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23 abril, 2021

Tag: poesía

Dancing on corpses’ ashes

miércoles, 25 enero 2017 por juaritosliterario

 

Un personaje-tipo en la literatura es el equivalente a un estereotipo social; es decir, una representación mental de un conjunto de características de uno o varios individuos que pertenecen a grupos específicos. Son repositorios de información lista para ser activada desde la enunciación o escritura de su apelativo que hace de una cualidad o adjetivo una etiqueta parecida al nombre propio. El Héroe, el Mago o Hechicero y la Dama en apuros son solo unos cuantos ítems de una larga, pero limitada, lista. Cuando el lector identifica a una de estas figuras, ancladas a modelos estables y comportamientos previamente delineados, espera que haya cierta novedad que las guíe hacia la diferencia y que genere tensión entre lo establecido y su voltereta, entre la denuncia y la promoción, entre la crítica y la afrenta, entre el retrato de costumbres de una determinada localidad y su tradición escrita. ¿Serán las Muertas de Juárez un personaje-tipo? Aclaro que lo que aquí escribo se limita exclusivamente a la ficción literaria y producción artística, a los mundos y caracteres que cobran vida a través de las palabras. La realidad fue escalofriante y sigue quitando el aliento.

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La psicología social se ha detenido en la formación de estereotipos y detalla tres principios que guían su estudio. El primero explica que ayudan a que una situación tenga sentido; su creación es una instancia del proceso cognitivo de clasificar. El siguiente los define como un mecanismo que reduce energía. Si un individuo considera a varias personas como miembros de un solo grupo, entonces ahorra tiempo y esfuerzo, ya que logra disminuir la diversidad social. El tercer principio implica que estas imágenes se forman según puntos de vista o normas aceptadas por una comunidad, es decir, por consenso. Estos procedimientos contemplan que la capacidad individual de almacenamiento y procesamiento de información es limitada, pero que sabe adaptarse a un ecosistema cultural complejo (y a veces inexplicable), tomar atajos, reducir el exceso de detalle y optar por el conocimiento previo; lo cual tiene sus riesgos, ya que es el camino a percepciones erróneas, a prejuicios o a categorías de fácil uso y explotación. La literatura incorpora estos resultados ya que tanto los estereotipos sociales como los personajes-tipo son construcciones mentales que generan en la imaginación una colección de creencias compartidas y juicios subjetivos sobre una agrupación determinada. La ventaja es que cada poeta o compositor goza de libertad para manipular a sus personajes.

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Entonces sí. La mujer asesinada –las Muertas de Ciudad Juárez en plural– es un personaje tipo y colectivo que ronda y colma las páginas de la literatura del norte de México. ¿Pero cuándo apareció por vez primera? ¿En qué momento las cruces rosas fueron la parte por el todo de nuestra metrópolis? No deja de sorprenderme que el boom creativo (tal vez editorial) y académico de los feminicidios se dio 10 años después de los primeros hallazgos. Enero de 1993 es el punto de arranque, aunque pudo haber más decesos mucho antes. A partir de esa fecha, cadáveres, fosas y desapariciones marcaron una secuencia que a cuenta gotas se hizo cotidiana. ¿Y la protesta? ¿Y el arte? Hubo un tiempo en donde no había redes sociales en estos medios. Quizá la ciudad estaba en estado de shock o tal vez no le importó. De verdad me gustaría escuchar respuestas. Lo cierto es que hasta 1999, seis años después, la literatura tuvo algo que decir por medio de proyectos colectivos. Uno fue El silencio que la voz de todas quiebra (del cual en breve nos ocuparemos), registro periodístico que incorpora ficciones para dar sentido a tanta ausencia. Y “Mujeres de la brisa”, poemario de José Joaquín Cosío incluido en Cíbola: cinco poetas del norte. Años más tarde, bien entrados en los dos miles, el feminicidio, flamante incorporación al lenguaje jurídico, se volvió un lugar común, trayendo consigo un aluvión de huesos en el desierto, Antígonas, elegías, estrellas enterradas y 2660 y tantas obras.

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Como en algún punto tengo que llegar a una obra y aprovechando la semana –que ya van dos– dedicada a las canciones, me ocupo, por último, de un grupo paseño, At the Drive-in, banda emblemática para todos aquellos que creíamos que el punk-rock era la respuesta. La primera vez que los escuché poco me importó que fueran de El Paso; eran gabachos (aunque de raíces boricuas), hacían ruido y le daban con todo. Pronto pasaron a las filas del “modelo a seguir” de mi grupo. En marzo del 2000 lanzaron el álbum Relationship of Command, que incluye “Invalid Litter Dept.” Toda la energía de los texanos se concentra en esta canción que delata a un Departamento de basura inservible, operado del lado mexicano de la frontera por políticos, policía y prensa. La danza sobre la ceniza de los cuerpos se vuelve explícita en el video, grabado por completo en locaciones juarenses. Lo sombrío de las imágenes viene acompañado de subtítulos que relatan la historia que bien conocemos. Así como la periodista Diana Washington Valdez (de quien aparece una noticia en el video), At the Drive-in alzó la voz desde fuera de Ciudad Juárez y en cada punto de su gira. La mirada internacional volcó su atención sobre estos homicidios, caracterizados por lo común de las víctimas (pronto convertidas en estereotipo), y fue entonces que valió la pena la denuncia.

