casos sin resolver que alimentan la imagen de una ciudad que devora, una frontera donde parece normal desaparecer. También es frecuente que declaraciones y pesquisas sean las únicas huellas de la existencia de mujeres, niños y hombres que se ausentan de forma indefinida. El escritor Rubén Moreno Valenzuela parte de esta aura de revelaciones y misterios para ubicarlos en numerosos bares (El Arbolito, Club La Unión, Lux, el Paraíso, Virginia’s, Kentucky Club, El Recreo, entre otros) y prostíbulos de un centro histórico, con su avenida principal, caracterizada por alojar recuerdos de otros tiempos, épocas y cosmogonías. En la Juárez coinciden condenados, excomulgados y malditos destinados a encontrarse consigo mismos, a contemplarse tristemente, en la muerte de una ciudad desamparada por los dioses.

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Diana Varela

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Frontera camaleón

domingo, 25 agosto 2019 por juaritosliterario

Hay un desierto sin dueño con una malla que divide, en un punto de espacio y tiempo sin razón. El cerco es ancho y alto. Con sencillez podríamos llamarle “muro impenetrable”. No lo atraviesan personas, ni ideas, discursos, reclamos, quejas, historias o vidas perdidas en un sueño casi imposible. Lo único que consigue traspasar esta barrera son, por un lado, sentimientos de orgullo, superioridad y, por otro, de anhelo. Porque podemos, desde distintos medios artísticos, lograr que ese muro tenga una falla, un hueco, una ruptura que lo franquea por completo. Ambos lados se llenan de historias, personas, ideas y discursos. Me refiero a una incisiva mirada escrita que, en esta ocasión, corresponde a Memorias de un Camaleón (2013), de Miguel de la Cruz, un ingeniero en Computación, estudiante a su vez de Literatura Hispanoamericana. Desde la primera historia, llamada “Fronteras”, hasta la última, “Ciudad-panteón”, el autor te toma de la mano para llevarte de paseo a conocer a personajes, fruto de culturas y vivencias singulares, que deambulan entre el día a día en ambos lados del charco. Nos acercamos aquí a una serie de micro ficciones que aparecen como golpes de sorpresa y cierto sentimiento de que resguardan algo más que la palabra escrita. Abordar toda clase de personajes mantiene al lector al borde del renglón para terminar cada párrafo, cada historia.

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Lee aquí el cuentario

El tema común de estas microficciones es la migración y sus participantes entre dos extremos. Miguel de la Cruz pinta este suceso de múltiples maneras, algunas más ingeniosas que otras, y acaban —en su mayoría— con tintes efímeros e inocentes. El autor se da el lujo de pasear por la frontera, cruzarla imaginando y describiendo personajes que aparecen y desaparecen en esta ciudad. Tal es el caso del tan recordado Güero Mustang. Cada trama y personaje aderezan a lo largo del transcurso de los micro relatos que componen este libro, de los cuales, no importa el orden de lectura, siempre el desenlace te llevará al mismo sitio: la frontera y sus alrededores. Algunos relatos hacen reír, como “Remedio”; otros te dejan un extraño sabor de boca: “Desaparecido”; algunos mueven hacia las lágrimas, como “Esa Madrugada”; pero todos te dejan un pensamiento distinto. Cada renglón te arroja a las calles del confín, y a entrever figuras que, queramos o no, los conocemos de algún modo, ya sea de vista o porque hemos tratado con seres semejantes en nuestra realidad. Ciudad Juárez no protagoniza las historias, sino sus poblados, sucesos y habitantes. A estos elementos hay que añadir la sensación de encontrarse del lado mexicano y permanecer como un espectador más, gracias a que el muro impenetrable es traslúcido y deja ver todo lo que ocurre del otro lado.

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Juárez, nuestra frontera, nuestro sitio, es un camaleón. Las cosas se vuelven seres y estos, a su vez, se cosifican. Nos encontramos sitiados en un lugar al cual centenares de personas llegan en busca de sentirse cada vez más libres. En la frontera hallamos el principio de un sueño hacia la libertad. Es un espacio infinito, un lugar sobrenatural lleno de misterios, de historias, de memorias de un camaleón que pasa inadvertido entre numerosos aconteceres. Muchos le han dedicado tanto a ese objetivo: cuántas vidas se han sacrificado, perdido y arrebatado. Si el precio de la ciudad se midiera en sangre, nuestra frontera habría sobrexcedido el pago, por más que detrás corra el consuelo de una tranquilidad en un lugar utópico. En las colindancias de Juárez y El Paso abunda el miedo y la incertidumbre provocada por ideales de superioridad racial. El desierto se mancha de derrotas que son fácilmente borradas con el próximo soplido del viento. Algunas pesadillas se plasman en Memorias de un camaleón, libro que asume una conciencia norteña y, a cada página, genera un fortalecimiento de identidad. Todos somos uno en la frontera. También soñamos de este lado.

