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22 abril, 2021

Tag: siglo XXI

Contra la pretensión del olvido

jueves, 23 julio 2020 por juaritosliterario

Uno: Contra la pretensión del olvido

  1. Candia es la precursora de la crónica breve fronteriza desde la perspectiva femenina.
  2. Sus crónicas (publicadas en los periódicos de los años 80) unen literatura y periodismo; estilo personal y giros idiomáticos juarenses; unen el ensayo y la descripción (a veces lírica) de un evento o de un personaje alegórico.
  3. El libro Mujeres eternas: crónicas de Adriana (2016), se puede leer como el archivo de una época y como la perspectiva literaturizada de una realidad. Dualismo textual: relatos literarios y literalidad testimonial.

Candia mujeres eternas (1).png

Lee aquí las crónicas

  1. El artículo periodístico es útil y efímero: tiene fecha de caducidad; al cumplir su papel informador pasa a ser archivo para el antropólogo social y para el historiador.
  2. El texto literario, en cambio, busca trascender a través de un personaje memorable: una escena debe ser breve y perfecta. Un texto literario si es malo se olvida pronto; si es bueno (como son las crónicas de Adriana), se queda en la atmósfera interior de sus lectores.
  3. Leemos la crónica urbana para enterarnos de un suceso clave o de un personaje emblemático que representa una época, y para disfrutar de una perspectiva estética (lo que todavía llamamos ‘el estilo literario’) que ha sabido condensar un momento real en palabras precisas.
  4. Recordemos: en Ciudad Juárez hubo varios cronistas importantes que publicaron sus artículos en libros: Armando B. Chávez (El pensamiento y obra de ilustres chihuahuenses, 1976; Riqueza cultural y artística de Ciudad Juárez, Chihuahua, 1985); Ignacio Esparza Marín (Historia de la imprenta, 1978; Monografía histórica de Ciudad Juárez, 1986-1991); David Pérez López (Historias cercanas, 2004; Los años vividos, 2005), Raúl Flores Simental (Crónica en el desierto, 1994; Crónicas del siglo pasado, 2013), así como otros periodistas que escribieron sobre la vida nocturna juarense.
  5. Raúl Flores Simental es el que le da a la crónica juarense la categoría de excelencia literaria, con un estilo conciso, ameno, didáctico, y una propuesta emocional precisa: podemos ver el pasado a través del prisma de su nostalgia y su humor irónico.
  6. Adriana Candia escribió en su prólogo a Crónicas del siglo pasado lo siguiente: Flores Simental nos regala: un “tesoro de instantáneas’, ‘cápsulas de información’, ‘retratos de los juarenses en determinado momento o circunstancia’, ‘donde aparece la esencia de lo que hemos sido y somos’, con un dominio de ‘la frase, la palabra y la imagen exacta’, con ‘una gran dosis de nostalgia’, y ‘el toque lúdico’, ‘con su particular uso del lenguaje y la elección de una imagen especial arrancada del mismo pueblo’, son retratos de ‘personajes, costumbres, rituales y pasajes urbanos.”

Candia mujeres eternas (3)

  1. Con las crónicas de Flores Simental, apunta Adriana, “podíamos suspirar, sonreír, emocionarnos o simplemente vernos reflejados en unos cuantos pincelazos que pocas veces alcanzaron la extensión de dos cuartillas’. Su obra es ‘un compendio para la sociología o la microhistoria’ y un ‘cofre literario’, ‘una gran herencia, nuestro espejo.”
  2. En el libro de Adriana los personajes femeninos son alegorías de la víctima social: la sirvienta que cruza todos los días a El Paso, la mujer que vive las falsas oportunidades del subempleo, la que se renta para el baile, la luchadora, la que vende ropa usada, la indígena indigente, la soñadora que vive en la miseria absoluta.
  3. Adriana se enfoca en un personaje para hablarnos del ‘tejido social’ general; sus protagonistas son partes de un todo y ese todo es un contexto ‘disfuncional’: el irónico ‘mejor de los mundos posibles’ volteriano, el lugar que nos tocó vivir y dar un testimonio literario.
  4. Las crónicas de Adriana ejerce la crítica cultural femenina: literatura ‘de género’, feminismo de facto, sí, pero desde la sátira: da gusto leer la mofa que Adriana ejerce contra la misoginia, la hipocresía oficial y el lenguaje encrático adocenado (esa gramática de lo mediocre celebrado por el poder). La sátira exige un lenguaje carnavalesco (a la manera Monsiváis), la literaturización de la palabra cotidiana revirada contra el enemigo cultural.

Candia mujeres eternas (1).jpg

  1. Subrayo una estrategia literaria de Adriana: la brevedad. Son textos breves porque así lo exigía el formato periodístico: la media cuartilla o una cuartilla y media es la medida, el espacio que ‘generosamente’ ofrecen los diarios locales. Adriana logró hacer de ese problema la solución: en un mínimo de palabras, darle un máximo de significados. La economía obligó a la precisión, a la concisión, sobre todo a la densidad de ideas y comentarios.
  2. De las 42 crónicas, sólo dos exceden las 800 palabras: “Las tropas de entonces” con 863 palabras, y “Pasajeros con destino…” con 891 palabras. En cambio, la mayoría de las micro-crónicas constan de 300/350 palabras, las más breves: “Canto, sudor y lágrimas” tiene 265 palabras, “Descubrió la espera”, 303 palabras, y “Una de vaqueros”, 313 palabras.
  3. Otras características son la precisión de frases y uso de parodias contra el lenguaje dominante (el lenguaje tevecrático de la época). El riesgo consiste en parodiar en un país donde apenas se conocen las referencias culturales-literarias (las referencias intertextuales, las citas (o)cultas que aparecen en cada una de las crónicas de Adriana. Hay que tener un conocimiento de la cultura de la época para gozar de las sátiras propuesta por la autora, esto lo sabe ella, de allí su glosario incluido en la última sección del libro).
  4. La crónica breve es un estilo, un género, y también un vehículo para expresar una ideología personal: la crítica social. La mayoría de las crónicas de Adriana son denuncias de una forma de injusticia; los personajes sirven de alegorías de la condición marginal. Detrás del humor literario está la responsabilidad de tratar temas serios en formatos breves, de anécdotas pensadas para hablar de lo que los sociólogos llaman ‘la subalternidad fronteriza’.
  5. No es un humor ‘facilista’, es un humor que a veces se vale de la retórica subtextual (escondida, ya lo mencioné) y extratextual (relacionada con otro texto de la época). Son crónicas breves donde se condensa la simpatía por las víctimas sociales, la admiración por el ingenio de la sobrevivencia y contra la apatía de los que han originado esta condición sociopolítica.
  6. También son crónicas de una fuerte emoción nostálgica. La nostalgia es una forma de sentir el pasado, lo vivido como una forma exclusiva y a la vez compartida. Entendemos la nostalgia de Adriana en sus imágenes de (por ejemplo) un amanecer cubierto de nieve. Nieve que de una pincelada eliminó la fealdad de la ciudad construida a retazos, con las sobras del país vecino. La nostalgia es también literariamente selectiva y colectiva.
  7. Los recuerdos de Adriana son ahora nuestros.

Candia mujeres eternas (4)

Dos: Las voces de nuestra ciudad

  1. Hablaré brevemente sobre algunas de las crónicas de Adriana, las que reflejan crítica social y las que hablan de una profunda emoción nostálgica.

A) La micro crónica “Mazahua”, es la historia de una mujer indígena que llegó a Juárez huyendo de la miseria del campo mexicano; ahora vive en la miseria de la urbe juarense. Pobre y nostálgica “se acordó de aquel paisaje de Toluca que miraba cada mañana al despertarse. Un cielo amplio y limpio bordeando el cerro y sus verdores, confundiéndose con el humo de las casitas recién despiertas.” Su vida en Juárez es la de un personaje invisible, presencia ignorada, vida anclada en lo más amargo de la agonía social.

B) La micro crónica “Las que se van” es la historia de una joven que decide irse a Estados Unidos; sus planes, el suspenso sostenido del viaje, el cruce al otro país y su trabajo rutinario, cumplen el ciclo de un destino emblemático. La vida del personaje es la vida de millones de mujeres emigrantes: “Escribe de vez en cuando, llora alguna ocasión, trabaja diez horas diarias y piensa poco en volver porque ahora ya lo sabe: Como ilegal nunca tendrá la fortuna con la que una vez soñó regresar.” Es otro personaje más que vive más allá de la marginalidad: ella es el resultado de una sociedad que necesita esclavos desechables o deportables si acaso exigen algo tan remoto como es una existencia humanamente decorosa.

C) La micro crónica “Ranazos, y quebradoras” es la descripción lúdica, humorística y también lírica de las reinas del costalazo, las luchadoras: “¡Chíngala! ¡Chíngala!’, silbidos, aplausos, ‘¡Mátala Canalla!’, ‘¡Mátala para que aprenda!’. Silbidos, piedritas, cáscaras de cacahuate, pedazos de naranjas, semillas y toda una colección de restos de comida masticables reciben a las mujeres luchadoras en la escena.” El ambiente adecuado para el espectáculo de lo estrafalario que los culturalmente pobres tienen por desfogue: “Suenan los ranazos, las planchas y las quebradoras; la asistencia aúlla, el réferi también patea y lucha, pero ellas siguen fingiendo sin hacerse daño; un último maromeo acaba con la pelea, los que pagaron se quejan y protestan con otra lluvia de cascarazos, pero ya hay vencedora y las dos sonríen mientras se encaminan al vestidor. Adentro se dan la mano, reciben sus 30 mil y el espectáculo sigue afuera.” Gracias a la descripción, la enumeración de acciones rápidas que ocurren en el cuadrilátero, los que conocemos ese espectáculo recordamos otros momentos del pancracio épico, y al mismo tiempo, gracias a la destreza literaria de la cronista, apreciamos haber presenciado un momento grave y patético del Arte del Costalazo.

