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30 marzo, 2023

Tag: siglo XVI

Destino de errabundos

viernes, 11 mayo 2018 por juaritosliterario

Diego Pérez de Luján escribió una relación sobre la expedición al mando de Antonio de Espejo a Nuevo México, en la que sirvió junto con otros militares y un sacerdote. Dicha narración permaneció guardada por un par de decenios; hasta 1602 fue encontrada por Martín de Pedroza, escribano real. Sin embargo, la obra no se publicó, y fue hasta 1929, cuando se tradujo al inglés, que pudo darse a conocer. Luján nos deja un diario de viaje en el que nos relata el día a día de la empresa de Antonio de Espejo en la búsqueda de la expedición de Francisco Sánchez Chamuscado, quien había salido el año anterior (1581). Espejo financió su propia expedición y, con licencia de Juan de Ibarra, gobernador de la Nueva Vizcaya, partió del valle de San Gregorio en noviembre de 1582. Su camino siguió por los ríos Conchos y Grande con dirección norte; el encuentro con los pobladores originarios fue constante, así como con vestigios dejados por expediciones anteriores, al igual que con riquezas naturales de la región que satisficieron las fatigadas ansias. Sorprende que el territorio no aparezca hostil; su paso por nuestra hoy frontera no fue tan penoso para Espejo y compañía como lo fue para Chamuscado.

147 Luxan-1582-cover

Lee aquí la transcripción de la relación

El camino que recorrió la expedición de Antonio de Espejo estuvo constantemente acompañado de nativos, quienes les servían de guías, traductores y avisaban a sus vecinos del avance de los viajeros. Contrario a lo que Pérez de Luján describe, el tenso recibimiento de los indígenas durante su travesía es notable y parece que su hospitalidad llevaba la esperanza de verlos marcharse pronto o al menos evitar la ira de los forasteros. Así, su avance desde el rio Conchos hasta el Grande los llevaría a encontrarse con el futuro Paso del Norte en donde hallaron a los moradores que serían, años más tarde, sometidos por Juan de Oñate. El cronista describe a unos indígenas denominados tanpachoas de la provincia de los Patarabueyes. Gran parte de su encuentro con los naturales fue pacífico; sin embargo, tuvieron algunos enfrentamientos con ellos, como en su llegada al pueblo de Puala en donde habían sido asesinados los frailes de la expedición de Francisco Sánchez de Chamuscado. A pesar de esos eventos, la expedición no sufrió grandes pérdidas y continúo su avance en el que Antonio de Espejo, movido por la ambición de todo explorador en tierras vírgenes, dejo atrás a algunos de sus acompañantes y salió en búsqueda de riquezas; no obstante, sus esperanzas murieron pronto y, reuniéndose con el resto de sus aliados, regresó a San Bartolomé en 1583.

147 Antonio Espejo Lea

Las expediciones al norte tuvieron éxito de forma paulatina y la población de esta área prosperó poco a poco. La frontera ha sido un lugar de encuentro entre culturas y, a pesar del paso del tiempo, continuamos aquí, ya sea para asentarnos o para transitar brevemente por una ciudad que mantiene sus puertas abiertas al viajero. A más de cuatrocientos años de las primeras expediciones, la geografía de la región luce distinta, pero aún conserva algunas de las características descritas por Diego Pérez de Luján y tantos otros expedicionarios y cronistas. Por desgracia, las riquezas naturales de la región cada vez son más escasas, incluso algunas aparecen ya solo como un recuerdo de la belleza antigua de esta tierra, en la que el Río Grande proveía de vida al Paso del Norte. La urbanización desmedida, la explotación de la caza y el descuido del campo han empobrecido la imagen de la región, donde varias especies de plantas y animales están desapareciendo. El recuerdo de esta zona se va desfigurando y quedando atrás, mientras la mancha urbana y el desinterés crecen; de ahí la importancia de textos como el de Luján, pues nos ayudan a imaginar el esplendor natural que tuvo esta tierra.

Sasha Montelongo Castro

narrativasiglo XVI
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  • Publicado en Frontera, Fundación, Migración / llegada, Río
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La Quimera norteña de la Corona

viernes, 27 abril 2018 por juaritosliterario

¿Qué motivaría a un veinteañero solicitarle al Rey el permiso de aventurarse en una expedición con rumbo hacia lo desconocido, lo inhóspito, lo inexplorado? Lo que llevaría a Álvar Núñez Cabeza de Vaca a sumarse a la expedición de Pánfilo Narváez no es algo difícil de dilucidar. Porque, claro, ha surgido un nuevo mundo, y se ha dicho que reboza en oro, joyas y grandes tesoros que a cualquier hombre resultaría una riqueza inimaginable. Sin embargo, una vez adentrado en la aventura –narrada por su protagonista años después– podemos ver cómo va cambiando esa pretensión original a punta de naufragios y pérdidas a lo largo del derrotero, hasta que se reforma su ideología, tras ocho años vagando por la parte sur del actual Estados Unidos, para llegar de nuevo a “tierra de cristianos” en la Ciudad de México. Grandes desventuras, detrimentos, muerte siempre al costado, desgaste y desolación, hambre e incluso canibalismo son las provisiones que encontraremos dentro de las páginas de Los naufragios. Esta crónica, editada por Enrique Pupo Walker, viene aderezada de una introducción que ofrece a detalle el contexto con el que habrá de abordarse la lectura. Hablo aquí de la primera obra literaria –así se puede leer–, escrita en un continente inimaginado por los hispanos.