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Carlos Andrés Nuñez Varela

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La infancia a DIARIO

sábado, 10 agosto 2019 por juaritosliterario

Julia asiste a la primaria en donde sus compañeras se burlan porque los diarios han pasado de moda: “eso es de viejitas o de señoras aburridas”. A ella poco le importa; escribe porque sí, bajo un solo pacto: “Yo, aquí en este diario, voy a decir la verdad y me voy a oponer a ella. He / di / cho.” A veces solo espera que se acabe la jornada para que, al caer la noche, anote lo acontecido. Pero a veces hay días sin interés, así que cuando abre el diario “creo que no hay de qué escribir y termino escribiendo más que nunca. Es que hay historias que no se planean, salen nomás, salen de tus dedos con energía de rayo y de pronto no puedes parar de escribir. Es como si alguien te dictara párrafos enteros de tu vida y tu escribequetescribe”. La historia contenida en la novela Todo eso es yo, en cambio, se encuentra bien meditada y apunta hacia diferentes niveles o instancias de tránsito: de la infancia a la adolescencia, en el caso de la protagonista, quien pregunta, duda, revienta de coraje, se encierra y experimenta el despertar sexual; de la convivencia en las calles, junto con los vecinos en la cuadra, al temor ciudadano en el que se sumergió (sumergieron) Ciudad Juárez hace apenas unos años; de la inocencia al pánico de heredar cierta dosis de maldad; de la residencia sin sobresaltos en este lado al refugio que algunos juarenses –solo unos pocos– hallaron en El Paso, lugar en donde termina la narración urdida por la escritora sonorense Sylvia Aguilar Zéleny.

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Lee aquí la novela

Todo eso es yo recibió el Premio Nacional de Novela 2014, otorgado por el Instituto Tamaulipeco para la Cultura y las Artes. En los prolegómenos, la autora, actual residente del otro lado de la frontera, en El Paso, agradece el apoyo del programa Creadores con Trayectoria otorgado por la Secretaría de Cultura Federal y el Instituto Sonorense de Cultura para poder escribir el texto. La lectura que más me convence y que le da sentido al libro entero es aquella que ubica al propio ejercicio creativo –es decir, a la redacción palabra tras palabra de un discurso que se dirige, en segunda persona, al “Querido diario”– en la médula de la composición literaria. Me parece que, en un contexto de exacerbada violencia, en donde la fatalidad se apila en nuestras calles, lo menos que uno puede hacer es cuestionarse sobre el alcance, respuesta y beneficio de lo que sea que uno haga… empleo, oficio u ocio. A esta simple labor, los narradores de Ciudad Juárez han suscrito novelas de alta complejidad, experimentales, no lineales ni en pos de una fábula secuenciada. Siembra de nubes de Oswaldo Zavala (2011), Los días y el polvo de Diego Ordaz (2011), Garabato de Willibaldo Delgadillo (2014) y El monstruo mundo de Azucena Hernández (2017) han hecho de la escritura –lo metaficcional– un pilar en sus composiciones, dudando de ella, poniéndola en crisis a la par de una realidad que se desmorona. Al inicio del tercer y último capítulo de Todo eso es yo, Julia ha extraviado su diario. “Un año entero perdido. Un año entero en páginas a la basura.” Su madre pensó que era peligroso, algún tipo de evidencia. “Y ahora empiezo esta libreta. Iba a escribirlo todo otra vez, todo lo que pasó. Lo de la colonia, lo de las elecciones [las del 2006]. Lo de Papá, claro, lo de Papá. Pero no tiene caso. No quiero volver a vivirlo. Porque escribir es volver a vivir, o eso decía mi maestra de quinto.”

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La novela corta también explora otros temas y técnicas, recurrentes en la prosa de Aguilar Zéleny, a partir del contacto entre la protagonista y su núcleo familiar y escolar. En la edición física, publicada por el gobierno de Tamaulipas a mediados de 2016, la tipografía se complementa con elementos gráficos –rayones, dibujos, una carta de tarot (la de la estrella) y hasta una fotografía– que ilustran con humor y frescura ciertos pasajes. Por otra parte, los personajes femeninos encarnan obsesiones y padecimientos: la mamá secunda a su marido, vive para él y le duele tanto lo ocurrido que se desentiende de sus hijos; la tía acalla y disimula, es buena con los suyos, pero su práctica del catolicismo coquetea con el fanatismo; la Bis pierde la memoria, sus capacidades disminuyen, día con día parece más una niña, al contrario de su bisnieta que no para de crecer, captar e interpelar a su enmarañado entorno: “¿Qué les hacen a las Muertas de Juárez para que queden sólo sus osamentas?” La relación con su hermano menor es entrañable; aunque ambos sienten miedo, ella no lo exterioriza. “No le digo nada. Acaricio la espalda de Willy y lo acomodo en mis brazos. A veces creo que yo soy su mamá.” La atracción por el mundo masculino queda bien reflejada a través de distintos personajes que le provocan inquietud y deseo: Pedro (amigo de la familia), el primo Jonas y Barry, el chico cool de Wiggs Middle School. La otra figura varonil es el padre de Julia, de quien se sabe poco e imaginamos mucho: “Mi Papá es un fantasma. Un fantasma que flota en la vida de mi Mamá. En la mía. En la de Willy.”