Candia cronica Ahora.jpg

  1. Ahora cito y comento tres ejemplos de las crónicas de la nostalgia literaria de la autora:

A) La primera, tal vez la más representativa del estilo de Adriana, se llama “Huele a lluvia”, es una crónica que se aleja del comentario social y se sumerge en los recuerdos personales, los recuerdos de niñez, que (entendámoslo así) es un recuerdo colectivo, un recuerdo ‘que hace comunidad’, como dijeran los sociólogos. ¿Qué juarense (de los años anteriores a la invasión a los cerros del poniente) no disfrutó de la lluvia de los veranos, sus olores a campo? “El inconfundible perfume a gobernadora y tierra húmeda eran el único, pero feliz anuncio de aquellas lluvias de verano repentinas; aroma de milagro sobre la tierra reseca, moribunda, ya para finales de junio; sólo unos momentos antes de los chaparrones que llenaban de alegría, aunque sea unos minutos, el lomerío y el desierto de Ciudad Juárez.” A unos el sabor, el olor a una magdalena les da para la búsqueda del tiempo perdido, a otros un olor a tierra mojada les da para recordar lo mejor de los tiempos de ayer.

B) “Casa con pájaros” es otra crónica o microrrelato que habla de aquellos ancianos que llegaron a Ciudad Juárez con sus costumbres campiranas, viviendo en casas con patios llenos de flores y tardes de conversaciones pausadas, y el constante escándalo de las aves en sus amplias jaulas: “La pareja gastaba las horas cuidando gorriones de plumaje simple, pero hermoso canto; cotorros habladores que sabían silbar y decir dos o tres palabras; loros, pajaritos de amor amarillos, azules y verdes y muchas aves más con plumajes bellos que comían frutas y semillas.” Momentos que muchos juarenses vivimos, pero de los que sólo una autora guarda en la memoria colectiva de la crónica.

C) “A la puerta” es micro crónica dedicada a los vendedores ambulantes, los que ofrecían con sus gritos (gama de estilos) las yerbas medicinales, la golosinas, los tamales: “Todos estos hombres hacían un alto en nuestras sencillas vidas por unos minutos cada día; pero se quedaron en los recuerdos de aquellas calles polvorientas. ¿A dónde habrán ido ellos y cómo habremos quedado en su memoria?” La memoria es una imagen poblada con frases que describen momentos, esos que Adriana vivió, que ahora vivimos a través de sus palabras.

Candia mujeres eternas (2)

  1. Las características de una crónica perfecta fueron descritas por Adriana en su prólogo al libro de Flores Simental. Puedo decir que sus palabras se aplican también a Mujeres eternas, su propia obra: brevedad, literaturización, elección de personajes y eventos claves que perfilan en su microcosmos una ciudad y su interminable duplicación de destinos paralelos, similares, agónicos y nostálgicos.
  2. Ante la gravedad de la vida efímera (parece decirnos Adriana) sólo nos queda dejarla bien escrita. Tales son nuestras memorias, al fin y al cabo: juarenses.

José Manuel García García
(Profesor Emérito, NMSU)

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“Ciudad nueva” al Suroriente

miércoles, 15 julio 2020 por juaritosliterario

La fábrica del crimen, novela publicada en el 2012 por la periodista Sandra Rodríguez Nieto, va de lo particular a lo general mientras indaga en algunos hechos violentos que tuvieron lugar en Ciudad Juárez a raíz de la guerra contra el narcotráfico. El texto narra la historia de Vicente León, un estudiante del Colegio de Bachilleres número 6, quien en el 2004 planeó y ejecutó el asesinato de su propia familia, les prendió fuego; además inventó un secuestro y pidió 200 mil dólares de rescate por ellos. El delito se consuma con la ayuda de sus compañeros de clase: Eduardo y Osiel (Uziel en la versión literaria). En la escena del crimen, el paisaje urbano emerge como elemento antagónico a la impetuosa situación: “Una camioneta Explorer, sin placas e impactada contra el tronco de un árbol, empezó a consumirse en un fuego que esa madrugada de mayo contrastó con la oscuridad del Camino a Zaragoza, una vereda arcillosa que atraviesa los escasos plantíos de esa parte del valle del Río Bravo, la menos desértica de Ciudad Juárez”. Los tres amigos miden sus actos respecto a la conciencia de impunidad que impera sobre la sociedad fronteriza de la época, por lo que asumen que el triple homicidio difícilmente sería rastreado hasta encontrarlos culpables. La captura y procesamiento de los adolescentes criminales solidifica uno de los puntos que la autora pretende destacar en el libro: que los casos sin resolver regularmente permanecen inconclusos, no por falta de pericia en los elementos de seguridad e investigación judicial, sino debido a cuestiones que obedecen a intereses personales y al tema en general sobre la corrupción.

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Lee aquí la novela

Sin embargo la historia no reduce su panorama a estos tres personajes. El Saik (Éder Ángel Martínez Reyna) “un joven que vivía en la calle Durango, en el fraccionamiento Bosques de Salvárcar, en el suroriente de Juárez” permea cómo la estructura social y el mismo diseño urbano han incidido de manera negativa en la formación de los sectores jóvenes y desprotegidos de la ciudad: “Cuando El Saik crecía en la década de los 90, en el suroriente no había zonas deportivas ni bibliotecas ni teatros ni ningún otro lugar en el que los chicos de su edad pudieran ampliar su universo. Solo estaban las calles, donde miles de viviendas del tamaño de la suya se multiplicaban como otro producto de manufactura hasta que terminaban abruptamente junto a algún lote baldío o el muro de alguna maquiladora”. Asimismo, su caso funciona para hablar sobre el crecimiento ralo de las zonas habitacionales en la “Ciudad Nueva” o “Ciudad Sur”, como le denominaron a esta zona los investigadores sociales. Estas áreas “se construyeron en torno a las maquiladoras y, con los años, se fueron mezclando con plazas comerciales, otras colonias viejas y escasamente urbanizadas (…). El resultado fueron decenas de barrios fragmentados como islas divididas por un mar de dunas y basura, que, por la inseguridad, hicieron letales los trayectos a pie y eliminaron del espacio público cualquier elemento que pudiera generar cohesión o fortalecer la identidad”.

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La narración desemboca en un espacio que reúne a Vicente y a El Saik, el Centro de Readaptación Social. El relato puntualiza que, si bien la administración del CERESO es responsabilidad del poder legal, su regencia suele estar en manos de las autoridades criminales: “Como uno de los centros de distribución de droga más importantes de la ciudad, el Cereso era asimismo uno de los negocios más seguros —con un mercado literalmente cautivo de más de mil reos adictos— y operaba gracias a un sistema de corrupción que nadie trataba siquiera de ocultar”. La construcción del espacio literario permite ubicar y exponer la corruptela del poder político para establecer un referente que explique distintos fenómenos de depravación en las altas esferas de la ciudad. Esto se encuentra vinculado con la manera en que nuestra sociedad comprende el concepto de justicia, así como lo ejemplifica con Vicente, Eduardo y Uziel, “cuyo caso evidenció que el crimen nos estaba contaminando a todos y que la impunidad, que hasta ese momento había sido planteada como un problema exclusivo de las víctimas, era en realidad un conflicto colectivo: la falta de castigo estaba enviado el mensaje de que todo estaba permitido”.

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Sarahí Robledo

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Otras revoluciones: historias desconocidas del movimiento armado

viernes, 10 julio 2020 por juaritosliterario

De la Revolución Mexicana se suela hablar mucho sabiendo poco. Queda la historia romántica de un puñado de hombres –forajidos, marginados y santeras– que decidieron, como por arte de magia, lo imposible: tomar las armas y rebelarse contra un régimen criminal, progresistas (para pocos), deshumanizante, como lo fue el de Porfirio Díaz. El sesgo en la enseñanza de la Historia de nuestro país, así como la postura parcial tomada por las autoridades educativas al momento de enseñar dicha etapa, resulta en una pobre comprensión del evento que marcó un antes y un después en la historia del México democrático. Estos parteaguas necesitan la atención y trabajo de investigadores (ya sean historiadores o narradores) para comprender su hondura, matices y reveses.

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Los procesos, contextos y secuencias causales a partir del escrutinio de fuentes documentales son la materia prima de los historiadores, pero esas narrativas historiográficas están plagadas de vacíos indescifrables; es decir, terreno fértil para los escritores. La novela histórica sigue siendo un género inagotable de ficciones, de posibilidades que encaucen lo ya ocurrido desde el terreno de la consecuencia. Pensemos en las numerosas novelas sobre la Revolución, como las de Martín Luis Guzmán o Mariano Azuela. También figuran las de autores no-testimoniales, lejanos del tiempo convulso pero anclados a sus secuelas, como Carlos Fuentes y Jorge Ibargüengoitia. En el mismo acervo, pero desde otra perspectiva, más íntima y cercana a los que sufrían las balas resguardados desde sus hogares, contamos con la escritura de Nellie Campobello. Sin embargo, me pregunto ¿cuál es el punto medio entre el quehacer científico y el arte de los fabuladores? ¿Se puede hacer Historia desde la anomalía, desde la particularidad que oculta una quebradura en los días comunes? Encuentro algunas respuestas en el libro que me ocupa en este ensayo, el cual se ubica en una factura periodística y testimonial, a manera de crónica.