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Carlos Urani Montiel

poesíasiglo XXI
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  • Publicado en Ciudad, Feminicidios, Muerte, música
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Polémico corrido fronterizo

domingo, 22 enero 2017 por juaritosliterario

En las últimas décadas la frontera de Ciudad Juárez se ha dado a conocer mundialmente por los feminicidios. Un fenómeno transnacional que se dio a raíz de la implementación de las maquiladoras por el tratado NAFTA (Tratado de Libre Comercio de Norte América) en ciudades colindantes entre México y Estados Unidos. Mujeres desaparecidas y “huesos en el desierto” fue un suceso polémico que inició en 1993 y debido a que las investigaciones de las autoridades no resolvieron nada se convirtió en una injusticia hacia los derechos humanos. Al ser la mayoría de ellas operadoras de la maquila, la justicia ante la resolución de los sucedido fue un problema que se asilenció con mentiras ya que las ganancias de las empresas extranjeras estaban de por medio.78-mural-mujer

En el 2004 la banda norteña Los Tigres del Norte, formada por los hermanos Hernández, utilizó una vez más el corrido (balada) como herramienta de denuncia en voz de las madres y familiares de las desaparecidas. La difusión del “reclamo del pueblo” en busca de una solución para las “varias miles de muertas en panteones clandestinos” conllevó al grupo a cantar por las mujeres juarenses. Con el título “Las mujeres de Juárez”, el corrido escrito por Paulino Vargas llegó a colocarse en el primer lugar de ventas en México y Estados Unidos. El álbum Pacto de sangre, compuesto por 14 canciones sobre temas de denuncia y mensajes de esperanza y alegría, se hizo galardón del Disco de Oro.

[wpvideo txA6PyME]

“Las mujeres de Juárez”, vocalizada por Jorge Hernández, narra con un tono de protesta y denuncia social el asesinato de muchas mujeres trabajadoras. Al mismo tiempo, presenta un cuestionamiento del porqué la mujer es la víctima de dichos actos de violencia y la incapacidad  de encontrar y castigar a los culpables. El corrido fronterizo se cantó en México, Estados Unidos y otros países del mundo revelando una temática que para las autoridades tenía que ser censurada. “La cruda verdad”, como se dice en el corrido, sembró la duda sobre quiénes estaban involucrados en los feminicidios de Ciudad Juárez. El llamado de atención hace hincapié en el hecho de que “las muertas de Juárez son vergüenza nacional” y en la manera en que la ley no actúa pero da justificaciones machistas, donde el pueblo es quien debe luchar ante la violencia de género presente en la frontera.

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A pesar de haber sido un corrido con la intensión de ayudar, como lo mencionó el líder del grupo norteño, futuros proyectos relacionados al tema tuvieron que ser cancelados por incomodidades de las autoridades y supuestas quejas de algunas madres de las víctimas. Ante todo el mundo los versos del corrido se convirtieron en elementos representativos de Ciudad Juárez y la presentaron como la ciudad más peligrosa para las mujeres. La nueva fama de la frontera comenzó a darse a conocer y, por lo mismo, a ausentarse el turismo. Sin embargo, “Las mujeres de Juárez” llegó a oídos de asociaciones de los derechos de la mujer y, tal como era el propósito principal de la creación de este corrido, se abrió un diálogo necesario para proteger a las mujeres de la frontera entre las autoridades, la población fronteriza y las asociaciones de derechos humanos.

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Sylvia Fernández Quintanilla

poesíasiglo XXI
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  • Publicado en Ciudad, Feminicidios, música
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Flor del Río Bravo

viernes, 20 enero 2017 por juaritosliterario

Chihuahua es la entidad que inspira la producción discográfica Luna Paquimé, del grupo Bandula, que desde 1996 se dedica a crear canciones para niños, con diversos ritmos que conjugan danza, música y poesía. Con el apoyo del ICHICULT y del programa Alas y Raíces, en el 2007 se llevaron a cabo el lanzamiento y la promoción de este disco con diez temas que recuperan diversas leyendas del estado, con el propósito de difundir la historia y cultura chihuahuenses. Dentro de los temas destaca el dedicado específicamente a Ciudad Juárez. Con una peculiar mezcla de ritmos se presenta “Flor de río”, una canción cuyo contenido principal son los deseos y aspiraciones de una niña de diez años que nació en dicha urbe. La leyenda de fondo confiere identidad a nuestro personaje, pues se trata de la historia de una original Flor de río, una niña que con valor salvó a su aldea, tierra en la que mucho tiempo después se fundaría Ciudad Juárez, y en honor a la que muchos otros años más, los padres de nuestra protagonista le darían nombre.

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Las breves pistas que sobre la leyenda arroja la canción fueron rápidamente identificables para un papá (casi) norteño, y proveedor personal de relatos, a quien la historia le resultó muy familiar. Y es que existe una fuerte relación entre la antigua Flor de río que menciona Bandula y La-muy-sola, personaje principal del libro La leyenda de la flor “el conejo”, una antigua historia oral de Texas recontada e ilustrada por Tomie DePaola en 1983, editada en español diez años después. Aunque con una breve discordancia geográfica que bien puede deberse a la temporalidad política, es muy probable que la canción “Flor de río” y La leyenda de la “flor de conejo” nos hablen de una misma niña, y de paso encontramos a una más –a una comanche–, ambas bien descritas por un cambio de nombre presente en la leyenda original “La-que-amaba-mucho-a-su-pueblo”, porque nuestra actual Flor de río también vive orgullosa de sus raíces y tiene además grandes expectativas y un compromiso con su mundo.