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Ciudad Juárez agoniza en Todo eso es yo, novela de crecimiento o iniciación que vapulea la infancia de una pequeña que lo va perdiendo todo. Aunque su campo de acción es, ciertamente limitado, ya que ocupa el interior de la casa y los espacios escolares, estos aparecen asediados por una fuerza exterior, similar a una bala perdida que silencia cualquier pulsión. Cuando su maestra fallece, “Nos dijeron como en todos lados dicen cuando matan a alguien: se murió. Sólo eso, se murió. En el frente de la escuela pusieron un gran moño negro, la verdad es que en muchos lugares de la ciudad hay moños negros, ¿quién hará esos moños negros? qué negociazo ha de ser.” De un día para otro los vecinos desaparecieron, no hicieron mudanza. “Ni pío hicieron”. Hasta dejaron al Califas, el gato que pronto se convirtió en la nueva mascota de Willy y Julia, hasta que ellos también tuvieron que dejarlo todo.

186 Califas.jpgUrani Montiel

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De los cimientos a nuestros días

viernes, 26 julio 2019 por juaritosliterario

Ignacio Esparza Marín no nació en Ciudad Juárez; sin embargo, desde su llegada en los años treinta, sintió un gran cariño y afecto por la frontera, por la manera hospitalaria en que fue recibido, la misma historia biográfica de muchas personas que llegan en busca de mejores oportunidades y ya no regresan a su lugar de origen. Juaritos adopta con premura. Así lo narra el autor en el “Preámbulo”. La Monografía histórica de Ciudad Juárez, publicada por la imprenta Lux, ubicada en la Calzada Hermanos Escobar y Honduras, se conforma por dos tomos; el primero, del que aquí me ocupo, apareció en 1986; y el segundo, cinco años después. Esparza Marín, cronista de la ciudad, nos invita a conocer la raíces de Juárez, todos aquellos sucesos históricos que le llevaron a ser el espacio que habitamos en la actualidad.185 Imprenta Lux Escobar.jpg

En orden cronológico, relata la vida de los primeros moradores, indígenas nómadas de los que resulta difícil rastrear las huellas de su cultura; las primeras expediciones de conquista que se realizaron por el área septentrional de la Nueva España, dirigidas por Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Juan de Oñate, Antonio de Espejo, entre algunos otros; así como el establecimiento de los primeros asentamientos en El Paso del Norte; la presencia del presidente Benito Juárez y su gabinete en 1865; y distintos sucesos relacionados con la Revolución mexicana. Así que el lector podrá localizar en la Monografía información sobre temas diversos: conquista, evangelización, rebeliones de los indios-pueblo, minería (fiebre del oro), ferrocarril, costumbres antiguas, servicios públicos como transporte, electrificación y teléfonos, la depresión económica y varios datos de amplia valía para el acervo histórico de la ciudad.

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Lee aquí la Monografía

El centro de la ciudad (y también sus alrededores) es un lugar en el que encontramos vestigios de la historia, como el monumento a Benito Juárez, considerado una joya arquitectónica que data del año 1910, o la Misión de Guadalupe, fundada en 1659 por Fray García de San Francisco. El historiador también nos cuenta los problemas que hubo en Estados Unidos a causa de los irreprimibles deseos de nuestros vecinos que iban más allá de los límites morales, acudiendo a cantinas, casas de juego clandestinas y de asignación. La prohibición en Estados Unidos causó que todas esas actividades se movieran a este lado de la frontera. Así es como empezó a ganar popularidad la avenida Juárez y parte de la 16 de Septiembre, destacando lugares como el cabaret La linterna verde, el Kentucky Bar o el Keno, casa de juego ubicada en la Lerdo. Otro de los espacios que menciona la Monografía es El Chamizal, el cual fue causa de una nutrida controversia entre ambas naciones pues no acordaban a quién pertenecía este territorio, debido a las frecuentes crecientes del Río Bravo, frontera natural y antes movediza. Fue el mismo Benito Juárez quien tomó la iniciativa de reclamar esas tierras, concedidas a México hasta junio de 1962. Actualmente El Chami es el lugar de encuentro de muchas familias, quienes aprovechan los parques para organizar reuniones o festejar algún cumpleaños. El exhipódromo, nos cuenta Esparza Marín, cerró a causa de una orden del Gobierno Federal, que prohibía establecimientos que estuvieran relacionados con las apuestas. El mercado Cuauhtémoc, por su parte, tuvo gran dinámica en la depresión americana pues se vendían artículos de alfarería para los turistas estadounidenses.185 Bazar del Monu.jpg