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Lee aquí el libro

Historias desconocidas de la Revolución mexicana en El Paso y Ciudad Juárez (Ciudad de México: Era, 2017), de David Dorado Romo, comenzó como la búsqueda exhaustiva, una cacería, de Pancho Villa llevada a cabo por el historiador, oriundo de José California. La casi obsesión que el mismo autor confiesa sentir por la figura del mítico y controversial militar mexicano le llevó a recorrer lugares tan distantes como Washington y la Ciudad de México. Además, optó como método de indagación caminar, es decir, transitar por los lugares que su sujeto de estudio solía frecuentar, y así, de alguna forma, merodear los gustos y costumbres que le ayudaran a reconstruir la vida de aquel hombre admirado por unos y odiado por otros. De esta manera, su recorrido por las calles de las dos ciudades fronterizas, separadas por un nuevo muro e innumerables discursos racistas y carentes de sentido, significó una aventura hostil, sobre todo del lado mexicano en donde un turista y un investigador son indistinguibles para aquellos individuos al margen de la ley. Pese a ello, la información obtenida sobre Villa arroja nuevas luces sobre su personalidad. Acontecimientos como sus encuentros y negociaciones con un espía alemán llamado Maximilian Kloss; su aversión al licor y preferencia por los postres y bebidas azucaradas, así como su gusto por las mujeres, teniendo a dos parejas viviendo a pocos metros una de otra. El objetivo principal Dorado Romo fue crear una psicografía de las dos ciudades, pero su búsqueda resultó en el hallazgo de material apasionante, invaluable, que otorga a la Revolución matices inéditos y da a las dos ciudades hermanas el papel que de verdad les corresponde en la historia binacional.

51 David Dorado ROmo

Entre los sucesos más interesantes que el autor menciona en su libro publicado originalmente en inglés, bajo el sello de la editorial paseña Cinco Puntos Press, en 2005, destacan las constantes entradas y salidas de prisión de Ricardo Flores Magón y sus aún más constantes publicaciones “tercas”, como las nombra Romo, comenzando con El hijo del ahuizote hasta llegar al Tataranieto del ahuizote. Lo cierto es que los periodistas mexicanos refugiados del otro lado del Bravo desempeñaron su papel de informadores y agitadores, ya que en sus publicaciones motivaban la crítica al gobierno oligárquico que se había apoderado de México en aquel entonces. En El Paso, en vísperas de la Revolución, ser periodista era lo mismo que ser revolucionario. Como en nuestros tiempos, dicha labor no estaba exenta de riesgo, ya que la libertad de expresión tenía un límite y propasarlo implicaba el exilio, como bien lo sabía el célebre anarquista antes mencionado, y todos aquellos que vivieron en carne propia la censura, en ocasiones más implacable en el norte que en el sur de la frontera. Pocas veces concebimos a los periodistas el lugar que les corresponde, no solo como agitadores, sino como removedores de conciencias.

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Igual de interesante resulta la vida y obra de Teresita Urrea, nacida en Sinaloa pero cuyo impacto en El Paso y otros lugares del septentrión resultó importante para el movimiento revolucionario. A ella, La Santa de Cabora, se le atribuía el poder de sanación, la capacidad para realizar milagros y muchos otros prodigios dignos de cualquier beato o santo del panteón judeocristiano. Su voluntad de ayudar a los pobres, sin cobrar un solo peso o dólar, comenzó a hacer ruido en una sociedad que despreciaba a los pobres y los iba recluyendo en barrios, que aún hoy existen y están considerados como sitios históricos como El Segundo Barrio. El Paso Herald comparó a la Santa de Cabora, con el mismísimo Jesucristo, cuando su arribo a la ciudad texana, el 13 de junio de 1896, congregó a cientos de personas quienes acudieron a recibirla. Pensemos que Teresita Urrea también jugó un papel importante en el levantamiento de los tomochitecos contra el gobierno federal. Sus fieles acudían en peregrinaciones al Rancho Cabora, residencia de la Santa, a alabarle. Cuando las tropas de Porfirio Díaz comenzaron la ofensiva contra Tomóchic, el grito de guerra de sus pobladores, a pesar de la masacre, sacudió el devenir de la Historia: “¡Que viva el gran poder de Dios y la santa de Cabora!”

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La Batalla de Ciudad Juárez, ocurrida en marzo de 1911, fue todo un acontecimiento para los paseños, quienes pagaban por un palco en los mejores tejados de las casas cercanas a la frontera para presenciar desde las improvisadas plateas un acontecimiento en el que vidas humanas eran segadas. El recurso de convertir la guerra en un espectáculo tampoco es ajeno a nuestros tiempos, solo que en aquella época no teníamos internet ni redes sociales para transmitir en directo los conflictos desde el lugar en donde ocurrían, pero desde entonces ya existía la capitalización de las tragedias de guerra.

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Igual de interesante es la acción llevada a cabo por un músico local, Trinidad Concha, quien junto con su banda ofreció un concierto en el campamento de Madero en vísperas de la batalla. La música siempre ha sido parte de los movimientos sociales, sonando de fondo como el soundtrack del grupo de personas que toma las armas. Aunque el cantar por excelencia de la gesta revolucionario ha sido el corrido, asociado de manera inmediata a una figura con sombrero, cananas y bigote, al son de “La Adelita”, este estereotipo no concuerda con la banda de Trinidad Concha, quienes ejecutaban polkas, valses, mazurcas y marchas, música en boga en aquellos tiempos. Dorado Romo obtuvo esta información (datos, programas de mano y fotografías) de la mano de los descendientes de los artistas, específicamente de uno de los nietos -el padre Antonio Concha-, sacerdote de la iglesia del Sagrado Corazón, ubicada a unas cuadras del puente internacional Santa Fe.

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Tratar de resumir una obra tan extensa e interesante como Historias desconocidas de la Revolución resulta un ejercicio que inevitablemente dejará al lector de esta reseña a medias. Lo que no ocurrirá con la lectura o consulta del libro. Comencé, líneas arriba, diciendo que de ese movimiento armado se hablaba mucho y se sabía poco, pero para el autor esto no aplica. Supo ver en la cotidianeidad, en las actividades culturales, artísticas y de ocio de las dos ciudades hermanas un testimonio invaluable de aquel tiempo. No solamente fueron balazos, traiciones, campesinos armados y, al final, una bola en la que nadie sabía contra quién dirigía el fusil. También fueron anécdotas y una nutrida microhistoria, la que no se escribe desde arriba, sino de abajo, en el subterfugio del archivo personal. Aseguro la sorpresa de quien se adentre en las páginas de estas historias desconocidas; vaticino la curiosidad de quienes quieran comprobar que la Revolución Mexicana se gestó en el extranjero, a unos pasos de la frontera.

Ulises Guzmán

narrativasiglo XXI
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  • Publicado en Frontera, Revolución, Sinembargo
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Del tata, el western y la batalla de Ciudad Juárez

jueves, 04 junio 2020 por juaritosliterario

Para mi mamá, mi tía y mi mami,
que le regalaron este libro a mi tata en navidad.

 Por años detesté la frase “el libro que marcó mi vida”. Me parecía bastante cliché, de booktuber. Hasta que descubría el porqué. En casa nunca hubo una biblioteca; mis padres jamás leyeron un libro completo. Pero en la de mi abuelo materno sí, el cual proviene de una familia del sur del estado. Su padre, descendiente de un mestizo y una española, se robó de Santa Bárbara a su esposa, quien, como alguna vez afirmó, provenía de una familia de migrantes franceses. Huyeron en un tren. “Me robó”, con esas palabras mi bisabuela me narró parte de su historia una de las últimas navidades que pasé en su casa, cuando ya todos dormían y me encontró en la cocina sirviéndome más pavo. Me contó que esa fue la última vez que vio a su familia; ya que luego, junto con su pareja, recorrió Chihuahua en un vagón hasta llegar a Juárez. Una promesa de vida. El inicio de una familia que se ha extendido hasta el punto de desconocer el total de sus integrantes.

Por su parte, mi tata, como lo he llamado toda la vida, formó parte de la Liga Comunista 23 de septiembre. Por ello, estuvo a punto de no casarse con mi abuela, ya que en 1972 lo detuvieron por secuestrar camiones y ella pensó que la había abandonado. Cuando se escapó juró no volver a esas andadas. Hasta el día de hoy pinta, canta, toca la guitarra, y, sobre todo, lee. Diariamente, al levantarse a las 4 de la mañana, devorara libros durante horas hasta que el desayuno se sirve. De niño pasé muchos días en su casa, tantos que a mi abuela la llamo mami. Una de mis aficiones consistía en buscar entre los libreros algún ejemplar que llamara mi atención. Nunca había conocido un lugar con tantos libros. Había de todo, pero resaltaban los textos sobre historia prehispánica y el viejo oeste. Muchas tardes sorprendí a mi Tata mirando algún spaguetti western después de tomarse un café en la terraza.

03 Batalla Juárez

1911 La batalla de Ciudad Juárez ∕ 1. La historia, lo escribió el doctor Pedro Siller como resultado de una investigación que realizó junto con Miguel Ángel Berumen, autor del segundo volumen dedicado al archivo gráfico de la contienda. Ambos ejemplares se publicaron en 2003 bajo el sello editorial Cuadro por Cuadro, Imagen y Palabra. El primer tomo narra detalladamente el origen y el desarrollo de un acontecimiento histórico determinante para la Revolución Mexicana, el cual, hasta hoy, ha sido menospreciado por la historiografía oficial.