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Lee aquí la leyenda

Ambas producciones literarias están cargadas de una fuerza que mueve el ánimo de quienes las leen o escuchan: lo mismo en Ixtla, la menor de mis hijas también natural de Juárez, que en su hermana mayor de Nezahualcóyotl, en el Estado de México. La Flor de río del presente, tan humana como su homónima y como cualquier niña de nuestro tiempo, comparte con la leyenda, además del origen, sus cualidades: es sabia por la visión que tiene del mundo en el que vive, uno enriquecido por las características propias de la frontera, y valiente porque en coro hace fuerte su demanda. Una conjunción de voces que se ha convertido en bandera de lucha para madres, hermanas, tías y abuelas, una lucha por la igualdad que lamentablemente aún no ganamos.

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Susana Vázquez

poesíasiglo XXI
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  • Publicado en Ciudad, Migración / llegada, música
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La frontera a través del cristal

lunes, 16 enero 2017 por juaritosliterario

Que se te vaya la existencia tras un sueño y dejes la mitad de tu salud tras la caza de una vida mejor. ¿Cuán mística es la búsqueda de ese bienestar? ¿Cuánta de la riqueza que se añora en esta realidad es una inversión para una vida mejor en el cielo? Entendamos al cielo como paraíso, como la trascendencia ulterior de nuestra limitada corporeidad. El pensamiento trasciende nuestras acciones y estas se perfilan entonces más grandes que nuestro ciclo vital. Los misioneros que buscaban la región de las Siete Ciudades de Oro al noroeste de México no encontraron sino páramos adversos habitados por grupos de nativo-americanos a quienes enseñaron el fervor a un nuevo dios. Los misioneros y exploradores no localizaron el oro legendario, pero en su lugar vencieron la adversidad y amalgamaron sus culturas. La ambición devino en humanitarismo y la aventura fue vasta, aun sin la recompensa metálica.

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Alvar Núñez Cabeza de Vaca relata en su crónica las vicisitudes para sobrevivir y establecer contacto con los indígenas que lo aceptaron como uno más y al que trataron, a veces, como súper hombre. La supervivencia fue su más grande tesoro porque el tránsito en este mundo es breve y porque a través de esa concisión, un cristiano puede vencer al pecado y pretender que Dios lo recoja nuevamente en su seno. En el Nuevo Mundo la imitación de Cristo era cosa cotidiana y esparcir el evangelio entre hombres y mujeres era un regalo del cielo para aquellos pescadores de almas. La región más al norte de Tenochtitlan era una promesa mucho antes de que las fronteras mexicoamericanas fueran establecidas en tratados internacionales. En la región más septentrional de la Nueva España, ya se divisaba el espejismo de un porvenir abundante en oro a cambio de afrontar a la naturaleza y a los dueños de las tierras. Las siete ciudades de oro fueron siempre un espejismo, una especie de sueño americano por el que algunos estaban dispuestos a arriesgar más que el pellejo. La promesa al norte terminó en la afueras de Cíbola, una de las ciudades legendarias que en realidad no existieron nunca. La ruta de exploración finalizaba ahí porque más allá, al final del arcoíris, no se encontraba un caldero lleno de oro, sino el dorado fulgor del sol, siempre radiante, junto a su reflejo en las blancas arenas del desierto y el vasto arrullo del viento pronto convertido en tolvanera.

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Calexico, banda norteamericana de rock, retoma y traduce el título de la novela de Carlos Fuentes, Frontera de cristal (1995), para su propio tema musical, más o menos basado en las historias fronterizas del escritor mexicano que se desenvuelven en gran parte en Ciudad Juárez. “Crystal Frontier” recrea, al sonido de trompetas de mariachi, la atmósfera necesaria para las historias de deseo y decepción que se entretejen en esta zona, otrora escenario de la lucha de vaqueros contra apaches. En el imaginario de la canción, fray Marcos (de Niza), Amalia (de la maquiladora) y Ramón se encuentran y desencuentran frente a frente en el cristal de esa frontera plagada de jornadas laborales, pobreza y balas perdidas. Una región bronca en donde se estrella el vuelo de muchos sueños y en cuyo suelo se extiende la posibilidad de hacer una vida… o recrearla mientras se tiene la oportunidad de entrar por alguna rasgadura en la malla que divide una ciudad de otra… “Both sides keeping a close eye / for a break in the line”.

[wpvideo ODmR7ZOX]

“Ramon tightens up his leather belt, / and slips through a hole in the fence. / He can get you anything you want. / It might cost you a life, might cost you / the whole price of freedom here, / on the crystal frontier”. Quienes habitamos en este cruce de caminos sabemos que las historias trágicas de los personajes reales y ficticios se entretejen con otras tantas de esperanza, y que negar la existencia de unas sería traicionar el sustento de su contraparte. La tragedia de una ambición no cumplida y la fe puesta en un páramo lejano y sin misericordia son el origen y el destino de esta leyenda que aún no termina de contarse y que depende del color del cristal con que se mira.