Actualmente, la plaza Benito Juárez es un espacio que ha sido aprovechado por los ciudadanos como punto de reunión de diferentes expresiones culturales a través de eventos que se realizan cada fin de semana. “La primera piedra fue colocada a la cinco de la tarde del día 15 de octubre de 1909, por el General Porfirio Díaz, quien había llegado a esta población para tener una entrevista con el entonces presidente de los Estados Unidos, Mr. William H. Taft.” El Bazar del Monu es conocido por ofrecer, todos los domingos, artículos de diferente índole que tienen algún significado histórico, desde libros, discos, pinturas, artesanías, etc. La historia de Ciudad Juárez ha sobrevivido a pesar de los malos tiempos, nos da identidad y nos recuerda cómo es que surgió todo lo que conocemos hoy en día. Al caminar por las calles del centro o entrar en un bar siempre encontraremos personas dispuestas a contarnos la historia de aquellos lugares. A pesar del paso de los años (y de los incidentes que han ocurrido en su interior), el mercado Cuauhtémoc, ubicado en el cruce de las calles Vicente Guerrero y Mariscal, sigue en funcionamiento ofreciendo a sus clientes una variedad de productos herbolarios, artesanales, ropa, discos pirata, etc. Muchos de los que vivimos en esta frontera hemos comprado algún platillo en los puestos de comida. Gracias a estos espacios es posible conservar la memoria de tiempos lejanos en los que se establecieron los cimientos de la ciudad.

Daniel Malaquías

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Una ciudad que devora

martes, 28 mayo 2019 por juaritosliterario

La prosa de El monstruo mundo se constituye a partir de breves secuencias, cuyo propósito recae en un antiguo dilema metalingüístico: “Las palabras, todas, comprendían una falsa propuesta, un indicio no logrado; su escollo a veces parecía no decir nada.” ¿Nombrar soluciona algo frente al caos que predomina en nuestra realidad? Azucena Hernández se sumerge en esta pregunta a través de una narración fragmentada por “artificiales estados opiáceos” y el devenir citadino de una mujer.  Su historia encarna una errática violencia interna que proviene de la monotonía y el hastío de sobrevivir en un mundo por momentos completamente deshumanizante. De la nouvelle –así se subtitula– publicada en el 2016 bajo el sello editorial Ars Communis, me interesa abordar dos aspectos, los cuales, finalmente, ayudan a resolver la duda planteada: el cuerpo femenino y el espacio habitado.

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Lee aquí la novela

La protagonista no presume de un nombre. Dentro de la narración, únicamente Bill, dueño de un decadente bar, lo posee. Otro personaje importante es D., pero conocer solo su inicial indica que, por ser una especie de extensión de ella, su identidad se difumina, se va desvaneciendo. En su deambular por la ciudad durante una noche llena de drogas, prostitución y muerte, poco antes de encontrar “el desprecio total en un guiñapo de una mujer”, afirma que “los nombres no son importantes, pudo haber sido cualquiera”. No obstante, las múltiples violencias que cotidianamente recaen en los cuerpos femeninos comienzan con la insistencia por invisibilizar su presencia. Por ello, más allá de centrarse en el despojo corporal (aunque sí aparezca la descripción de la causa y el resultado de un feminicidio), la novelista muestra la deshumanización de nuestro mundo a través de los estragos que padece la mente de alguien que se enfrenta a esta situación. Por tanto, si bien es cierto que cualquier habitante de esta u otra ciudad pude sucumbir ante el apremiante caos, la pregunta inicial, ¿el nombrar soluciona algo?, se convierte en un problema de género. Pues, aunque la premisa que ronda en todo el texto consiste en la vacuidad del lenguaje, el mismo hecho de escribir la novela, su final y el desdoblamiento de la autora en la “prostituta Nena” demuestran lo contrario: necesitamos, como mujeres, nombrarnos para comenzar a ocupar un lugar desde el que se pueda combatir la fiereza de la realidad.