01 Nunez - Naufragios pupo

Lee aquí la crónica

Al observar la tinta impresa sobre un papel a manera de símbolos, esas letras que componen el libro, o las celdas electrónicas que por medio de algoritmos matemáticos generan una imagen en la pantalla para leer las aventuras de Cabeza de Vaca, nos situarnos en un punto conocido por muchos, pero, en algunas ocasiones, inexplorado por quienes en él habitan: la frontera. Ciudad Juárez, a lo largo de la historia, ha sido un punto central. Cuando los expedicionarios “cruzaron el gran rio que venia del norte” se encontraron con la zona que se convertiría en un punto clave para la evolución y construcción del actual Estado mexicano: un río que se tiñe constantemente de rojo –sobre todo en las últimas décadas– y que añoran aquellos que dejaron atrás su tierra por la búsqueda de una mejor vida. Esta historia poco se distingue de penosa travesía que realizan los llamados dreamers, quienes hacen hasta lo imposible por su familia. El sentimiento capaz de mover el espíritu y dotar de fuerza a aquellos aventurados (o desventurados) que cruzan el gran río siempre ha sido el mismo:  la esperanza de encontrar su hogar o mejorar el que ya tienen. Así, Cabeza de Vaca, en su desvarió por el septentrión inexplorado, tiene que moverse y continuar a pesar de los límites para alcanzar su sueño.

145 Gissel Medina Alvar

Esta hazaña, realizada hace poco más de cuatro siglos, se repite, día a día, cientos de veces por quienes cruzan la frontera ¿Qué juarense o paseño se jacta de no haber pisado el otro lado del río? Las razones para hacerlo son tan variadas como la misma población que habita la zona. La diferencia radica en que Cabeza de Vaca no se encontró con una barrera, con un alto, con un oficial que le solicitase sus papers o su visa. Hoy, una persona sin escrúpulos planea hacer impenetrable ese bordo que durante tantos años fue libre; aprehender la libertad que se encuentra implícita en el barro bajo el agua y la tierra perteneciente a las personas que la trabajan. Pero la libertad no se exige, se conquista y, como aquel fuerte expedicionario, haremos frente a la adversidad.

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 Carlos Andrés Núñez Varela

narrativasiglo XVI
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  • Publicado en Cruce, Frontera, Río, Río Bravo
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De cierta expedición…

viernes, 17 noviembre 2017 por juaritosliterario

Tras la muerte de don Pedro Moya de Contreras, antiguo arzobispo de México, Juan de Aranda encuentra, en un libro que queda en su poder, la relación de Hernán Gallegos que trata sobre la expedición realizada a inicios de la década de 1580, dirigida por el padre fray Agustín Rodríguez y el capitán Francisco Sánchez Chamuscado, hacia Nuevo México. El propósito principal de la empresa era llevar el evangelio a aquellas tierras no exploradas anteriormente y expandir los dominios de la corona de Castilla. Para ello, solicitaron un permiso al virrey Marqués de la Coruña, ya que se habían prohibido las irrupciones violentas, auspiciadas bajo un halo evangélico, por lo que se tenía especial cuidado con las entradas que se autorizaban. Partieron de Santa Bárbara tres religiosos y nueve soldados el 6 de junio de 1581, llevando a Hernán Gallegos como secretario y escribano, encargado de documentar el viaje a través de una crónica.

125 Gallegos - Relacion expedicion

Lee aquí la crónica del viaje

Anduvieron varias leguas sobre el Río Conchos, encontrando varios pueblos indígenas, quienes los recibían de buena gana ofreciendo regalos, pues querían evitar la guerra. Gallegos se dedica a describir las características de los naturales de cada pueblo y la disposición en que los encuentran, así como los acontecimientos importantes del viaje… un derrotero por llanuras a las que van nombrando, con poca modestia y mucha esperanza, como el “Valle de los Valientes”. Después de seguir el Conchos durante algunas leguas de viaje, hallaron su desembocadura en el Río del Norte. Al encontrar indios desnudos, quienes les informaron que había otros pueblos más adelante, siguieron el cauce del río, hasta llegar al lugar en el que tomarían posesión del territorio, el 21 de agosto de 1581, nombrándolo San Felipe del Nuevo México, y a la afluente que provenía del norte lo llamaron Guadalquivir –en memoria o nostalgia de su península– “por ser tan grande y caudaloso y muy ancho y con mucha furia”.

