
Juan Crisóstomo Ruiz de Nervo y Ordaz decidió llamarse Amado Nervo porque, según él, ese nombre sonaba más inmediato y adecuado para un poeta. Precursor del movimiento Modernista en México, nació en Tepic, Nayarit, creció en Jalisco y cursó sus primeros estudios en el Seminario de Zamora, en Michoacán. Sin embargo, los problemas económicos de su familia le obligaron a abandonar su formación eclesiástica; aunque no por eso dejaría de lado en su producción lírica, la espiritualidad y el misticismo. La primera poesía del autor se caracterizó por abordar temas relacionados a la existencia humana como el dilema de la vida y la muerte, tópico que se repite a lo largo de su obra. Una nueva etapa del poeta inició al ejercer como periodista, camino que le abrió buenas oportunidades, la más significativa en 1900, cuando viaja a París como corresponsal en la Exposición Universal. Vivió dos años en Europa, donde se relacionó con los movimientos literarios y escritores de la época, especialmente con Rubén Darío. También en París conoció a su gran amor, Ana Cecilia Luisa Dailliez. El viaje al viejo mundo le cambiaría la vida; no obstante, la muerte le atormentó y persiguió siempre. Primero falleció su padre, lo cual, además del dolor, lo enfrentó a grandes problemas económicos; luego, lo conmocionó el suicidio de su hermano Luis; y por último, la muerte de Ana Cecilia, quien murió de tifoidea en 1912, suceso que lo inspiró a escribir La amada inmóvil.
La amada inmóvil, texto publicado de forma póstuma en 1922, presenta una serie de cuadros en donde el poeta lamenta la pérdida de la amada y habla sobre la muerte desde lo religioso y lo metafísico. Antes del poemario, Nervo escribió un prefacio donde relata los pretéritos y últimos sucesos de la vida de Ana Cecilia. Este apartado adquiere naturaleza de confesionario, pues el autor no sólo desahoga todas sus penas, sino que también habla sobre las incertidumbres existenciales y espirituales que suscitó el fallecimiento de la fémina: “Si debe creerse que nuestra existencia es una expiación de yerros anteriores, sabe Dios que yo expié en esas horas muchas faltas de otras vidas, o de esta mi pobre vida incoherente y mediocre, en la que ni siquiera ha habido un gran pecado, porque su magnitud no rimaba con mi alma, tipo aun de evoluciones intermedias”. Sin duda, nos encontramos ante el trabajo más personal e íntimo del autor por la carga autobiográfica que tiene. En cuanto a su estructura, la obra se divide en diez secciones y cada apartado contiene alrededor de diez poemas. Los textos que lo integran fueron escritos en distintos momentos, por lo que tiene sentido que el libro fuera publicado póstumamente. El primer poema fechado, “Más que yo mismo”, data de febrero de 1912 y el último, “No lo sé”, del 28 de enero de 1918, de manera que encontramos un avance diacrónico en el texto. La forma métrica de todo el volumen es bastante irregular: oscila entre diferentes tipos de estrofas, los quintetos y cuartetos son las más abundantes, aunque también hay versos de arte menor. Algunos de los tópicos más destacables son: el pasar del tiempo, como en “Tres meses”, “Seis meses”; la espiritualidad, en “Gratia plena” o en las quintetas en que compara a la querida con la Virgen María; y lo elegiaco, que se manifiesta en una lamentación no sólo por el fallecimiento de la amada, sino también por la vida, el tiempo y la ilusión.
A la par del poema elegiaco, y como lo sufriera Amado Nervo, la muerte ha perseguido constantemente a los juarenses. Asimismo, existe otro vínculo del poeta con la calle que lleva su nombre en la colonia Manuel Valdez: paralelamente a esta, corre la de Rubén Darío, padre del modernismo y amigo de Nervo. Sin embargo, ¿qué puede ser más relevante del poeta para los habitantes de esta zona? ¿De qué manera podrían identificarse o construir un significado valiéndose de la vida u obra del autor? Si en La amada inmóvil Nervo nos habla sobre la pérdida de la mujer amada, refiriéndonos el sentimiento de la eterna ausencia de un ser querido, en Ciudad Juárez la ola de violencia ha dejado muchos vacíos entre las juarenses, incluidos los habitantes de este barrio. Amado Nervo sufrió el perseguimiento de la muerte y, simbólicamente, sigue atormentándolo en este espacio. “Fallece hombre aplastado por una losa”, “Intentan a ejecutar a uno en la Manuel Valdez”, “Fallece hombre baleado en la Manuel Valdez”, “Asesinan a empresario duranguense en la Manuel Valdez”, “Encuentran cadáver en la colonia Manuel Valdez”, “Acribillan y matan a hombre en la colonia Manuel Valdez”, son algunos de los títulos que han encabezan los periódicos y noticieros de la ciudad en los últimos años respecto a este vecindario. Mas así como está presente la muerte, también lo está la vida; si Nervo pudo expulsar sus penas a través de la poesía, quizá los vecinos de esta zona podrían hacerlo también en la lectura de los versos del poeta, por ejemplo, en el siguiente fragmento de “Eternidad”:
¡LA MUERTE! Allí se agota todo esfuerzo,
allí sucumbe toda voluntad.¡La Muerte! ¡Lo que ayer fue nuestro Todo
hoy sólo es nuestra Nada!… ¡Eternidad!
¡Silencio!… El máximo silencio
que es posible encontrar.
¡Silencio!… ¡Ultrasilencio,
y no más! ¡Oh, no más!
¡Ni una voz en la noche
que nos pueda guiar!
Aldair Meza
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