05 Siller 1911

Lee aquí el libro

El 21 de diciembre de 2003, con nueve años de edad, me encontraba en casa de mis abuelos. Por la ventana miraba caer la nieve. Mi mamá me prometió que en Navidad iríamos a ver una película que me gustaría: The Lord of the Rings. En la cocina hacían tamales. Olía a chile colorado cuando llegó mi tata; así que, sorprendidas, mi madre y tía corrieron a esconder su regalo que aún no terminaban de envolver. En Noche Buena, en casa de mi bisabuela, abrimos los presentes. Aún mantengo el recuerdo de la cara de asombro de mi Tata al desenvolver el suyo: 1911 La batalla de Ciudad Juárez ∕ 1. La historia, cuyo autor sería, muchísimos años después, mi profesor en la licenciatura de Historia de la UACJ. El enorme libro contaba la historia de unos pistoleros que habían tomado la ciudad hacía casi cien años, disque para hacer una revolución. Dejé mis obsequios y corrí a ver el libro. Contenía una gran cantidad de fotografías que nunca había visto. “¡Esa es la iglesia del centro, Tata!”, grité. “Sí, mijo, esa es. Este es el mercado que está enfrente, mire.” Mis primos continuaban jugando con sus figuras de Gandalf, Aragorn y Légolas; yo solo quería acabarme el libro. Por semanas, cuando visitábamos su casa, lo primero que hacía era buscarlo, observaba una y otra vez todas las fotos y leía pequeños fragmentos hasta que mucho tiempo después lo terminé.

Joe Siller 1911 dedicatoria

Antes de la investigación de Siller, no existía texto alguno sobre la Casa de Adobe, la cual, durante varias semanas, fungió como oficina presidencial. Tampoco se había ahondado en las figuras de Pascual Orozco, Abraham González y Giuseppe Garibaldi; menos, en la labor de los fotoperiodistas, quienes arriesgaron su vida para dejar un testimonio gráfico de los últimos días del viejo oeste. El libro del historiador oriundo de Chiapas registra de manera escrita y gráfica a los verdaderos responsables de la revolución; pues, como sabemos, después de la Decena Trágica todo se convirtió en una Guerra Civil. A partir de este texto, comenzaron a surgir otros que abordan dicha perspectiva. En ese sentido destaca Del Cerro Bola al Rio Bravo: Soldados de fortuna, forajidos e insurrectos durante la rebelión maderista en la frontera (1910-1911), de Reidezel Mendoza, el cual rescata, nombre por nombre, la identidad de muchos de los personajes, salidos de una película de tiroteos, que lograron la renuncia de Porfirio Díaz.

Abraham escolta

Pasaron los años y, debido a diversas situaciones, dejamos de visitar a mis abuelos. Perdí el interés por los libros. Solo quería escuchar música y ser John Lennon. Detestaba la escuela y juraba que terminando la preparatoria haría una banda y me volvería famoso. ¡JA! En quinto semestre comenzó la presión. “¡Tienes que estudiar! ¡Necesitas ser alguien en la vida!” Me ponía los audífonos y reproducía una y otra vez Nowhere man de los Beatles. No sé qué sucedió después, pero de repente me encontraba en clases de Historia. Aún desconozco porqué elegí eso, pues estaba en contra de los libros, de los discursos oficiales, de todo. 17 años después de aquel 24 de diciembre, el libro que me maravilló en casa de mi Tata, ha vuelto a mí. Ahora, caigo en la cuenta de que ese libro marcó mi vida. Ha sido el responsable de mi constante necesidad por visitar el pasado y conocer el espacio que habito. Debido a él me atreví a cuestionar a mi bisabuela aquella penúltima Noche Buena que pasé a su lado; le preguntaba a mi Tata sobre los días de guerrilla; me quedaba horas mirando las fotografías colgadas en las paredes de las casas a donde iba; deambulaba por el centro de Ciudad Juárez nada más para entrar a la Misión de Guadalupe e imaginar la batalla. Gracias a ese libro estudié historia y sigo escribiendo sobre los rebeldes olvidados.03 Batalla Juárez

A lo largo de un prólogo y nueve capítulos, Siller narra la batalla ocurrida desde el Río Bravo hasta el sur de la ciudad en donde se encontraba el cuartel general de los militares. Asimismo, presenta los antecedentes de la contienda y los previos fracasos al intentar tomar otros poblados como Casas Grandes. De igual forma, reconstruye los días posteriores al triunfo militar y las distintas versiones sobre el altercado entre Madero y Orozco, quien estuvo a nada de derivar al líder en un tiroteo. Sin embargo, el gran valor de esta obra, más allá de la reconfiguración de un suceso prácticamente olvidado e ignorado, radica en la amplia capacidad narrativa y en la sensibilidad del autor. Quien lee 1911 La batalla de Ciudad Juárez no se enfrenta a las dificultades de un texto histórico común de la academia, lleno de citas y referencias teóricas que alejan al lector; sino que encuentra la voz de alguien que, apasionadamente, busca contarnos algo de suma importancia para él. Siller no pretende impresionar a los colegas “expertos”, pues su interés consiste en brindarle un regalo al pueblo fronterizo. Un obsequio envuelto en un libro de gran formato, el cual nos muestra sin tapujos nuestra historia, el rostro de nuestra gente de a pie que en medio de un tiroteo carga con una máquina de coser para entregársela a su pareja; la que aguanta la bravura del clima, el frío que yaga la piel y el calor que seca el cabello; la que convive con la violencia desde que se fundó este pueblo “porque no hay de otra”; la que ante la injusticia se levanta y se manifiesta. Gente que se resiste al olvido desde el desierto.

José Vargas

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La historia de la Toma desde la fotografía

jueves, 28 mayo 2020 por juaritosliterario

En el segundo tomo de 1911 La Batalla de Ciudad Juárez (2003), Miguel Ángel Berumen se adentra, a través de múltiples imágenes, en uno de los episodios más importantes de la historia de la frontera. El libro consiste en una investigación de los avatares de uno de los eventos coyunturales del movimiento revolucionario encabezado por Francisco I. Madero. Más allá de centrarse en los protagonistas del acontecimiento, Berumen fija su atención en el pueblo, el cual atestiguo una lucha que cambió el curso de nuestra nación. De esta manera, la cotidianidad retratada por diversas lentes durante aquellos estrepitosos meses se convirtió en la fuente principal para recrear la contienda ocurrida entre el 8 y el 10 de mayo de 1911. El espacio fronterizo nos hace repensar una vez más la narrativa desde la fotografía.

45 Berumen 1911

Lee aquí el libro 

Berumen nació en Ciudad Juárez en 1962. No obstante, su interés por la fotografía como documento para mirar la historia y su fascinación por el cine, surgió al estudiar sociología en la capital del país. Cuando volvió a la frontera se dedicó a promover el séptimo arte e investigar cómo fue la llegada del cine a los límites de la nación. Así descubrió el valor de la investigación iconográfica y volteó su mirada hacia los documentos que retrataron la Revolución Mexicana en el septentrión. Berumen ha destacado como historiador, gestor cultural, productor editorial y museógrafo; en el 2005 publicó Pancho Villa, la construcción del mito y, gracias al libro aquí tratado, obtuvo el premio internacional Southwest Book Award. Dirigió por varios años el Museo Nacional de la Revolución Mexican, localizado en el sótano del monumento homónimo, y ahora labora como curador del Museo de la Revolución en la Frontera (MUREF). Entre sus proyectos más recientes destaca la coordinación de la exhibición La búsqueda de un ideal. La Constitución, la cual busca indagar si este documento cumplió con sus objetivos, y así generar una reflexión sobre los eventos que nos han posicionado en nuestro actual lugar como nación.

45 Berumen

La Batalla de Ciudad Juárez II. Las imágenes se aparta de la mirada oficial que narra los acontecimientos desde el discurso centralista con sus figuras y monumentos de bronce ya establecidos, ya que Berumen erige su investigación a partir de un aspecto que la historiografía había pasado de largo: las fotografías. El autor entiende que su objeto de estudio no se prioriza en un área –la Historia– que tradicionalmente se basa en los documentos escritos; por ello, en la introducción enfatiza la importancia del estudio iconográfico al momento de analizar la historia local, la nacional y el fotoperiodismo moderno. Asegura que, igual que los archivos, las imágenes aportan datos imprescindibles sobre la revuelta armada que cimbró a Ciudad Juárez; ya que uno de los aspectos que más llama sobresale de este evento radica en la atención mediática sin precedentes de la que fue objeto: más de cincuenta fotoperiodistas buscaban la primicia del cuadro que captara el mejor momento. Berumen se interesa en este aspecto, pues la frivolidad de los medios que acecharon a Juárez se intensificó a tal grado que, incluso los revolucionarios sucumbieron ante el encanto de la lente, conscientes del poder de las imágenes para ganarse la opinión pública.

45 Cámaras

La importancia de la fotografía consiste, sobre todo, en la preservación de la memoria y en las diversas lecturas que de ella pueden desprenderse. Aspecto del que se desprenden algunas de las principales interrogaciones de Berumen: “quiénes eran los personajes que aparecían en el encuadre, en dónde estaban, en qué fecha, los sucesos que describían, quién tomó las fotografías, qué motivó a los fotógrafos, cámaras utilizadas, cómo se difundieron esas imágenes, etcétera.” Los hallazgos realizados a partir de estas cuestiones sorprendieron al mismo autor debido a la variedad de fuentes iconográficas que localizó; por ejemplo, las postales producidas por fotógrafos paseños, quienes, con su amarillismo, construyeron un imaginario bastante bárbaro de la revolución norteña.