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Jesús Armando Molina Barraza

poesíasiglo XX
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  • Publicado en Ciudad, Frontera, Maquila, Migración / llegada
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Días sin cuenta

jueves, 12 enero 2017 por juaritosliterario

“Día 730” fue escrita en el año 2010 por Wilfran Castillo, pero alcanzó la fama al ser interpretada, en versión tejana-norteña, por el grupo Intocable, quienes la incluyeron en su disco Highway del año pasado. El tema de la canción llegó al compositor colombiano luego de que encontrara un periódico de México con una palabra desconocida para él: feminicidio. La letra busca concientizar sobre este hecho tan propio de Ciudad Juárez. Por tanto, la pieza no trata sobre “la frontera más fabulosa y bella del mundo”, sino que resalta los momentos en los que la ciudad era vista como un lugar inseguro para las mujeres (que en su mayoría eran las que sufrían y resentían las olas de violencia). El contenido de la canción pudo haber sido la historia de más de 600 mujeres que han salido de sus casas buscando oportunidades de trabajo, o bien la de aquellas sustraídas de sus hogares y familias con engaños y que han perdido la vida en esta frontera. Los datos oficiales de la fiscalía en Chihuahua sobre mujeres desaparecidas son, por lo general, inexactos y se extienden hasta nuestros días. “Día 730” es una canción muy cruda, pero refleja bien los momentos tan tormentosos por los que han pasado las madres de las víctimas.

[wpvideo Rz61TWyK]

Durante el periodo en el que Ciudad Juárez fue atacada por la violencia se dio a conocer mundialmente el fenómeno de los feminicidios. Las víctimas tenían una serie de características comunes: edad, aspecto físico y nivel socioeconómico. La gran mayoría laboraba en el sector industrial, en las maquiladoras de nuestra urbe, con extensas jornadas por poco más de 67 pesos diarios. Las maquilas sirvieron de foco de atracción a las mujeres de las zonas más pobres y poco pobladas de Juárez, así como de inmigrantes que se acercaban a la frontera con la esperanza de cruzar a Estados Unidos. Estas mujeres carecían de derechos laborales y de buenas condiciones de trabajo; por eso, cuando una mujer desaparecía no llamaba la atención de nadie, ya que era normal que hubiese podido abandonar el trabajo. Lo increíble es que a casi todas las empleadas de las maquiladoras les es familiar algún caso de una chica desaparecida.

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Si ponemos atención a la letra de la canción nos damos cuenta de que la necesidad y la falta de trabajo son las principales características de las mujeres desaparecidas y asesinadas, mujeres que salen a la calle a trabajar; hijas, hermanas y madres que se aventuran a buscar un mejor futuro para ellas y sus familias. El sector de la maquila es la principal fuente de trabajo para cientos de mujeres en nuestra ciudad, de las cuales la mayoría cumple con un horario de seis de la mañana a seis de la tarde, momentos en los que las calles se empiezan a despoblar.

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Priscila Nicole Ortega Torres

poesía
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Demoliendo la Juárez

viernes, 09 diciembre 2016 por juaritosliterario

Hace tiempo asistí a la iglesia y uno de los coordinadores comentaba: “Vayan a la Juárez, chavos, ya se está poniendo bien padre. De perdida por curiosidad, para que conozcan”. Pertenezco a esa generación de jóvenes a la que le tocó la resaca, a la que inculcaron la nostalgia de tiempos chingones: esa curiosidad no es sino el vestigio de visitar un fragmento de nuestra historia. La gran angustia por fijarnos en los ayeres de la ciudad. Lo que yo sabía de la Juárez era aquello que me contaba mi padre sobre los años en que se comparaba a esta avenida con una extensión metafísica de Las Vegas. Vivo, además, en una zona de la ciudad que casi no tiene historia: el sur —todo depende del cristal con que se mire— donde la gente se emociona cuando, por un capricho del azar, sale en las noticias algo de por aquí, como Las Torres incendiadas. Por otro lado, es más cómodo para nosotros ir a los bares de la Gómez Morín antes que acudir a la bohemia central: la Juárez es lo exótico e incluso lo lejano. Su riqueza yace, entonces, en su camaleónica concepción de su significado inasible y complejo, repleto de la delicia de lo legendario y lo mítico en contraposición con la decadencia de la realidad.

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Cuando leo sobre la Juárez casi siempre se trata de lo mismo, tanto en la ficción como en el ensayo: esa época acabó, la Juárez is dead. Se busca revivir experiencias (muchas veces alcohólicas): son textos personales, únicos, vinculados a la contemplación de imágenes duras. Tal es el caso de las dos partes de “Avenida Juárez” de Edgar Rincón Luna que de alguna manera sintetizan la riqueza de dos de sus poemarios Puño de whiskey (2005) y Trenes para demoler un río (2015). Semejantes a una moneda, esta composición demediada resume la temática tan diferente de ambos poemarios, lo cual describe las inquietudes temáticas de la voz lírica en el transcurso de los años: un aprendizaje y un crecimiento.

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Lee aquí la sección «Conozco esta ciudad, no es como en los diarios»

La primera parte, violenta y directa, versa sobre la reconstrucción de una imagen, quizá —toda interpretación está sostenida en el “quizá”— metaforizando la identidad de la avenida: una mujer recostada en el paisaje, “ebria sobre el metal de la noche”. La atmósfera es la de la resaca, que siempre cuestiona lo temporal: qué hora es, se pregunta la voz lírica mientras la mujer está ahí, suspendida en la ausencia total del espacio y el tiempo. Es hora de largarse, adiós a la avenida, a la fiesta y a toda violencia corporal. La segunda parte, más efectiva, retrata la sustancia de aquello que he resumido en las primeras líneas de este texto. Se trata, en esencia, de la demolición del pasado. Existe pues un reconocimiento de la identidad, subordinada por el tiempo que ambos, la calle y la voz lírica, han compartido. De ahí la personificación ya explorada en el primer poema: “La vieja calle me sonríe con los dientes apagados”. Pero si en la primera parte se trata de la descripción de la avenida solamente, aquí la voz se asume confidente-reflejo de la misma: ambos han cambiado para mal.