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Ahora bien, el espacio en el que sucede el enfrentamiento entre la mujer y su entorno signa su misma existencia. Es decir, la estructura de una ciudad como Juárez nos constriñe dentro de su propia lógica; pues, si bien es cierto que como habitantes la vamos construyendo diario, las relaciones –sociales, políticas, económicas, urbanas– que se crean en y a partir de ella, en su mayoría múltiples, caóticas o mal diseñadas, impactan abiertamente la identidad individual: “Frente a mi casa jugaban los niños pobres, y yo más pobre aún, carecía de palabras para invitarme a sus juegos. Frente a mi casa se drogaban los jóvenes que comenzaban a tronchar las flores de la muerte joven. Y pasaban los borrachos a altas horas de la noche salpicados de estrellas en los ojos. Y la prostituta Nena (se llamaba Azucena), gorda y vieja fichaba en los burdeles azules de Barrio Azul. Y muchos terminábamos siendo criminales, drogadictos o putas, porque había que ir tirando, desprenderle gajos jugosos a la vida pero la vida sólo nos daba miasmas”.

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Crédito de fotografía: Ana Iram

La espacialidad, por tanto, tiene una fuerte presencia en la narración, aunque la misma protagonista (y autora) intente negarlos o trascenderlos. Todo comienza en su habitación; luego, su devenir se extiende a otras áreas de la ciudad, sus calles, el viejo centro, un bar, un cementerio. Así, a pesar de que el espacio se expande conforme avanza el texto, la protagonista no puede desprenderse de la asfixia que implica existir en un sitio donde el único viaje supuestamente libre se da a través de las drogas; sin embargo, al final todo termina en vacío: “Un golpe de euforia que en un segundo gastó su potencial dinámico; después nada, el mundo era una pared descascarada”. Los nombres son lo único que nos queda, sobre todo en una ciudad en donde la falta de memoria y la normalización de una violencia encarecida, nos devora día a día, como lo hizo con Ana, Pamela, Marisela, Verónica, Laura, Beatriz, Claudia, Alma, Patricia…

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Amalia Rodríguez

 

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Proyecciones y Victoria

sábado, 19 enero 2019 por juaritosliterario

Los años han hecho del Cine Victoria la representación más genuina de una lejana época de oro. Las actuales generaciones añoramos los espacios que hace más de medio siglo divirtieron a nuestros padres. Es difícil imaginar el complejo a su máxima capacidad: 1,700 cinéfilos acomodados en tres columnas, de 15 hileras cada una, que se extendían desde las entradas hasta la pantalla panorámica. Su rehabilitación lleva años en pausa; el proyecto tenía previsto convertirlo en la filial de la Cineteca Nacional. Sin embargo, a pesar de su estado, las instalaciones no se encuentran en el abandono total; la fachada ha recuperado su color y el interior ha sido limpiado, por lo que varios grupos han realizado diversas actividades culturales dentro del edificio. El año pasado, por ejemplo, en el marco del Festival Nellie Campobello, se llevó a cabo un espectáculo de danza contemporánea. También formó parte de Luminarias, nuestra última ruta en Juaritos Literario.

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El espacio no sólo cobra vida con las esporádicas visitas, también regresa en el tiempo por medio de las narraciones que lo vuelven parte del paisaje urbano. La juarense Emma Vázquez Ríos, por ejemplo, lo rememora en su “Crónica de un tiempo vivo”, antologada en Ciudad de cierto (2004). El texto es producto de la tercera edición del Taller Literario del INBA de Ciudad Juárez. Se trata de un proyecto de formación de creadores de amplia tradición, comenzó en la década de los 80, y reconocimiento; así lo expresa el editor de la antología, José Manuel García-García. En “Crónica de un tiempo vivo”, Emma apela a la memoria cuando, casi treinta años después de andar a diario por la avenida 16 de septiembre, camina en compañía de su hija. Los antiguos negocios que sobrevivieron al paso del tiempo, como “el café donde van los viejitos”, la transportan al Juárez de la década de los 70.

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Lee aquí la prosa de Emma Vázquez Ríos

El texto tiene su punto de partida en un recuerdo de la infancia: la escuela en que estudiaba cuando tenía 12 años. La cronista narra el recorrido que hacía al lado de su padre. Salía de su casa, en la colonia Niños Héroes, y bajaba por la 16 hasta la Cerrada del Teatro. El cuadro era siempre el mismo tanto de ida como de regreso: propagandas pegadas en los negocios que anunciaban los próximos espectáculos de artistas como María Victoria o Irma Serrano. Además de los negocios, como el Café Central, Tortas Nico y Zapaterías Tres Hermanos, su atención era atraída por uno de los principales espacios de entretenimiento de la época: el cine. El primero en cruzarse en su camino era el Alcázar, ubicado entre la 16 de septiembre y Noche Triste, frente a la Plaza de Armas. En aquellos días, las carteleras ofrecían a sus visitantes películas como El Santo contra las momias de Guanajuato, estrenada en 1972. Además, aumentaban su aforo con promociones de matiné: tres o dos películas por el mismo precio. Esto provocaba que las salas se vieran abarrotadas por estudiantes que, como cuenta Emma, “se zorreaba[n] las clases para ver películas”.