45 Fotoperiodistas

El británico Jimmy Hare es una de las figuras más importante entre la pléyade de fotógrafos extranjeros que arribaron a Ciudad Juárez, pues sus imágenes retrataron muy de cerca los días de la contienda y significan un registro detallado de los acontecimientos que surgían a cada instante. Debido a esto, Berumen le dedica gran parte de su investigación. De las más de cien fotografías de la Revolución Mexicana que se produjeron para la revista Collier’s, la mayoría surgió de la lente de Hare. Gracias a su obra, el investigador juarense estableció la ruta seguida por una de las columnas revolucionarias en esta frontera. Además, como prueba de su arrojo y determinación, resalta el episodio en donde, durante la toma de la Misión de Guadalupe, Hare se sube al techo de antigua iglesia para captar el momento en que los insurrectos tomaban el control de la ciudad.45 Jimmy Hare

El alcance de la imagen fotográfica sirvió también para intereses políticos; Francisco I. Madero lo sabía muy bien. Su llegada a Ciudad Juárez la mañana del 16 de abril de 1911 acaparó la atención en ambos lados de la frontera provocando el morbo de la población, como si de un espectáculo circense se tratara. La población paseña, incluso, hizo caso omiso a las advertencias del peligro al que se exponían si se aceraban a la línea de fuego. La frivolidad de este acontecimiento, de acuerdo a la investigación de Berumen, se evidencia a través de los escalofriantes anuncios que se publicaban en los periódicos locales: “La forma más segura de ver la pelea es conseguirse unos binoculares y quedarse fuera de rango […]. Después de esta batalla viene un evento musical que no puede darse el lujo de perderse.” Era tal el magnetismo del bando rebelde que en una de las primeras victorias de Madero sobre las fuerzas armadas de Porfirio Díaz, el campamento maderista se inundó de “periodistas, fotógrafos y simpatizantes que llegaban desde El Paso […] propiciando cientos de momentos fotográficos.” Un testimonio impreso en El Paso Herald confirma este ambiente de carnaval que evocaba una especie de territorio libre: “La multitud una vez más inundó el campo insurrecto el domingo […]. Los insurrectos estaban en el campamento como siempre, y fueron fotografiados aproximadamente 1723 veces por los corresponsales aficionados.”

45 Campamento romeríaC

La imagen de la Revolución que se formó a partir de las fotografías otorga una lectura nueva sobre este hecho histórico, pues un cúmulo de miradas detrás de las lentes armaron un discurso visual que no debemos ignorar. El aporte de Berumen en 1911 La Batalla de Ciudad Juárez II. Las imágenes resulta de suma valía para el lector contemporáneo, ya que lo invita a reflexionar y cuestionarse sobre la manera en que estamos acostumbrados a interpretar la historia. Al redefinir el imaginario que se nos ha impuesto por décadas, veremos con nuevos ojos no solo a los personajes históricos, sino también el valor del espacio fronterizo que habitamos.

Adolfo Abraham Cruz Carbajal

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Sombras de la contienda

domingo, 10 mayo 2020 por juaritosliterario

El 8 de mayo de 1911, en el ahora Centro Histórico, comenzó una de las batallas más importantes de la Revolución Mexicana, quizá la de mayor trascendencia de aquella estrepitosa época. Durante la Toma de Ciudad Juárez se consolidaron figuras políticas como Francisco I. Madero y Abraham González y comenzó la leyenda de Pancho Villa y Pascual Orozco. Además, tras el derrocamiento de las tropas federales en esta frontera Porfirio Díaz renunció a la presidencia de la República.01 Madero revolución.jpg

Debido a esta importancia, la ruta literaria virtual Huellas de la Toma, diseñada y organizada por Juaritos Literario, tiene por objetivo recorrer, a través de distintas obras literarias, las calles citadinas y ese momento histórico que cimbró a nuestra localidad y resonó en todo el país. A continuación, me detendré en el autor y el contenido del primer texto abordado en el recorrido, el cual comienza en las instalaciones del Museo de la Revolución en la Frontera (MUREF). Materia de sombras (2001), novela escrita por Pedro Siller, narra lo sucedido durante y después de la contienda a partir de la figura de Abraham González. Su autor, aunque chiapaneco de nacimiento y economista de formación, es uno de los historiadores que más ha aportado a la ciudad que lo adoptó. Hablar del acontecimiento que aquí nos ocupa significa hablar de su arduo trabajo, el cual publicó, en coautoría con Miguel Ángel Berumen, en 1911: La batalla de Ciudad Juárez, una exhaustiva investigación que apareció en dos volúmenes en el 2003. Antes de su edición, nadie se había ocupado de este episodio clave y desencadenante en la historia nacional. La Casa de Adobe era un cuartucho derruido en donde se reunían las pandillas de las afueras de la ciudad. No existía ninguna iniciativa por parte del gobierno municipal, estatal o federal para reconstruir y revalorizar la importancia cultural e histórica de la abandonada construcción, hasta que la obra de Siller y Berumen comenzó a circular.

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Lee aquí el libro

Pedro Siller labora como profesor-investigador en el Departamento de Humanidades de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Sus líneas de investigación giran en torno a la Independencia de Estados Unidos, la Revolución Francesa, el Porfiriato y la Revolución Mexicana. Intereses que quizá devengan de las revueltas estudiantiles y levantamientos civiles a nivel mundial ocurridos durante sus años universitarios en la década de los 70’s; por ejemplo, la Revolución Cubana y los motivos que convirtieron al Che en un símbolo de resistencia, o el movimiento armado en Nicaragua, el cual se retoma en la novela Adiós muchachos de Sergio Ramírez.

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No extraña entonces la dedicación del doctor Siller para reconstruir el archivo histórico de la Toma de Ciudad Juárez. Su pasión por el tema continúa vigente a través de la publicación de artículos sobre el germen de la Revolución y lo acontecido durante la Decena Trágica, otro de los momentos que lo motivan en sus investigaciones. ¿Qué sería de nuestra historia si el docente universitario no se hubiera aventurado en la titánica labor documental en torno a aquel mayo de 1911? Probablemente aún ignoraríamos el valor de la emblemática batalla y, sin duda, Huellas de la toma no existiría. Por tanto, la intención de la primera intervención del recorrido consiste en reconocer y valorar su trabajo a partir de Materia de sombras, texto ficcional que precedió a la publicación de su obra académica.

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Lee aquí la novela

En la novela, publicada al igual que 1911. La Toma de Ciudad Juárez bajo el sello editorial Cuadro por Cuadro, Imagen y Palabra, Siller aborda los antecedentes de la batalla y sus consecuencias inmediatas a través de la voz de los mismos protagonistas, quienes giran en torno a Julieta Álvarez, narradora e intermediaria de la historia. En el presente ficcional, ella, exiliada en Estados Unidos labora como secretaria tras haber mantenido una relación amorosa con don Abraham González, primer gobernador revolucionario de Chihuahua y uno de los principales artífices de movimiento armado en la frontera. Debido a las condiciones del asesinato del revolucionario, acontecido en 1913, Julieta jamás pudo despedirse. Pero, décadas después recibió una carta en la que se narraba lo que le había ocurrido a su antiguo amante. A partir de ese momento, la protagonista aprovechará sus habilidades como médium –adquiridas por enseñanza de Francisco I. Madero– para contactar a las personas con las que el político había convivido durante sus últimos años, pues no lograba comunicarse con él en el más allá.

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Para lograr su cometido Julieta convoca a las sombras de Pascual Orozco, Francisco Villa y el doctor Francisco Vázquez Gómez. El acierto de Materia de sombras radica en que, más allá de mostrar una historia de amor imposible, se presenta como una novela histórica en la que los mismos actores de la batalla alzan la voz. Gracias a su arduo trabajo investigativo, Siller logró sustentar varios hechos históricos de la Revolución con el testimonio de sus propios incitadores. Orozco, Villa y Vázquez Gómez le cuentan a Julieta, y a nosotros como lectores, lo que sucedió antes, durante y después de la Toma, la cual culminó con la victoria de los rebeldes, trasladando al poder político-militar de la Casa de Adobe a la Ex Aduana (actual MUREF). Ciudad Juárez se convertía, una vez, en capital del país.

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En la obra se aprecian tres momentos en los que intervienen los protagonistas narrando su pasado, los días previos a la batalla, el momento de la contienda y las semanas posteriores a la victoria. De esta manera, Materia de sombras ofrece varias lecturas. La primera, meramente histórica, describe lo que sucedió y los datos que el novelista-historiador sustenta; por ejemplo, cuando asegura que “Me entregó una carta en la que Zapata me decía que él era un ferviente partidario de la paz, pero no de una paz mecánica, ni de siervos, sino una paz de acuerdo con los ideales inscritos en el Plan de Ayala”, dejando entrever que tuvo acceso a dichos legajos. Otra perspectiva es la romántica que se vuelca sobre el amor imposible entre don Abraham y Julieta, y su empeño por volver a escucharlo. Por último, encontramos una mirada humana, en la cual descubrimos el lado más sensible de los aguerridos revolucionarios.