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Lee aquí la sección «Demoliciones»

El tono de los versos adquiere cierta fuerza porque resume la experiencia no sólo de la voz, sino de toda una generación que “abrazaba a las pasajeras / de este largo tren de polvo y hierba” y que ahora reconocen la decadencia del tiempo presente, del desdoblamiento trágico de lo que ya no son, de lo que se ha ido de ellos mismos y lo que permanece: “Mi joven ayer ahora vomita en una esquina / y me saluda con la negra luz de sus ojeras”. Y no obstante los versos finales perfilan ese ritual, puesto que toda nostalgia es asimismo un ritual de los sentimientos y la memoria, donde la imagen protagonista bebe y le regresa la sonrisa al pasado, brindando por el progreso y la decadencia. Están jodidos pero juntos. La Juárez sigue ahí, aunque algunos intenten matarla con el argumento de “ya no es lo que era”. Mantiene aún su significado primordial, cómplice de un futuro distinto, de los cruces cotidianos y la memoria perdida, cómplice que moldea asimismo su nueva definición, el renacimiento de su rostro y disfraz. Quizá sea hora de largarse de la Gómez.

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Antonio Rubio

poesíasiglo XXI
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  • Publicado en Avenida Juárez, Bar, bebida / cerveza
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Re-significación del espacio urbano: ires y venires de la Mariscal

miércoles, 30 noviembre 2016 por juaritosliterario

¿Qué significa andar por Ciudad Juárez? ¿Cómo se ve y se vive la ciudad? Uno de los cometidos principales de nuestro blog es que cada autor se ocupe, sí, de los espacios de ficción y sus equivalentes reales pero también de su experiencia al recorrerlos. Juaritos Literario incluye, entonces, a distintos actores de acuerdo a la apropiación y arraigo sobre el ambiente citadino que pretendemos promover: autores que plasmaron en un texto literario sus vivencias y memorias respecto a un lugar determinado; lectores –en sí cualquier ciudadano– que se acercan a estas lecturas y a partir de ellas, así como de sus propios recuerdos y experiencias, redefinen su imagen de la ciudad; y, por último, los blogueros, quienes asumimos la responsabilidad de resaltar la relación entre el aspecto literario y el urbanístico, sin olvidar que también formamos parte del mismo hábitat. De esta manera iremos abonando respuestas a las preguntas iniciales.

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Ahora bien, ante la pregunta, ¿qué hacer –en el caso concreto de nuestro proyecto– con los lugares que ya no existen pero que perviven en el imaginario colectivo a través de distintas narraciones e historias sobre ellos?, la respuesta la encuentro un tanto sencilla y, por lo mismo, quizá incompleta. Los mismos textos literarios nos dicen cómo eran estos espacios antes, cómo eran vistos, configurados y representados por aquellos que los habitaron (en ocasiones también ayuda la memoria fotográfica). Callejón Sucre (para Rosario Sanmiguel), por ejemplo, el bar Panamá (Paraguay en Páez Varela), el Virginia’s (según Enrique Cortazar) o la antigua calle Ignacio Mariscal tuvieron un significado para quienes los vivieron o transitaron cuando existían. Los autores que los plasmaron en sus obras dan cuenta de lo anterior. Pero ¿qué significan actualmente para una como lectora y caminante de esas calles que han cambiado o desaparecido?

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El auge de las avenidas Ignacio Mariscal y Benito Juárez surgió durante la época del prohibicionismo en Estados Unidos: la conocida “leyenda negra” de las ciudades fronterizas. Sin embargo, los bares, cantinas, casas de juego y prostitución localizados en las calles mencionadas comenzaron a decaer con el crecimiento y constante policentralización de la ciudad, es decir, con el inicio del PRONAF y posteriormente del PIF. La solución que las autoridades encontraron para remedira esto fue un programa de revitalización del centro histórico que comprendía la compra y demolición de cuadras enteras de dicha zona. Hace varios meses, cuando aún no comenzaba la construcción de la Gran Plaza Juan Gabriel, pero sí se había derrumbado todo lo que había en la Mariscal, califiqué al Plan Maestro de Desarrollo Urbano del Centro Histórico de Ciudad Juárez (2014) como un intento fallido por borrar una realidad patente, que solo había hecho de esa calle representativa de nuestro entorno un lugar mucho más solitario y peligroso, simples terrenos vacíos. Al día de hoy –lo descubrí con agrado hace pocas semanas– la visión cambió.