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A tan sólo una cuadra, en la calle Ugarte, se encontraba el Cine Edén, a la altura de donde hoy está Coppel. Más allá de lo que el espacio representa, la crónica recoge un elemento peculiar que sobrevivió en la memoria de Emma después de tres décadas: el mal olor que el lugar expedía. Esta característica no se limitaba al Cine Edén; era común en la mayoría de las salas de la época por la humedad y el deterioro de los edificios. El recuerdo provoca que la crónica se tambalee entre la nostalgia y el alivio de haber dejado atrás aquella época. Los pestilentes olores que brotaban de las calles, los hombres ebrios dormidos en las banquetas y las mujeres saliendo de los bares hacían de sus recorridos matutinos una pesadilla. Sin embargo, la melancolía se apodera de ella al reflexionar sobre la situación social que marcó a Juárez desde los 90. Antes, señala Emma, no se hablaba de “mujeres jóvenes encontradas muertas, ni de ejecutados”.

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El último cine que se encontraba en su camino, antes de la llegada a la escuela, fue uno de los de mayor prestigio del siglo pasado. Se trata del emblemático Cine Victoria. El edificio abrió sus puertas en 1945. En el estreno, se proyectó Las abandonadas, una película mexicana en la que actuaron Dolores del Río y Pedro Armendáriz. Tanto la arquitectura como la calidad del equipo cinematográfico hicieron de esta sala una de las más populares de la época. La pantalla medía 10 metros. Sus proyecciones abarcaron filmes nacionales y extranjeros, como E.T. Hubo una temporada en la que sólo transmitieron cintas infantiles. Finalmente, cerró sus puertas a principios de la década de los 80. Desde hace unos años se ha anunciado constantemente su rescate. Durante la administración de Reyes Ferriz se habló de una inversión para convertirlo en teatro. Después, Serrano Escobar continuó con la idea de su recuperación. El plan continúa en pie. A pesar de que las instalaciones no son del dominio público, las continuas promesas han provocado que habitantes de la ciudad realicen protestas para exigir su rehabilitación. La familia Devlyn, propietaria del lugar, comenzó hace dos años su restauración. A pesar de que ha sido víctima de incendios en más de una ocasión, el interior, aún alberga los doce murales originales que recrean la vida de algunos estados de la República. A la entrada, al costado derecho, uno de los murales hace referencia a la capital del país.

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Por la zona, además de los ya mencionados Edén y Alcázar, también se encontraban el Cine Plaza, ubicado sobre la 16 de septiembre, donde ahora encontramos las tiendas departamentales de Milano y Waldo’s. También estaban los cines Reforma, en el lugar en que hoy está el mercado del mismo nombre; el Coliseo, en la ahora Plaza del Periodista; el Dorado, en la avenida Lerdo, con el famoso anuncio de cine para adultos; y el Premier, en donde estaban las instalaciones del Canal 5. Lamentablemente, el trazado urbano y la modernidad acabaron con la época de oro de la cinematografía juarense: las antiguas salas fueron sustituidas por cadenas comerciales alejadas del centro. El cine moderno se expandió con rapidez: apareció en los 70 y en tan sólo dos décadas ya habían más de 50 salas casi idénticas, sin personalidad. Sin embargo, lo nuevo no tardó en ser viejo y las grandes cadenas, como Multicinemas y Cinemark, fueron sustituidas por otras. Hace apenas unos meses, por ejemplo, la oferta cinematográfica volvió al centro con Cinépolis. Por fortuna, el viejo concepto de proyección en una sola sala aún no desaparece: La Cineteca, El Cinito e incluso cineclubs ciudadanos lo mantienen con vida.

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Alejandra Gómez

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Bosquejo de Juárez, antes de ser ciudad

sábado, 05 enero 2019 por juaritosliterario

La escritora Maude Mason Austin, nacida en 1862 en Tennessee, vivió y murió en la vecina ciudad de El Paso. Su novela ‘Cension: A Sketch of Paso del Norte fue compuesta hacia 1895, año en que apareció por entregas en la revista Harper’s Weekly. De inmediato, unos meses después, el sello editorial Harper & Brothers la publicó en un solo volumen. Se trata de una joya de la literatura juarense, de esas que guarda celosa nuestra historia literaria, así como Las aventuras de don Chipote o Cuando los pericos mamen, pieza seminal de las letras chicanas, compuesta por Daniel Venegas en 1928, o Vereda del norte, novela de la Revolución de temática homosexual, escrita por José U. Escobar en 1937. No obstante, ‘Cension las antecede por varias décadas y se debe al genio de una mujer decimonónica que vio en esta frontera el germen para su creación, es decir, la primera novela regional de Ciudad Juárez.