El novelista cede la palabra a Pascual Orozco para que nos hable de su lugar de origen, su árbol genealógico, la tradición de resistencia de la que proviene y de el fuerte deseo de vengar el fusilamiento de su tío por órdenes del general Juan Navarro. La religión –¿protestante?– del general oriundo del municipio chihuahuense Guerrero, influyó en su quehacer político, aunque constantemente afirmara que lo suyo solo era lo militar. En Materia de sombras se percibe el esfuerzo por reivindicar a esta figura clave para el triunfo maderista, la cual, aún con toda su popularidad y seguidores, lidió con el estigma de traidor.

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De la misma manera, atestiguamos la confesión de Pancho Villa sobre su pasado bandolero. El Centauro del Norte nos cuenta, además, cómo, de manera fortuita, un asalto a don Abraham González derivó en su anexión a la lucha revolucionaria, debido a su conocimiento del terreno, habilidades como pistolero y su gran poder de convocatoria. De ahí en adelante, este famoso personaje, preocupado por su honor, se concentró en los acuerdos que estableció con González y Madero, y comenzó a forjar una leyenda que, hasta el día de hoy, continúa presente en el imaginario colectivo

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El doctor Francisco Vázquez Gómez, por su parte, le narra a la protagonista sus vivencias desde que era un niño de bajos recursos hasta cuando, mediante el estudio y a pesar de ser discriminado por su condición social, se tituló en Medicina en las mejores universidades de Estados Unidos. Con el paso de los años se convirtió en médico de Porfirio Díaz y amigo íntimo de la familia del dictador. Este vínculo conflictuó su deber político; situación que le confiesa a Julieta al expresas sus sospechas respecto a Madero, pues creía que una vez obtenido el triunfo, el insurgente no cumpliría a cabalidad con sus propuestas debido a su tibieza y a la manipulación que sobre él ejercían sus parientes.

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Algunos pasajes de la novela histórica se desarrollan dentro del MUREF.  Uno de los más interesantes, debido a la tensión creada por el autor, se desarrolla cuando Orozco enfrenta de manera directa a Madero por nombrar a un gabinete con políticos que solo presenciaron la batalla desde El Paso y, sobre todo, por no permitirle fusilar al general Navarro, asesino de su entrañable tío:

Dos días después, cuando Madero estaba presidiendo una junta de gabinete en el edificio de la Aduana, donde era la sede de su gobierno, Villa y yo acompañados de diez hombres armados entramos sin previo aviso en medio del salón. Tomé la palabra y dirigiéndome a Madero le reproché su falta de cumplimiento a los principios que nos había enseñado con anterioridad don Abraham sobre la Revolución. Después le hice tres demandas. La primera era que el General Navarro fuera juzgado como criminal de guerra y le cité el párrafo del Plan de San Luis en donde se decía que serían fusilados durante las veinticuatro horas siguientes y después de un juicio sumario, las autoridades civiles o militares al servicio del General Díaz, que una vez estallada la Revolución hubieran ordenado fusilar a prisioneros de guerra.

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Estos y otros reveses políticos acontecidos durante aquellos meses se intercalan con una serie de monólogos de Julieta Álvarez, los cuales destacan las cualidades del verdadero protagonista de Materia de sombras: Abraham González, hombre amable en su trato y convincente con su palabra, autor intelectual de la armada que tomó nuestra frontera en mayo de 1911, quien, lamentablemente, ha sido desdeñado por la historia nacional. Gracias a trabajo y la pluma de Pedro Siller, su pensamiento y andanzas perviven en las hojas de una novela excelentemente documentada que logra situar a cualquier lector en los primeros años del siglo XX y sitúa a la Toma de Ciudad Juárez como el inicio de una guerra civil que duró más de una década.

19 Abraham Gonzalez

José Vargas

 

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Invierno, mariposas y ciudades

jueves, 16 abril 2020 por juaritosliterario

César Silva Márquez (Ciudad Juárez, 1974), poeta y narrador, ha sido becario en múltiples ocasiones del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Chihuahua. Su obra De mis muertas (2005) obtuvo el Premio Binacional de Novela Joven Frontera de Palabras (Border of Words), su cuentario Hombres de nieve consiguió el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí en el 2011, y La balada de los arcos dorados ganó el Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero dos años después. Además, ha publicado ABCdario (2000), Si fueras en mi sangre un baile de botellas (2004), Juárez Whiskey (2013) y Jardín de invierno (2017), libro en el que a continuación me centraré.

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Publicado por Bonobos dentro de la Colección Reino de Nadie, Jardín de invierno se divide en tres apartados: “viajes”, “interludio con personajes” y “alcohol”, además de las secciones “Misiva” y “10 años después” que solo contienen un poema. En la primera parte imperan las postales; en las cuales el yo lírico reflexiona y contrapone su estado anímico con lugares e imágenes de distintas geografías en las que se encuentra. En el poema “frente a los jardines de luxemburgo”, por ejemplo, la voz poética cabila en torno al tiempo trascurrido y su presente: “pienso en lo que he visto / en los últimos días / y sé que necesitaré 20 años más / para nombrar este presente”. Así, su pesimismo empaña la visión del río parisino: “porque hoy el sena es tan sólo / una trenza de río, un agua sin reflejo”. El texto concluye con la resignación a través de la bebida: “los vidrios beben / mientras / yo bebo”.

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Lee aquí el poemario 

Algo similar se presenta en “del viaje”, ahora en otra latitud, Montreal, Canadá. Estos versos se constituyen del contraste entre los múltiples escenarios de la ciudad y sus marcadas estaciones temporales: “un día la seca nieve cubre mapa y horas / otro, el sol es perfecto y mujeres se tatúan la cintura”. Como en el poema anterior, aparecen los espacios bohemios: “en los bares las mujeres desnudas / hablan francés italiano y español”; y concluye también con una reflexión, pero ahora acerca de un pasado que vivió a destiempo: “yo tenía 25 años / pero la ciudad era más joven”.

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La segunda parte del poemario posee una naturaleza más heterogénea. Mientras que “abuela en cama de hospital” retrata la convivencia a la que se ven obligados los parientes cuando un integrante de la familia muere: “niños que sigo sin reconocer / me nombraron tío por ser hijos de mis primos”; en “poema de las últimas cosas” hay una numeración de nombres de mujeres como entes ficcionales: “beatriz se hizo polvo a media página / leticia en 35 líneas mientras me esperaba desnuda y ebria”. También aparecen algunas preguntas respecto a su paradero textual, “¿hacia qué palabra se mudaron? / ¿qué libro habitan?”, y a su conformación ficcional: “entre dientes de adjetivos, verbos y sujetos / círculos de canciones a medias / páginas como tranvías a nueva jersey o más allá”. Por su parte, “zhora muere en blade runner” es un ejercicio de écfrasis referencial que, sin embargo, no logra ofrecer una propuesta estética equiparable a la vibrante escena de la película de Ridley Scott.

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El último apartado comienza con “naturaleza muerta con cerveza”, poema en el cual aparece efectivamente el tópico que define esta parte: la bebida embriagante. El texto refiere a una lista que describe, en su trasfondo lírico (casi publicitario), los beneficios de este líquido: “la cerveza es un buen desinfectante de verduras / no causa enfisema, cura ganglios y arregla gargantas”. En “mercado juárez” aparece “la cerveza como carnada”, convirtiendo al espacio que rodea a la voz lírica en uno que podría habitar cualquiera: “algo en el traspatio / donde la fiesta significa / un bar a media acera”; es decir, el emblemático mercado de la frontera representa un lugar iluminado por la cotidianidad, donde “cada trago incendia / la madera del saludo”.

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En el poema que pertenece a la sección “Misiva” el ambiente se antoja de nuevo bohemio, aunque ahora con tintes más decadentes, además de una manifiesta línea entre los dos grupos protagónicos, quienes se acercan a la burla.: “hombres vestidos de mujer”, dentro de los cuales se cuenta el yo lírico pues “mis amigos abrazan / a la delgadísima / y ella los besa y se muerde las uñas”; y “mujeres que fingen serlo y se tropiezan cuando buscan el baño”.

Por último, en “10 años después”, se encuentra “hombre en oficina”, una pequeña odisea de escape del tedio a través de la imagen. Dividido en cuatro partes, el texto comienza con la estela de un pájaro y el recuerdo de una multitud de mariposas que detonan una serie de cuadros: un travelling cinematográfico que halla los momentos precisos en los que el tedio y la cotidianidad se tornan poéticos: “desde esta ventana / que por las mañanas el sol / aja la piel de mi brazo derecho / he visto al mundo ser muchos” […] “se escuchan el reloj y el zumbido de las máquinas calentando el aire / el claxon como clavo en medio de una madera de quietud”. En la segunda parte se ilumina un cerrar de ojos en un ambiente onírico costero que tiene “el barco más grande del mundo / que se aleja con la velocidad del caracol / [y] es un tambor apenas tocado por los dedos de un niño”. La tercera fracción, por su parte, radica en el abrir de ojos: “atrás quedaron las mariposas y la ciudad por la que daría un brazo”. Por último, llega el fin de la espera, la hora más deseada y “la lluvia entonces marca la hora de salida”.

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Esta composición es, a mi parecer, la que más se destaca en el libro en cuanto a su calidad lírica. En él aparece un hombre “normal”, un oficinista que compone poesía a partir de ciertos momentos cotidianos, como la espera para salir del trabajo; mientras que en los demás textos resulta evidente el oficio de escritor del yo lírico, es decir,  alguien que acostumbra moverse en espacios poéticos habituales o bohemios (“frente a los jardines de luxemburgo”), y por ello escribe sobre el alcohol (“naturaleza con cerveza”) o sobre su propio oficio (“poema de las últimas cosas”). En este sentido, confiese que me hubiera gustado leer un poemario con los atributos que caracterizaron solo al último texto.