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La reconfiguración de este espacio urbano (llamado Reserva Mariscal) tiene, como todo, sus aspectos negativos y positivos. Graciela Manjarrez y Jaime Bailleres en “Caminar y ver la ciudad”, por ejemplo, afirman que proyectos así, “de intenciones pragmáticas y coyunturales, con intereses comerciales o de mayor rentabilidad económica, modifican tradiciones añejas sin advertir o respetar la apropiación que le dan los lugareños”. La Mariscal actual ya no es la Mariscal; las dinámicas que se daban y surgían ahí cambiaron o se desplazaron a otro lugar. Con la destrucción de todo lo que la conformaba se ha perdido parte de la memoria colectiva y del patrimonio que significaba dicho espacio. Aunque solo fue una parte, ya que la otra queda en las historias, narraciones, poemas, leyendas que puedan contarse sobre esta calle. Sin embargo, creo que para lograr re-imaginar todo lo anterior es necesario, o al menos preferible, transitar por los lugares que ya no son pero que dejaron su huella de alguna manera. “Ver y leer la ciudad como una práctica de visualidad, es una alternativa de expansión del conocimiento para comprender lo que los originarios de un lugar han dejado de observar” (Manjarrez y Bailleres) o les han quitado. Así, la literatura ayuda a comprender el ser, actuar y estar en la ciudad y, al mismo tiempo, le da nuevo sentido a los pasos de la transeúnte. Ahora, cada vez que camino junto a los recientes murales pintados frente a la plaza Juan Gabriel, trato de imaginar en dónde estaba el Callejón Sucre; o cómo funcionaban esos establecimientos en los que cualquier cosa podía pasar y que hasta la fecha siguen siendo una especie de tabú.

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Una de las huellas es el poema de Adriana Martell titulado “De la Mariscal y sus tardes” (2004). En él aún se habla de una “ciudad de locos”, “de ciegos que mascan alcohol en la taberna”, de los “frailes” y “cuerpos heroicos” que visitaban el emblemático paraje. Sin embargo, aquí también se remite a un tiempo anterior, a una añoranza: “una flor de sol que se desliza de sueños / en el momento breve en que su forma de curvas recuerda al pasado / porque de esa calle la ciudad se alimenta de oro”.

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Lee aquí el poema

¿Qué depara el paisaje a la vuelta de la esquina o página? El espacio citadino cambia constantemente; la construcción simbólica y apropiación que se haga de él “se da desde lógicas de interacción, representación, narrativas y prácticas de los individuos” (Salazar Gutiérrez). Por ello es importante no olvidar cómo se vio, vivió y representó la ciudad pero siempre pensando en lo que significa actualmente para nosotros habitar Ciudad Juárez.

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Nota final. Ignacio Mariscal fue un periodista, hombre de política, escritor y poeta nacido en Oaxaca el año de 1829. Participó en el gobierno de Benito Juárez y Porfirio Díaz. En 1882 ocupó la silla No. XVI de la Academia Mexicana de la Lengua. Entre sus escritos literarios se encuentra Poesías (1911), obra póstuma que reúne tantos su lírica como traducciones de otros poetas. Entre estas últimas destaco unos versos de “Godiva”, de Alfred Tennyson: “Que nadie, hasta después del mediodía, / a estar en sitio público se atreva, / ni a verla cuando pase, y que en las casas / se ha de quedar la población entera / en tanto que ella cruce por la calle, / cerradas las ventanas y las puertas”.

Amalia Rodríguez

poesíasiglo XXI
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  • Publicado en La Mariscal, Vida cotidiana
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De Mónica o el Revólver: López Landó y la Ciudad

viernes, 25 noviembre 2016 por juaritosliterario

La limitada pero bien estructurada obra de Jorge López Landó (Ciudad Juárez, 1973) incluye tanto narrativa a dos voces, como poesía que explora aspectos recurrentes en la vida de su yo lírico: las mujeres, la memoria y la ciudad. Periodista, narrador, redactor, tuitero, “Beatnik por ósmosis y licántropo por contagio”, acérrimo fanático de la Sci-Fi y de la ópera magna de George Lucas, Jorge López Landó es una de las voces frescas en la poesía juarense contemporánea. Entre sus publicaciones tenemos libros de poemas con un hilo de nomenclatura particular, el nombre de su amada: De Mónica o el revólver, Mónica odia el bossa nova (pero los fines de semana baila swing) y Mónica abre el rompecabezas de fuego (y descubre que aún hay jazz).

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Lee aquí el libro

Su rango poético en estos libros mantiene tres ejes permanentes: la presencia femenina, la memoria y el espacio urbano en donde se desenvuelven todas las manifestaciones anteriores. Reivindicado como beatnik, la pluma de López Landó no es nada barroca, ni exhaustiva; su obra mantiene más bien la simplicidad y rebeldía de hacer de lo sencillo un acto poético. En De Mónica o el revólver (2011), por ejemplo, elabora un pastiche del poema “Walking around” de Neruda:

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Allí entonces la cotidianeidad de un transeúnte fronterizo se hila en la voz poética de un migrante; esa situación de incertidumbre ante el cruce, ese eterno retorno de quien se da un baño de congestión territorial. El fondo denunciante que acaso se puede percibir inofensivo, carga consigo una alta dosis de crítica a una problemática inherente en las fronteras norteñas. El poema “Calle” del mismo libro, desciende a un grado no con la generalidad de la ciudad entera, sino solo de una parte, la calle, escenario natural citadino donde puede comenzar la decadencia o la opulencia: “¿Qué es esto si no un poco de miseria / por la cual pasar sin ser reconocido? / Basta saberse ignorado por todos / para sufrir el tiempo de espera por una puta, / por una cerveza o un camión. / Calle, reino de tiempos y olvidos, tómame una vez más”.

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En la poesía de López Landó se mantiene una dinámica de reflexión, un forcejeo natural con el entorno, así como el proceso de engullimiento ante la decadencia urbana.

