
Salvador Novo nació en la Ciudad de México en el año de 1904, hijo de padre español y madre zacatecana. Reconocido poeta, dramaturgo, cronista y periodista, cursó sus primeros estudios en Chihuahua y Torreón; tiempo después regresó a la capital y en 1921 se licenció en Derecho por la Universidad Nacional de México. Se le conoce por haber formado parte del grupo Los Contemporáneos al lado de Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer, entre otros, quienes se dedicaban a difundir las innovaciones del arte y la cultura de la sociedad mexicana, y proponían una renovación de la literatura nacional. Junto con Villaurrutia creó la revista Ulises en el 1927, la cual destaca por ser la primera con tintes críticos. Sólo seis números se publicaron antes de ser suspendida debido a la salida de Novo. En 1946 publicó Nueva grandeza mexicana, texto que lo posicionó como el Cronista de la Ciudad de México, distintivo por el que se reconoce desde entonces. Comprometido con la identidad del país participó en la fundación del Partido Popular Socialista en 1948. Diecinueve años más tarde recibió el Premio Nacional de Literatura y en 1974 murió en la misma ciudad que lo vio nacer, dejando así un gran legado.
La poesía ha sido el ámbito más reconocido de Novo. En 1970 la editorial Diana publicó Sátira, el libro cabrón, un conjunto de sonetos tan divertidos como polémicos en los que el autor hacía alarde de su notable procacidad. Ahora bien, conocida su homosexualidad y su célebre lengua viperina, me interesan dos poemas cargados de temática homoerótica. En ellos la voz poética hace gala del efecto que tiene la ausencia del hombre amado; sin embargo, no se idealizan las relaciones como era común en la poesía romántica, pues en su lugar Novo mostró la inquietante espera del deseo sexual, acercándonos al desamparo del varón embelesado. Para el año en que fue publicado, esta temática resultaba escandalosa, ya que en esa época la homosexualidad era vista como una enfermedad y en México, igual que en el resto del mundo, los gays se consideraban sujetos abyectos por lo que no gozaban de derechos. Las líneas del soneto XI hablan de una práctica de autoestimulación completamente prohibida por la iglesia católica, escondida por la sociedad y, además, señalada severamente si un hombre la efectuaba. Por tanto, estos versos dan prueba de que Novo era un provocador e incitan a analizar su lenguaje culto en relación con lo atrevido de sus palabras, pues las figuras retóricas utilizadas para describir el acto de tormento se entrecruzan con las palabras coloquiales, propias del mexicano. Si duda, hay que reconocer que hacer de la masturbación un poema no lo logra cualquiera y menos considerando el contexto del afamado escritor.
La calle homónima del poeta se encuentra localizada entre las calles Andrés Bello y Pablo Neruda, también reconocidos escritores. Resulta curioso que a un costado se sitúa la calle Torres Bodet, personaje con quien Novo estuvo vinculado por los Contemporáneos y por su identidad sexual. Cerca del lugar se encuentra la Parroquia de la Sagrada Familia, sitio al que acuden cientos de feligreses a proclamar su amor por Dios, por lo que se antoja irónico que estos asentamientos estén próximos dado a la discrepancia de ideologías: por un lado, el recato y el orden, por otro, la provocación y el escándalo. La posición de la iglesia católica respecto a la homosexualidad ha sido muy clara; su total desacuerdo a lo que llama “estilo de vida” no se sujeta a lo profesado por Novo en sus escritos, en donde apuesta por diversas formas de manifestar y vivir el amor. En el sector citadino por el que cruzan estas arterias se detecta un parque concurrido por jóvenes y niños, personas que, al igual que el poeta, son amantes de la adrenalina y el descubrimiento. No obstante, dentro del recinto deportivo se percibe un reglamento que, alejado del pensamiento del personaje aquí aludido, señala: “podrá hacer uso apropiado de esta unidad cuidando su vocabulario y conducta”. ¿Reconocemos algún vínculo entre el Novo y la zona? A primera vista pareciera que ninguna; sin embargo, las familias que allí habitan podrían tener una historia parecida a la del también dramaturgo, convirtiendo así su legado en la novela de muchos.
Cristian Alexis Muñoz Rubio
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