Gibrán Lucero

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Dos conejos blancos: la inocencia de la migración

viernes, 27 marzo 2020 por juaritosliterario

“Cuando viajamos yo cuento lo que veo. Cinco vacas, cuatro gallinas y otro animal que no conozco. Un burrito aburrido y cincuenta pájaros en el cielo.” Así comienza Dos conejos blancos (2015), un libo-álbum escrito por el colombiano Jairo Buitrago e ilustrado por el peruano Rafael Yockteng. A través de una serie de bellos cuadros y una narración envuelta en la imaginación de una niña migrante, esta obra nos muestra una mirada inocente, muchas veces ignorada o minimizada por la comunidad, respecto a un problema social que ha afectado a miles de personas.

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Lee aquí el libro-álbum 

El tema de la migración nos concierne a todos y todas. Durante los últimos años, la realidad nos ha demostrado que muchas veces quienes más sufren al tener que huir de sus casas, por cualquier razón (violencia, pobreza), son los pequeños. Cada día cientos de familias de todo el mundo, un padre y su hija o una madre con su bebé en brazos, se ven obligados a abandonar sus hogares y enfrentarse a un peligroso viaje sin ningún tipo de seguridad: dos conejos enfrentándose a un terrible coyote, a los peligros del desierto, a La Bestia o la soledad y al miedo de perder lo único que les queda, sus seres queridos.

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Por ello, debemos reflexionar también sobre este problema en torno y desde las miradas infantiles. ¿Qué tantas preguntas dejamos sin contestar a nuestros niños y niñas por miedo a que no lo comprendan o se asusten? El papá del cuento de Buitrago deja muchas veces sin respuestas a la pequeña, por lo que ella crea sus propias historias y explicaciones. En situaciones de crisis, la imaginación ayuda a sobrellevarlas; no obstante, como adultos debemos cuestionarnos si le damos la importancia necesaria a los comentarios, opiniones y temores de nuestros hijos.

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Dos conejos blancos, sin duda es una lectura en la cual las ilustraciones resultan fundamentales para la comprensión de la historia. El conteo de las cosas que la niña ve durante el viaje ayuda a mantener a los pequeños lectores atentos y entretenidos; además las imágenes sin texto invitan a la reflexión y a echar a volar la imaginación. Por esto proponemos una actividad en donde construirán e ilustrarán un final para la aventura de la pequeña y su papá, ¿qué paso con los dos conejos blancos?

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Cinthya Rodríguez
Amalia Rodríguez Isais

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Mi lugar favorito

jueves, 19 marzo 2020 por juaritosliterario

La sangre hermana, incluso la derramada. Ciudad Juárez tiene más en común con ciudades en guerra que con las urbes más cercanas; encontraríamos más similitudes con alguna ciudad en medio oriente que con la que se encuentra saltando el río. Los niveles de violencia lo dejan claro: mientras que nuestra localidad por años estuvo en el top de la inseguridad mundial, El Paso siempre ha sido reconocido como uno de los lugares más seguros de Estados Unidos. Por ello, pese a ciertas cosas que nos unen, solemos acercamos a quienes comparten las mismas cicatrices de violencia y conflicto, como Madera, pues resulta más fácil hablar entre iguales. Normalizamos hablar de balas, de pistolas, de cuerpos que mutilaron, de a quién mataron en la mañana. Cuando visitamos otro espacio, siempre terminamos por contestar, a alguien, quien sea, la misma pregunta: “¿Qué tan feo está allá?”. “Bien”, “Lo normal”, contestamos ante la costumbre; defendemos el terruño incluso si no lo merece.

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Crédito de fotografía: José Luis González

Pertenezco a una de las ciudades más violentas del mundo, crecí y he comenzado a madurar en Ciudad Juárez. Mi lugar favorito en el mundo es también una zona conflictiva, tomada por el narco, dirían algunos. ¿Qué tan feo está Juárez? A veces respondo esta pregunta con otra: ¿Qué tan feo está Madera?”. La cuestión resultaría sencilla si no tuviera un trasfondo más allá de la mera estética. La población serrana tiene la fama (bien ganada) de ser una zona “caliente”, una base importante de operaciones del narco. Basta googlear un poco para encontrar notas sobre episodios de violencia en un municipio en el cual, hace una década, habitaban poco más de 15 mil habitantes. Esta semana hubo varios. Probablemente existen puntos más conflictivos dentro del mismo del estado, como la frontera; sin embargo, esta tiene más de un millón de habitantes, y la lógica matemática indica que, a mayor población la violencia aumenta. Por ello, a veces pesa más la palabra que los hechos, y la letanía “Madera, la violenta” se vuelve una distinción importante en medio del bosque. Con tan pocos habitantes resulta más fácil desaparecer en manos del narco, en poblados pequeñitos pero absolutamente tomados, en Las Varas, por ejemplo.

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Sobre la sección municipal llamada Las Varas existen crónicas que lo narran como el sitio más peligroso del estado, la clásica tierra de nadie. Resulta sencillo imaginárselo idéntico a la imagen hollywoodense del viejo oeste: con sus “saloon”, sus caballos amarrados a vigas de madera y vaqueros esperando a que su adversario saque la pistola para disparar primero. No me atrevería ir a este espacio de día de campo pues la integridad puede más que la curiosidad, pero he pasado por ahí y es exactamente igual a varios pequeños poblados distribuidos por las carreteras de Chihuahua, con nada espectacular más que la mirada de asombro de quienes te ven adentrarte en un vehículo por la noche. Esta idea de la violencia sobre una ciudad hace que Madera y Juárez se hermanen, ya que comparten la espera de la muerte. Aunque no todo recae en la amenaza constante de la posible bala en el pecho; es decir, quizá se normalizó la violencia, pero cuando se vive bajo fuego los cerillos asustan muy poco.34 Las Varas.jpg

La violencia en esta región de Chihuahua no es reciente. Así se muestra en la novela Las Mujeres del Alba (2010) de Carlos Montemayor, donde se narran los hechos ocurridos después del asalto al cuartel de Madera el 23 de septiembre de 1965 por ocho guerrilleros (la primera campaña de guerrilla de inspiración socialista), quienes demandaban tierra y justicia. La obra póstuma del escritor parralense funciona como registro literario de un suceso poco conocido de la historia mexicana, quizá por ocurrir en un sitio tan alejado y pequeño. Aparece también como un brillante acto polifónico de un relato que hurga en nuestros sentimientos e historias. Esta novela podría ser escrita de nuevo, con una nueva dirección, pero con el mismo propósito. En el futuro, alguien se sentirá obligado, así como en su momento le ocurrió a Montemayor, a darle voz a las mujeres que experimentan la violencia como víctimas pasivas. Será la población femenina de Ciudad Juárez, por ejemplo, quien cuente lo que ha sufrido durante años, aguardando noticias sobre su familiar, esperando saber si su esposo murió o está vivo, a que las aguas se calmen para poder salir.

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En Las Mujeres del Alba, los personajes son sometidos a la terrible incertidumbre de no saber qué pasó y quiénes exactamente murieron, ya que el ejército decide ocultar los cuerpos. Dentro del calvario, la idea de la muerte como un acto de heroísmo les ofrece un poco de consuelo: el fin de la vida de sus seres queridos ocurrió en la búsqueda de un cambio que jamás se dio. Para quienes perdieron a un hijo, un marido, un hermano o a un padre durante la continua violencia en Ciudad Juárez resulta complicado pensar que sucedió por un bien o alguna razón, más bien se culpa a la suerte de salir por la calle y estar en el lugar y momento equivocado.  Ya no existe el héroe creado por la idea del cambio; en su lugar se padece el horror del sufrimiento por convicción gubernamental.

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Entre 1965 y la actualidad hay cosas que no cambian: el gobierno es el mismo, indolente frente al sufrimiento de la gente e indiferente a la exigencia política y a la sensibilidad de los deudos ante sus muertos. Acá a nadie se respeta y cualquier cuerpo puede terminar en una fosa común construida por el ejército o por el narco o por la mezcla de ambos, ese narco-ejército que lleva desde el calderonato patrullando el país. Por ello, la reedición de Las Mujeres del Alba el año pasado llega en un momento social y político justo. Nos recuerda, no solo la importancia y la voz de las mujeres, sino también ese horror cotidiano que significa la espera después de la violencia, así sea una sola noche, como en el asalto al cuartel de Madera, o años enteros como ocurre en estas ciudades norteñas que solo han sido carne de cañón de un sistema fallido y a punto de sucumbir. Creo que para quienes viven en la localidad serrana y/o en la frontera de Chihuahua la primera frase de la novela de Montemayor resulta sumamente cercana y propia: «“Son ellos”, pensé desde que oí el primer disparo».