125 Anaya expedicion

Y aunque el objetivo era llevar la palabra “adonde dios nuestro señor se fue servido de encaminarles para que su santa fe sea predicada y su evangelio sea sembrado por toda la tierra” el convivio con los pobladores originales es más bien tenso. De repente, Chamuscado enfermó y murió durante el viaje de regreso al punto de partida, al cual se dirigían para informar de todo lo visto. Comenzó a haber una preocupación por parte de los franciscanos hacia sus compañeros que habían partido al Nuevo México, ya que fray Juan de Santa María había sido muerto por los nativos en aquella tierra. Fue enviada una nueva expedición, dirigida ahora por Antonio de Espejo, con el propósito de hallar a la primera (o a sus sobrevivientes). Durante esta travesía, el capitán Espejo pudo notar la riqueza mineral del territorio, y al dar cuenta de ello a la capital novohispana, se dio la orden de colonizar aquellas tierras. A pesar de que hubo quienes comenzaron a incursionar ilegalmente por aquella ruta (en la que El Paso le hacía honor a su actual nombre), la toma y ocupación formal de estas tierras quedó reservada a Juan de Oñate, pero esa es otra historia de otro siglo.

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Daniel Malaquías

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  • Publicado en El Paso, Fundación, Río, Río Bravo, Símbolos, Sin categoría
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Todos bajo un mismo sol

viernes, 10 febrero 2017 por juaritosliterario

Son pocos los registros que narran la travesía de fray Agustín Rodríguez, un religioso franciscano dedicado y preocupado por la evangelización de los indios situados más al norte de la Nueva Vizcaya. Siendo este su principal motivo, fue en junio de 1581, junto con los religiosos Francisco López y Juan de Santa María, y autorizados por el virrey, que partieron hacia estas tierras desconocidas para ellos. La escolta, de no más de 10 soldados, iba comandada por Francisco Sánchez Chamuscado. Pocos hombres para una expedición de tal importancia, pues la nueva ley prohibía el derrame de sangre indígena. Pasaron por varios ríos como el de las Conchas y el Río Grande, a un costado de varios pueblos como el Puruay, hogar de pobladores tiwa que después asesinarían a estos frailes y a otros indígenas ya evangelizados y guiadores de los mismos. Estas noticias llegan a nosotros de manera oficial por los documentos inéditos de las Indias y por el testimonio de los dos sobrevivientes a esta expedición: Hernán Gallegos y Pedro Bustamante, pues el viaje también fue encomendado por la Orden de San Francisco. Es así como supuestamente se abre la ruta al aún no bautizado Paso del Norte.

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Lee aquí el testimonio

La ruta consistió en seguir el cauce del Río Conchos hasta su desembocadura en el Río del Norte. Aquí se encontraron con nativos que les informarían acerca de otras tribus hacia el norte. Así, siguieron el cauce del río pasando por la región del Paso del Norte, cazaron al búfalo (“vacas de Cíbola”) y tomaron posesión de un lugar poblado y con grandes casas el 21 de agosto de 1581, nombrándolo San Felipe del Nuevo México. Poco después, el cronista de la expedición, el capitán Hernán Gallegos pediría al rey la autorización de ordenanza al Nuevo México, nombre con el cual se empezaría a reconocer esas tierras. Pero esto apenas era el inicio de una inmensa curiosidad por las posibles riquezas que se encontrarían en tierras norteñas. Entre los mineros ansiosos por apoderarse de los metales y los franciscanos por evangelizar, se comenzaron otras expediciones tanto legales como ilícitas. Y como última puntada, a principios de 1598, Don Juan de Oñate, hombre de familia y cuyo padre había sido uno de los fundadores de Zacatecas, esposo de una de las nietas de Hernán Cortés, bisnieta de Moctezuma, emprendió una expedición desde Santa Bárbara con 400 hombres y 130 familias, más de 80 carretas con provisiones y suficientes cabezas de ganado. Finalmente, de esta manera se asentarían los primeros exploradores en las tierras del Nuevo México… siguiendo los confusos pasos de fray Agustín Rodríguez

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Conoce más sobre este viajero

A más de cuatrocientos años de toda la movilidad colonizadora y los caminos abiertos por todos estos espacios, los habitantes han moldeado el terreno hostil por diversos motivos. Los indígenas se han ido rezagando tanto en su número como en sus tradiciones y espacios. Las fronteras y perímetros del mapa geográfico ahora son otros. Las viviendas y la estructura de la ciudad van cambiando de acuerdo a las especificaciones de la modernidad. Casi medio siglo ha bastado para renombrar y repoblar lo que antes se conocía como la Nueva Vizcaya y el Nuevo México. Sin embargo, no hay que dejar en el olvido nuestro posible origen: la fundación y los primeros asentamientos del Paso del Norte. Ciudad Juárez sigue en pie (como se la imaginaron sus fundadores) y, por qué no, viviendo de esas expediciones, de ese espíritu aventurero. Al día de hoy, en el 2017, continuamos siendo aquellos hombres y mujeres que caminan por el desierto en busca de prosperidad, que se desplazan por rutas largas y secas para llegar a un destino. Todos cubiertos bajo un mismo sol.

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Óscar Sánchez Torres

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  • Publicado en Fundación, Migración / llegada, Río
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