Paroxismos del lenguaje

Además de las asumidas referencias a la tradición beat, su verso también se difumina entre la pirotecnia lingüística de la tradición chicana. En “Reflexión de un cigarrero puchador” encontramos esa habla que caracterizó a los pachucos de otras décadas y cuya estela irradia menor brillo en la charla de hoy en día: “Vivan los tacos en la border cruzando el puente de la Juárez / donde las leidis güeritas le ponen con los mexican curios sin rajarse / nomás por mera curiosidá al estar bien pedas y aflojar un cacho de ass. / Esos tacos con harta salsa después de andar lukin for a gringa loca / pa’ ver si se arman los piquetes o ya de perdis un lenguazo”.

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Aquí encontramos otros elementos significativos de la cosmovisión urbana y de la leyenda negra en la frontera: línea – güeritas – mexican curios – tacos – sexo. La secuencia semántica ayuda a determinar una crítica sistémica a la decadencia urbana. En distinta estrofa aparecen otros personajes:

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En el poema “Downtown Juárez weekend motel” se aprecia una sensibilidad a la cotidianeidad urbana, a ese manto cataclísmico que representa la noche fronteriza: el intercambio de calores, el consumo de alcohol, el cuerpo como recinto de contrastes, lo inevitable, lo necesario.

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Al final, la línea, el centro de la ciudad, la decadencia y la necesidad de viajar se revuelven en una misma repetición, en un hastío constante donde sólo esos lapsus de desenfreno estimulan el escape lento de la frustración, de la impotencia, del desasosiego. La ciudad en la pluma de López Landó es un entorno más allá del bien y el mal, un escenario ambivalente, contrastante, un espacio que necesita ser reflexionado a través de sus microentornos con memoria, como el construido “En el puente”: “Paso sin ver, / juro a medias / con dedos cruzados / tras la espalda. / Llego, es mi turno. / ¿Qué traes? Nada. / ¿Adónde vas? De “chopin”. / ¿De quién es el carro? Mío. / Bájate y abre el cofre, / ahora la cajuela. / Sí señor, / no señor. / Sí, señor. / Pásale. / Chinga a tu madre gringo de mierda, / ¿no sabes que hubo un tiempo / en el que Texas y otros estados / nos pertenecían?”

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De Mónica o el Revólver forma parte de un tríptico en donde se exploran los recuerdos, los espacios y la mujer (aquellas que vinieron antes de la mujer). Como poeta, López Landó se abre en la expresión; su oficio mantiene la misma poética más cercana a la liturgia que a lo profano, clara influencia beat. ¿Si vendrá una cuarta? No lo sé. Eso quisiera.

Míkel F. Deltoya

poesíasiglo XXI
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  • Publicado en Avenida Juárez, Centro, Ciudad, Vida cotidiana
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Antiguallas y nuevos mexicanos

viernes, 30 septiembre 2016 por juaritosliterario

Eran tiempos de expedición y de espacios ajenos a sus confines. Al final del camino, la historia –la que va con H mayúscula, aunque igual no suena– demostró que el sitio de Tenochtitlan y la ingenua captura de Atahualpa en Cajamarca fueron una excepción en la saga de la conquista americana. Los imperios mexica e inca se brindaron plenos ante un par de hidalgos venidos a más de la noche (triste) a la mañana (del Inti). No obstante, a finales del siglo XVI el norte novohispano ofrecía la posibilidad de un Nuevo México, uno aún no descubierto y que aguardaba paciente la llegada del soldado barbado, fuera un dios reencarnado o un simple cristiano. ¿Pero dónde ocultaba esa tierra su novedad? ¿Por qué el casi-colindante estado, ahora convertido en estrella en la bandera de nuestros vecinos, lleva en el sobrenombre lo mexicano? El pipope Gaspar Pérez de Villagrá, de quien ya hemos tratado, nos cuenta la leyenda que nutrió codicias, colmó bolsillos y jaló carretas.

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Lee aquí, en edición bilingüe, los tres primeros cantos

Los primeros cantos de la Historia relatan cómo se tuvo noticia de la Nueva México a partir de “la antigualla de los indios”. La relación de sucesos, “de inmortal memoria platicada”, confirma que los antiguos mexicanos eran norteños y que dos ricos hermanos –similares a los de Roma– salieron de las siete cuevas (aka Aztlan o Chicomostoc) para fundar señoríos. Cada uno con su hueste iba marchando cuando “delante se les puso con cuidado, / en figura de vieja desenvuelta, / un valiente demonio”. El retrato le quita el aliento al soldado: “rostro desencarnado, macilento”; “disforme boca desde oreja a oreja” por la que asoman sus colmillos; y de los “brazos, temerarios, pies y piernas / por cuyas espantosas coyunturas / una osamenta gruesa rechinaba, / de poderosos nervios bien asida”.

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La demoniaca figura que sobre sí llevaba una viga “de hierro bien macizo y amasado”, se dirigió a los mexicanos para dividirlos: “Es forzoso que luego el uno vuelva / y el otro siga de su estrella noble / el próspero destino”. ¿Cuál? México-Tenochtitlan. Y para que no hubiera disensiones ni codicia, “será bien señalaros los linderos” de la tierra. Entonces, levantó los brazos y soltó la carga “con súbito rumor y estruendo”, dejando en claro los rumbos cardinales. Los bandos de inmediato se dividieron: “Por la parte del Norte riguroso, / y para el Sur fue luego prosiguiendo / la vanguardia”. El escritor atestigua que “El gran mojón allí quedó plantado” y argumenta que todo  el regimiento hispano lo contempló y quedó “pasmado y sin sentido”; incluso los caballos, frente a la monumental columna, “no se acercaban… por más que los ijares les rompían”. Y así sucedió “hasta que cierto religioso un día / celebró el gran misterio sacrosanto / de aquella redención del universo / tomando por altar al mismo hierro”.