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Crédito de fotografía: José Luis González

César Graciano

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Teatro que incomoda. Entrevista con el dramaturgo Edeberto “Pilo” Galindo

jueves, 27 febrero 2020 por juaritosliterario

“Escribir la obra de teatro no va a cambiar el mundo. Picar en tu conciencia, esto debiera pasar y no pasa. Estamos obligados a ver el lado que nadie quiere ver y que además es el que más nos duele”. Edeberto “Pilo” Galindo

Dos de la tarde de un jueves, la ciudad me quema. Estoy en el Sanborns de la avenida Paseo Triunfo de la República, en Ciudad Juárez. Espero al escritor y dramaturgo chihuahuense Edeberto “Pilo” Galindo[1] para una entrevista. Le he pedido que conversemos sobre dos de sus obras de teatro: Lomas de Poleo (morir con las alas plegadas) y El caimán y los sapos. La primera aborda el tema de los feminicidios en Ciudad Juárez a finales de los años noventa. La otra pieza denuncia la historia de violencia física, sexual y psicológica que vive un grupo de chicas, casi niñas, secuestradas por una red de proxenetas. Ambos temas, el día de hoy, presentes y urgentes de resolver en todo México. Estoy a punto de apretar play, mientras la ventana pareciera proteger con sus barrotes negros el aire.31-pilo-galindo-antologia-2.jpg

Sandra Rosas (S): Sobre la trata de personas en México, ¿quiénes lo saben y por qué lo callan?  

Pilo Galindo (P): Escribí El caimán y los sapos cuando descubrí la historia de una muchacha que logró liberarse de un grupo de proxenetas. Me estremeció mucho el tema, necesitaba escribirlo; lo necesitaba como escritor, como persona, como juarense, como ser humano. Y sí, es muy fuerte, pero debía hacerlo y lo hice, por todos los que cierran los ojos para no verlo, los policías que se corrompen, la gente que vende chucherías y sabe que las chicas están ahí. Yo sentí que era mi obligación. A mí la obra no me gusta. Entiendo cuando me dice la gente: “¡Ay!, me sentí muy incómoda” … ¡De eso va, de eso se trata! Imagínate, la trata de personas es una historia donde no hay salidas. Por eso, en la puesta en escena de 1939 Teatro Norte tampoco las hay.  Aquí no hay para dónde hacerse. Cuando la chica dice “no me gusta mi vida, cómprame el veneno para ratas” al momento de acabársele la esperanza, representó mi pesar cuando empecé a descubrir esas cosas terribles. ¿Cómo se sentirán ellas, ahí, encerradas, salpicadas con su propia sangre? Yo sentí esa obligación, y pensé que con la escritura de la obra me iba a drenar.  El caimán y los sapos es una crítica a nosotros, porque todos somos culpables, corresponsales. Yo soy culpable, me guste o no, soy corresponsable de este asunto, por mi violencia, porque me tardé en dar con este tema. Y, sí, es muy fuerte, pero necesitaba escribirlo y lo hice. He escrito ya sobre las diferencias sexuales, la discriminación por el color de piel, por la religión. En este caso, una noche, estando con mi hija, le pedí que buscara la canción de Chayanne, Un dos tres. Si te das cuenta, todas las personas abrigamos la ilusión de un primer amor y las adolescentes más; por ello, también estamos obligados a ver lo que más nos duele. Escribir la obra de teatro no va a cambiar el mundo. Picar en tu conciencia, eso es lo que debiera pasar y no pasa. Estamos obligados a ver el lado que nadie quiere ver y que es el que más nos duele. Finalmente, hay que decir que esa mayoría silenciosa que elige no mirar, está ahí a la par de una minoría que se preocupa por el exceso de plástico, por los animales… Esa minoría son gente salvando el mundo sin saber que lo salvan, gente que hace posible un mejor mundo.

S: ¿Tu teatro es una denuncia?

P: Claro, desde luego. Es denuncia, una acusación a nosotros como sociedad. Es documento. En este momento alguien se está robando a una niña. No obstante, como decía la chica en escena “El hecho de que hagas una película no va a resolver nada”. Tú vas por la Sullivan, en el Distrito Federal y ves a las muchachas disfrazadas de mujeres, casi en ropa interior, y pasan los católicos por ahí y no las ven, pasan los beatos y no las ven, pasan los policías y no las ven.

S: ¿Cómo surge la publicación de tus obras completas de teatro?

Hay un premio nacional de dramaturgia que se llama Juan Luis Alarcón. Mi hija y mi esposa le propusieron a la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez que me eligieran, pero no quiso. Entonces, la Universidad de Querétaro me propuso. Cuando obtengo el premio, cuando supieron que me había ganado el premio, pues los de aquí de Juárez se agüitaron. Para corregir este descuido, querían publicar todas mis obras. Mi hija Austria hizo la selección. Tenía 60 obras. Luego vinieron y me dijeron “queremos que hagas un cuento sinfónico”; lo hice gratis. Se llenó el teatro. Después, les pedí ayuda con la compra de un boleto de avión para ir a Querétaro y no me lo dieron. Así son estos gobiernos. Usan a los artistas y cuando no les sirven los desechan.

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S: ¿Cómo ve la luz tu obra de teatro Lomas de Poleo?

Después de que monté Puente negro, alguien me preguntó que de qué iba a escribir en mi siguiente obra. “Yo voy a hablar sobre los feminicidios”, dije.  Por ese tiempo estaba escribiendo Amores que matan, en la cual hablé sobre los indocumentados; me gané una mención de honor con ese texto. Tiempo después, cuando trabajaba en Dallas en un McDonald’s, Eduardo Trías me llamó por teléfono y me dijo que se acaba de ganar la beca para escenificar tres obras de teatro. Me propuso que regresara y presentara Lomas de Poleo. “¿Pero Lomas de Poleo? Todavía no la escribo”, le dije. Y me hizo regresar a Juárez. En esa época me volví muy psicótico, mis hijas eran adolescentes, muy pequeñas, por lo que me afectaron mucho esos crímenes. Lo difícil es que cuando escribes también tienes que ser el asesino. El escritor tiene que convertirse en cada uno de los personajes para poder entrar en diálogo. En este caso, la escritura vino del caso de Barrio azul. La escribí basándome en el tolteca, en el Egipcio, en los dueños de bares que cometieron muchas atrocidades contra niñas, en eso me basé. Yo pensaba: “A ver, qué tipo de miedos tienen esos tipos. Ellos de lo que tienen miedo es de que descubran quiénes son. Porque ellos son padres, señores de oficina, hombres comunes y corrientes.”

S: ¿Cómo narrar el feminicidio y escenificarlo sin violentar nuevamente a las víctimas?

P:  Alguien me cuestionó si pondría en el escenario la violación. No, ya las mataron una vez, no hay que volverlas a matar. En la primera escena de Lomas de Poleo, la chica tumba al suelo al violador y le saca el corazón, mientras le preguntaba qué iba a hacer con ella. Volvieron a interrogarme, “Pero, ¿la chica le está haciendo eso al muchacho?”.  No, ella le está haciendo lo que a ella le hicieron. Invertimos el papel, porque no quería volvérselos a hacer. Porque fueron hijas, hermanas, madres y nunca pensaron que les iba a pasar eso. Eran gente como tú y como yo, gente normal que vivió el horror. No estaban tan lejos, pasaron rozándonos el hombro. Eran gente que estaba aquí, oímos su risa. No son distantes. Fueron a la tienda, fueron al baile, fueron al trabajo, a la maquiladora y no volvieron. “Salí de mi casa y en esta bolsa están todos mis gritos”, dice una chica, en otro momento de la obra. Cuando yo la estaba escribiendo pensaba: “Son niñas, son niñas que un cabrón despedazó y con ello despedazó a mucha gente”.

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Montaje de Lomas de Poleo

S: ¿Sobre qué estás escribiendo ahora?

P:  Ahora estoy hablando sobre el abandono. Cuando nos hacemos mayores, cuando nuestros padres se hacen mayores dejamos de oírlos, de verlos. Muriel Barbery decía que dejamos a los mayores en esos mataderos como a un perro viejo. Así hacemos con nuestros padres, con nuestros abuelos. Y pienso que a mí me hizo falta abrazarlos, quererlos más. Yo vivo casi al resguardo de mi máquina de escribir, me refugio mucho en mi trabajo. A lo mejor y debo escribir obras más esperanzadoras. ¿Tú crees que hay esperanza? La esperanza también es una ilusión.

S: ¿Cómo te sientes cuando dicen que eres el dramaturgo más famoso de Chihuahua y del Norte?

P: Bochornoso.  Me da pena. Ahora en Guadalajara me decían: “Oiga, lo invitamos allá.” Yo no pasé al público, me da pena. Soy muy vergonzoso. Empecé a mandar obras de teatro a concursos, porque me estaba muriendo de hambre y claro que da gusto pasar de pedir 20 pesos para la gasolina a escuchar que acabas de ganar 50, 000 pesos o 100, 000 pues. Un concurso no hace tu obra mejor, pero te da reconocimiento. Sin embargo, la lisonja no me gusta, huyo de ella. Nunca perseguí eso. No escribo para eso; aunque mentiría si te dijera que no me gusta el reconocimiento. Yo me estaba muriendo de hambre.

S: ¿Pilo Galindo en un par de palabras?

P: ¿Sabes que soy autodidacta? Yo no estudié ni español, ni gramática, ni dramaturgia. Cuando imparto un taller de dramaturgia y me preguntan “maestro, ¿qué método va a utilizar?”, siempre digo, “pues, el mío”. Ese es el único que conozco. Creo que si los escritores no tienen nada que decir, no deberían escribir. No solo porque esté de moda un tema hay que escribir sobre él. Víctor Hugo Rascón Banda decía que mi teatro se parece mucho a el teatro alemán. Pero, yo no lo sé. A mí solo me gustaría que mi trabajo, el trabajo de Pilo, se conociera.

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Montaje de El caimán y los sapos

Le pido que me firme el libro Antología teatral y nos despedimos con un abrazo.

Sandra Rosas

[1] Pilo Galindo ha escrito innumerables obras de teatro, la mayor parte de ellas reunida en los dos tomos de su Antología teatral, publicados por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.

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