
En la cultura romana se le conoce como Vulcano al dios del fuego terrestre y de los metales. A través del tiempo, sufrió un proceso de identificación con la deidad griega Hefesto. Según la mitología, es hijo de Júpiter y Juno; su madre, al estar avergonzada de dar a luz un hijo deforme y no querer mostrarlo a los demás dioses, lo arrojó desde lo alto del Olimpo. De este modo llegó al océano, donde fue recogido por Tetis y Euríniome, quienes lo salvaron y lo llevaron a su gruta submarina para cuidar de él. En el transcurso de los nueve años que estuvo bajo su protección, se formó en el arte de la metalurgia, el fuego y la forja. De acuerdo con las descripciones de algunos poetas griegos, su taller se encontraba en la boca del volcán de la isla de Lemnos, donde realizaba sus trabajos, de entre los cuales sobresalen la armadura de Hércules, el cetro de Agamenón, el escudo de Aquiles y los rayos de Júpiter. Esta deidad es también conocida por el uso de sus habilidades para la venganza o el despecho, siendo dos las historias que se suelen destacar. La primera es la fabricación de un hermoso trono de oro en el cual quedaría atrapado quien se sentara, lo hizo para su madre Juno como castigo por su desprecio. El segundo invento fue en contra de Venus, a quien Júpiter le dio por esposa, y quien le fue infiel con Marte, el dios de la guerra. Vulcano, al enterarse, creó una red invisible y con esta envolvió a los amantes, luego llamó a los demás dioses para que presenciaran el espectáculo.
Existen dos trabajos literarios representativos de la época antigua que se han conservado hasta nuestros días: la Ilíada y la Odisea. Ambas obras se le atribuyen al célebre autor clásico Homero, quien retoma la imagen del dios en estos textos. Aquí nos enfocaremos en la Odisea. Esta obra es un poema épico griego con un origen que se remonta al tiempo de los aedos, quienes lo transmitían por vía oral durante varias décadas, e incluso siglos, era natural, que en algunas ocasiones, le introdujeran cambios al poema. Se cree que con la aparición del alfabeto griego se consiguió registrarlo por escrito en el siglo VIII a.C., y su escritura original es lo que se ha denominado dialecto homérico. La obra consta de veinticuatro libros o rapsodias que narran la travesía de Odiseo para regresar a su hogar, Ítaca. Se le suele dividir en tres partes representativas: telemaquia, la cual describe la situación de Ítaca con la ausencia del rey, al igual que el sufrimiento de Telémaco y Penélope debido a los pretendientes; el regreso de Odiseo, donde el héroe llega ante el rey Alcínoo y narra todas sus experiencias desde que salió de Troya; y por último, la venganza de Odiseo, donde se refiere su regreso y el castigo a los pretendientes, así como la recuperación de su reino. En la Odisea, Hefesto/Vulcano aparece con el epíteto del “ínclito cojo”, y en la trama, exhibe sus habilidades artesanas para ayudar y beneficiar a los mortales e instruyéndolos en toda clase de artes.
Probablemente el lector se preguntará qué relación tiene este dios griego con Ciudad Juárez. Los nombres de personajes mitológicos sirven de inspiración para un sinfín de cosas en nuestra sociedad actual y este caso no es la excepción. Al norte de esta ciudad fronteriza, allá por la transitada Avenida de la Raza y Avenida del Charro, se encuentra la calle en honor a Vulcano. Sus vías aledañas son de la misma naturaleza, con otros nombres igual de conocidos: Heracles, Atenea, Zeus y demás seres del Olimpo. Este sector funciona como fraccionamiento, donde algo muy común para sus habitantes es encerrarse entre rejas de metal para aislar o intentar apartar la violencia de sus casas y vecindarios con la esperanza de vivir un poco más seguros. Los habitantes de esta zona podrán no estar interesados en la deidad que dio nombre a su pequeña calle, pero, de alguna forma, le rinden homenaje al encontrarse rodeados por metales.
Andrea Yareli Salazar Castro
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