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Los sucesos que ocurren en ‘Cension (con todo y apóstrofe por ser la contracción del nombre de la protagonista) retratan la vida campirana del antiguo Paso del Norte, y cómo la relación de vecindad en la región funciona desde entonces, mostrando que ambas ciudades dependen una de otra en varios sentidos, principalmente el económico. Los personajes de la novela son campesinos que tienen presente y celebran su herencia mexicana; sin embargo, el contacto y roce entre ambas culturas también se evidencia a través de un retrato de costumbres, tan común en la novela del siglo XIX, en donde “el otro” adquiere tintes pintorescos. No es de extrañar que toda palabra o frase en castellano sea resaltada en cursivas, todo un tesoro del léxico norteño.

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Lee aquí la novela

La novelista nos presenta la vida de ‘Cension (seguramente Ascensión en español), una joven que junto con su familia vive en las inmediaciones de Paso del Norte. Si bien la trama resulta predecible en cuanto a la solución moralista de la relación amorosa entre la inocente y el canalla de Eduardo Lerma, el bosquejo del trajín regional está bien logrado y merece ser leído. También hay que destacar que el grueso de las acciones ocurre en el lado mexicano. La historia se desarrolla en el marco de las festividades de un aniversario más de la Independencia nacional. En ese septiembre de 1888, la villa se iba a convertir en ciudad, por lo que se develó el busto de Benito Juárez, que fue instalado en la Plaza de Armas, frente a la Misión de Guadalupe. Actualmente, la escultura de bronce, quizá procedente de Italia, se encuentra en el salón de actos de la Escuela Primaria Lic. Benito Juárez (calle Profra. María Martínez y Oro). La develación del busto de Benito Juárez se debió a la iniciativa de Lauro Carillo, gobernador de Chihuahua, quien sugirió el cambio de nombre de la villa, como un tributo al prócer en relación con la importancia que tuvo en el país. La entrada del ferrocarril detonó el furor citadino y echó por tierra “el nombre de un lugar que ya tenía trescientos años de vida”.

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El ambiente festivo sirve de inflexión para el clímax de la trama, ya que propicia encuentros, aglomeraciones y el enredo que se develará gracias a la intervención de Pablo, hermano de ‘Cension. Antes de dicha anagnórisis, hay un pasaje que sirvió de pretexto para detenernos en la Plaza de Toros Alberto Balderas (así nombrada en 1957 tras la muerte y en homenaje al torero capitalino). El ruedo junto a la Misión de Guadalupe, justo en donde ahora se ubica el Mercado Cuauhtémoc, se veía rebasado en cuanto a su capacidad en graderías, por lo que, en una época de transformaciones como la retratada en la novela, se trasladó al predio en la actual calle Francisco Villa (o Ferrocarril), esquina con Abraham González. El Colectivo Juaritos Literario se pronuncia en contra de la práctica taurina; la reconocemos como una tradición que debería, de una vez por todas, quedarse en el pasado. Cuando nos encontramos con una ilustración de ‘Cension en plena fiesta brava supimos que era el momento para hablar de las corridas de toros, anzuelo turístico para el entretenimiento, que aderezaban toda celebración civil o religiosa en el Paso del Norte.

 

Al centro del ruedo el matador atraviesa el órgano vital de la bestia. La gente estalla en júbilo. De forma paralela (y un tanto extraña), Eduardo Lerma desprecia e incluso finge no ver a ‘Cension, quien también se siente acribillada, por lo que decide retirarse malherida de la plaza. Maude Mason Austin bosqueja una villa que, desde antes de ser ciudad, deslumbraba a los foráneos y se aprovechaba de los cándidos. El Paso del Norte luce como un lugar lleno de vida, bailes, juegos de azar (en su mayoría ilegales) y espectáculos, una población que disfruta de la diversidad cultural, impulsada por un incesante y lucrativo tráfico de capitales.

Urani Montiel

Postdata: Existe una traducción y edición anotada, hecha por Josué Ortiz Luna, con la que obtuvo el grado de maestro en Cultura e Investigación Literaria, en la UACJ en 2012.