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Tiene todo el sentido que si Hernán Cortés dio con aquellos que migraron hacia el sur, la expedición de Juan de Oñate se adentrara al septentrión tras la otra mitad de mexicanos. Para esto y por aquello de las herencias, Oñate había arreglado su matrimonio con Isabel Tolosa Cortés Moctezuma, nieta del conquistador y biznieta del tlatoani. Lo que no me explico es cómo una obra épica se pudo adelantar 50 años a lo que hiciera fray García de San Francisco a finales de 1659 en la Misión de Guadalupe. Lo he preguntado y nadie me da razón. Seguramente el franciscano conocía bien la Historia de la Nueva México, en donde estuvo trabajando antes de acercarse al Río Bravo, y decidió convertirse en protagonista de su lectura. Quizá la decisión fue de alguien más; lo interesante es el poder y la verdad fundidos en la pluma de Pérez de Villagrá, poeta que “como quien de vista es buen testigo”.

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Urani Montiel

poesíasiglo XVII
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  • Publicado en Migración / llegada, Misión de Guadalupe
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El desierto visto de…¿lejos?

jueves, 15 septiembre 2016 por juaritosliterario

Si bien Carmen Amato titula a su poemario Estación Tempe usando de referente a la ciudad norteamericana que le dio oportunidad para realizar su doctorado, esta aguascalentense (¿hidrocálida?) que reside en Ciudad Juárez desde los cuatro años publica los poemas que ha escrito a lo largo de su vida con una imponente visión juarense. Su obra fue presentada un helado diciembre del problemático 2010, donde calificó de catártica su experiencia como extranjera; y al poemario, como un cierre de ciclo en su vida. La composición de su obra se fragmenta en cuatro secciones: “Estación Tempe” es la primera de ellas. Ahí las composiciones exponen elementos que conciertan el espacio, la reconstrucción de un aquí y ahora que contrasta con la evocación nostálgica de un pasado habitado en determinado momento junto a sus padres. Dolores Castro acertó en apuntar que la poesía de Carmen Amato permite “contemplar no tanto el dolor de lo que se pierde, sino tras cada pérdida, la plenitud, el gozo del reencuentro”.

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Lee aquí el poemario

Dentro de su melancólica composición, la obra propone una reinvención de lugares recurrentes: un jardín, la casa de infancia, una ciudad, un desierto, envueltos en diversas situaciones: anagnórisis, separaciones y tormentas. La literatura ha propuesto al desierto como un referente en incesante cambio; sin embargo, nunca se aleja mucho de su estigma habitual y bien conocido: visiones infértiles que algunos, como Rulfo en su narrativa, han ligado consecuentemente a la desdicha. Por su parte, Amato regresa a la esencialidad de las cosas; revela una desmitificación de la geografía que permanece en constante estado precario dentro del imaginario. Su poema disocia la visión que vincula al desierto con aridez y esterilidad, para encerrar en él un microcosmos donde existe como entidad celular y civilizada: “un poema / escrito por miles de seres”. Esta depuración de imágenes se queda con lo constitutivo del espacio; un sitio que se presenta como un vacío entre dos lugares deja de ser una analogía del abandono porque “hay todo un universo en ellos”. Pensado en términos metafísicos, aparece como estratégico pues mantiene en constante dinamismo una perspectiva que cambia y duda según se camina a través de él; a cada paso el engañoso horizonte de pronto parece más lejano o próximo; esta perspectiva que medía la realidad se vuelve difusa; obliga al caminante a hacerse de su propia metodología para mesurar la verdad y las distancias, permitiéndole así escribir en “el poema de la noche / de la lluvia / de la tierra”.

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El poema “¿Por qué llamamos desierto a los desiertos?” remite a imágenes que bien pueden encajar en cualquier bioma de este tipo; es decir, funciona para hablar sobre el desierto Arizona como para recrear el de Chihuahua. Sin embargo, la peculiaridad de Juárez es tanta que uno se enfrenta a un desierto que llega a la ciudad –o a una ciudad que se extiende hacia el desierto. De niña no entendía la fortuna de que mi madre considerara un absurdo total comprarme un cactus cereus, teniendo toda la flora desértica a menos de una hora de casa. Lo comprendí cuando dejé de ver el desierto cotidianamente; entonces compré un cactus para tener un poquito de la ciudad-desierto en mi habitación e intuí: “¿Desierto de qué?”. Volviendo a Amato, es imposible no sentir que partes de Juárez se encuentran diseccionadas a lo largo del poemario: los ciudadanos quienes necesitan “Que su dios los proteja / Que les permita cruzar la noche / Que el miedo no les entuma / las alas ni les congele / la garganta” o “El tren que pasa y gime / como animal herido”. Descripciones poéticas encapsuladas con musicalidad como resultado de reflexiones hechas, a veces de lejos, otras de cerca, pero ¿cómo saberlo si en el desierto se pierde perspectiva? Estación Temple, condensación de vivencias donde lo accidental y secundario se reviste de nostalgias, se presenta como sustancial.

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Sarahí Robledo

poesíasiglo XXI
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Juaritos Literario 2021

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