 

 

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La luz del pachuco

viernes, 21 diciembre 2018 por juaritosliterario

Germán Valdés, al igual que Juan Gabriel, es una luminaria que Ciudad Juárez adoptó. Nació en 1915 en el Distrito Federal; 12 años después emigró a la frontera junto con su familia, donde comenzó la carrera que lo posicionó como uno de los comediantes más importantes a nivel nacional. Por ello, el centro alberga diversos espacios que lo rememoran; el último, el Museo Tin Tan, se planeó con motivo del centenario de su nacimiento. Otra forma de rememorar al emblemático personaje es a través de la literatura que, por medio de la biografía o la crónica, rescata su vida y obra. Hace dos años, por ejemplo, apareció El pachuco de oro, de Emilio Gutiérrez de Alba. Pero anteriormente, en 1990, Alejandro Páez Varela publicó Tin Tan: la historia de un genio sin lámpara, que comienza con una advertencia al lector: lo que tiene en manos no es una biografía, pues, señala el autor, resulta inabarcable la vida del músico, poeta y loco, ya que le parece imposible apresar en la palabra el cúmulo de experiencias que representa su vida. Además, existen algunas anécdotas que le parecen difíciles de referir.

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Lee aquí el texto

El texto de Páez Varela  va más allá de un recuento biográfico. En uno de sus nueve capítulos, por ejemplo, se incorpora un “Pequeño diccionario de la lengua fronteriza” en el que se definen distintas palabras que Valdés empleó dentro y fuera de sus películas, como “achantarse” o “camellar”. También se encuentra una lista de su producción filmográfica, desde Hotel de verano (1943) hasta El capitán Motarraya (1973), a partir de la cual nos enteramos de que en un año llegó a estrenar ocho películas y que su presencia revolucionó la forma de hacer cine en México. En un principio parecía un simple irreverente; sin embargo, con el tiempo el público comprendió su perspectiva humorística. Los medios de la época lo describieron como “individuo de facha estrafalaria”, pero finalmente logró que su lenguaje, mezcla del español e inglés, se aceptara en el medio artístico. Hizo del pachuco un personaje. A manera de homenaje y siempre con respeto, se valió de la exageración de patrones de conducta para dar a conocer a esos habitantes de la frontera producto del cruce de culturas, “los rebeldes que se vestían a su modo, hablaban a su modo, y se desarrollaban a su modo”.

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Ahora bien, pese a la advertencia inicial, el escritor juarense hace un intento por abarcarlo todo. Tin Tan: la historia de un genio sin lámpara es producto de un trabajo tanto periodístico como literario. Entrevistas y la recreación de anécdotas se unen para dar lugar a este ensayo de biografía. Entre los tantos testimonios que recoge se encuentra el de Paco Miller, quien en la década de los 40 le dio a Germán Valdés la primera oportunidad de trabajar como cómico. Además, fue quien lo bautizó con el nombre con que ha pasado a la historia, a pesar de las protestas del afamado cómico, quien en aquella época era conocido con el apodo de Topillo: “Mejor miénteme la madre, se oye mejor que Tin Tan”. Páez rememora anécdotas de todo tipo. Cuenta, por ejemplo, lo que sucedió cuando por fin logró besar a una compañera de trabajo o cuando comenzó su carrera en la estación de radio XEJ donde, en un inicio, sólo era el chalán de la estación. Ahí conoció a Petra, quien a diario se resistía a los encantos de Germán; sin embargo, un día se dejó llevar a la cabina de radio y cedió a sus caricias, pues un compañero decidió encender los micrófonos y poner al aire las palabras que la apasionada pareja se intercambiaba. Otra de las narraciones abarca lo sucedido meses antes de su muerte, en 1973, cuando,  ante la creencia de que ya sólo le quedaban tres meses de vida, dos de sus hermanos, uno de ellos Don Ramón, viajaron con él a una playa de Zihuatanejo.homenaje a tintan.JPG

El último capítulo del libro se titula “Juárez y su gente”, en el que se nombran otras luminarias locales de la época como el “Loco” Valdés, Mario Beltrán del Río, los profesores Elisa Dosamantes y Norberto Hernández, y los deportistas Ignacio Chavira y Bertha Chiu. Indudablemente el recuerdo y homenaje al Pachucho de oro resulta imprescindible para la comunidad juarense. Por ello, además de la Sala de Arte Germán Valdéz existen muchos otros espacios que perpetúan su imagen y nombre. Frente a la Plaza Juan Gabriel se encuentra un gran mural dedicado a él; varias pinturas y una escultura con su característico traje adornan la fachada del Mercado Juárez, incluso a este sitio se le conoce popularmente como la Plaza Tin Tan; detrás de ella corre la arteria Germán Valdés; y uno de los espacios más emblemáticos de nuestra ciudad y que hace honor a esta luminaria se encuentra en la Plaza de Armas: la estatua de Tin Tan sentado en la fuente que figura al personaje de Chucho el remendado, película rodada en 1951. Por último, resulta de suma valía cultural la forma en que un grupo de pachucos mantiene con vida la estampa de quien décadas atrás los representó al reunirse todos los fines de semana en la esquina del MUREF para honrarlo con sus bailes y atuendos.

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Alejandra Gómez

 

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